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Carámbano escarlata

HACE MEDIO AÑO

MESETA ESMERALDA – ZERIS

—Hija… este mundo que amas tanto… esta verdad… esta mentira... —Hubo una pausa. Mi madre acomodó su extensa melena albina. Expresó—: No es el paraíso que crees saber…

—Mamá… —recobré la compostura—. N-no comprendo… ¿De qué hablas?

—Hablo de 'eso'. La verdad.

— ¿La verdad?

—Exacto.

— ¿Y - y qué es eso?

Mi madre tomó una flor del suelo.

—Nada importante. Lo sabrás pronto.

Suspiré.

— ¡Esa respuesta no me ayuda en nada, mamá!

—Ja, ja, ja, es verdad.

Mi madre ignoró mis palabras, e irguió su figura. La sonrisa que mostraba hizo que mis labios se curvaran por reflejo.

—De todos modos, cambiando el tema… —carraspeó, enseriando su expresión—. ¡Es hora de empezar lo que vinimos a hacer hoy!

— ¡S-sí! —asentí.

Mi madre siempre andaba ocupada. Es más, venir a este lugar le había costado un montón de esfuerzo. "Tuve que noquear a mi asistente personal", me dijo. Una risa escapó de mis labios en ese instante.

—Bien. El tema principal es este —ella avanzó al frente y señaló mi cintura. O mejor dicho, mi espada—. Hija… la espada que traes ahí. Mi fiel compañera, mi antigua espada. ¡Es más fuerte de lo que tu mente cree en verdad!

— ¿Ehhh?

—Pero… —mi madre cruzó los brazos—. Scarlet no te acepta del todo. Es por eso que no has visto todo su poder…

—…

La espada que cargaba conmigo se llamaba 'Carámbano Escarlata'. Mi madre me la obsequió hace algunos años. Se trataba de una preciosa katana, con motivos cristalinos, que relucía vehemente. Me parecía genial. Buen peso, buen diseño, me sentía cómoda con ella y sobretodo, cortaba.

Es más, 'Scarlet' (mi espada) no se mostraba en ningún registro. No existían leyendas sobre ella ni mitos ancestrales. Aun así, cuando un herrero examinaba su hoja, era catalogada como un arma de gran valor. Adquiriendo el rango 'Doble S' —sin más ni menos.

Ladeé mi cabeza. Para mis estándares, la fuerza de Scarlet superaba mis expectativas. Pregunté:

—U-un momento… —desenvainé la hoja—. ¿Más fuerte? ¿De veras?

—Cuando yo la usaba, era capaz de cortar esa roca de un tajo.

— ¡¿Quée?!

Frente a mis luceros, un gran peñasco se erguía imponente. Era más grande que un castillo feudal y estaba hecho de granito sólido. Tragué saliva.

— ¡Im – imposible! ¡¡Se – se rompería!!

—Puede ser… —rascó su mejilla—. Es complicado.

Tiene que estar bromeando…

—Mamáa… —hice puchero.

—Es que depende. En manos de un 'crack', esa espada nunca se rompería. En manos de un novato, bueno…

Espera… ¿Me dijo novata?

Agité mi cabeza.

— ¿Te parezco novata?

—Fumuh —meditó—. ¿Quieres la verdad?

—Si…

— ¡Te falta mucho!

Ehhhhhh… ¡¿Por qué?!

—P-pero, pero… en la academia soy de las mejores… —junté mis dedos por reflejo, parecía una niña pequeña dando excusas mediocres—, y fuera de ella… creo que también…

—Cómo te lo explico. Para el estándar que manejas tú, y por defecto, la academia —cruzó las manos—, eres fuerte, y me parece bien. Sin embargo, para mi estándar, NO. Te falta aprender muchas cosas.

Mi optimismo se fue al tacho. En la academia me decían 'genio', 'la chica prodigio', 'El As de la espada', etc. No obstante, mi madre afirmaba lo contrario, era un poco chocante. En primer lugar, yo solo disfrutaba blandir la espada. Me esforzaba más que nadie, no obstante, era porque me gustaba, y me sigue gustando. Que me dijeran a secas, 'te falta mucho, entrena', me ponía algo nerviosa.

—Uhhhh… —bajé la mirada.

Mi madre se mantuvo callada. Poco después, acumuló fuerza en su dedo índice, aplicándome un leve capirotazo.

—No te pongas triste. Es cierto que eres algo tímida, un poco inocente y te incomodan las peleas sin sentido. Sin embargo, aunque somos distintas, tú y yo… sé que amas blandir la espada, ¿me equivoco?

— ¡Pa-para nada! ¡Me gusta blandir la espada!

—Lo ves —mi madre cubrió su boca con su palma derecha—, por cierto… que lindo gritito, ja, ja…

— ¡Mamáaaaa!

—Okay, okay, no te molestes —carraspeó—. Como decía, lo he visto. Eres asombrosa. Tu pasión me ciega en ciertas ocasiones… —mi madre rascó su mejilla—. Por ese motivo, ¡Ira bien! ¡Ya verás que en diez años, o más! ¡Serás tan fuerte como lo fui yo!

— ¿Diez… diez años?

—Como mínimo, ja, ja.

Oh my good…

Agité mi cabeza, estaba exagerando.

—De todos modos, eso de cortar rocas gigantes… no me dice mucho. Tú sabes mejor que nadie, que la fuerza de una espada está ligada a la fuerza, habilidad y salmia del usuario. Si eras capaz de cortar esa roca en el pasado, ¿no significa eso que eras un monstruo en el pasado?

—No te equivocas.

¡¿Es en serio?!

—Lo sabía —sonreí.

—Pero, aunque digas eso, conozco a 'Scarlet' mejor que nadie. Y no has desbloqueado 'todo' su poder.

Medité sin éxito.

—Entonces, ¿qué hago?

—Entrenar. Aunque sea poco, entrenaras conmigo.

Entrenar con ella… —tragué saliva—. La mujer capaz de cortar un peñasco de un tajo —sonreí.

Me pareció una chance de oro. Sin embargo, a punto de hacer un comentario optimista, mi entusiasmo se tornó gris. ¿En qué momento olvidé aquello? En primer lugar, vine a este lugar para conversar con ella. Quería verla, solo eso, incluso así, yo…

—Mamá… —mordí mis labios—. Regresemos.

— ¿Por qué?

—Mamá… ¿Es que lo olvidaste? No puedes, es peligroso. Tu cuerpo no es el mismo de antes…

Mirando las montañas, mi madre se detuvo grácilmente. Recogió su falda, se agachó diligente, tomó una flor del suelo y la puso en mi cabello. Luego rascó su mejilla y dijo:

—Sabes… —sonrió—, estoy harta. ¡Este día seré tu maestra cueste lo que cueste! Si no puedo salir de mi cama por una semana, o un mes. Me vale un carajo. ¡Debo enseñarte un par de cosas sí o sí!

Mamáaa…

—Regresemos… —tomé la palma de mi madre—. Si te vas a poner así, regresemos.

—Ya me decidí. ¡Andando!

—Maaamáa.

—Jua, jua jua, te falta mucho para superar a tu madre, hija mía. ¡Atrápame si puedes!

Ignorando su edad y decoro, mi madre empezó a correr sin estigmas. No le importaba lo que pensaran los demás: era libre. Su vestido blanco ondeaba con la brisa, una sonrisa mancillaba su cara, su melena —blanca y salvaje—, relucía más que nunca.

Se le veía realmente feliz.

Me alegro por ti, madre…

A pesar de ello, me estaba subestimando. Reforcé mis pies con salmia, incrementé mis zancadas y extendí mi palma izquierda para tocarla. No estaba jugando, iba en serio. Sin embargo—

—Fa – llas – te… ♪♪♪.

Ehhhhh…

No podía creerlo. En menos de un segundo —y sin girar—, predijo mi ataque, reclinó su cuerpo y eludió mi embestida. Lo hizo de forma tan elegante que parecía un sueño. No terminó ahí. Luego de esbozar una leve sonrisa, me empujó al frente, sin hacer aspavientos. Y viró con destreza.

¡¿Có – co – como hizo eso?!

Me quedé absorta. Tal delicadeza, tal precisión, tamaña fluidez. ¡Era realmente asombroso! Ya no había espacio para dudas, yo que blandía la espada podía entenderlo perfectamente. El peso de la experiencia que mi madre transmitía era colosal. A lo mejor estaba imaginando cosas, pero les juro que vi la silueta de un enorme dragón… en su espalda desnuda.

—Esa técnica —me levanté—, acaso es…

—No te equivocas. Es la sexta postura del estilo Zeris.

— ¡¿Impacto fantasma?! —repliqué.

—En efecto.

— ¡¿A-aprendiste la sexta postura?! ¡Yo apenas aprendí la tercera! Y ni hablar de la cuarta, es imposible para mí.

—No es para tanto —mi madre suavizó su sonrisa—. De todas formas, practiquemos un poco mientras escalamos la montaña. Si logras tocarme en cualquier parte del cuerpo al menos una vez durante la subida. Aceptaré a cualquier pretendiente que me traigas. Mientras sea un buen tipo, claro.

—P-pe-pero si nadie me gusta aún... —junté mis dedos.

—El amor tocará tu puerta en algún punto de tu vida. Así que no te preocupes por eso, mientras sea un buen tipo, lo aceptaré.

—E-esas cosas… tomarse de las manos, caminar juntos, be – be – besarse… ¡Estoy muy chiquita para eso!

—Tienes quince años, Lily.

— ¡Te odio, mamá!

—Con ese tonito no convences a nadie, mija.

De ese modo, escalamos la montaña discutiendo por nimiedades. Era divertido hablar con ella. Realmente, divertido.

*****

—Casi lo consigues —limpió su frente—. Bueno, descansemos un rato. Estoy exhausta. Lo mismo pasa contigo, ¿verdad?

—Yo… yo… estoy bien, sigamos…

Mi madre esbozó una leve sonrisa.

—No te fuerces —habló seriamente—. Lo hiciste bien.

—Pero mamá… es diferente. Tú cargas esa maldición… que te impide usar salmia. Únicamente usas ínfimas cantidades. En cambio yo… gasté 40 veces más energía que tú y mírame. ¡Estoy rendida!

—Ya veo, ya veo, tiene sentido —mi madre cruzó las manos, una sonrisa extraña invadía su cara—. En pocas palabras, ¿soy genial?

Espera un segundo…

—Ge - genial es poco. Eres asombrosa, mamá.

—Udajdajdka…

— ¿Qué - Qué pasa? —inquirí.

—Nada. No es nada… —me abrazó—. Solo pienso que eres realmente amable. Igual que cierto idiota…

— ¿Mamá?

—No me hagas caso —Señaló su palma, y continuó hablando—. Con respecto a lo de antes, no te equivocas. Ese tipo de cosas se pueden lograr cuando dominas la forma del flujo —ella rascó su cabello—. Ese punto es importante. Sin embargo, no estamos aquí para tocar eso.

— ¿Entonces? —sosegué mis latidos.

—El punto de este encuentro es que aprendas a usar la forma primigenia de esta espada —señaló a Scarlet.

— ¿Primigenia?

—No obstante, para dominar esa forma… debes aprender a liberar los recuerdos contenidos en ella.

—Espera un momento —medité—. No comprendo. ¿Liberar recuerdos? ¿Qué es eso?

—Resumiéndolo, es el secreto para obtener la segunda forma de 'Scarlet'. Su forma primigenia. Y además, la llave para ejecutar un ataque primigenio.

No entendía ni un rábano. Tales conceptos me eran esquivos. En la academia jamás escuché sobre ellos, y mucho menos en los libros que leí.

¿Qué está pasando?

—Fumuh. Veo que no me crees… —mi madre puso cara triste—­. ¡Ya sé! ¡Me entenderás si lo ves por ti misma! Préstame a 'Scarlet'.

—Es – está bien…

Me acerqué a ella y le entregué mi espada. No me gustaba prestar su hoja. Sin embargo, se trataba de 'ella'. Luego de tomar el mango, un resplandor rojo emanó del filo.

Mi madre balanceó a Scarlet, dirigió la punta al cielo y dijo:

—FORMA PRIMIGENIA… —respiró—. PRIMERA POSTURA. ¡¡LANZA CARMESÍ!!

En ese momento —pasmada por tal imagen—, entendí lo que ella buscaba decir.

*****

Actualidad

Frente a mis narices —zumbando cual abeja—, mi espada liberaba un abrumador torrente carmesí.

Ambos ataques, mi torrente escarlata y el dragón azabache, se repelían como cargas iguales en el centro del sol. Se trataba de dos vectores opuestos que luchaban entre sí.

Tragué saliva. La fuerza de mi ataque se reducía a cada segundo. En cambio, el empuje del dragón azabache no dejaba de crecer.

¿P-por – qué pasa esto?

¡D-debería estar ganando!

En eso, un vulgar crujido azotó mi brazo izquierdo. Mi rodilla cayó al suelo, mi espada crepitó. Estaba cansada, sin aliento. Un pestañeo después, la bestia mejoró su postura y, con más actitud que antes, me dijo.

— ¡JAJAJA! ¡SABOREA MI PODER REAL, HUMANA INSOLENTE! ¡SUFRE Y MUERE, COMO LA SABANDIJA QUE ERES EN VERDAD!

¿E-está hablando?

Acto seguido, una masa ingente de brea liquida emergió del escudo con cara humana. La escena representaba la epitome de un evento insólito. ¿Alguna vez han visto una boa constrictora tragándose un jabalí?

Era lo mismo: un bulto plenario de energía azabache subió por el cuerpo de aquel dragón. Trepó, subió, escaló. Profirió espasmos ingenitos y se abrió camino entre carne ficticia. Una vez en el hocico, el vómito azabache, o lo que sea que fuere, empujó mi torrente con vigor maniaco.

¡N-nooo!

La fuerza de la arcada me dejó abstraída.

Como resultado, mi espada fue azotada por una fuerza descomunal que superaba cualquier lógica.

Mi brazo emitió vulgares crujidos. Mis dedos se torcieron, mis falanges explotaron, ampollas de sangre y linfa reventaron en mi dorso calloso.

Cada célula en mi brazo decía: ¡Suéltala, suéltala! ¡Perderás el brazo si no lo haces!

Pero me negué rotundamente. ¡Perder el brazo era mejor que rendirse! Podía perder un brazo, las piernas, mis sentidos. ¡Pero morir de esta forma tan lamentable! ¡¡Jamás!!

Tenía un trabajo que hacer. Una misión realmente importante. Muchas personas confiaban en mí. Así que no llores, Lily. ¡Soporta esto y deja de llorar!

El dolor no importaba. Ignóralo. ¡Aprieta los dientes! ¡Tensa los músculos! ¡Y mantén firme tu espada!

Me repetí eso a cada segundo.

No pienses en nada. Respira. Respira. Respira.

Recuerda lo que dijo nuestra madre… la respiración es la clave de esta técnica.

Respira, llena tus pulmones de oxígeno, expande tu sistema sálmico…

¡Haz que tu espada sienta la quietud que inunda tu mente!

Y luego…

— ¡¡MUEEEEREEEE!! ¡HUMANA INSOLENTE!

¿En qué momento…?

Ipso facto, y en frenesí maniaco, el dragón ignoró mis ideas, y superó mi torrente con poder insano.

Creció, abrió sus fauces y de un bocado sinfín, se tragó mi torrente pletórico que brillaba de rojo escarlata. La imagen me dejó atónita. En pocas palabras, su técnica devoraba la mía con avidez salvaje.

Canibalismo.

Aquella palabra definía lo que estaba pasando. Quedé pasmada, estupefacta, sin color en mi cara o manos. Mi destino estaba escrito. Una vez que esa cosa llegara hasta mí, me tragaría de un solo bocado.

¿Moriré aquí?

Me negué con todas mis fuerzas. ¡S-si voy a morir en este lugar! ¡Te la pondré difícil hasta quemar el último cartucho! ¡N-no pienso morir así como así! ¡¡YA VERÁS!!

Cerré mis luceros.

Respira. Respira. Respira.

Expande tu flujo.

Conecta con Scarlet.

Mi percepción del tiempo se ralentizó. Este paso lo sabía. Lo que no sabía, y jamás logré, era sentir los recuerdos tangibles de Scarlet

De repente, sin aviso, mi mente fue transportada a una cueva helada repleta de carámbanos.

Hermoso…

Entre todos ellos, había un precioso carámbano rojo que admiraba la belleza de una flor anclada en el piso.

La flor era única. A pesar del frío, el hielo y otros factores, no se enfermaba ni sufría por ello. El tiempo, las estaciones, los años pasaron y la flor seguía intacta. Mientras tanto, el carámbano seguía encantado con ella. Cierto día, una pequeña gota de agua cayó sobre la flor azul. Se trataba del carámbano escarlata, luego de mucho empeño, logró trasmitir un claro mensaje. '¡Me pareces realmente hermosa, se mi amiga, por favor!'.

Riéndose, la flor aceptó.

Así comenzó una larga amistad. Sin embargo, cierto día, al despertar, el carámbano encontró una imagen horrenda. Su mejor amiga, la flor que le daba sentido a sus días, se hallaba encerrada en una prisión de cristal. Una estalagmita, celosa, tenía la culpa.

El carámbano se lamentó con rabia. No pudo hacer nada para ayudar a su amiga. Era débil, frágil, un cobarde. Y por ese motivo, derramó lágrimas rojas por siete días… y siete noches. Al octavo día, se acabaron sus lágrimas. Y con ello, el pequeño carámbano decidió liberar a su amiga aunque le costara mil años. Lo haría, destrozaría la prisión de cristal. Usaría su enfado, el amor que sentía por ella y la fuerza que ganaría —en el tiempo—, para hacerlo.

De ese modo, el frágil carámbano comenzó una travesía larga y cansada. Golpe, tras golpe, tras golpe. El carámbano usaba las gotas que se resbalaban de su cuerpo para dañar al bastardo. Sin embargo, la prisión se volvía más resistente con el paso del tiempo.

Con los años, el carámbano trasmutó su cuerpo helado. Dejó el hielo a un lado, y se transformó en un precioso canelón de cristal rojo. Las gotas de agua pasaron a un lado, transformándose en gotas de salmia que el carámbano obtenía de bacterias luminiscentes que habitaban su hoja cristalina.

Diez años.

Veinte años.

Cincuenta años.

Cien años.

Derramé un par de lágrimas…

Podía verlo… luego de intentarlo muchas veces… podía ver claramente los recuerdos de Scarlet. Su pasado, el origen de su fuerza, el significado detrás de su nombre y la misión incompleta que dejó atrás.

Puedo sentirlo… la rabia, el enfado… los sentimientos que ponías en cada gota cayendo…

¿Únicamente querías salvarla, verdad?

Mi espada latió con fuerza. Mi pecho latió con brío. ¿Querías salvarla? ¿Cierto?

No importaba. Ahora entendía porque mi madre me advirtió eso: "Enfádate, Lily. Scarlet necesita que te enfades. Pero no te equivoques. Enfadarse no es lo mismo que ser malo. No es desquitar tu rabia con los demás, enfadarse es…'.

¡Liberar mi rabia contra un bastardo que intenta matarme! ¡Enojarme con personas que jamás entenderán con palabras! ¡Enfadarse es…! ¡Usar la rabia que inunda mi corazón para proteger algo que yo amo!

«¡Ahora, Lily! ¡Enfádate!»

¡MUERETE DE UNA MALDITA VEZ, HIJO DE TU PUTA MADRE!

— ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH!!!

Grité con todas mis fuerzas. Al instante, desde mi katana, un torrente obnubilado de salmia carmesí reventó en la boca de la bestia. Retrocedí por el impacto fiero, mi cola de caballo se deshizo con el viento agreste, mi brazo derecho se fracturó en tres partes, escuché mis coyunturas explotar. Pero mantuve recto mi acero, mientras el maremoto de poder usaba mi enfado, su enfado y nuestra salmia combinada para repeler ese ataque infernal.

—MIERDA. ¡¿CÓMO ES QUE…?!

Rayos de salmia volaron por los aires generando una visión surrealista en donde una pequeña masa de poder rojo superaba la acometida de un horrido dragón.

Avancé. Un paso, dos pasos, tres pasos. Mi técnica fue ganando terreno de a pocos. Un metro, dos metros, cuatro; empujé a la serpiente mientras la tierra trepidaba con locura.

— ¡NO PUEDE SER! ¡TÚ, HUMANA INSOLENTE! ¡COMO TE ATREVES A…!

—CALLATE —proyecté mi enfado en su cuerpo cadavérico—. ¡¡Y MUERETE YA!! ¡¡¡BAZOFIA REPUGNANTE MÁS DURA QUE EL DIAMANTE!!!

El torrente duplicó su tamaño, sobrepasó la masa del dragón y consumió cada escama en su camino. La deformada lanza carmesí alcanzó a Némesis, golpeó al bastardo con la fuerza de un millón de flechas y finalmente, ascendió cual fénix, perdiéndose en el cielo azabache…

Jaja… toma eso… bastardo…

Observé la zona circundante. Esas personas, el chico de cabello negro y su hermana, develaban sonrisas sinceras mientras admiraban los restos de mi lanza carmesí.

En cuanto a mí… estaba exhausta. Mis piernas ardían y tenía calambres horribles. Mi brazo emitía feroces punzadas. Ni siquiera entendía como estaba de pie.

Lo que si comprendía era que mover un músculo, cualquiera que sea, sería realmente un martirio. Con todo y eso, mis piernas cedieron por agotamiento y caí al suelo.

Ra - rayos… esto duele… demasiado…

Elevé mi quijada. Quedé hecha un estropajo. Aun así—

— ¿V-vieron eso, chicos? —Sonreí—. Gané, yo… le gané…

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