-¿Qué sucede Macaria?
-Nada señor Hypnos -respondía Macaria, cabizbaja y sin ganas continuaba su camino...
-¿No piensas contarme, el por qué te sentís así?
-No quisiera molestarlo con algo tonto -tiritó apenada.
-¡Comprendo!
& pasaron segundos en silencio cuando...
-¿Acaso será que te intriga saber por ellos? -Replicó Hypnos, con una voz aguda y muy serena. -Humanos sois tan fascinantes...
Macaria se paralizó por unos segundos en aquel pabellón y sintió cómo la presencia del dios del sueño desaparecía paulatinamente a lo que no podía hallar una respuesta a su ¿pregunta?
¡Encerrada en su habitación se cuestionaba y volvía hacerlo!
¿Cómo serían los humanos o que les hacía tan especial? Pensó y pensó tanto y fue tanta su curiosidad por ellos, que se puso a imaginar cómo serían realmente.
Pasaron los días...
la pequeña doncella no volvió a recorrer a tan apreciado lugar y transcurrieron semanas, más Macaria, seguía en los aposentos de su padre razonando e imaginando lo hermoso que sería poder estar con los humanos o pensar por delirio que sentiría estar al lado de un humano, trataba de hallar la respuesta a semejante paradoja y se preguntaba una, otra y otra vez sin parar hasta entonces...
Estaba tan feliz con solo soñarlo, pero ella desconocía incluso de aquella felicidad que comenzaba a despertar, e imaginó tanto que no quiso salir de aquellos aposentos, cogía los libros e indagaba, más no había una respuesta ante su duda, incluso cogió de aquellos libros para entender de los humanos más su comprender era en vano, cansada por tanta indagación se quedo dormida en su camarote, pues se encontraba arrodillada en una alfombra muy suave, más su cuerpo se inclinaba hacia adelante y sus brazos se rendían en el edredón de su camarote, nadie podía negar de aquel sueño tan placentero y profundo, que despertar de aquél, era como negarle la existencia misma.
-Macaria
-Macaria... ¡Macaria¡ ¡Despierta!
segundos sin respuesta...
-Te gustaría saber más de ellos -Replicó aquella voz aguda y fría.
Macaria empezaba abrir los párpados que en aquellos instantes eran tan pesados que comenzaba abrirlos agotadamente, apenas podía divisar una figura borrosa a la de un hombre elegante en su balcón. Levantaba los puños suavemente y comenzaba a limpiar sus párpados para poder observar el rostro de aquella figura, la cuál comenzaba a desvanecerse paulatinamente...