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Mundo Shinobi - Gravedad - 317

Dentro del refugio en la cima de la montaña, estaban Nagisa y Kain sentados frente a una hoguera con las manos extendidas para calentarse. Afuera se escuchaba una fuerte ventisca que continúo soplando durante todo el día. Nagisa ya había descansado de su larga jornada, pero aún se veía cansada. Ella apoyaba su rostro en el hombro de Kain y miraba la hoguera con los ojos entrecerrados.

Cuando llego la media noche, Kain susurro —ya es hora. Una vez que nos vayamos con Hiruzen y los demás, quiero que descanses hasta recomponerte. Puse algunos sellos de protección en el refugio—

—Nii-san, quiero ir— dijo Nagisa con voz suave, suplicante, mientras levantaba su rostro para mirarlo a los ojos.

Kain pudo ver las ojeras en los ojos de Nagisa, le dio un tierno beso en los labios y le susurro —no, debes descansar, ya hiciste tu parte, ahora es la nuestra—

Nagisa asintió poco convencida y vio como Kain sacaba una ficha metálica del tamaño de su pulgar. La puso sobre su pulgar, la ficha emitió una chispa eléctrica azulada y Kain la lanzó con el impulso de su pulgar. La ficha voló por sobre la hoguera, hasta caer al otro lado del refugio, reboto un par de veces generando un tintineo hasta que se detuvo. Al mismo tiempo, diez cuerpos parpadearon y aparecieron alrededor de la ficha.

—Creo haber puesto en la carta que fueran diez personas— dijo Kain con un tono de voz serio

Hiruzen y Danzo, a la cabeza del grupo, miraron sus alrededores y contaron menos anbus de los que habían preparado. Miraron a Kain con el ceño fruncido y este último les devolvió el gesto.

—Tienen suerte de que no fue ninguno de los dos que se quedó en Konoha— dijo Kain mientras se ponía de pie y llamas de la hoguera iluminaban su rostro serio —de lo contrario, solo habrían podido culpar su propia estupidez—

—Entiendo— dijo Hiruzen sin tomarlo en serio —lo tendré en cuenta para la próxima—

—Eso espero— dijo Kain —bien, continuando con la situación para que los llame, todo está confirmado. Los hermanos Oro y Plata están al final de una larga cueva de 1 km de longitud. El lugar está oculto detrás de una muralla de estalactitas de hielo, a 5 km de aquí, sin contar la bajada de la montaña. Lo custodian antiguos shinobis de la nación de la Escarcha y civiles—

—Entiendo, nos haremos cargo de aquí en adelante— dijo Danzo

Sin embargo, Kain negó con la cabeza y continuo —nada de eso, yo voy con ustedes, no podría hacerme cargo de los resultados si le llegara a pasar algo al hokage y a su asesor—

Danzo frunció el ceño, iba a replicar, pero Hiruzen le puso la mano en el hombro y miró a Kain —entiendo, pero cuando encontremos a los hermanos, ellos son nuestros— después se volteó para mirar a los ocho anbus vestidos con capuchas negras y mascaras blancas de animales —lo mismo va a para ustedes—

—Sí— respondieron los anbus en un tono de voz fuerte

Kain asintió, miró a Nagisa a su lado y ella lo miró de vuelta —una vez que salgamos, sella la puerta y descansa. Ya hiciste tu parte—

—Sí— susurro Nagisa

Kain camino a la puerta, movió una placa de piedra que cubría la entrada y dejo entrar el frio exterior. Después miró a Hiruzen y Danzo y les dijo —ustedes primero—

Hiruzen y Danzo asintieron y guiaron a todos los anbus a pasar por la puerta de un metro de altura. Sintieron los fuertes ventarrones de nieve y frio.

Kain desde el interior del refugio, miró una vez más a Nagisa y le dijo —cuídate y hazme caso. Si quieres que te dé más trabajos importantes como anbu, no me desobedezcas, por muy buenas que sean tus intenciones—

—Nii-san es injusto— dijo Nagisa en un tono de voz mimado

—Lo hago por tu bien, el lugar de encuentro de una venganza no es un lugar para una persona con el corazón de Nagisa—

Kain salió por la puerta y Nagisa camino para tomar la placa de piedra y cubrir la puerta. Como la placa quedaba reclinada, dejaba una pequeña abertura de unos cinco centímetros para que entrara el aire. También entraba algo de frio y nieve, dejando un rastro blanco sobre el suelo, pero de alguna manera tenía que renovarse el aire.

Por otro lado, Kain guio a Hiruzen, Danzo y los anbus por la montaña, descendieron con rapidez y siguieron avanzando por un valle cubierto de nieve y unos pocos pinos. Después siguieron ascendiendo con dirección norte hasta la base de una montaña, donde vieron una depresión, producto del flujo de un rio cuando sucedían los deshielos. En la base de la montaña había una muralla de estalactitas de hielo como dijo Kain, pero por un costado, había una entrada lo suficiente grande para que pasaran tres personas. Después de eso se producía un largo pasillo de hielo celeste hasta que se ampliaba y se volvía una cueva de roca sólida. El lugar estaba oscuro, húmedo y helado, con estalactitas de hielo en el techo y el suelo cubierto por escarcha.

Kain avanzó a la cabeza, lo siguió Hiruzen, Danzo y el resto de los anbus.

—¿De qué va el culto del dios Jashin?— preguntó Danzo

—Según la información que recogí— dijo Kain —son un grupo que nació en la nación de la Escarcha después de la guerra. Lo empezaron cinco personas y como la gente estaba en la peor situación posible (sin daimio, sin shinobis y con una economía destruida) se aferraron a la fe. Esto le proveyó al grupo de un lugar para crecer y ahora son dueños de gran parte de los poblados. Dentro de eso, existen unos pocos "bendecidos" que traen a esta cueva y los convierten en acólitos. Por alguna razón les colocan un insecto en la espina dorsal y después los envían a predicar a los pueblos. Después de un tiempo, los acólitos vuelven y ya no se les vuelve a ver. En las pocas horas que tuve investigue el insecto y descubrí que era del tipo parasitario (absorben el chakra del usuario)—

—¿En qué estado están los hermanos Oro y Plata?— preguntó Danzo mientras apretaba los puños

—Ellos, bien, pero lo que me causa preocupación es que, para la mayoría de los sectarios, ellos solo son los protectores de dios. En ese caso ¿Quiénes serían los apóstoles de Jashin?—

—No es momento para juegos, Kain— dijo Hiruzen

—Lo entiendo, pero las preguntas brotan una sobre otra. Como por ejemplo ¿Quiénes son los apóstoles de Jashin? ¿Por qué les colocan un insecto en la espina dorsal? ¿Quién está detrás de todo esto?—

—También me preguntó lo mismo, pero primero lo primero—

—Entiendo— dijo Kain y continúo guiando al resto por más de 500 mts hasta que vieron las primeras antorchas colgados en las murallas de los lados. También se veía un grupo de personas de pie, sosteniendo antorchas y vigilando que nadie se acercara. Kain y el resto se acercaron agachados, cubriéndose con las piedras que sobresalían en la cueva y detuvieron su avance a doscientos metros de las personas.

—Déjamelo a mi— dijo Kain mirando por encima de la roca mientras contaba a los guardias. Hiruzen y Danzo lo miraron, Kain se agacho y los miró de vuelta. Hiruzen asintió y Kain junto sus manos como si estuviera rezando para confeccionar cinco serpientes de agua.

Una vez que las cinco serpientes se formaron, Kain las miró y les dijo —vayan—.

Las serpientes de agua se convirtieron en manchones de agua que se movieron hacia los enemigos. Había escarcha y pequeños trozos de hielo, así que se mimetizaron correctamente y cuando llegaron a los guardias, volvieron a tomar su forma de serpiente. Como los guardias estaban vestidos con gruesas pieles de animales, no sintieron a las serpientes y cuando se dieron cuenta de que algo andaba mal, ya era demasiado tarde. Las serpientes se enrollaron alrededor de los cuellos, se escucharon algunos gritos ahogados y después el silencio.

—Vamos— dijo Kain, saliendo de la cobertura. Danzo y Hiruzen al igual que los anbus lo siguieron. Una vez que llegaron a donde estaban los guardias, vieron las serpientes a los lados de los cuerpos, reptando por encima de ellos como si fueran sus presas y estuvieran dimensionando la longitud para poder comerlos. Kain movió su mano en horizontal, como si cortara algo y las serpientes se desvanecieron en manchones de agua.

—Estos no tienen insectos en su espina dorsal— dijo Kain

—Entiendo— dijo Hiruzen, miró hacia atrás, vio a su anbus y asintió. Cinco de los anbus se adelantaron y les cortaron la garganta a los cinco guardias.

—¿Estás seguro?— preguntó Kain

—Si no tienen insectos, no son sujetos de prueba— dijo Hiruzen con seriedad —además, no necesitamos a un grupo de religiosos tratando de convertir a las personas en alimento—

—Entiendo— dijo Kain con indiferencia

Esta vez, los anbus guiaron el camino y fueron limpiando a todos los guardias que se encontraban a su paso. Ningún guardia fue de cuidado, a lo sumo eran shinobis de nivel chunin o civiles que hacían su mejor esfuerzo para agradar a su dios. Sin embargo, su dios no los salvo y ellos se encontraron con un final aterrador.

Una vez que llegaron al final de la cueva, se encontraron con dos torres de cinco metros de alto que custodiaban un portón de madera de veinte metros de ancho por cinco de alto.

—Déjame esto a mí, queremos entrar y encontrar a los hermanos con la guardia baja— dijo Kain, Hiruzen asintió y vio como Kain creaba más de esas aterradoras serpientes de agua. Solo la consistencia física las diferenciaba de las normales, pero su mirada y comportamiento eran el mismo.

Una vez que los guardias quedaron inconscientes, Kain guio a Hiruzen, Danzo y el resto al portón. Dieron un gran salto y alcanzaron la parte superior y para su sorpresa, se encontraron con un enorme poblado hecho de chozas. Todo el lugar estaba en tinieblas, igual que en la cueva que antecedía, pero aquí había una gran cantidad de antorchas y hogueras.

—Eliminen a todos— dijo Hiruzen —que no quede rastro. Danzo, tu vienes conmigo—

Kain miró de soslayo a Hiruzen y se quedó analizando la expresión de su amigo. No sabía si Hiruzen se había vuelto indiferente a la vida o protegía la vida de sus subordinados siendo severo con el enemigo. Kain le dio algunos pensamientos, pero cuando vio a Hiruzen y Danzo saltar del portón, los siguió en la oscuridad. Ellos avanzaron sin considerar el resto de las chozas o grupos de personas que pudieran estar en los alrededores.

Al mismo tiempo, los anbus se movieron sin piedad y mataron a todos los creyentes del dios Jashin que encontraron en su camino. Los pocos que estaban despiertos a esa hora, se encontraron con una muerte aterradora y silenciosa. El resto murió en el sueño.

Hiruzen, Danzo y Kain llegaron al final del poblado y se encontraron una enorme casa cubriendo un enorme túnel. Al mismo tiempo, dos hombres salieron vistiendo kimonos holgados. Sus cuerpos habían dejado de ser los de unos shinobis y ahora eran redondos, como dos budas sonrientes. Uno tenía el cabello rubio y el otro plateado.

Según decían las leyendas con respectos a estos dos tipos, se habían metido en la barriga del kyubi y habían comido de su carne, cuando el Kyubi aún tenía cuerpo físico. Así que a Kain no le impresiono que ellos los sintieran y salieran a su encuentro. Sin embargo, esa apariencia tan estrafalaria, como si fueran dos seres dedicados a disfrutar de la vida y los placeres, lo desconcertó.

—Es como dijiste— dijo Oro, del lado derecho mientras Plata del lado izquierdo asentía. Oro continuo —los mocosos de aquella vez, por fin vienen a liberarnos—

Hiruzen se acercó al frente de la casa, deteniéndose a veinte metros de los hermanos mientras Danzo lo seguía de cerca. Hiruzen hizo una seguidilla de sellos mientras Danzo desenfundaba la espada corta en su espalda y sacaba unos shuriken con su otra mano.

—Kuchiyose no jutsu— dijo Hiruzen tocando el suelo de roca helada. Una nube de humo blanco apareció y al disiparse, quedó el rey mono Enma. Hiruzen miró a Enma y le dijo —necesito de tu ayuda—

—Entiendo, llego el momento— respondió el rey mono Enma con una expresión seria, mientras veía a los hermanos Oro y Plata. Asintió y se cubrió con una nube de humo blanco. Una vez que se disipo la nube de humo, quedo un báculo negro con las puntas doradas. Era tan grueso como el torso de una persona y tal largo como el mismo Hiruzen. Este último extendió su mano hacia un lado, tomo el báculo y dio giros mientras lo balanceaba haciendo malabares, hasta que se detuvo y quedó en una pose de combate.

Hiruzen miró a Danzo de soslayo y dijo —vamos—

—Sí— respondió Danzo con una espada en la mano y shurikens en la otra.

—Aaaaaaa— gritaron ambos discípulos de Tobirama y se lanzaron al combate con miradas llenas de furia.

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