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Capítulo 15

Liam se despertó después de una noche muy reparadora. Había estado pensando justo antes de irse a dormir acerca de los sucesos que transcurrirían en Hogwarts ese año y había logrado llegar a una conclusión... No iba a arriesgarse.

Si no hubiera sido por su actuación en las sombras el año anterior, Harry es probable que hubiera muerto, o quizás lo habría salvado Dumbledore... Independientemente de eso, Harry hubiera salido malherido y era probable que Voldemort se hubiera hecho con la piedra. La versión del mundo en la que había renacido Liam era una mucho más peligrosa que la original. Harry tenía a Dumbledore que lo protegería, pero nada aseguraba que, en esta ocasión, no hubiera algún nacido de muggles que muriera debido al basilisco.

Liam no tenía ninguna intención de dejar que eso ocurriera, si bien no era un héroe ni nada por el estilo, cosa que se demostraba con el hecho de compartir la visión sobre Harry con Dumbledore, tampoco era una persona desalmada. No dejaría morir niños si podía evitarlo, y conocía muy bien el primer paso a dar.

Se dirigió a su primera clase que, viendo el horario, era Transformaciones. El tiempo parecía pasar de forma extraña para él, escuchaba vagamente a la profesora McGonagall, pero sin interés. La magia que se enseñaba era una que consistía en saber mover la varita de una cierta forma y conocer las palabras correctas para poder reemplazar la falta de control mágico, pero Liam no tenía esa necesidad.

Conociendo la estructura de algo en concreto, no le costaría nada convertir cualquier objeto en otro. La profesora, siendo tan perspicaz como siempre lo había sido, se dio cuenta de su falta de concentración.

-Señor Doyle -empezó en voz alta, aunque no llamó la atención de ninguno de los alumnos, pues todos habían empezado ya a intentar transmutar algún animal en una copa de vino -. Veo que no le ha prestado atención a la explicación. ¿Tiene quizás algo más importante que eso en la mente?

Liam, comprendiendo que lo habían atrapado mientras reflexionaba, puso cara de buen niño y negó con la cabeza.

-No es eso profesora, es solo que estaba concentrándome en aprender bien los movimientos -para dar más el pego con su mentira, agitó la varita y murmuró "Vera Verto".

La rata de color marrón que tenía en frente se convirtió en una copa al instante, ganándose una mirada de aprobación de la vieja maestra y cinco puntos para Ravenclaw. Tan pronto como la profesora se hubo marchado, él volvió a sus pensamientos para poder planificar el mejor curso de acción.

Las clases pasaron deprisa, no habían cambiado mucho del año anterior, excepto Defensa Contra las Artes Oscuras, que pasó de ser una broma debido al profesor Quirrell y su olor a ajo, a ser una broma debido al profesor Lockhart.

Ese hombre era una vergüenza como persona. No era inocente en ningún sentido de la palabra, la cantidad de historias que había escrito le daba a entender a Liam la cantidad de personas a las que había manipulado y borrado sus recuerdos, de hecho es probable que hubiera causado más mal ese hombre que el mismo basilisco y, por supuesto, se aseguraría que ambos tuvieran el mismo destino.

Pasó rápidamente el día y llegó la noche antes de que los estudiante se dieran cuenta. El joven Doyle se cubrió con su característico hechizo de invisibilidad y se dirigió a su destino: La Sala Común de Gryffindor.

No era muy tarde, así que simplemente esperó a que algún estudiante despistado llegara y le abriera la puerta. Era Gryffindor del que estaba hablando, así que no tardó mucho en aparecer alguien, al final los leones eran los más despistados, ¿valientes?, sí, pero también despistados.

Se metió junto con el estudiante, que ni siquiera notó algo extraño. Entonces se movió directo hacia el dormitorio de las chicas. Vio que la mayoría ya se habían ido a dormir y las pocas que quedaban despiertas estaban en la Sala Común.

Con las capacidades de infiltración que le proporcionaba su hechizo, Liam no tuvo ningún problema para encontrar lo que estaba buscando. Cubrió también con la invisibilidad el Diario de Tom Riddle y se lo llevó consigo de vuelta a los dormitorios de Ravenclaw.

Se cruzó un par de veces con Filch, pero por supuesto este ni siquiera sospechó que por su lado estaba pasando un estudiante.

Llegó lo más rápido que pudo y se sentó en su escritorio. En Ravenclaw cada estudiante tenía un escritorio, esto se debía a que cada casa tenía los dormitorios preparados acorde con lo que se requería en ella. Por ejemplo en Gryffindor y en Hufflepuff los estudiantes dormían juntos para así poder crear algunos lazos de camaradería. En Ravenclaw cada uno tenía su propio escritorio para poder estudiar.

Abrió el diario y sacó una pluma. Era consciente de la peligrosidad del horrocrux, pero tenía fuertes defensas mentales y ya estaba prevenido.

-Hola, mi nombre es Liam Doyle.

Tardó unos segundos, pero finalmente contestó.

-Hola Liam Doyle, mi nombre es Tom Riddle

-Encantado, Tom, al parecer supuse bien al creer que esta era una forma de hablar con alguien.

-¿Lo adivinaste? ¿Cómo?

-Bueno, quería escribir y se me cayó un poco de tinta, entonces vi como desaparecía, fue una corazonada, quizás.

-Interesante... Cuéntame sobre ti, Liam.

El joven Ravenclaw entrecerró los ojos al diario, realmente era un objeto temible.

-No hay nada demasiado especial sobre mí, soy mestizo, hijo de un mago y una muggle. Sin embargo me escapé de casa porque mi padre se suicidó debido a que mi madre lo despreció después de enterarse que era un mago.

La respuesta volvió a tardar un poco en aparecer.

-Ya veo... pero dijiste que eras huérfano. ¿Qué pasó con tu madre?

-Ella me pegaba porque pensaba que así quizás lograría reprimir mi magia, pero un día sucedió algo terrible.

Liam se aseguró de esperar un momento, para hacer ver que recordaba algún momento doloroso.

-Un día mi magia se liberó y... yo... maté a mi madre.

-Debió ser duro, yo también soy huérfano y sé lo que se siente.

-No me arrepiento, de hecho desde ese día empecé a odiar a los muggles. Aunque somos capaces de realizar magia, ellos simplemente gobiernan por encima de nosotros y nos repudian hasta el punto en el que tenemos que escondernos...

Liam cerró los ojos y sonrió.

-Entiendo la situación... ciertamente los magos deberían gobernar sobre los muggles, somos superiores después de todo.

La sonrisa del joven se ensanchó y miró con superioridad al diario.

-Me alegro de que compartamos puntos de vista, Tom. Me aseguraré de hablar más contigo en un futuro.

-Ha sido un placer hablar contigo, Liam. Esperaré con ansias nuestras próximas conversaciones.

Liam cerró el diario y se acostó para irse a dormir.

-Bien, este ha sido el primer paso -pensó -. Primero debo ganarme la confianza de Voldemort, de momento el plan va sobre ruedas.

A la mañana siguiente, se despertó temprano. Ya no estaba tan cansado, así que volvió a la rutina de entrenamiento que había estado haciendo durante todo le verano. Aunque para Liam era una simple rutina de calentamientos, para cualquier persona común hubiera sido imposible.

De aquí había salido la musculatura y, además, gracias a todo el entrenamiento, también había crecido y ahora era alto comparado con sus compañeros. Después del calentamiento, vino el verdadero ejercicio.

Finalizando con unos estiramientos, se dirigió a comer. Siempre le había sorprendido lo buena que era la comida en Hogwarts. Llegó muy temprano, así que solo habían un par de chicos además de él, obviamente también estaban Albus y algún que otro profesor.

-¡Señor director! ¿Ha probado el pastel de calabaza? Está realmente delicioso -exclamó alegremente.

Todas las personas en el Gran Comedor lo miraron incómodos, pero Dumbledore soltó una carcajada.

-Aún no la he probado, gracias por la recomendación señor Doyle, ¿Y ha probado usted la mermelada de frambuesa? Se fabrica con ingredientes cultivados en los terrenos del castillo -comentó el viejo hombre.

Los alumnos miraron conmocionados al par. En realidad, todos sabían que Dumbledore no era para nada estricto sin embargo, debido a su posición y poder, la mayoría lo trataba con sumo respeto y se sentían incómodos hablando con él, así que fue extraño para ellos ver a Liam dirigirse al director de una forma tan amistosa.

Entonces Liam empezó a hablar con los demás niños, rompiendo un poco el aura tensa que había anteriormente en el Gran Comedor. Al acabar de comer y como aún le quedaba un rato de tiempo libre, decidió correr un poco, y cuando digo un poco me refiero a dar treinta vuelta a los alrededores del castillo.

Al final, Liam estaba sudado, pero con un leve movimiento de la mano se limpió y con otro se secó. Ahora que lo pensaba, Hogwarts no parecía tener duchas aparte de los baños para prefectos. Supuso que era uno de esos misterios que rodeaban el castillo. Se preguntó cómo eran los fundadores, seguramente eran expertos al nivel de Dumbledore.

Cuando estaba volviendo al castillo, se topó con la escena del equipo de Quidditch de Slytherin y de Gryffindor enfrentados entre sí. Se acercó para detener la posible pelea.

-Al menos en el equipo de Gryffindor nadie ha tenido que comprar su lugar - le dijo Hermione a Malfoy.

-Silencio, asquerosa sangre sucia -habló Malfoy con repugnancia.

Ron parecía estar a punto de intervenir, pero el mismo Liam llegó en ese momento.

-Agradecería que no se mencionaran ciertos insultos, señor Malfoy -comentó, estando de cara con el equipo de Slytherin, con una sonrisa despreocupada.

Malfoy pareció acobardarse por un momento debido al tamaño de Liam, pero luego se acordó de que tenía a todo su equipo respaldándolo y su arrogancia continuó.

-¿Y tú quién eres? Mejor vete y no te metas donde no te llaman -escupió el rubio.

La sonrisa del joven Doyle se ensanchó y entrecerró los ojos ligeramente.

-Ten cuidado con quien te metes, señor Malfoy -advirtió, dejando escapar ligeramente su aura e inundando el lugar, aunque la retuvo, así que lo máximo que pudieron sentir fue un escalofrío -. Considéralo una advertencia.

Luego se giró hacia los de Gryffindor.

-Entonces, deberíais ir a otro sitio, si tienen el permiso de un profesor entonces no se puede hacer nada -les aconsejó.

El equipo de los leones se empezó a retirar, desanimado. Entonces el trío dorado se acercó a Liam.

-Hola, eres Liam Doyle, ¿verdad? -habló Harry -. Gracias por lo de Nicolas Flamel del año pasado, nos fue de gran ayuda.

-No fue nada, no fue nada -dijo Liam mientras agitaba la mano despectivamente -. Parecíais buscarlo muy fervientemente y tuve que ayudaros.

Entonces a Hermione se le iluminaron los ojos al reconocer a Liam.

-¡Eres tú! Ya me acuerdo -exclamó, sorprendiendo a sus dos amigos -. Eres aquel chico que conocí en el Expreso de Hogwarts el primer día.

-Oh, así que te acuerdas de mí, no hemos hablado desde entonces -comentó -. Sin embargo he oído bastantes historias sobre vosotros tres.

Y de esta forma, los cuatro fueron hacia su clase. Curiosamente y para nada de acuerdo con el guion, la primera clase del día para los Ravenclaw y Gryffindor era Historia de la Magia, así que se pasaron un buen rato hablando y, al final, se hicieron amigos.

Fin del capítulo

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