Kain estaba listo, equipado con su nueva armadura roja similar a la de su tío y padre. También se había conseguido un Kasa (sombrero de paja cóncavo samurai) que apenas dejaba visible su boca y barbilla. Su pelo quedaba completamente oculto al igual que sus ojos, por lo cual le permitía mantenerse de incognito.
Una vez que estuvo completamente preparado, se movió a la mina de mineral de chakra, pero en lugar de entrar, corrió con dirección al Este. Atravesó el bosque de la nación del Fuego y entro a la nación de las Cascadas.
La nación de las Cascadas debería haber sido un lugar paradisíaco, lleno de pastizales, enormes sauces, un gran rio que se distribuía en un delta y alimentaba a toda la nación. No obstante, ahora había una enorme franja de un kilómetro de ancho como un grueso camino que atravesaba toda la nación. Ese lugar estaba destrozado, con un suelo de tierra quemada, enormes cráteres, construcciones artificiales de miradores y muros.
Para Kain mientras avanzaba saltando de árbol en árbol era fácil seguir el rastro del avance de Iwagakure, todo a su paso había sido destruido. Gracias a esto, cuando Kain llego a la nación del Hierro fue relativamente fácil encontrar el campamento de Iwagakure. Ellos estaban en un bosque al norte de una ciudad amurallada, que debería ser la capital de la nación del Hierro.
Kain activo su mangekyo y desde la copa de un árbol, vio con claridad la distribución del espacio entre los árboles que funcionaban como tapadera y el campamento. Iwagakure había levantado enormes murallas de tres metros de alto, mantenía varios shinobis apostados a lo largo de las murallas, además de un perímetro de cien metros de separación con el campamento. Quien sea tan temerario para entrar de frente al campamento sería notado de inmediato, incluso si lograba superar a los shinobis en la parte alta de las murallas.
Kain se movilizó diez kilometro más al Este y observo la capital de la nación del Hierro. Por las calles apenas si andaban personas mientras los shinobis de Iwa estaban apostados en lo alto de las casas, edificios y las murallas exteriores, manteniendo una estricta vigilancia. En la periferia, cerca de las murallas externas, las casas eran de un piso, pero a medida que se adentraban al centro de la capital, se volvían enormes, hasta transformarse en enormes edificios de cinco pisos con la elegante forma de pagoda.
Kain se siguió moviendo a través de los árboles con dirección Este y pudo ver un enorme grupo de carpas, a unos diez kilómetros de la capital. Esos deberían ser Konoha, no obstante, Kain solo estaba atento a su presencia, pero no feliz. Tobirama tenía una agenda y un destino para todos y Kain no era diferente. No, con mayor razón estaba dentro de sus prioridades. Puede que Tobirama planeo su muerte desde el día en que se conocieron en el pasillo de la casa de su tío, cuando él solo tenía unos pocos años y todavía se apoyaba en las murallas para poder caminar.
Kain sintió una agradable brisa mecer el árbol en el que estaba parado y agacho la cabeza, pensando en cómo cumplir esta misión, evitar que lo maten y mantener la promesa con su madre.
-¿Qué harías tú en esta situación, tío?- murmuro Kain mientras levantaba su rostro y miraba al campamento de Konoha en medio de un bosque -¿A quién perdonarías y a quién matarías? No los puedo salvar a todos, no soy un dios omnipotente ni nada por el estilo- soltó un largó suspiro pensando en su tío y después pensó en Naoko -madre, perdóname, a lo mejor no podré mantener mi promesa al 100%, pero te prometo que pase lo que pase, no habrá una segunda generación del demonio Uchiha-
Kain saltó del árbol, cayendo por entremedio de las ramas hasta ver el suelo y caer con la sutileza de un gato. Después cerró sus ojos y desactivo su mangekyo. Volvió a abrir los ojos en un estado normal y camino por el bosque a paso lento, sintiendo los pequeños animales que correteaban por los alrededores.
Una vez que llegó a los límites del bosque, vio una colina que bajaba hasta una planicie cubierta de pastizales y se detuvo. Esos campos se extendían por varios kilómetros hasta dar con el bosque en donde Konoha tenía su campamento militar.
Kain miró el paisaje cubierto de verde y saludable vegetación. El cielo despejado, el sol poderoso y una brisa fresca. Entonces junto sus manos y a cinco metros por detrás de él, escondidos por las sombras que proyectaba el bosque, se levantaron cinco enormes cuerpos de tres metros de altura que asustaron a las aves y animales.
-Desplieguen a las arañas, que sean lo más pequeñas posibles, casi invisibles a la vista. Espíen la capital, los alrededores, el campamento de Konoha y el campamento de Iwa. Lo quiero ver todo, lo quiero saber todo, que nada se escape a mi visión-
Las cinco enormes sombras soltaron chillidos con sus nuevos cuerpos como si fueran sus predecesoras y se movieron. Cada una de sus pisadas sonaba como una fuerte puñalada a la tierra. No obstante, estaban lejos de los shinobis y de los campamentos, así que nadie las descubriría a menos que un Hyuga mirara en esta dirección. Sin embargo, aquí no había nada salvo una colina y un bosque que se extendía por kilómetros.
Kain se lanzó a correr colina abajo, avanzando por los largos pastizales hasta llegar a la planicie y continuo con dirección al bosque, al Este de la capital. Tierra fructífera, tierra sana, pensó Kain, podían hacer tanto, pero estaban perdiendo su tiempo en ganar una lucha de poder. Una vez que Kain llegó al bosque, se adentró evitando las rocas, raíces y arbustos. Como consecuencia de la llegada de los shinobis de Konoha, la mayoría de los animales se habían retirado de esta zona y solo quedaban pequeños insectos.
Después de correr durante un par de minutos, dos shinobis saltaron desde unos árboles y se pusieron delante de Kain. Uno llevaba una bandana en la cabeza, con el nudo hacia adelante. El otro tenía el cabello oscuro y largo mientras utilizaba el protector de Konoha para ordenárselo, dando así la impresión de una cabeza de escobillón.
-¿Quién eres?- preguntó el shinobi de la pañoleta
-Kain Uchiha- respondió quitándose el sombrero de kasa, sus largos cabellos blancos y los ojos azules quedaron a la vista -Tobirama me envía como refuerzo-
Los dos shinobis de Konoha entrecerraron los ojos con desconfianza mientras Kain sonreía reconociéndolos a ambos. Ellos pertenecían a los shinobis que llegaron con el grupo de Okita, hace un par de años. Ambos con mucho esfuerzo alcanzaron el nivel chunin, quedando a la cabeza de la mayoría de las personas que llegaron con ellos.
-Tus ojos- dijo el de la pañoleta -eres un Uchiha ¿no?-
Kain activo su sharingan hasta el segundo tomoe, lo que alerto a los dos shinobis, pero asintieron entendiendo que Kain era real.
-Vamos- respondió el de la pañoleta -Kento-sama te está esperando-
-Ok-
El shinobi del cabello de escoba se quedó cuidando la zona, mientras el de la pañoleta guio a Kain. Corrieron a un ritmo relajado hasta llegar a los límites del campamento y ahí empezaron a caminar. Kain miró las carpas grises, se hizo camino a través de los pasillos que se formaban entre ellas y fue mirando como lo estaban pasando los shinobis. Sonrió por dentro, ya que estos shinobis más parecían venir de acampada que a una misión. Todos estaban de buen humor; algunos estaban comiendo, otros jugando a las cartas y otros conversando. Se llevaban a cabo tareas de vigilancia y de preparación de suministros, pero ninguno emitía la presencia estresante de una persona que se está jugando la vida en el campo de batalla.
Kain continúo observando el campamento y los shinobis a su alrededor también lo notaron. Ellos cambiaron su expresión a una de disgusto y se pusieron tensos. No obstante, Kain avanzó sin problema alguno, se volvió a colocar su sombrero de kasa y continuó caminando hasta la gran carpa que funcionaba como centro de mando. En el centro de mando hubo dos cosas extrañas: una era que no había guardias en la entrada y la segunda es que estaba muy apegada a la zona sur. Por lo general, el centro de mando era un lugar importante y los comandantes siempre lo colocaban en el centro del campamento.
Kain entro al centro de mando donde solo había un shinobi de cabello oscuro ordenado en una coleta. El tipo estaba parado a la cabecera de la mesa, mirando la distribución de las fichas que simbolizaban los shinobis de Konoha e Iwagakure. Tenía un rostro serio, unos ojos inteligentes, pero la boca formando una mueca de aburrimiento. El tipo miró a Kain a los ojos, evaluando algo. Kain se mantuvo en calma como si no supiera nada y avanzó hasta ganarse al fondo de la mesa. El shinobi de cabello oscuro le hizo un asentimiento al shinobi de la pañoleta y este último se retiró.
-¿Nombre?- preguntó el shinobi con voz ronca y tranquila
-Kain Uchiha ¿Y el suyo señor?- preguntó Kain de vuelta
-Kento Nara, comandante del ejército de Konoha en la nación del Hierro- respondió
-El hombre a cargo ¿cierto?- preguntó Kain con una sonrisa astuta. Desde el principio supo que esto era malo, el campamento estaba conformado por shinobis de bajo nivel y escasa habilidad. No obstante, encontrarse a un Nara sin un Yamanka y un Akimichi era la peor situación posible. Si un Nara era el cerebro del grupo, un Akimichi era el corazón y un Yamanka las emociones. Uno sin los otros no servía-
-Sí, el hombre a cargo- respondió Kento manteniendo su expresión tranquila
-Tobirama me envió para que te sirviera de refuerzo. Dime ¿Para qué soy bueno?-
-De momento nada, Iwagakure se ha mantenido tranquila. Están elaborando una lista de propuestas para negociar con Konoha y la nación del Hierro-
-¿Una lista de propuestas? Según Tobirama, debíamos recuperar la capital-
-Hokage-sama me puede pedir el cielo y la tierra, pero lo que es imposible, seguirá siendo imposible. Lo mejor que puedo hacer es evitar el peor escenario y que no nos destruyan-
-¿Y cómo nos destruirán?- preguntó Kain rodeando la mesa por la izquierda
Kento Nara frunció el ceño y respondió -no tenemos suficientes shinobis. El 90% de las carpas son una tapadera. Evitar que Iwagakure descubra eso es una buena forma de evitar que nos destruyan-
-Entiendo su posición- dijo Kain manteniendo su sonrisa y llegando frente a las fichas de Konoha por el lado izquierdo de la mesa. Había varias, como si hubiera un ejército real, pero Kain sacó el 90% y dejó solo una -pero ¿De qué manera te puedo ayudar?-
-Acompañándome a la reunión que se llevará a cabo mañana en la tarde, donde negociare nuestra salida del país y un pacto de no violencia entre la nación del Fuego y la nación de la Tierra-
-Te entiendo, en pocas palabras no puedes hacer nada- dijo Kain con tranquilidad
Kento volvió a fruncir el ceño, pero esta vez su cuello se puso rojo del enojo -así es- dijo
-¿Entonces solo podemos retirarnos y dejar que Iwagakure se quede con todo?-
-¡Ya te lo dije, no tenemos shinobis para luchar esta guerra!- dijo Kento alzando la voz -incluso si hokage-sama quiere recuperar la capital de la nación del Hierro porque están los huesos de sus antepasados, lo que es imposible, es imposible-
-¿Entonces para ti es imposible?- preguntó Kain
Kento frunció el ceño y asintió en un gesto lento, pero con el cuello rojo de la furia que estaba reprimiendo.
Kain mostro una sonrisa y le dijo -tomare una carpa para descansar, llámame cuando necesites mi ayuda-
Una vez que Kain salió del centro de mando, Kento soltó un suspiro y apoyo las manos en el borde de la mesa. De alguna manera, pudo mantener esta estúpida fachada sin dejarle saber al niño que lo estaba conduciendo a su destrucción. Después de todo, cuando un Uchiha pierde a un ser querido, se vuelve loco. Después de mañana o a más tardar esta semana, Kain Uchiha será conocido a nivel continental y entrará en el libro bingo con una gran recompensa sobre su cabeza.
-Una última cosa- dijo Kain desde la entrada, asomando su cabeza por la cortina. Kento dio un respingo y lo miró asustado, cosa que hizo sonreír Kain y continuo -Ya tienes preparada tu lista de propuestas ¿no?-
-¿A qué te refieres?- preguntó Kento en un completo estado de confusión
-Tu lista de propuestas para dejar la nación del Hierro en la mejor de las condiciones posibles-
Kento se quedó en blanco durante un largo e incómodo minuto, por lo cual Kain entendió que ni siquiera lo había pensado. Estaba tan asustado de la situación que los nervios se lo habían comido por completo.