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Mundo Shinobi - PGM - 178

Kain lanzó un kunai con un sello explosivo, el cual voló a toda velocidad hasta decaer y clavarse en la tierra donde estaban los insectos explosivos. El kunai se activó de inmediato y exploto, detonando así un millar de esos insectos y ocasionando que todo el bosque a su alrededor se derrumbara. Al mismo tiempo, Kain saltó hacia atrás realizando una pirueta, pero la explosión lo alcanzo en el aire y lo lanzó varias decenas de metros.

Kain sentía que su vista daba vueltas mientras iba chocando con ramas y troncos hasta estrellarse con el suelo. Una vez que su cuerpo dejo de rodar, apoyo ambas manos, se resbalo en el barro y detuvo su movimiento. Después miró hacia adelante y vio como había dejado un largo sendero de destrucción a lo largo del bosque. Lo que no había sido destrozado, ardía en llamas.

Por otro lado, se escuchaba el zumbido y el crujir de los árboles por donde se movían las enormes arañas. Sus patas enormes y filosas se clavaban en la madera y generaban un eco aterrador. Kain sentía escalofríos de solo pensar en ser apuñalado por esas enormes patas que más parecían espadas.

No obstante, Kain mantuvo su enfoque y se concentró en la nueva oleada de insectos que venían desde el frente como un caudal inagotable. Llevó su mano al interior de su armadura y saco el kunai con forma de tridente. Lo miró y después miró a la distancia evaluando sus opciones. Los insectos se avecinaban y a medida que se acercaban demasiado al fuego, reaccionaban explotando y generando varias explosiones en cadena. No obstante, parecía que estaban siendo comandadas por las gigantes arañas en lo alto de los árboles porque después de un tiempo, se apartaron del fuego y siguieron avanzando junto con las otras arañas.

Una araña a la izquierda de Kain, desde los árboles que aún quedaban en pie, lanzó un hilo de seda del grosor de una soga y Kain echo su cabeza hacia atrás, evadiendo el peligro. No obstante, la araña cortó la seda con sus colmillos puntiagudos y la seda poco a poco se envolvió en llamas. Kain saltó hacia atrás para evitar la explosión, pero esta vez lo alcanzó casi a quemarropa y su cuerpo salió volando una vez más.

Una vez que Kain cayó al suelo, tenía el torso desnudo y cubierto de quemaduras. Él se forzó para levantarse una vez más mientras escuchaba como las arañas gigantes clavaban su patas en los árboles y descendían.

Kain se puso de pie, mirando al increíble ejército de insectos explosivos mientras su respiración era errática. Al instante siguiente sintió como una araña gigante a su izquierda lanzaba una soga de seda que se pegó a su brazo y poco a poco se fue extendiendo a su costado izquierdo como si fuera una masa viva. Después otra araña gigante desde su derecha lanzó otra soga de seda y lo cubrió por el costado derecho. La seda le cubrió desde el pecho hasta las rodillas, sin posibilidad de darle espacio para moverse.

Al mismo tiempo, las arañas se acercaron pasando por encima de las rocas, ramas y troncos que cubrían todos los alrededores. Ellas fueron cautelosas al acercarse a Kain, clavando sus enormes patas una a la vez. Todos sus ojos obsidiana miraban a Kain calculando sus posibilidades y posibles movimientos. No obstante, una vez que llegaron a los dos metros de distancia, se relajaron y ambas arañas emitieron zumbidos, como si estuvieran negociando una con la otra. No obstante, Kain tomo una profunda respiración y soplo un poco de fuego en la misma seda que lo recubría. Las arañas se dieron cuenta de esto y produjeron un zumbido aterrador que se escuchó a kilómetros. No obstante, su muerte estaba anunciada. La seda se prendió en fuego, explotó en Kain y después alcanzó a las otras pequeñas arañas a su alrededor. La explosión fue tremenda, pero después de la primera, vinieron dos enormes explosiones ocasionadas por las reservas internas de las arañas gigantes. Todo se cubrió de fuego en más de cien metros a la redonda, donde el cuerpo de Kain quedó carbonizado en el epicentro.

Desde su cueva, a varios kilómetros de la explosión, el Tsuchikage gritó -¡maldición!-

-Tsuchikage-sama- grito la doctora corriendo para detener su ataque de ira, pero las dos enormes arañas que custodiaban al tsuchikage levantaron sus enormes patas tan filosas como espadas y las clavaron formando una cruz e impidiéndole el paso. La doctora miró con enojo a los arácnidos, se subió las mangas e iba a realizar sellos para lanzar un jutsu y atacar a las arañas. Sin embargo, cuando vio al tsuchikage caer de lado y convulsionando, se detuvo.

-A, un, lado- murmuro el tsuchikage y movió su mano en un gesto suave. Al instante siguiente las arañas se apartaron y dejaron avanzar a la doctora a través de la tierra hasta adentrarse en la seda que recubría todo el fondo de la cueva.

Una vez que la doctora llego frente al tsuchikage, se arrodillo, tomo al tsuchikage y lo volteó. Le reviso el pulso, los signos vitales y le miró los ojos. Una vez que estuvo segura de que solo había tenido un ataque que no paso a mayores, ella soltó un suspiro.

-Tsuchikage-sama, usted debe controlarse. Usted sabe que no puede tener esos ataques de ira- dijo la doctora

-lo sé, niña- dijo el tsuchikage -pero, ese mocoso, mezquino. Se suicido, solo por sus ojos-

La doctora se cubrió la boca con una mano y la otra la llevo a su vientre, donde estaba lo más importante para ella. Sus ojos se llenaron de lágrimas y el tsuchikage al verla tan destruida por la muerte de un niño, se sintió el peor hombre del mundo.

El tsuchikage dio una orden mental a una araña que quedaba cerca del campo de batalla para que trajera el cuerpo del niño. Era un Uchiha y el hijo del demonio más grande que haya pisado esta tierra. Su cuerpo sería de gran ayuda al desarrollo de futuros conocimientos.

Al instante siguiente, una araña gigante se comenzó a mover por el bosque hasta llegar a un enorme cráter en el epicentro de la explosión. Una vez que llegó frente a un pequeño cuerpo acurrucado, ocupo sus enormes patas para clavarlas en el suelo y lanzar tierra sobre el fuego de los alrededores. Una vez que todo el fuego se apagó, la araña se acercó al cuerpo y lo olió para cerciorarse de que no fuera un sustito. Una vez que supo que era carne humana real, tomo el cuerpo del niño y lo envolvió en seda hasta transformarlo en un capullo. Después la araña se paró sobre sus patas traseras y se pegó el cuerpo del niño a su vientre para que no le incomodara en el camino de vuelta. No obstante, cuando se iba a girar para volver a donde estaba tsuchikage, sintió una vibración en el aire y se giró en todas las direcciones. Sin embargo, tres segundos después la presencia se desvaneció. La araña quedó confundida, mirando las cercanías sin encontrar eso que la estaba incomodando, pero al no poder seguir un aroma o vibración en el aire, dejo de buscar. Entonces se dio la vuelta y comenzó a caminar de regreso.

Por otro lado, Kain estaba de pie sobre la copa de un árbol a doscientos metros de la araña, soltó un suspiro de alivio.

-Y pensar que me sentiría a más de cien metros de distancia- murmuro Kain con una sonrisa en los labios. Su cuerpo poco a poco se estaba sanando de las quemaduras mientras su torso estaba desnudo. Entonces tomo el kunai con forma de tridente en su mano derecha y se lo llevo a los labios para darle un beso. Después tomo una profunda respiración, se sentó en posición de loto en la gruesa rama del árbol y comenzó a meditar. Al instante siguiente la energía natural se comenzó a reunir a su alrededor y a través de la técnica de Fortalecimiento Celestial, todas sus heridas se sanaron al instante.

Una vez que Kain se recuperó, abrió los ojos y junto sus manos como si estuviera rezando. Entonces él se concentró y la humedad del bosque se comenzó a condensar hasta formar cuerpos alargados y tubulares. Después de crear un centenar de cuerpos de agua, Kain entrelazo sus dedos forzando su mente a controlar los cientos de cuerpos y a darles la forma de hermosas serpientes de cristal.

Una vez que todas las serpientes estuvieron listas, Kain apuntó hacia donde se había ido la araña y dijo -vayan y avísenme a donde se dirige. No podemos dejar que un enemigo así luche contra Konoha-

Las serpientes sisearon y reptaron por las ramas hasta llegar al tronco del árbol y después descender. Kain se quedó mirando como los cuerpos acuosos bajaban del árbol y se dispersaban formando el ángulo de un abanico con tal de cubrir la mayor cantidad de terreno posible.

-Una invocación bastante molesta ¿eh?- dijo Kain con una sonrisa. Era cierto, las arañas eran una cosa molesta, letales al largo alcance con sus cientos de insectos explosivos. Sus patas filosas podrían funcionar como armas al corto alcance, sin contar con su percepción.

Kain en un principio se había movido a ciento veinte metros de distancia, pero aun así la araña lo percibió. Así que volvió a ocupar su kunai con forma de tridente para moverse ochenta metros más allá. De lo contrario, hubiera sido encontrado, perseguido y cazado. Entonces hubieran jugado hasta cansarse y a lo mejor, Kain jamás hubiera sabido la identidad del atacante. No obstante, al matar a las otras dos arañas y "suicidarse", la otra parte debe haber pensado que todo se perdió y tomo su cuerpo como premio de consuelo.

Una vez que las serpientes alcanzaron a la araña, Kain se puso de pie y comenzó a moverse de árbol en árbol. No le preocupaba que las serpientes fueran vistas por la araña, después de todo, ningún animal o insecto era capaz de diferenciar la naturaleza de sus serpientes y solo las veían como agua común y corriente.

<<¿De qué están hechas tus serpientes, Kain?- le pregunto Shiori una vez -mis insectos no las logran clasificar como un enemigo o amigo. Son raras>>

Kain se desplazaba de árbol en árbol mientras recordaba la pregunta de Shiori. Incluso si él le explico a Shiori lo que era la energía natural, ella jamás supo diferenciarla de los elementos y le dijo que era imposible que un humano, animal o insecto pudiera ocupar esa energía. Ella incluso se enojó con Kain, pensando que él al igual que otras veces, se estaba burlando de ella.

Kain se detuvo en la copa de un árbol y cerró los ojos mientras cruzaba las imágenes trasmitidas por sus serpientes de agua. Había una montaña en el límite de la nación del Fuego, Los Pastizales y Las Cascadas, donde había una cueva custodiada por un centenar de shinobis.

Kain abrió sus ojos, activo su sharingan hasta el tercer tomoe y se subió a la copa del árbol. Desde ahí, de pie con el torso desnudo y el viento meciendo su vibrante cabello blanco, miró a la distancia y vio a los shinobis. Todos llevaban el chaleco táctico de Iwagakure y se veían bastante preocupados. Kain movió su vista a unos trecientos metros de su posición actual y vio a la araña con su enorme trasero oscuro con una mancha roja similar a la forma de una calavera derritiéndose, dirigirse en la dirección de los shinobis.

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