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El mundo albino

— ¡Ah! ¿Despertaste? —La voz de un ángel resonó a mi lado—. No te muevas demasiado, ¿ok? —parafraseó—. E-es un poco vergonzoso si giras la cabeza así…

—ZZZzzz…

—Sonrisa. ¿Sigues dormido? —Ella pinchó mis mejillas—. Despierta. Si no despiertas pronto… tendré que… *susurro*, *susurro*…

—Zzzzz…

—Lata. ¿Qué voy a hacer contigo? Solo un poco más, ¿ok?

—ZzzZzz…

—Es así, ¿no? ¿Se siente bien?

—Zzzzzz…

—Hmmph. Que lento eres…

*****

—Oee, haragán… —Sentí una presión en las mejillas—. Despierta, vamos, arriba.

Desperté y abrí los ojos. Le eché un vistazo a mí alrededor y encontré a Rebecca; mi mejor amiga. La chica de ojos grises me miraba con evidente sorpresa.

Recortado cabello marrón, ojos cenizos y una mirada afilada. Mi amiga vestía falda roja y una exquisita blusa albina. Una cinta bermellón adornaba su cabello, asimismo, un prendedor —con forma de dragón—, ataviaba su hermosa melena. A Rebecca le encantaban los dragones, sonreí.

—Ahhh… es Rebecca… buenos días —musité.

—Molestia. Ni siquiera han pasado dos horas…

—¿En serio? —Estiré mis brazos—. Que extraño. Ha sido la mejor siesta que he tenido en meses.

En ese momento, sin razón aparente, dijo:

—Q-que dices… —Se sonrojó—. No importa. ¡Más importante…! —Irguió su figura—. Este paisaje, observa… mira en qué lugar fuimos a parar…

Icé la vista, adormilado: blanco arriba, blanco abajo; a donde sea que mirase, el blanco estaba ahí. Quedé en shock.

«¡¿Ehh?!»

—¡¿Qué carajos?!—Me agarré la cabeza—. ¿Qué es esto? ¿Qué lugar es este?

—¿Recién te das cuenta? —afirmó Rebecca, más calmada—. No estamos en Triangle. Estamos soñando, tú y yo.

«¡Aaahh!»

Crucé las manos.

—¡Y-ya veo! Es eso… —Emití un largo suspiro—. Un sueño compartido, ¡con razón!

—Exacto.

—Comprendo… Salvamos a Lily… te desmayaste, me desmayé y finalmente… despertamos aquí…

—Así es.

«Un sueño compartido, eh.»

Atisbé el paisaje.

«Que cansado es esto…»

Estaba confundido; no conocía este lugar, este sueño. Explayé mis brazos.

—Qué lugar más extraño —expresé.

—Me da mala espina. ¿Lo conoces?

—No. —Giré la vista—. ¿Y tú?

—Nel.

Nos quedamos sin ideas por un instante.

—Ok. ¡Ya sé que vamos a hacer!

—¿Q-qué?

—¡Vamos a esperar! —contesté con la frente en alto—. Los sueños, no importa del tipo que sean. Jamás duran para siempre. Esperemos.

—Decepción. Que haragán…

—No es eso… —Tosí a propósito—. ¡Va! En todo caso, tratemos de matar el tiempo de algún modo. ¿Se te ocurre alguna actividad?

—No hay nada aquí. No sé.

—A ver, a ver. —Cerré los ojos—. ¿Has dormido en el prado? Es perfecto para dormir. Me pregunto si…

—No.

—Ni siquiera dije nada…

—Te acabas de levantar.

—¡L-lo sé! Pero dormir es la cosa más sencilla del mundo. Me echaré un rato y…

—Negación. No dejaré que hagas eso.

—¿P-por qué?

—No es necesario que responda eso, ¿no?

—Cascarrabias.

Rebecca me tomó de las mejillas.

—Lo siento, lo siento. —Me sobé los cachetes—. ¿Qué hacemos entonces?

Más calmada que de costumbre, expresó:

—Intentemos eso.

—¿De qué hablas?

—La flor naranja, el escudo. Intentemos eso —ultimó.

«Ahh, ¡eso!»

—Es difícil… —admití—, veras… —Crucé los brazos—. Yo pensaba que ese escudo aparecía únicamente en el Prado Naranja. No obstante, logramos crear ese escudo en el parque, en el plano real. Un holograma, claro. Es extraño.

«Hay más que eso...»

«Esa flor es capaz de interferir con los ataques de esos seres… los fantasmas…»

—Interrogante. ¿El ser humano es capaz de proyectar hologramas por sí mismo?

—No —respondí tajante—. En primer lugar, los hologramas son el producto final y terminado que emerge de un proceso determinado. La refracción lumínica controlada. En ese proceso, los haces de luz rebotan, ordenadamente, sobre cientos de millones de partículas distribuidas en todo Triangle. 'Niebla útil'. Por ende, es necesaria la presencia de un motor holográfico que organice y reorganice los ángulos y vectores de reflexión que poseen estos 'micro-bots espejo'. Un humano no podría hacer tal cosa. Es imposible.

—Revelación. ¿Cómo hicimos, entonces?

—No sé… —Rasqué mi cabello—. ¡Seguí mi instinto!

Rebecca emitió un largo suspiro. Ese ademán que decía: "Jamás cambias, eh", me pareció un poco lindo.

—Extrañeza. Sentí lo mismo.

Crucé los brazos.

La primera vez que proyecté el escudo naranja fue en el prado naranja. Solo extendí mi palma derecha, intentando alcanzar el cielo. Y esa flor de energía, sencillamente, apareció ahí.

«Más pequeña, claro.»

Después de eso, intenté replicar el evento decenas de veces. A veces lo intentaba cien veces y las cien veces fallaba. A veces lo intentaba una vez y listo, aparecía. El evento no tenía un patrón aparente. La flor naranja aparecía cuando le daba la gana.

El mayor punto de inflexión ocurrió cuando invité a Rebecca al Prado Naranja. Habían pasado tres meses sin que pudiera proyectar la flor naranja. Ese día, frente a Rebecca, el condenado escudo apareció como diciendo: 'Hooola pendejo. ¿Me llamaste?'.

Se me hizo algo bastante gracioso.

En todo caso, lo más importante era el efecto que Rebecca tenía en ese escudo. Si ella extendía su palma derecha —a mi lado—, la orquídea incrementaba de tamaño. El brillo se hacía más intenso y la flor se volvía más hermosa.

Me pareció un efecto de lo más intrigante.

—¡Intentemos proyectarlo! —expresé.

—Esperaba eso.

Me concentré en mi palma derecha, imaginé el prado, la extendí hacia el frente y grité: 'Sunset Shield'. Lo intenté otra vez.

—Ahh, ¡mi mano derecha! Actívate, ¡Imag*ne Bre**er!

Nada ocurrió. En el paisaje albino, un chico y una chica hacían poses extrañas.

—Eres muy gracioso, Ed.

—Lo mismo digo.

—N-no es así.

Palpando mi barbilla, estiré mis brazos. En eso, un detalle que había olvidado —casi por completo—, floreció en mi mente. Elevé las cejas.

—Ya recuerdo… —Tomé a Rebecca de los hombros—. ¡La energía que compone el escudo naranja se llama salmia! —Cerré los ojos—. Sí, ¡es salmia!, ¡la energía que los fantasmas usan!

En ese momento, Rebecca se perdió en sus propias ideas. Bajó la vista.

—Incertidumbre. Esa palabra…

— ¿Te presiona el pecho?

—Sí…

—Qué extraño. Sentí lo mismo.

—Es leve. —Mi amiga zarandeó la cabeza al instante—. Más importante, dime: ¡¿Qué es lo que pasó en el parque?! ¡Es confuso!

—Ahh, veras…

Empecé a explicar.

La aparición de Lily (Observer).

La plática con ella.

El Teseracto de Laplace.

La aparición de Némesis.

Lily vs Némesis.

Rebecca se mantuvo callada en todo momento. Finalmente, expuso.

—Ya veo…

—Es por Lily que sé de 'esto', salmia. No comprendo del todo la importancia de esa palabra. No obstante, supongo que se trata de un concepto ficticio… arraigado al plano de esos fantasmas. Un concepto matemático, o algoritmo de abstracción, que solamente existe en el plano holográfico y/o digital.

Rebecca intervino. Su expresión incisiva le otorgó más peso a mis ideas.

—Corrección. La salmia también existe en el Prado Naranja y el Oasis.

Tomó una pausa.

» El escudo azafrán nació en el prado. Además, en el Oasis… se puede caminar en el agua, a veces… y en el Prado Naranja… se puede saltar hasta diez metros, a veces... ¿No significa 'eso' que la salmia existe en el prado y el Oasis?

—Es cierto… —Cavilé—. ¡Eres un genio, Rebecca! ¡Tiene mucho sentido! ¿Pasará lo mismo aquí?

—Sonrojo. —Rebecca dio un paso al frente, como ignorando mis palabras—. ¡H-hay que probar!

—Ya sabía que dirías eso, ja, ja. —Me reí.

—Rapidez. Apúrate, Ed. —Hizo un leve estiramiento—. Listo. Brincaré con todas mis fuerzas.

«¿Ehh?»

«¡Qué apurada!»

—¡Espera! —Me acerqué a ella—. No hagas eso. Si saltas quince o veinte metros, caerás como roca al piso. —Crucé las manos—. Intenta medirte.

—Comprensión. ¡Está bien!

—Bueno, estaré aquí abajo. Te voy a atrapar.

Mi amiga llevó sus manos hacia atrás y se tapó el trasero.

—Desconfianza. ¡E-está prohibido ver mis bragas!

«¿En serio? ¡¿Tenías que decir eso?!»

—¡C-cállate! —Me sonrojé un poco—. ¡N-no haré eso!

—E-en todo caso, aléjate. —Ella rearmó su expresión apática. Me empujó a un lado—. Lo haré bien. No pasa nada.

—A ver.

Rebecca flexionó sus rodillas, inspiró profundo y brincó al cielo, con brío. Sus pies apenas se elevaron treinta centímetros. Siguió intentando. En el trigésimo intento, viró la cabeza. Me señaló con el dedo.

—No te rías.

—No me estoy riendo.

—Pues deberías…

Me acerqué a ella.

—Espera. —Mi amiga giró la vista. Me quedé pensando—: Ok, ya sé. Intenta replicar el sentir que experimentas cuando 'Sunset Shield' aparece. La mano se calienta y sientes algo… un flujo, ¿no? —Evoqué el pasado—. Como un líquido… que no es líquido y fluye. ¡Algo así!

—Explícate bien, Ed…

«¡Ahh, ya sé!»

—¡Ya recordé! La salmia es… —Abrí la boca lentamente—: ¡Claro! ¡Es la savia que transcurre a través del alma! ¡Eso es!

—La savia que transcurre a través del alma… —musitó ella, palpando su pecho—, la savia que nace por acción del alma…

En ese momento, los pies de Rebecca empezaron a brillar. Y al poco rato, una extraña sustancia apareció en ellos. Salmia roja, salmia inquieta.

Agucé la vista.

Ese elemento manaba de una fuente invisible: agua. Rugía indómito, sin descanso: fuego. Y sanaba, se endurecía: savia. Quedé perplejo.

«¡S-salmia!»

«¡Es salmia!»

«¡Es salmia roja!»

Tragué saliva.

—¡Rebecca! ¡Tus pies! ¡Mira tus pies!

—¡Asombro…! —Ella agitó la cabeza—. L-lo hice, creo… ¡Saltaré!

—¡Espe…!

Hablé tarde. Mi amiga despegó al instante. Icé la vista, Rebecca no dejaba de subir. Un dragón elevándose: alto, más alto, ¡mucho más alto!

Estaba en su gloria, en la cima de este mundo.

En eso…

¡Un momento! ¡¿Más alto?!

Mi sentido del peligro gritó como loco por un instante.

¡Mierda! ¡Va a caer!

¡Gracias por leer! Estaré publicando semanalmente. ¡La historia sigue!

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