-Toma- dijo Yahiko con una mirada llena de odio mientras sacaba un cuchillo del interior de su kimono y se lo dejaba a los pies del sillón del daimio -dejarte morir antes de las repercusiones de todos tus estúpidos actos es lo más filial que puedo hacer por ti. Yo viviré y cargaré tus culpas, pero te lo digo desde ya, que esta será la última vez que nos veamos a la cara-
El daimio miró a Yahiko lleno de incredulidad mientras veían como este último dejaba la habitación. El daimio se llevó las manos a la cara y lloro. No quería creer que esto lo había ocasionado él, pero al parecer, se había equivocado a cada paso que había dado.
Era cierto, él le dijo a Minoru que bebiera un veneno que lo mataría al instante. Si Minoru hacía eso, él perdonaría a Kumiko para que siguiera siendo de la realeza. De lo contrario, con el dolor de su corazón, el daimio eliminaría a los posibles problemas futuros que en ese momento tenía bajo su custodia. El dinero podía hacer mucho y el daimio solo tuvo que contactar a unos conocidos para que mandaran shinobis y los secuestraran. Igual que como lo hizo con el repentino ataque a Yahiko.
No obstante, el daimio jamás contó con el rencor de los nobles, quienes contrataron a sus propios shinobis y raptaron a Kumiko y sus hijos. Con ellos, los nobles planeaban negociar con el daimio y exigir una mejor posición. Además de que casarían a Nawaki y Tsunade con uno de sus hijos para que ellos sucedieran al trono de la nación del Fuego.
Ahora la vida de Kumiko y sus hijos estaba en manos de otros y nadie sabía lo que podía pasar. Yahiko, Sakumo y Akane visitaron todas las casas nobles en la capital y no había rastro de ellos. Quizá dónde los tendrían y quizá qué es lo que realmente querían.
Yahiko salió de la habitación de su abuelo y empezó a gritar -anbu, anbu, maldita sea, anbu de mierda, ven a hora mismo-
Los sirvientes que limpiaban el pasillo a la recamara imperial lo quedaron mirando, pero en cuando aparecieron los enmascarados con largas capuchas negras, se arrodillaron y gritaron de miedo. No obstante, pese a su temor, shinobi-sama no los mato. Los anbu se arrodillaron delante de Yahiko y agacharon la cabeza.
-Felicitaciones por su victoria, Yahiko-sama- dijo un anbu con mascara de mono
Sin embargo, pese a las educadas palabras del anbu, Yahiko grito en respuesta -¿Qué mierda han estado haciendo?-
El anbu parpadeo, tomo una profunda respiración calmando su ritmo cardiaco y respondió -supervisando, Yahiko-sama-
-¿Supervisando qué?- grito de nuevo Yahiko -mi hermana y sobrinos fueron secuestrados-
-Fue todo por indicación del daimio-
-Son la familia de Tobirama-sama-
El anbu hizo una larga pausa y contesto en total calma -con todo respeto, Minoru-sama se desentendió de Hashirama-sama y Tobirama-sama. Él fue quien cortó su relación-
Yahiko estaba furioso ante tal respuesta, pero de repente miró a través de los agujeros de la máscara y vio dos ojos oscuros. Solo fue un instante, pero pudo ver un rastro de mentira en su mirada, lo cual lo enfureció. Sin embargo, en vez de estallar de furia, le dio la espalda y tomo una profunda respiración.
<<Oto-sama quiere que el más apto sobreviva y gobierne la nación del Fuego>> recordó Yahiko las palabras de Sakumo. No obstante, no quería creer que Tobirama pondría a prueba la suerte de unos niños y de una mujer que ni siquiera es shinobi. Sin embargo, los sentimientos son algo que Tobirama siempre deja fuera de la ecuación, recordó.
-Al menos sabes dónde puedo empezar a buscar- dijo Yahiko mirando la puerta corredera que daba a la habitación de su abuelo.
No obstante, el anbu solo se quedó arrodillado en silencio. Yahiko lo miró hacia atrás de soslayo esperando alguna respuesta, pero cuando solo quedó el silencio, lo único que pudo hacer fue apretar sus puños. Yahiko se dio la vuelta, miró con odio a los anbus y paso por el lado de ellos. Al instante siguiente, los anbus se desaparecieron.
Yahiko camino con un andar pesaroso y una mente nublada por los problemas. Solo tenía una posibilidad de ayuda, pero decirles a dos shinobis que buscaran pistas sin ninguna guía sería como buscar una aguja en un pajar. Piensa, Yahiko, piensa, se decía en su mente, pero no se le ocurría ninguna idea. De alguna manera, Yahiko salió del castillo imperial e hizo todo el camino hasta la mansión donde se hospedaba Kasumi, Murasaki y Okita, además de ser a donde se iban a reunir Sakumo y Akane.
Los sirvientes que vieron a Yahiko avanzar a través de los jardines del castillo, se arrodillaron y lo veneraron como si fuera un dios, pero los pocos que se atrevieron a levantar su rostro, solo vieron a un no-muerto avanzar por los caminos de gravilla. El cielo podía estar despejado, las flores de colores a los costados del camino florecer, pero eso no parecía alegrar al joven daimio.
Una vez que Yahiko llegó a la mansión, entró sin más y fue directamente al segundo piso. Sin embargo, reviso todas las habitaciones, pero no encontró a nadie. Una vez que iba a bajar al primer piso y continuar buscando, se encontró con Okita en las escaleras. Su rostro enmarcado por su cabello rubio se veía hermoso como siempre, pero sus ojos azules tenían un toque de seriedad innegable.
-¿Dónde están todos, Okita?- preguntó Yahiko frunciendo el ceño
-Por favor, sígame Yahiko-sama- dijo Okita
Yahiko se puso serio, pero la siguió sin preguntar hasta el comedor del primer piso. Entonces al abrir la puerta corredera, se encontró a Sakumo y Akane protegiendo a Kasumi y Murasaki de un tipo que estaba apoyado en una pared. Sakumo y Akane no le quitaban la mirada de encima mientras Kazumi y Murasaki estaban detrás de ellos y parecían asustadas.
El shinobi apoyado en la pared se veía entrenado, de cabello oscuro y ordenado en una coleta. Sonreía con naturalidad, pero sus ojos miraban analizando todo a su alrededor. Llevaba una chaqueta sin mangas, pantalón bombacho y sandalias de paja. Solo tenía un arma, una pequeña kodachi que llevaba en horizontal en su espalda, a la altura de la cintura.
-¿Quién es este tipo?- preguntó Yahiko frunciendo el ceño
-Dice que viene de parte de mi otouto- respondió Akane, pero Akane tenía muy presente el barro en los oscuros tabis del shinobi, que lo hacían ver como un vagabundo de la calle.
-Vaya, vaya, vaya, pero si es nuestro joven daimio- dijo el shinobi esgrimiendo una sonrisa. Su voz sonaba ronca, pero carismática. El tipo se apartó de la muralla y dio dos pasos, pero al instante siguiente, Akane saco sus kunais y Sakumo desenfundo su espada. El shinobi levantó ambas manos tratando de demostrar que no tenía malas intenciones, pero ni Sakumo ni Akane bajaron sus armas. El shinobi dio un paso atrás, soltó un suspiro y se volvió a apoyar en la pared.
-¿Quién eres y qué haces aquí?- preguntó Yahiko
-Vengo de parte de Kain, hicimos algunos tratos y ya ves, me toca pagar mi parte de la deuda-
-¿Cómo llegaste aquí?- preguntó Akane en un tono inquisitivo
-¿Otra vez eso?- preguntó el shinobi cerrando los ojos y poniendo una sonrisa divertida -ya te dije, son secretos comerciales-
-¿Cómo te llamas?- continuo Yahiko
-Tatsumaru, joven daimio, vengó de parte de Kain, tengo información que te puede interesar-
-¿Cómo podemos saber que dices la verdad?-
Tatsumaru sonrió lleno de confianza, llevó su mano a la mochililla en su espalda, a la altura del cinturón. Sakumo y Akane se pusieron tensos, pero cuando vieron lo que Tatsumaru sacó, se quedaron congelados. Tatsumaru lanzó un kunai con forma de tridente frente a los pies de Akane dejándolo clavado en el tatami. Akane miró a Sakumo, él asintió y ella se acercó lentamente, sin nunca quitarle los ojos de encima a Tatsumaru. Ella tomo el kunai, lo levantó y reviso la empuñadura. Metal de chakra y sello Uzumaki. Akane miró a Tatsumaru con desconfianza, pero tenía que admitir que era el auténtico.
-Es real- dijo Akane
-Te lo dije-
-Eres idiota-
-¿Por qué señorita?-
-Podrías haber tomado esto y copiado. Si lo vendes por ahí, hubieras hecho una fortuna-
Tatsumaru se comenzó a reír agitando sus hombros hasta que se llevó la mano a la cara y se rio a carcajadas.
-¡Suficiente!- grito Yahiko estresado por la situación -¿Qué quieres?-
Tatsumaru se dejó de reír y lo miró con una sonrisa en los labios -perdón- dijo de buen humor -da un poco de risa ver la ingenuidad de las personas. Se nota que la señorita nunca ha pasado hambre, sentido miedo o tenido que jugarse el cuello por un poco de comida-. Akane frunció el ceño, pero Tatsumaru solo levantó los hombros sin darle mayor importancia y continuo -Kain Uchiha ha hecho tratos con nuestra organización, muy lucrativos por decirlo poco y estamos aquí para pagar la deuda- chasqueo los dedos y al instante siguiente, dos shinobis saltaron por la ventana al final del comedor. Ellos cayeron al suelo, rodaron y se pusieron de pie. Uno de ellos era un joven de cabello gris, llevaba una tela que le cubría la mitad inferior del rostro, de estatura baja y aspecto joven. Llevaba una katana colgada de su espalda y sujetada con una cuerda. La otra era una kunoichi, también joven, de cabello oscuro y aspecto tierno. Usaba dos "tanto" en la espalda a la altura del cinturón.
-¿Qué podrían hacer dos genin y un chunin?- respondió Akane activando su sharingan hasta el segundo tomoe
Tatsumaru sonrió -no mucho- respondió -pero tenemos la información que puede necesitar el joven daimio, además de que podemos ayudar. No expondré al peligro a mis hermanos, pero como ya dije, podemos ayudar-
-¿Perteneces a una organización criminal?- preguntó Yahiko avanzando y pasando por entremedio de Sakumo y Akane. Tatsumaru asintió, y Yahiko continuo -¿Sabes lo qué paso aquí?-
-Sí, tenemos ojos y oídos en todas partes. La política es sucia y los nobles no tienen misericordia con sus pares. Saber los trapos sucios de otros nos da la posibilidad de obtener cosas valiosas y buenos acuerdos-
-¿Qué quieres a cambió?-
-Nada, el precio ya fue pagado, por adelantando y con intereses. Solo venimos a cumplir nuestra parte. De ningún modo queremos estar en malos termino con un demonio de fuego-
Sin embargo, las palabras de Tatsumaru le valieron que Akane le lanzará un kunai de advertencia y le cortará la mejilla derecha.
-Jamás, en tu maldita vida, llames así a mi otouto- dijo Akane mirándolo con extremo odio.
Tatsumaru asintió con una expresión seria, sudando frio y sintiendo que eso estuvo muy cerca. Un poco más a la izquierda y ese kunai hubiera entrado por su ojo derecho.