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La prueba

  Yerena respiró profundo, antes de seguir la espalda del joven y sus dos acompañantes. La historia de la montaña de su aldea se remontaba a una Era antigua, tan lejana a su tiempo que desconocía si las leyendas eran ciertas, pero de algo estaba segura, nadie podía adentrarse más allá de cinco pasos sin ser despedido por una fuerza repulsiva. Trató de advertirles a los recién llegados, pero ellos solo la ignoraron, así que, se decidió por mirar el infortunio desde una buena distancia.

  --Este lugar no es el adecuado para ti, quédate aquí y cuida del caballo. --Ordenó.

Fira asintió, estaba un poco triste por no poder acompañar a su señor, sin embargo, entendía la razón detrás de sus palabras y, podía notar una ligera preocupación en su voz, o al menos eso creyó. El joven volteó, notando a la dama que anteriormente se había interpuesto en su camino, pero fue solo por un instante, pues en realidad no le importaba si miraba, o estaba cerca, mientras no le estorbase, no haría nada en contra suya.

  --Espero que esa maldita voz no me haya mentido. --Desenvainó al adentrarse al hueco de la montaña.

El lugar era oscuro, húmedo y silencioso, nada podía observarse a más allá de cuatro pasos, pero sus sentidos estaban más despiertos que nunca, siendo consciente de lo que ocurría en sus alrededores.

"Alguien ha venido a visitar mi hogar --Dijo una voz neutra, proveniente de todas partes-- ¿Pregunta o respuesta? ¿Qué decidirás?"

  --Respuesta. --Contestó.

"Respuesta será. Contestar mi siguiente pregunta con la verdad y, te dejaré pasar."

El joven se dio cuenta de que hablaba por rimas, un poco fastidioso debía admitir.

"De los doce quedaron dos ¿Quiénes son?

  --Me importa una mierda. --Respondió, había tenido algunos encuentros de acertijos en el laberinto y, para él, esos momentos fueron los más tediosos de su existencia, prefería morir de horribles maneras que tener que pensar por meses la respuesta correcta para poder pasar por esas antiguas puertas.

"Mala respuesta, salir de aquí y olvidar mi apuesta."

Una poderosa fuerza repulsiva salió de alguna parte, empujando su cuerpo impetuosamente, se resistió y parecía que podía lograrlo, sin embargo, cuando la presión se hizo insoportable y la tarea de resistir imposible, un extraño brillo rojo lo cubrió, liberándolo de la fuerza repulsiva.

"Poseedor de antiguos objetos, no te quedes quieto, pues fuiste elegido para continuar con el trayecto." --Aunque parecía muy sutil, por menos de un segundo se notó la sorpresa en el tono.

El lugar se iluminó con la ayuda de artefactos de luz, mostrando un terreno rocoso, con pilares irregulares y un cielo sin estrellas, por un segundo sintió que había vuelto al laberinto y, ese sentimiento no le agradó para nada.

"Completa la prueba y, no mueras." --El tono neutro se convirtió en uno completamente aterrador, envuelto de una energía de matanza y risas frías.

Un aro de fuego se creó repentinamente, enjaulándolo, más que un ataque dirigido, servía para marcar el contorno del terreno. A unos cinco pasos de él, proveniente del suelo, comenzó a salir una ráfaga de viento, dando vueltas en su propio eje, se levantó hasta tocar el cielo, consumido en llamas negras y rojas.

El joven observó todo el proceso sin ningún cambio en su expresión, el nuevo mundo parecía muy exótico, con comidas extrañas, personas parecidas a él y vestimentas raras, sin embargo, a lo que se refería la diversidad de criaturas o fenómenos, por muy extraños que parecieran para otras gentes, para él no era más que una nueva cosa que matar, lo había visto todo y, ya nada le sorprendía.

Del fuego nació un gigante rocoso, con fracturas en todo su cuerpo, donde líneas rojas repletas de llamas salían a relucir, sus ojos eran oscuros como la propia noche y, fría como la muerte. Hizo un sonido atronador, similar a un rugido combinado con un trueno.

  --De donde vengo conocí a seres similares, siento que quién te creo, le hace falta imaginación. --Guardó su espada, sabía que necesitaba armas contundentes y no filosas, por lo que era un desperdicio ocupar su espada, o al menos para el principio de la batalla.

La cosa de fuego pareció no entender, pero no por ello aminoró sus ganas de matar, lanzándose a destruir el cuerpo del joven sin ninguna reserva. Evadió hábilmente, una y otra vez, tratando de aprender los patrones de ataque de su rival. Golpeó en una ocasión y, como había intuido, su fuerza corporal era aún demasiado baja para hacerle un daño real a la criatura, aunque para su buena fortuna, lo que le sobraba era experiencia de combate y, con la ayuda de su mejorada inteligencia, tenía maneras de acabar con su oponente sin necesidad de golpear fuerte.

Fue lazando a besar el suelo, quedando a los límites del aro de fuego, se puso de pie de inmediato, limpiando la sangre de su labio inferior con su antebrazo, miró con frialdad a su oponente y, volvió a maquinar sus planes. Evadió nuevamente, escaló la cosa de fuego e intento llegar a su cabeza, lamentablemente la alta temperatura le impidió siquiera llegar a su cintura y, por la desventaja de no querer morir, tenía que cuidarse de sufrir un mal golpe. Desenfundó un cuchillo de su cinto, arrojándolo a lo que podía interpretarse como sus ojos, la cosa de fuego bloqueó el proyectil con su brazo, pero por una mala fortuna se clavó en una de esas líneas rojas, lamentándose con un rugido. El joven se sintió como un idiota por un momento, pues aún teniéndolo a simple vista, no se había percatado del punto débil de la cosa de fuego.

  --Je, que estúpido.

Maquinó un nuevo plan con rapidez, saliendo disparado como un rayo un segundo después con su espada en mano. Se acercó a una de las piernas de la cosa de fuego, clavando el arma en una de las líneas rojas, su rival volvió a lamentarse, contratacando con sus pies, en un intento por aplastarlo. Evadió con una voltereta, para luego acercarse con el objetivo de obtener nuevamente su espada. Volvió clavarla y, repitió la acción un par de veces más, no sabía si estaba funcionando, pero al menos lograba fastidiar a esa cosa y, eso para él era ganancia. Recibió otro fuerte golpe, jadeó de manera ahogada, no estando dispuesto a mostrar su debilidad.

La batalla se alargó, su cuerpo estaba cubierto en sangre, sus costillas rotas, su brazo izquierdo dislocado y la mano rota, pero aún con todo eso no se sentía mal, pues frente a él, la cosa de fuego por fin había perdido de la rodilla hacia abajo, no teniendo más remedio que arrodillarse ante él.

Respiró profundo y volvió al combate, fue herido, hirió, voló por los aires y clavó su espada, estaba fatigado, pero feliz, feliz de ver a su rival boca abajo, muerto o derrotado, no había diferencia, pues para él, ambos servían.

*Has subido de nivel*

*Has subido de nivel*

  --Excelente. --Se dejó caer, sintiéndose extremadamente cansado, parecía que pelear con la premisa de conservar la vida era más difícil de lo que parecía.

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