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Mundo Shinobi - Un comienzo difícil - capítulo 13

Para Naoko Uchiha el invierno siempre fue una época triste. Más allá del frio causado por la nieve, fue porque no podía salir a tomar el sol y escuchar a las aves cantar. Como persona sin el importante sentido de la vista, su única diversión era escuchar a las aves. Así que cuando era pequeña le gustaba imitarlas y cantar. Con el paso de los años se destacó llegando a ser elogiada por todo aquel que la escuchara. De paso, ella hacia feliz a su madre y ella también era feliz. Cantar era algo alegre, que le permitía transmitir en simples palabras el calor del sol, la humedad del agua y el sabor dulce de una fruta madura. Cantar era sentir y nadie siente más que una persona que está obligada a escuchar, oler y tocar. El canto lleno de corazón de Naoko Uchiha y gracias a eso, muchas personas quisieron obtenerla para ellos. No obstante, lo que ellos buscaban era tener un pajarito que cantara cada vez que ellos quisieran, no una esposa ni un amor. Alguien que sea fácil de usar y de mandar, así que esas personas de dudosas pretensiones, nunca alcanzaron a Naoko. Para eso estaba su madre, una mujer que podía ser un manantial de agua tibia, pero también, una lanza de hielo mortal.

Cuando esa gente fue alejada por Naori, Naoko no se sintió ni un poco mal, ya que podía sentir sus malas intenciones. Cuando era niña se cayó a una charca de barro por un pequeño descuido. El hecho es que cuando tenía a esa gente a su alrededor se sentía igual, sucia e incómoda. Así que estar lejos de los aduladores la hizo feliz. Naoko siguió su vida con su madre, cantando a través de todas las estaciones. Sobre todo, en invierno, ya que Naoko sentía que era en la época en donde más se necesitaba el calor del sol. Este último estaba oculto por las gruesas nubes de los cielos, pero Naoko lo traía como un cálido sentimiento al corazón.

Naoko sentía muchas cosas y las transmitía a los que la rodeaban, sobre todo el frescor de la primavera y el calor del verano. Había personas agradables como Mito Uzumaki que eran como el potente verano o personas como Hashirama que eran tan refrescantes como la primavera. Y otras como Madara Uchiha que eran como el invierno. Su propia madre decía que nunca se mostrara descortés con el líder del clan y si él le pedía algo, ella tenía que dar gran "Sí". No obstante, cuando Naoko Uchiha conoció a Madara Uchiha, este se presentó en su patio para escucharla cantar.

Naoko estaba cantando sobre el flujo de las aguas en primavera y el alegre sol que bendecía al mundo. En eso llego un misterioso visitante, por su presencia, Naoko podía decir que estaba parado sobre la verja que separaba su casa con la del vecino. Ella supuso que a lo mejor era el niño de al lado, un pequeño de diez años que acostumbraba a encaramarse en la verja y escucharla cantar. Así que Naoko compuso una amable sonrisa y siguió cantando. Pasaron unos veinte minutos y Naoko termino de cantar. No obstante, en vez de escuchar los aplausos de su pequeño vecino, solo quedo el silencio. Entonces Naoko ladeo su cabeza algo confundida y dirigió su oído en la dirección en la que debería estar la otra persona, pero solo escucho un gran silencio.

Naoko se asustó y se puso incomoda, así que comenzó a caminar de vuelta al interior de su casa. Estaba acostumbrada a hacer el mismo camino todos los días, así que no se perdió en ningún momento. Un camino de gravilla serpenteaba alrededor del patio, después venia una escalinata de cinco peldaños y por último un pasillo de madera que bordeaba las habitaciones por fuera. Sin embargo, cuando ella llego al tercer escalón, trastabillo y casi se cayó de cara. Ella estiro sus manos para cocarlas de frente y soportar el impacto, pero este nunca llego. Alguien, tan firme como las duras vigas que soportaban su casa, la retuvo de que se cayera.

-Lo siento- dijo Naoko, sintió las manos de la otra persona sujetándola de frente por las muñecas. El tacto era duro como el metal y frio como el hielo. No parecía haber ningún tipo de calor en la persona que la sujeto, ni por fuera ni por dentro. Era como si fuera el invierno en persona, lejano, frio e inerte.

Al mismo tiempo Naori Uchiha abrió la puerta corredera de su habitación y vio a dos personas en una posición que casi sería un abrazo. Si hubiera sido un cualquier, ella lo hubiera golpeado hasta cansarse, pero como era el líder de su clan, solo salió de su habitación y se postro delante de él.

-A sido un tiempo, Madara-sama- dijo Naori en un tono respetuoso

-A sido un tiempo, Naori- respondió Madara en un tono frio e indiferente, que, de solo escucharlo, Naoko tirito como si fuera una ráfaga de viento invernal. Madara admiro a la joven de hermosa apariencia y la soltó -lo siento- dijo

Naoko negó con su cabeza y acercó sus manos a su pecho para sentir el calor de estar vivo. Era como si Madara estuviera muerto o lo más cercanos a ello. Ella agacho la cabeza y se froto las muñecas con las manos para que estas entraran en calor.

-Lo siento, señor. Perdone mi insolencia- dijo Naoko, postrándose en los escalones y quedando a los pies de Madara. Este último solo negó y despareció en un rápido movimiento.

Naori levantó la cabeza y observo los alrededores hasta estar segura de que se había ido. Entonces ella se puso de pie y fue a ver a su hija -¿Te dijo algo, Madara-sama?- pregunto mientras la tomaba de la muñeca y la ayudaba a ponerse de pie.

-Nada, oka-sama- respondió Naoko -solo escucho mis canciones y me miró en silencio. Yo me asuste porque no sabía quién era. Así que camine y casi me caí-

Naori asintió en un gesto lento y meditativo -si sientes a Madara-sama otra vez, canta para él. Si hay alguien que necesita el calor de tus canciones, es él-

-Sí, oka-sama- respondió Naoko en un tono respetuoso, todavía podía sentir el frio en sus muñecas tan intenso como el propio hielo. ¿Qué clase de persona emitía ese aire inerte? ¿Estaba muerto en vida?

Naoko recordaba su primer encuentro con Madara mientras peinaba los delicados cabellos del amor de su vida. El pequeño Kain estaba acostado sobre una frazada que habían extendido sobre el pasto del patio. Naoko se sentó sobre la frazada y lo invito a recostar su cabeza sobre su regazo.

Ese día de primavera el clima estaba agradable, ni cálido ni frio. Solo pasaron unos segundos desde que Kain había apoyado su cabeza sobre el regazo y cerró los ojos para quedarse dormido. Naoko podía escuchar la suave respiración, al mismo tiempo que le pasaba los dedos por las suaves mejillas. Era una sensación suave como la seda y blanda como un malvavisco. Ella sonrió pensando en lo relajado que debe estar el pequeño Kain y levantó su rostro al cielo. Un árbol los protegía del sol, pero a través de sus hojas pasaban los haz de luz. Naoko los podía sentir cálidos sobre su rostro, al mismo tiempo que corría una suave brisa.

Mientras ella disfrutaba de peinar con su mano el cabello de Kain, por alguna razón recordó ese encuentro y sonrió pensando que por fuera Madara era el invierno, pero por dentro era cálido como el verano. ¿Qué confusión? Pensó sonriendo. Lo mismo le pasaba con Kain, Naori le había dicho que el niño tenía el cabello blanco y los ojos azules, diferente de cualquier Uchiha. Los mestizos como Naori tenían el cabello lila en su juventud, otros rojo o rubio, pero por lo general, los Uchihas deberían tener el cabello negro como Naoko. No obstante, por mucho que su madre le dijera que Kain tenía el pelo blanco, Naoko no lo entendía. Lo que si entendía era que Kain llevaba puesto el color de la felicidad. Al menos, para Naoko así lo era. Se sentía tan feliz teniéndolo aquí a su lado.

Durante toda la primavera Madara continuo viniendo a diario a escuchar a Naoko. Como siempre, él se paraba en lo alto de la verja, sentado en el techo o de pie sobre un árbol y escuchaba en silencio, emanando ese aire distante y glaciar. Naoko lo podía sentir como si tuviera un pilar de hielo a su alrededor. Tanto era el frio que a veces vestía un kimono un poco más grueso de lo común. Él siguió viniendo, ella cantando, hasta que de repente dejo de venir un día. Era mediados de verano, así que Naoko se ponía bajo el techo del pasillo para cantar. No obstante, por alguna razón no canto ese día, incluso vino su pequeño vecino a preguntarle por qué no cantaba. A lo que ella respondía sin entender su corazón, que estaba esperando a alguien. El niño no perdió su tiempo y se fue a jugar.

Sin embargo, Naoko dejo de cantar desde ese día en adelante y un mes después hubo un gran revuelo. El clan Uchiha se iba a unir al clan Senju para formar una gran aldea. Su madre lo encontró escandaloso, pero como fue algo decidido por Madara Uchiha no lo cuestiono. La verdad, es que fuera de los viejos guerreros de vocación como Naori Uchiha, nadie más estaba en contra. Todos los jóvenes Uchihas (considerando desde los cuarenta años hacia abajo) estaban cansados de los constantes años de guerra. El hecho es que todos tuvieron que dejar sus tierras y viajar hasta un denso bosque en donde formaron un gran grupo llamado Konoha.

Dentro del clan hubo un pequeño escándalo. La casa de Naori y Naoko fue mandada a pedir por el mismo Madara Uchiha. Las jóvenes del clan mostraron su animosidad y los viejos hablaron a sus espaldas diciendo que por fin el jefe del clan tendría un heredero. No obstante, fuera de todas las habladurías, pasaron los años y ese heredero nunca llego.

Naori siguió cantando mientras Madara la escuchaba en silencio para no incomodarla. En esa época la aldea comenzó a tomar forma, así que Naori llevaba a Naoko a caminar por las calles de Konoha. Naoko con su belleza natural llamaba la atención de todos los hombres, mientras que causaba el desagrado del resto de las mujeres. La juventud trae imprudencias, así que una joven descendiente del clan Senju fue a increpar a Naori por andar exhibiendo a esa "perra".

-¿Cómo dijiste mocosa imprudente?- pregunto Naori furiosa, apretó el agarre que llevaba sobre la mano de Naoko y activo su mangekyo sharingan. Desde ese segundo, todos alrededor supieron que habían molestado a la persona equivocada. La blasfema pupila en forma de hoja de cerezo emitía un brillo ígneo y amenazante. La joven Senju dio dos pasos hacia atrás, mientras que el resto de las personas que circulaban por la calle se hicieron aún lado.

-Está bien, oka-sama- dijo Naoko -la niña no tiene la culpa, solo debe pedir disculpas-

La joven de no más de quince años, cambió su actitud de una temerosa a una altanera -Senju jamás le pedirá disculpas a un Uchiha, prefiero morir- dijo

-Que así sea- dijo Naori con una mirada fría, iba a soltar la mano que llevaba puesta en la bolsa de las compras para sacar un kunai. No obstante, en ese momento llegaron cinco shinobis que conformaban la fuerza de elite de la aldea, los cuales rodearon a Naori y Naoko. Los lideraba un hombre de cabello ceniciento y cicatrices en su rostro; dos en cada pómulo como si fueran cortes hechos por una garra y uno más en el mentón. De rostro frio y mirada intelectual.

-Esta no es tu jurisdicción Naori Uchiha, no te tomes atributos que no te corresponden- dijo Tobirama Senju, hermano de Hashirama, hokage de Konoha.

-Naori-sama para ti, mocoso Senju- respondió Naori en un tono estricto -no sé cómo te habrá educado tú estúpido padre Senju, pero por respeto a la antigüedad uno debe agregar honorifico-

Tobirama frunció el ceño al escuchar cómo se refería la anciana a su padre. Diferente de su hermano, Tobirama no pensó quien estaba en el error. Solo sabía que la joven era descendiente Senju y la anciana era Uchiha. Así lo crio su padre y con su intelecto encontró muchas razones más para aborrecer a los Uchiha. Su increíble talento para el combate era una molestia que solo pudo compensar con un intelecto superior. Además de su tendencia a enloquecer cuando moría un ser querido. Para Tobirama, los Uchihas eran la esencia de todo lo que estaba mal en este mundo. Sobre todo ese gran orgullo como los mejores guerreros. Gracias a ellos, su hermano agacho la cabeza y tuvo que dispersar a su clan para demostrar humildad. De lo contrario, este lugar llamado Konoha, nunca hubiera existido.

Tobirama nunca miró a la anciana al ojo, sería una muerte segura. Por otro lado, su mente no estaba puesta en razonar con la anciana, ella era Uchiha, ella era el enemigo. Así que estiro su mano a la mochila que llevaba en la espalda, a la altura de la cadera. Trato de sacar el kunai especial que tenía guardado, pero sus dedos quedaron congelados al siguiente momento.

-Uchiha y Senju han hecho un pacto de paz ¿Lo piensas romper después de todos los sacrificios que hemos hecho?- pregunto una voz fría a sus espaldas. Un hombre alto, de largo cabello negro punzante y ojos rojos como el fulgor del infierno estaba a sus espaldas. Tobirama trato de activar su habilidad recién adquirida para trasladarse fuera de su alcance, pero un clon apareció delante suyo y lo apunto a la cara con un kunai.

-Vete y llévate a los tuyos- dijo Madara Uchiha mientras su clon bajaba el kunai lentamente.

-Esto no terminara así- respondió Tobirama

-Ojala fueras como tu hermano-

Tobirama se volteó para mirarlo, pero al final tuvo que desviar su mirada. El mangekyo estaba activo, la lógica le decía que no tenía ninguna posibilidad. La anciana y Madara serían una fuerza que solo con la ayuda de su hermano podría enfrentar. No obstante, y para su sorpresa, Madara cerro sus parpados y los volvió abrir mostrando unos ojos negros como dos aceitunas. Había desactivado su mangekyo, pensó Tobirama.

Por su parte, Madara camino hasta donde estaban Naori y Naoko. Él se detuvo delante de Naori y estiro su mano para pedirle la bolsa de las compras. La anciana levantó la ceja derecha en confusión, pero Madara insistió con su mano, pidiéndole la bolsa. Naori de algún modo pudo leer las intenciones y le entrego la bolsa. Entonces caminaron a lo largo del camino, con un sentimiento incomodo ante el silencio de Madara. No obstante, alguien que sonrió fue Naoko Uchiha. Su sonrisa fue tan pura y dulce que llamo la atención de todas las personas que estaban en su camino.

Una vez que llegaron a su casa, Madara le entrego la bolsa a Naori y se retiró sin decir palabra. Naori lo miró durante un rato hasta que desapareció en una esquina y después miró a su hija. Ella como siempre, tenía los ojos cerrados y una expresión tranquila. Sin embargo, por alguna razón tenía una pequeña sonrisa en los labios que le producía cierta inquietud. Naori tomo una profunda respiración preocupada de lo que pudiera pasar a futuro, pero lo dejo al destino. Lo que será, no puede ser evitado, porque mientras más luchamos contra el destino, más nos acercamos a este. Al menos, así lo pensó Naori.

Una semana más tarde, Madara Uchiha se presentó en la puerta de la casa de Naori. Sin embargo, diferente de otras veces en que solo escuchaba a Naoko cantar a escondidas, decidió pedirle permiso a Naori y sentarse a escucharla cantar. Entonces, una vez más se extendieron los rumores como un voraz incendio dentro del clan. No obstante, durante los siguientes dos meses no hubieron novedades. Al final, esto desanimo a los ancianos que deseaban un heredero y dejaron de pensar en las posibilidades.

Por otro lado, Madara iba unas cuantas veces a la semana a ver a Naoko Uchiha. Siempre por la tarde, cuando el sol descendía y la sobra los protegía de los inclementes rayos de luz. Sin embargo y para sorpresa de Naori, uno de esos días, Madara trajo a alguien más. Fue un hombre de amplia sonrisa y cabello oscuro casi tan largo como el propio Madara. No obstante, su actitud era un mundo aparte. La sonrisa siempre estaba en su boca, vestido de blanco y con un sombrero en el cual, tenía escrito los caracteres de la palabra "Kage".

Naori quedo con la mandíbula abierta. No sabía si enojarse o asombrarse, ya que dentro de todo este hombre era un Senju, pero de todos sus viejos rivales, este era el único que le agradaba.

-Buenas tardes, oba-chan- dijo Hashirama al lado de Madara. Uno tenía una mirada indiferente y el otro era todo sonrisas.

-Lo siento, Naori. Traje a este tipo porque me insistió en escuchar a Naoko- dijo Madara

-Jajaja, si alguien puede captar la atención de Madara, de seguro no es cualquier persona-

-No digas estupideces- respondió Madara cruzando los brazos.

-Pase- respondió Naori después de salir de su asombro -no se preocupe, mientras usted respete mi casa y mi familia, usted es bienvenido-

-Por supuesto- dijo Hashirama haciendo una reverencia acompañada de una gran sonrisa. Entonces cruzo la puerta de entrada diciendo "lamento las molestias", muy diferente de Madara quien entro como si estuviera en su casa. Este último miraba a su amigo como entre cansado y molesto, pero se hizo el ánimo y lo condujo por un pasillo hasta el patio trasero. Naori los miró avanzar por el pasillo y negó.

-Uchiha y Senju ¿Quién lo hubiera esperado? Seguro que el destino tiene giros demasiado locos e inesperados- dijo la anciana en un murmullo. Negó otras vez y se dirigió a la cocina a preparar algo para los invitados.

Por otro lado, Naoko estaba sentada al borde del pasillo. Ella escuchaba el sonido del viento y de los pájaros mientras esperaba a Madara para cantar. No obstante, cuando este se presentó con otra persona, no supo que decir.

-Este tipo se llama Hashirama Senju, no te preocupes, es diferente del otro idiota- dijo Madara en un tono indiferente.

-Mucho gusto, mucho gusto- dijo Hashirama soltando una risotada y mirando de soslayo a Madara. Él le dirigía miradas picaras a su amigo como si lo hubiera pillado con las manos en la masa. Para Hashirama, Naoko fue una gran sorpresa, no solo porque atrapo el interés de su amigo que lo único que tenía en mente era el camino del guerrero, sino que su belleza no tenía igual. No obstante, a pesar de que Naoko era una adulta, no le extraño que todavía no estuviera casada. La anciana que los recibió en la entrada era un dragón en piel humana. Terrible en el campo de batalla y dominante en medio de la lucha. Seguirle el ritmo en aquellos años de juventud fue toda una hazaña.

-¿Usted es el hokage?- pregunto Naoko con una pequeña voz, a lo que Hashirama respondió riéndose, como si su título no tuviera ninguna relevancia. No obstante, Naoko había sido criada por Naori, cuya etiqueta siempre estaba por delante de todo. Así que Naoko se arrodillo delante de Hashirama y le dijo -perdone mi falta de respeto, esta humilde tiene por nombre Naoko-

Hashirama dejo reírse y miró un tanto confundido a Madara. Este último levantó los hombros sin darle mucha importancia y añadió -por eso te dije que sería mejor mirar desde fuera-

Hashirama asintió y entendió mejor en qué estado estaba la relación. Él ayudo a Naoko a ponerse en pie y le dijo que lo tratara como un amigo. A lo que Madara resoplo con fastidio -No te preocupes Naoko, tu solo canta. Este tipo viene a escucharte-

Naoko asintió con una pequeña sonrisa que suavizo la expresión de Madara y canto.

Madara y Hashirama se quedaron de pie escuchando como Naoko cantaba, relajados por la agradable voz y cautivados por su belleza. Después ellos se sentaron en el borde del pasillo mientras Naori llegaba con una bandeja con tazas y una tetera con té verde. Pasaron durante una hora escuchando a Naoko, dejando que sus té se enfriaran, hasta que Naoko se cansó y pidió un descanso. Entonces Hashirama aplaudió con todas sus fuerzas e hizo sonrojarse a Naoko. No obstante, por incomodarla, Madara le dio un coscorrón y comenzó una pequeña discusión.

Al final de dos horas, Hashirama se preparó para volver a su trabajo -muchas gracias, Naoko-chan, ha sido un canto muy lindo. Ahora entiendo porque este tipo hablo de ti-

Naoko se puso colorada al escuchar esas palabras, mientras Madara le daba otro coscorrón a su amigo y le decía -diciendo lo que no corresponde. Ve a hacer tu trabajo-

Hashirama solo sonrió y se fue después de despedirse de Naori y Naoko.

-Aquí estabas- dijo Mito, sacando a Naoko de sus recuerdos.

-Mito, solo estaba descansando con Kain- dijo Naoko mientras le pasaba la punta de sus dedos por las mejillas. El niño dormía con total calma.

Mito camino hasta donde estaba la frazada y se sentó al lado de Naoko -yo creo que solo lo querías monopolizar- dijo -es muy bonito cuando está durmiendo-

-Así es- respondió Naoko, acostumbrada a que la gente dijera cosas sin preocuparse de que ella era ciega.

Por su parte, Mito se dio cuenta de lo que dijo y se tapó la boca -lo siento- dijo algo incomoda

Sin embargo, Naoko no se enojó y negó con una sonrisa -para mi es un pequeño sol- dijo -me da alivio y calor-

Mito asintió mientras miraba al pequeño cabeza blanca, con sus labios un tanto estirados hacia adelante, formando un puchero. Ella le picoteo las mejillas con el dedo índice y este reacciono moviendo su mano para quitarse el malestar.

-No lo molestes- dijo Naoko con un rostro solemne

A lo que Mito, pensó que de seguro un hijo es el talón de Aquiles de toda madre. Naoko jamás se enoja, salvo cuando Mito es demasiado dura con Kain.

-¿En qué piensas?- pregunto Mito, al mismo tiempo que escuchaba trinar a un pajarito.

-En nada importante, solo disfruto mi tiempo con Kain-

-Te veías absorta en algo, mucho más que en las mejillas de este cerdito-

Naoko sonrió y le paso la yema del dedo pulgar por las suaves mejillas -estaba pensando en el pasado- dijo

Mito asintió y se quedó mirando a los árboles de los alrededores -si te soy sincera, no esperaba que alguien como tu pudiera superar sus defensas- dijo

-¿Por qué?-

-Porque él era la guerra-

Naoko ladeo la cabeza en una expresión confundida. Le parecía tan extraño que dijeran eso, ella nunca conoció ese lado de Madara. Solo conoció a un hombre que necesitaba calor humano, alguien que era como un náufrago a la deriva. Era tan frio como un tempano de hielo cuando se conocieron, pero cuando él se fue, era tan cálido como el sol. Creía en algo y se fue con la intención de encontrarlo. No sabe que hayo, pero de seguro era la confianza para luchar una última vez.

Esa noche, antes de que él se fuera, los dos estuvieron conversando hasta altas horas de la noche. Para esas alturas, ya dormían en un mismo futón y ella conocía sus penas y aflicciones. Todo el mundo creía que Madara Uchiha era un hombre sin corazón, la guerra en persona dijo Mito, pero para Naoko, Madara Uchiha era un hombre que amaba con todas sus fuerzas. Él era el gran guerrero que solo el dios shinobi pudo vencer, pero para Naoko era el hombre que después de muchos años de haber perdido a su hermano menor, lo seguía llorando. Él era alguien que velaba por su clan, a pesar de que muchos de ellos lo abandonaron cuando el propuso dejar Konoha. Él era la persona que le dio lo más hermoso en la vida.

-Madara-sama debería seguir a su corazón- dijo Naoko en medio de la noche, mientras Madara la abrazaba.

-Imprudente- dijo Madara -si sigo mi corazón, tú sufrirás. Deberías ser más egoísta, como las mujeres en los poemas y pedirme que me quede y me olvide de todo-

-Madara-sama ya me ha dado tanto, no podría ser egoísta. Si Madara-sama…Si Madara-sama quiere hacer algo, debe seguir su corazón. Siempre ha hecho las cosas por los demás. Hizo esta aldea pensando en el clan y decidió unir fuerzas con Hashirama-sama para que las futuras generaciones pudieran decidir su destino. Madara-sama piensa en los demás, pero se niega a sí mismo. Por una vez, debería seguir a su corazón y dejar de seguir los deseos de los demás-

-Tonta- dijo Madara, para después besarla y continuar haciendo el amor.

A la mañana siguiente, Naoko no encontró a Madara en el futon y supo que él siguió a su corazón. Entonces ella lloro como nunca antes en la vida mientras se acariciaba su vientre, pensando en dónde andará él. Si le dijeran que mato mucha gente en su enfrentamiento final con Hashirama, lo creería. Ya que ella supo que él era un guerrero como su madre, devoto a la práctica constante y la perfección del camino. Sin embargo, por sobre todas las cosas, él era alguien que buscaba hallarle sentido a este mundo. ¿Por qué luchamos? Fue la pregunta en su mente, siempre lo escucho murmurar lo mismo ¿Cuál es la razón de toda esta pena? ¿Hubo alguna razón de importancia desde el principio? Naoko nunca lo sabrá, pero lo que sí sabe es que nadie ama más que un Uchiha, como siempre le dijo su madre.

-¿Por qué lloras?- le pregunto Mito acercando un pañuelo y limpiándole las lágrimas.

Naoko solo sonrió y negó en un gesto suave. Entonces paso su mano derecha peinando el suave cabello de Kain y sintiendo que estaba feliz a pesar de todas las perdidas. Eso era lo importante, ser feliz, se dijo en su mente. Entonces se agacho y beso a Kain en su frente.

No sé si han dado cuenta, pero la generación anterior no ve a Madara como un monstruo o alguien malo. Solo como un guerrero que lucho una guerra persona (exceptuando a Tobirama).

La percepción de las generaciones cambia.

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