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Una noche muy oscura

  Las velas iluminaban la mesa, los juguetones infantes comían su comida con sonrisas en sus rostros, mientras que el joven sin nombre observaba las cálidas miradas que la pareja de adultos se lanzaban de vez en vez.

  --La carne comía cruda, no saber que podría ser tan deliciosa. --Dijo con una sonrisa, limpiando la grasa de sus dedos con su boca.

  --¿Cruda? --Preguntó Elisa-- ¿Quieres decir que jamás habías comido la carne cocinada?

El joven asintió con la cabeza, mientras tomaba otra pieza de pollo.

  --Es broma ¿No? --Preguntó Katzian con una sonrisa--. ¿Tu madre nunca te preparó pollo en brazas, o un platillo parecido?

  --¿Madre? --Se quedó momentáneamente en silencio, sus pensamientos sobre el laberinto lo atacaron como torbellinos salvajes, recordando sus instantes donde había pasado frío, comiendo a la intemperie, muriendo de hipotermia o inanición--. No recordar si yo tener.

Elisa golpeó la mano de su pareja, mirándolo con dureza, la mirada nostálgica del joven le había ablandado el corazón.

  --Perdona, no lo sabía. --Trató de aligerar la atmósfera.

El joven regresó en sí, volviendo a comer.

  --Padres no tuve, ni hermanos --Observó a los dos infantes--, hasta ahora darme cuenta muy felices que vuelven a mí.

  --No pongas esa cara, si deseas, yo puedo convertirme en tu madre. --Dijo con un tono dulce.

El joven alzó la mirada, no entendiendo como responder, no comprendía el significado tan profundo que el término madre representaba, sin embargo, se alegraba de que alguien pudiera concederle ese privilegio.

  --¿Será madre mía?

Elisa asintió, tocando con gentileza su mano.

  --Lo seré. Katzian será tu padre --El hombre gordo casi se atragantó con la comida al escucharla, mirando con confusión a su pareja--, Nina, Bastian y Viviana tus hermanos. Te protegeremos y tú nos protegerás, así funciona la familia.

El joven se volvió todo sonrisas, al igual que los dos infantes, pues para ellos, desde que llegó, ya lo consideraban como su hermano mayor.

∆∆∆

La luna completa admiró el terreno de los mortales, brindando su luz por momentos, ya que las nubes viajaban con lentitud, obstruyendo su vista.

El joven salió por la puerta trasera con una gran sonrisa, se sentía muy feliz por la cálida acogida de su nueva familia y, la impaciencia por contárselo a su nueva hermana Nina lo estaba matando. Respiró profundo, disfrutando  del frío de la noche. Detuvo sus pasos al escuchar sollozos en la cercanía, rápidamente agudizó su oído, notando que el suave sonido provenía de su habitación y almacén, acercándose de inmediato, pero sin alertar al individuo en el interior. El lugar estaba oscuro, pero él podía notar a la persona dentro, quién lloraba en silencio, recargándose en la pared de madera, mientras cubría su boca con ambas manos.

  --¿Nina? --Preguntó.

La dama alzó la mirada, observando a su invitado, su vista se había aclimatado ligeramente a la oscuridad, por lo que pudo observar sus ojos llenos de duda.

--Señora Elisa ha pensado que en el castillo tu estar.

Nina comenzó a temblar, no pudiendo contener sus lágrimas repletas de intenso dolor, el tormentoso recuerdo de lo que había vivido atacó su mente como miles de cuchillas filosas. Las nubes se hicieron a un lado por un breve momento, permitiendo que la luz lunar iluminara los alrededores, pero fue justo en ese momento que, por un agujero en el techo del almacén, un rayo de luz iluminó la cara golpeada y llena de moretones de la dama. Al ver su estado se arrojó ante ella, arrodillándose en el suelo.

  --¿Qué sucederte? --Preguntó con seriedad.

Ella no contestó, por lo que él, por instinto quiso sujetarle el muslo, pero con intención o no, Nina lo quitó, temblando de miedo.

  --No temer --Tocó su pecho con su mano un par de veces--, ser yo, joven que tú salvar.

No respondió y, tampoco dejó de temblar.

  --Iré a hablar con padres, ellos sabrán que hacer.

  --No --Dijo tan pronto que lo vio ponerse de pie--, no les digas nada. --Las lágrimas continuaron derramándose.

  --Yo no hablar, si tú decir que suceder en tu cara. --Se volvió a arrodillar.

Al principio le costó trabajo decir lo que le había ocurrido, pero como fue pasando el tiempo y, por la cálida mirada del joven, se decidió por hablar, contándole con total detalle lo que había sucedido, junto con los causantes de su estado. El joven podía notar lo asustada que estaba, por lo que se sentó al lado de ella, pero sin tocarla, podía darse cuenta que no estaba dispuesta y él no pensaba presionarla, pero, aunque parecía tranquilo por fuera, por dentro estaba hirviendo en ira, ni el mismo sabía cómo podía controlarse, su pura mirada era hielo y, sus manos dolían de tanto que las apretaba, no sabía cómo lo haría, pero de algo estaba seguro, mataría a los que le habían hecho daño a su nueva hermana.

  --No le digas nada a mis padres, por favor. --Dijo ella con un tono bajo.

El joven asintió, pero no dijo nada, sentía que si hablaba, explotaría y, no podía asustar aún más a la dama, por lo que se quedó ahí, en silencio, mirando la entrada como una estatua siniestra.

Había pasado algo de tiempo y, por la tranquilidad de la noche y, por el cansancio mental y físico que había experimentado no duró mucho en caer dormida y, fue en ese preciso momento, en el que el joven se levantó, decidido a darle forma a su plan de venganza.

  --Dormir bien, yo encargarme de quién hacerte daño. --Dijo con un tono frío, saliendo del lugar sin voltear hacia atrás.

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