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Orario y el balance 2.287

Como Viggo quería aprender a tocar la lira busco maestros, pero dentro de sus esposas, mujeres que dominaban muchas artes, ninguna sabia tocar la lira. Así que Viggo pregunto por aquí y por allá y esto lo llevo a conocer a una persona muy especial por decirlo de alguna manera. Un dios, uno que era asociado a los comerciantes, al engaño y al robo. Hermes, el dios mensajero de los dioses.

Viggo le envió un mensaje y se encontraron en un pequeño local de comida en la región de Dedalus, un lugar que rara vez visitaba Viggo. Al menos, desde que casi lo matan cuando era niño y Tsubaki lo salvo. Después de eso lo mandaron a entrenar con su maestro y nunca más vino.

Hermes estaba sentado en una esquina del local de comida. Un hombre en sus veinticinco años, rubio, con un sombrero fedora con una pluma blanca del lado izquierdo y una bufanda roja alrededor de su cuello. Por lo demás vestía una chaqueta verde, pantalones color beige y unas botas de cuero negras. Por supuesto, destacaba por su belleza como todos los dioses.

Viggo avanzó por el local de comida, desentonando totalmente. El vestía la ropa noble de color negro y bordados blancos. Su cabello rojo llamaba la atención como si alguien hubiera prendido una linterna roja en plena noche.

—Hola— dijo Viggo al llegar a la mesa del dios Hermes, abrió la silla y se sentó. Este último levanto su sombrero fedora con el dedo índice y lo miró con una sonrisa astuta.

—Buenas tardes, Viggo— dijo Hermes —¿Qué tal? ¿Te gusta el lugar?—

—Un poco, se ve acogedor, claro, si de las otras mesas no me miraran con tanta intensamente todo sería más fácil—

Hermes sonrió con amabilidad, chasqueo los dedos y todos los aventureros que estaban en el local de comida, salieron.

—Gracias— respondió Viggo sin molestarse

—De nada ¿Y bien? Para que me quería ver el prometedor rey de los dioses— dijo Hermes —en estos momentos eres la comidilla de Orario, ya sea por tus bellas esposas o por tus llamativas esposas. Aaah, sí, también por tu fuerza—

—Todavía no he mostrado nada, en un año más nadie se acordará de mis esposas y todos aguantaran el aire esperando que no los escuche respirar—

—¿De esa manera mataste a Zeus?— preguntó Hermes de forma insidiosa

—Aaaah, no me lo recuerdes— respondió Viggo de forma casual como si no le importara —fue un crimen de novato, primera vez y terrible, casi me muero, fui muy torpe. Sin embargo, he aprendido una que otra cosa ¿Si quieres te lo demuestre?—

Hermes comenzó a traspirar frio y se rio de forma incomoda, ya que, si Viggo lo mataba y le quitaba su divinidad, sería una muerte en todo el sentido de la palabra, sin segundas oportunidades ni nada —mejor no, dejémoslo para otro día— dijo

—Bien, como quieras, siempre me puedes avisar— respondió Viggo, quien esta vez era el que reía de manera astuta —volviendo al tema del porque te quería ver, quiero aprender a tocar la lira y tengo entendido que tú sabes algo de eso—

—Si quieres aprender a tocar la lira, te recomiendo a Apolo, sabe mucho de música—

—Sí, pero no es un tipo tan divertido. Me han dicho que sabes muchas cosas de todo el mundo. Ese tipo de conocimiento siempre me puede servir. Por supuesto, no espero que lo hagas gratis—

—Me gusta como hablas—

—Gracias, también me gusta como hablo—

Hermes se quedó callado sin saber que responder a alguien que se elogiaba a sí mismo. Soltó una risita incomoda, lo pensó un poco y le dijo —ok, empecemos por lo básico, tú necesitas algo y yo tengo a alguien cercano que necesita algo ¿Qué te parece un intercambio? Yo te enseño a tocar la lira y tú ayudas a esa persona a recolectar unos reactivos. Es joven y bonita, por favor no vayas a hacer tu movimiento en ella—

—Las mujeres bonitas abundan— dijo Viggo —pero son pocas las que realmente pueden capturar tu atención y calcinar tu cerebro con provocaciones. Muy pocas, amigo mío, muy pocas. Además, tú ya lo dijiste, todo el mundo habla de mis esposas, así que sé de lo que te hablo—

—Bien, en ese caso no habrá problemas— dijo Hermes, chasqueo sus dedos y continuo —Asfi, ven aquí—

Al instante siguiente salió de detrás del mostrador del local de comida una muchacha con el cabello de color turquesa, ondulado y una expresión seria. Usaba lentes, de apariencia bonita y de baja estatura.

Viggo la miró y como efecto reflejo Asfi se ruborizo, pero trato de mantener su carácter serio y se posiciono al lado de Hermes.

—Asfi, Viggo te ayudara a recolectar los reactivos y podrás empezar a desarrollar tu habilidad— dijo Hermes con voz suave que sonaba amable

—Mucho gusto, Asfi— dijo Viggo tendiéndole la mano mientras la miraba a los ojos

—¿Sabes lo que es la privacidad?— preguntó Hermes con el ceño fruncido

—¿Crees que necesito algo en especial para saber de ella? Eres un dios, deberías saber el alcance de un poder—

Asfi quedó confundida ante la conversación de los dos mientras Hermes soltó un suspiro y recordó que este muchacho que representa unos veinte años, tarde o temprano sería el rey de los dioses. Era un dios nacido en este mundo y a diferencia de los dioses que descendieron del cielo, él podía ocupar su poder sin restricciones. Hermes se preguntaba en qué nivel Viggo había desarrollado su divinidad.

Asfi vio a Viggo con la mano tendida, no parecía ser mala persona. Ella acercó su mano y la estrecho. Ella sintió que las manos de Viggo eran enormes, casi podía envolver las dos de ella. Demasiado grande, pensó, pero después pensó en él, con su cabello rojo, su gran porte y esos ojos azules mirándola a los ojos. Ella aparto de inmediato su mano y se puso aún más roja que con anterioridad.

Hermes miró a Asfi y le preguntó de forma casual —¿Vas a estar bien? ¿Si te comportas así ni siquiera le vas a poder decir las cosas que necesitas del calabozo? ¿Qué te parece si le damos una lista de elementos? a lo mejor él los puede comprar sin tener que ir al calabozo. Este tipo es adinerado así que no te cortes. Su padre, madre y esposa son los mejores herreros de Orario—

—Mi padre y madre lo entiendo, pero que andes pendiente de Tsubaki— dijo Viggo con el ceño fruncido

—La gente paga por saber y yo sé mucho más que la gran mayoría—

—¿Estrechamos manos?—

—No, gracias, me gusta mi privacidad—

—¿Aunque no respetas la de los demás?—

—Es parte del negocio—

—Si tú lo dices—

—Y-yo, puedo hacerlo— dijo Asfi con dificultad —no se preocupe, no lo defraudare señor Hermes—

—Bueno, si tu insistes— dijo Hermes, miró a Viggo y continuo —espero que cuides bien de Asfi, es una niña que antes era una princesa—

—¡¿Señor Hermes?!— protesto Asfi

—No te preocupes, este tipo ya lo sabe— respondió Hermes de manera indefensa —así que está bien—

—Así es Asfi Andromeda, así se dice ¿Verdad?— preguntó Viggo con una sonrisa astuta. Asfi lo miró, no le pudo aguantar la mirada más de cinco segundos y después de eso agacho la mirada

—Asfi— dijo Viggo, Asfi no miró y Viggo soltó un suspiro —si eres tan tímida te va a costar moverte en este rubro. Este tipo anda entre la fina línea del espionaje y ser informante, así que necesitas aprender a mantener las apariencias—

Asfi levantó a duras penas su rostro y miró a Viggo por unos segundos. Asintió y volvió a agachar la mirada.

—Ok, dejémoslo así— dijo Viggo —tengo tiempo durante esta semana, después de eso me encontrare ocupado—

—¿Algún viaje de placer?— preguntó Hermes de forma juguetona

—Si me vas a espiar, al menos esfuérzate por obtener mi información—

—Tacaño— respondió Hermes —bueno, en ese caso ¿Qué tal si comenzamos con las clases de Lira de inmediato—

—No, no tengo tiempo— dijo Viggo —tengo algunas diligencias que hacer—

—Veo, en ese caso, ve mañana con Asfi a buscar los reactivos. Son todos del piso veinticinco, en la región selvática. Ella conoce todas las plantas y elementos que tiene que recolectar, solo necesita un guardaespaldas—

—Qué conveniente ¿No?—

—Oye, es un pequeño intercambio, tengo al resto de mi gente ocupada en otros asuntos. Asfi es nueva y todavía no se ha establecido en un grupo de trabajo—

—Bueno, poco a poco, no hay necesidad de apresurarse. Sin embargo, si en algún momento te aburres de ella puedes pasarme su deuda a mi—

—Tenemos un contrato del alma, lo siento, no es tan sencillo—

—Eres un maldito zorro astuto ¿Lo sabias?—

—Muchas gracias—

Viggo soltó una risita como si se estuviera divirtiendo, pero realmente envidiaba a Hermes. Asfi era joven, ingenua y venía de un ambiente conflictivo. Gracias a permitirle huir de dicho ambiente, Asfi había hecho un estúpido pacto con el peor dios posible. La habilidad de Asfi era tan rara que Viggo evaluaba matar a Hermes, pero no, matar a Hermes alcanzaría una puntuación de cuatro en una escala del uno al diez. Asfi era joven e ingenua, lo único que Viggo lograría es que ella le tema y busque una manera de escapar de él. Hermes era un bastardo afortunado, Viggo no lo podía negar. No obstante, estaba el caso de la tía de Bell, Alfia, quien al principio le temía, pero por las vibras y actitudes que tenía, Viggo estaba seguro de que si la seducía ella cedería con facilidad. Alfia era hermosa, era una tentación, pero al ser tía de Bell estaba fuera de cuestiones ser cruel con ella. Se podía decir que Alfia seguía teniendo suerte, mucha suerte.

Viggo se levantó de su silla y le dijo —ok, nos vemos mañana Asfi. Espérame a la entrada del calabozo tipo siete de la mañana—

Asfi levantó su mirada por un breve instante y asintió. Viggo sonrió, le guiño un ojo, pero lo único que consiguió fue que ella se ruborizara y agachara la mirada. Viggo soltó una risita, miró a Hermes, asintió y Hermes lo despidió levantando y bajando su sombrero fedora.

Viggo salió del local de comida y rápidamente volvieron los aventureros que actuaban como clientes. Viggo continúo caminando sin prestarle atención, pero un tipo de la raza pallun, pequeño y de orejas puntiagudas, lo siguió de cerca. Viggo levantó su mano derecha, sacó un cuchillo de su anillo y lo lanzó hacia atrás sin mirar. El cuchillo se perdió en un callejón y se escuchó un grito de dolor.

Viggo continúo alejándose del distrito de Dedalus y rápidamente llego a la avenida principal. Después bajo con dirección Sur y llego a la guild de aventureros. Ahí lo esperaban dos hermosos ángeles que desgraciadamente habían hecho un destrozo. Ambas se veían hermosas en vestidos de una pieza que se apegaban a sus cuerpos con una figura delgada mientras sus senos y trasero se veían prominentes. Sin embargo, por muy hermosas que se vieran tenían un temperamento de los mil demonios. A su alrededor había quince aventureros noqueados, algunos con varios dientes de menos.

—Viggo— rugió su tía Aina, administradora de la guild de aventureros. Viggo miró a un lado y vio a la elfa de cabello verde y orejas puntiagudas —llévate a tus esposas, son puros problemas—

—Tía, puedo explicar esto— dijo Viggo mostrando la palma de sus manos como si fuera inocente

—No me interesa— respondió Aina con el ceño fruncido —llévate a tus esposas y explícale que uno no anda golpeando a medio mundo porque no le gusta en la forma en que le hablan. Tienen prohibido volver a la guild por un mes—

Viggo soltó un suspiro, asintió y después camino hasta Rosewisse y Brunilda que estaban de pie, rodeada de todos los aventureros noqueados. Había sangre en el suelo, así que más de uno debió haber salido corriendo antes de que todo terminara tan mal.

Viggo tomo a Brunilda de la mano izquierda y a Rosewisse de la derecha. Las llevo afuera lo más rápido que pudo mientras su tía Aina, de brazos cruzados, los miraba con el ceño fruncido.

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