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La traidora de los elfos

En el extremo este del bosque, grupos de goblins cargaban bloques de piedra que eran cargados en carretas.

Cada grupo de diez goblins era liderado por un ser de mayor tamaño que ellos. Con dos largos colmillos, un cuerpo más desarrollado y la forma cercana a un humano, los hogoblin tenían un rango de jerarquía superior a todos los goblins presentes.

La característica especial en ellos era que en sus brazos y su espalda llevaban tatuajes tribales que aumentaban en cantidad dependiendo de sus méritos en la batalla.

Uno de los hogoblin que tenía la cabeza calva observo movimientos extraños en el bosque cerca de la mina.

Sintiendo curiosidad, se acerco al origen del sonido encontrando a un lagarto completamente exhausto tendido en el suelo.

Sacando un daga de su cintura, el hogoblin se acercó lentamente al lagarto para ver su estado.

—No tengas miedo, acércate. Nosotros necesitamos entregar un mensaje—

Al ver a un trasgo marchito debajo del lagarto, el hogoblin lanzó un grito llamando a su gente.

—Escoltenlo en la siguiente caravana hacia la ciudad, no permitan que pierda su vida o si no compartirán su mismo destino—

Estando seguro que el trasgo estaría bien protegido, el hogoblin se acercó al lagarto y sacó una botella de agua que le dio de beber.

—Recuperate pequeño y cuéntame que le sucedió a tu maestro—

...

Sin fuerzas, el trasgo trató de no perder la consciencia para entregar su mensaje mientras observaba los cambios que habían comenzado en el bosque.

Cuando llegó la caravana, cientos de bestias empezaron a alimentarse mientras los goblins cargaban los minerales y los bloques de piedra.

Durante el viaje de regreso, algunos goblins empezaron a correr al frente de la caravana levantando unas banderas de color rojo.

Luego de unos momentos, un hogoblin carmesí con un tercer ojo sobre su frente se posó sobre la primera carreta de la caravana.

—Kozu espera el mensaje que quieren entregar—

Con dudas, uno de los goblins bajo las órdenes del hogoblin calvo señaló la carrera donde descansaba el trasgo.

—Nuestro lider nos ordenó llevar de forma segura a un trasgo herido—

Sin esperar que continuara con sus palabras, Kozu saltó cientos de metros hacia la carreta indicada y observo el cuerpo marchito del trasgo.

—Petro, ya no le eres útil a nuestro señor con ese cuerpo marchito. Es mejor que no vayas a la ciudad si es que quieres continuar con tu miserable vida—

El trasgo Petro miró a su compañero y no se enojó por sus palabras, su señor había ordenado que cualquiera que no fuera útil para el avance de la ciudad debe convertirse en alimento para las nuevas generaciones.

—Tenemos información importante para nuestro señor, Kozu permitenos poder llegar junto a el—

Impasible, Kozu estaba listo para dividir por la mitad al trasgo si este priorizada su vida en vez del bienestar de su señor.

—Recupera tus fuerzas, me encargaré de pedir una reunión con nuestro señor cuando llegues—

Petro conocía bien la personalidad de su compañero, aunque el era frío con los demás, cuando algo se trataba sobre el señor goblin o la ciudad , Kozu tenía como prioridad resolver la situación.

Luego de horas de viaje a través del bosque se pudo ver un puesto de control junto a un campamento al borde del camino.

—Adelante se están realizando la domesticación de algunas bestias que llegaron hoy, eviten por cualquier medio entrometerse en su camino—

Habiendo avisado a la caravana, dos goblins guardianes del puesto de control liberaron unas bengalas y marcaron el camino a seguir.

Sin detenerse, la caravana llegó a una planicie donde se habían arrancado toda forma de vida vegetal en más de cien kilómetros cuadrados.

En varios puntos del terreno, jaulas de cinco o más metros de alto contenían a bestias de todos tipos.

Entre las bestias más peligrosas, un escorpión dorado estaba siendo sujetado por cinco cadenas de seis metros de largo.

—Tú, ve con los guardias de ese escorpión y pregunta donde lo atraparon—

Con miedo, uno de los goblins siguió las órdenes de Petro y empezó a correr hacia la jaula.

—Ah!—

Con un grito ahogado, el goblin fue atravesado por el aguijón del escorpión al llegar cerca de su jaula.

—Tú, ve con los guardias del escorpion y pregunta donde lo atraparon—

Aunque Petro sabía que el goblin enviado sería asesinado por una de las bestias, la curiosidad por saber el origen del escorpión tentó en exceso al trasgo.

Aterrado, el goblin está vez no corrió y vigilando cada uno de sus pasos trató de evitar atraer la atención de las bestias.

Después de unos minutos pudo llegar al lado de los guardias y preguntó por el origen de los escorpiones.

Con la informacion obtenida el goblin trató de volver a la caravana cuando sintió que un brazo gigante atrapaba su cuerpo.

—Emergencia! Todos los guardias deben reunirse para contener la fuga de dos gorilas de las rocas—

La criatura de más de ocho metros de alto convirtió en una mancha de sangre al goblin enviado por Petro y observo a su alrededor buscando la siguiente presa.

Aún con el trabajo conjunto de los guardias, varios de ellos sufrieron heridas fatales para contener a uno solo de ellos.

La mayor ventaja de los gorilas de las rocas era su resistencia total a la magia de control y de estado, ellos solo podían ser domesticados al ser derrotado hasta el cansancio o reconocer a alguien de mayor fuerza que él.

—Déjenme controlar a ese simio, solo estorbaran si se quedan ahi—

Un grupo de hogoblins montados en leones de montaña llegó al lugar dirigidos por una guerrera cubierta por un manto.

—Ya escucharon las órdenes de nuestra capitana, despejen el lugar—

Sin tomar importancia de los guardias, la guerrera se quitó el manto sobre su cuerpo revelando una larga cabellera dorada que llegaba hasta su cintura. Sobre su cuerpo una armadura de color platino cubría sus partes vitales mientras un dragón estaba tallado cada parte del metal.

—Pequeño señor de las rocas, debes someterte ante el ejército de nuestro señor goblin o sere yo quien tome tu vida—

—Traidora!, como te atreves a dirigirme la palabra después que traicionaras al pueblo de los elfos—

—Callate! No tienes idea de lo que hablas—

—Que no tengo idea? Acaso no eres Sonia Lenarys, la bendecida por el bosque, aquella que entregó a su pueblo solo por salvar a su madre—

Sin aguantar más las palabras del gorila, Sonia empuñó una espada en cada mano y cubriendolas por un hechizo de rayos se lanzó en ataque contra el simio.

En la distancia, Petro observaba como por cada segundo que pasaba un gran trozo de carne de gorila caía al suelo, mientras en los ojos de Sonia pequeñas lágrimas eran contenidas pero no evitaron ser vistas por el trasgo.

Después de un momento, el simio yacía de rodillas mirando con los ojos rojos a la elfa frente a él, pero era consciente que no podía ganarle en una batalla.

—No vuelvas a mencionar a mi madre otra vez, o no importará que seas útil para el señor, aún así te cortare la cabeza con mis propias manos—

Aunque las palabras dichas por Sonia eran irrespetuosas contra el señor de todos los goblin, todos en la ciudad sabían que ella era especial para su señor y quería hacer que Sonia se rindiera ante él de corazón.

Luego de terminar de someter al gorila, Sonia se giró y observo al trasgo marchito tendido sobre la carreta.

—A quien tenemos aquí, si no es Petro. Como terminaste en ese estado patetico—

Aunque antes de perder su fuerza Petro tenía más rango que Sonia, el sabía que no podía hacer enojar a la elfa frente a él.

—Señorita Sonia, me pregunto cómo estará su madre, creo que hoy podría ir a visitarla y hablar bien de usted—

En un momento Sonia sintió que si no se controlaba dividiría por la mitad al trasgo frente a ella, pero conteniendo su ira ordenó que la carreta avanzara para ser escoltados por los hogoblin.

—Cuida tu lengua anciano, si Kozu no me hubiera informado que tenías que entregar un mensaje importante al señor en este momento ya estarías muerto–

Petro sabía que las palabras de Sonia eran verdaderas, recordó que cuando el pueblo de los elfos fue capturado por su señor, el intento tomar para él a Diana, la madre de Sonia, pero su señor le advirtió que esas mujeres eran intocables hasta que el diga lo contrario.

Sin que la elfa le volviera a dirigir la palabra, Petro observó la ciudad que se alzaba en la distancia, con muros de piedra de más de diez metros de alto y construcciones colosales donde se entrenaban a los nuevos guerreros, él sabía que todo eso era posible debido a la gracia de su señor.

...

En la cima de la torre más alta de la ciudad, el Señor de los goblin jugaba con una moneda de oro observando la ciudad mientras Kozu, descansando sobre una rodilla lo protegía en silencio.

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