Una joven sirvienta elfa iba caminando por las calles de Orario mirando hacia ambos lados de la calle con la esperanza de encontrar a su maestro, un elfo aún más joven que ella. Se suponía que hoy su maestro tendría clases de política con la institutriz, pero cansado de las aburridas charlas, huyo de las clases. No es que sea la primera vez que lo hace en los dos años de estudio, pero ya se está convirtiendo en un problema serió para su crecimiento. Por su parte, la joven sirvienta elfa desea darle todo lo bueno de este mundo, preservar su sonrisa y si puede, evitar que su joven maestro se vuelva rey. Ella cree que es una carga demasiado grande para un corazón tan puro.
Esta sirvienta es Ryu, la elfa rubia que hace dos años fue encontrada en los suburbios de Orario, media desnutrida, medio muerta. Según le contó ella a su maestro, se fue de casa porque le daba vergüenza la forma poco digna en la que se comportaban sus padres. El joven Elrond no la entendió y lo único que le preguntó al final de la conversación es que si tenía un lugar para vivir. A lo que Ryu solo pudo suspirar y de forma involuntaria peinarle los sedosos cabellos esmeraldas, como si fuera lo más precioso en el mundo. Él era demasiado bueno para este mundo, pensó. Así que para proteger esa tierna sonrisa, se convirtió en su sirvienta personal.
Hoy, era uno de esos días en los que su joven maestro no quería estudiar. No es que fuera flojo o poco intelectual, lo que pasaba, es que no le gustaba la política ni la economía. Para un corazón tan puro y sincero, era un poco triste tener que clasificar a la gente, dar a algunos y restar a otros. Por lo tanto, Ekaterina hizo la vista gorda como si él no se hubiera escapado y Ryu la apoyaría encontrando al pequeño elfo. Por otro lado, cada día se volvía más difícil encontrarlo, ya que con sus poderes naturales, la misma naturaleza cubría sus huellas y lo arropaba entre sus ramas. No obstante, su fiel amigo, un golden retriever adulto, casi siempre lo delataba. Como por ejemplo, ahora, que desde un arbusto sobre salía una larga cola peluda y dorada. A lo mejor, si hubiera estado quieto nadie lo hubiera notado, pero como andaba jugando con Elrond, ponpon batía su cola sin parar.
Ryu sonrió y camino hasta ganarse al frente de un arbusto y dijo en un gran tono -joven maestro, salga por favor, lady Ekaterina lo está esperando-
En cuanto escucho el discurso, el arbusto tirito y el golden comenzó a dejar salir un gemido lastimero, como si lo fueran a castigar por andar jugando. Ryu se acercó al arbusto, movió las ramas y en la base, sobre la tierra, encontró a su joven maestro durmiendo. Su fino cabello esmeralda caía por los lados de su rostro enmarcando sus finas facciones, mientras que la tierra café y suave, acomodaba su cuerpo. Por otro lado, su rostro reflejaba un sentimiento de plenitud, como si estuviera en el mejor lugar del mundo. Mientras Ryu lo miraba, sintió que el propio arbusto trataba de cerrar su ramas para que no lo importunara. Entonces, ella sonrió y se dijo en su mente (de seguro la naturaleza lo ama).
-Joven maestro- dijo Ryu con una cándida sonrisa -joven maestro, despiértese o le diré a su padre que se saltó las clases de lady Ekaterina-
Elrond comenzó a bostezar y frunció su rostro, ya que gracias a Ryu, las ramas que lo protegían del sol, ya no estaban en su lugar. Ahora el sol le daba de lleno en los ojos, casi dejándolo ciego por su poderosa luz. Elrond abrió muy poco los ojos y diviso a Ryu sobre el arbusto, entonces sonrió y le dijo -hoy te demoraste más en encontrarme-
-Maestro- insistió Ryu -levántese por favor, si su padre y su madre lo vieran, de seguro lo regañarían-
-Está bien, está bien, no tienes que recordármelo-
Elrond se puso de pie, quedando por detrás del arbusto y Ryu soltó las ramas mientras lo esperaba que saliera de la cobertura. Elrond atravesó el arbusto y después lo acaricio como si fuera ponpon.
-Muchas gracias amigo- dijo -fuiste un gran alivio a mi cansancio-
Cualquiera pensaría que el joven Elrond de siete años se le había zafado un tornillo por hablarle así a la planta, pero cuando el arbusto tirito, hasta Ryu abrió los ojos grandes del asombro. No era primera vez que lo veía, pero siempre era impactante ver como las plantas escuchaban a su joven maestro.
-Vamos Ryu- dijo Elrond, dándole la espalda al arbusto y tomándola de la mano. Por su parte, Ryu asintió con suavidad y lo condujo por las calles de Orario mientras ponpon iba a su cola.
-¿Eka está enojada?- preguntó Elrond
-Usted sabe que no, pero ella espera que usted se tome más en serio sus clases- respondió Ryu
-¿Mas en serio?- se preguntó Elrond en un murmullo, sus ojos parecían cansados y gesticulo una sonrisa incomoda. A pesar de que solo tenía siete años entendía perfectamente a que se refería. Su padre y su madre le dijeron que estaría haciendo por los próximos diez años. De primeras no lo entendió, pero una vez que comenzó a estudiar, se dio cuenta de lo que significaba. Sin aventuras, sin libertad, solo estudio y muy poco tiempo para divertirse. Si tiene suerte, su hermano Marcus o las otras niñas elfas lo vienen a ver. De lo contrario, pasa todo el día estudiando y aprendiendo cosas. No va a mentir, algunas cosas son interesantes, otras asombrosas, pero otras son oscuras y mezquinas, esas en especial no le gustan ¿Por qué deberían? Solo reflejan lo mezquino que son los elfos y la humanidad en sí misma ¿Acaso él puede hacer algo para mejorar como está el mundo?. Después de pensarlo un poco más, pensó que debería tomarse en serió convertirse en rey, como le dijo su madre, pero también quiere aventuras, conversar con las plantas, conocer otro lugares y aprender lo que se le dé la gana. Ser rey está bien, pero ser como su padre es mejor. Él va a donde quiere, conoce a todo el mundo y aprende un montón de cosas, siempre hace lo que se le da la gana y dirige su vida sin preguntarle a nadie. Al menos, así lo ve Elrond.
-Ryu ¿Por qué tengo que aprender esas cosas?- pregunto Elrond
Ryu hizo una sonrisa incomoda y le respondió con franqueza -no lo sé, joven maestro, yo solo soy una pueblerina, no conozco nada al respecto, pero puedo decirle que su padre y su madre lo aman. Así que nunca le pediran nada que lo lastime o lo aparte del buen camino. No se preocupe, joven maestro, Ryu siempre lo apoyara-
-¿Cómo una sirvienta?- preguntó Elrond aún más cabizbajo
-Sí- respondió con duda, Ryu sintió pena por no poder expresar su buena voluntad, pero no era su lugar hacer esas aseveraciones.
-Me gustaría que me apoyaras como una amiga, papá dice que es importante tener gente de confianza que te diga si la estas cagando-
-¡joven maestro! No diga esas palabras obscenas-
Elrond sonrió como si hubiera hecho una travesura y levantó su rostro para responder -papá lo puso en esas palabras, solo te lo trasmito tal cual-
-En ese caso, hablare con la señora-
Elrond solo sonrió, pero su rostro se volvió serio y le dijo mientras miraba el camino -necesito un amigo Ryu ¿Serás mi amiga?-
-Ryu está más que alagada por las palabras del joven maestro, pero no soy digna de tal confianza-
-¿Y quién si lo es?-
-Eso, eso…-
-Para mí eres suficiente digna, Ryu, se mi amiga, por favor-
Ryu miró al joven Elrond y notó que tenía un rostro solitario, como si nadie en el mundo lo pudiera mirar, a pesar de que caminaba entre una multitud, a pesar de que ella lo llevaba de la mano, a pesar de que el perro peludo lo seguía a todos lados como si fuera su sombra, a pesar de que en casa lo esperaba mucha gente que lo ama. Entonces Ryu se preguntó si está bien para ella estar cerca del joven y futuro monarca. No obstante, ese rostro bello, cargado de ternura y pureza se volvía frio a cada paso que daba y ella no contestaba. No podía congelar a su joven maestro, no podía dejarlo solo luchando contra las injusticias de este mundo. Un día, él cuidaría de los elfos, pero también necesitaba que alguien lo cuidara.
-Ryu será su amiga, joven maestro. Por otro lado, si la caga, estaré ahí para decirle lo que ha hecho mal y como remediarlo. Solo espero que no haya crecido demasiado como para ignorar las palabras de una mujer ignorante-
Elrond mostro una gran sonrisa y dijo muy feliz -mi padre dice que todos nacemos ignorantes, pero depende de nosotros no quedarnos así. Ryu estudiara conmigo y de esa manera sabrá en donde me equivoco-
Ryu sonrió, asintió y dijo -sí, así será-
Después de eso caminaron con un ánimo renovado. Comprando una que otra fruta por el camino y disfrutando de un día especialmente soleado, con una brisa cálida y el olor del verano en el aire. No obstante, el verano se volvió un poco frio una vez que llegaron a la entrada de la casa. Su padre estaba sentado en la escalinata que antecedía a la puerta de la casa. En ese momento afilaba una hermosa katana, cuyo brillo parecía cortar hasta la misma luz del sol. Pasaba con parsimonia una piedra afilar por la hoja, en un gesto tranquilo y metódico, como si cada movimiento fuera calculado y no llegara más allá de donde el maestro quería. Kain levantó la mirada al sentirlos al otro lado de la reja de barrotes blancos y moldeados en formas de enredaderas.
Por su parte, tanto Elrond como Ryu sintieron un frio que les calo hasta lo más hondo de su espíritu. Si no fueran conscientes de que hoy era verano y el sol estaba en su apogeo, hubieran creído que era el más crudo invierno.
-Entra, muchacho- dijo Kain mirándolo a los ojos, solo con los barrotes separándolos.
Elrond asintió con un gesto lento y estiro su mano para abrir la reja, pero en ese momento, Ryu puso su mano sobre la de él y lo detuvo. Elrond levanto su rostro como preguntándole que estaba haciendo y Ryu entendió que estaba fuera de lugar, no había necesidad de que se asustara. El elfo de cabellos blancos era el padre de su joven maestro, un hombre alto y fuerte qué por sobre todas las cosas de este mundo, amaba a su hijo. No obstante, su extraño comportamiento la inquietaba y esa fría mirada le decía que corriera por su vida.
-Entra, Elrond, no me hagas repetirlo- insistió Kain en un tono de voz fría
-Sí, señor- respondió Elrond y se quitó la mano de Ryu con su otra mano y abrió la reja. Entonces la puerta metálica se abrió dejando salir un leve chirrido y Kain quedo frente a frente de Elrond, solo separado por un par de metros.
Elrond entro con la cabeza gacha y ponpon lo imito en el gesto. Por su parte, Ryu se quedó en la puerta petrificada y sin capacidad de moverse mientras veía a su joven maestro ganarse enfrente de este monstruo que ocupaba la piel del verdadero padre.
-Me enteré de que huiste de nuevo ¿eso es cierto?- preguntó Kain. Elrond asintió en un gesto suave. No obstante, Kain insistió -¿he preguntado que si eso es cierto?-
-Sí, padre- contesto con una voz pequeña
-Señor- dijo Ryu, pero se calló en el momento en que Kain levantó la mano para detenerla.
-Esto es un asuntó entre mi hijo y yo, quédate al margen Ryu-
-Pero, señor, el joven maestro y yo, somos amigos- dijo Ryu empequeñeciendo su voz con cada palabra que decía -si lo va a regañar, yo también debo ser regañada-
Kain miró a Elrond a los ojos y este asintió con seriedad.
Entonces Kain le regalo una sonrisa carnívora y le dijo -eso hace las cosas más fáciles. Ahora dime ¿Por qué huyes de tus clases?-
-Porque, porque- dijo con fuerza, pero su voz poco a poco se apagó hasta transformarse en un suave susurro. No obstante, no estaba solo. Ryu camino hasta ganarse detrás de él y coloco sus manos sobre los hombros. Elrond levanto su rostro y miró hacia atrás para ver a Ryu sonreír con una expresión amable y sincera. Ella asintió y Elrond miró a su padre -porque es aburrido, porque me parece deplorable como el rey maneja la economía, me parece terrible que exista la aristocracia y hagan lo que se les dé la gana con los plebeyos. Me parece aún más terrible saber magia y no ayudar a otras personas, me parece horrible que teniendo tantas riquezas, la gente no ayude a sus pares-
Kain boto su seriedad y sonrió con dulzura, estiro sus manos hacia adelante y abrazo a Elrond con todo el cariño que había en su corazón. Él era como la mujer que más amo en todas sus vidas, alguien desinteresada y amable. Temía por él con todas las fuerzas de su corazón, temía que fuera destruido por un mundo implacable y traicionero. Por su parte, Elrond solo se dejó cobijar por los brazos y el amplio pecho de su padre. Era un calor tan especial, que sentía que nada en el mundo lo podía igualar.
-Elrond, hijo mío- dijo Kain con voz suave y débil, como si estuviera a punto de ponerse a llorar -el mundo es un lugar duro, frio y terrible. Si quieres cambiarlo para mejor, necesitas el conocimiento y después la fuerza. No puedes cambiar las cosas de un día para otro, pero puedes irlo mejorando progresivamente. Entonces, algún día, ese mundo que tu corazón añora será realidad, por ahora, lo único que te puedo pedir es que te fortalezcas-
-Sí, padre- dijo Elrond de forma resuelta.
-Bien- dijo Kain y aparto a su hijo, este último lo miró asombrado, ya que su padre tenía grandes lágrimas en los ojos. No obstante, antes de que pudiera preguntarle algo, Kain continuo -toma, muchacho- y puso la katana que estaba afilando en una vaina y se la entrego -esto es para ti, a partir de hoy iras al calabozo y aprenderás cuán importante es la fuerza-
-Señor- dijo Ryu asustada, sus manos se habían tensado sobre los hombros de Elrond -eso es-
Kain le dio una mirada sería y le dijo -si eres su amiga, lo acompañaras en esta empresa. No me decepciones Ryu, si lo mimas, jamás crecerá. Eres mayor que Elrond, debes entender cuán importante es la fuerza ¿Cierto?-
Ryu agacho la mirada y recordó a su familia en el bosque de Ryumilua y la manera lamentable en la que vivían por no tener la fuerza, incluso encontrando justo, lo injusto y digno, lo humillante.
Kain miró a Elrond y le preguntó -¿Entendido?-
Elrond asintió con seriedad y Kain asintió con una sonrisa, después le beso la frente y le dijo -todo conocimiento es como esta espada, es inútil mientras no estés en problemas, pero cuando llega su momento puede ser tu mejor ataque y tu mejor defensa ¿Entendido?- Elrond asintió y Kain continuo -ahora ve con Ekaterina, ella te está esperando-
Por su parte, Elrond paso por al lado sosteniendo la katana tan larga como él y ponpon lo siguió por detrás mientras soltaba un par de ladridos.
Por otro lado, Ryu miró a Kain y le preguntó -¿Por qué?-
Kain se puso de pie y la miró con frialdad -porque es mi hijo, porque es especial y porque su corazón es demasiado amable. Llegará el día en que se quieran aprovechar de él o que lo quieran matar porque es una amenaza para alguien. No importa lo que primero pase, pasara, créeme. Pero por lo menos, cuando llegue ese momento, él estará listo y te protegerá y protegerá a todos los que lo sigan. Para eso es la fuerza, Ryu Lion. Si no puedes proteger lo que amas ¿De qué sirve la fuerza?-
Ryu asintió con una gran resolución en su corazón y paso por al lado de Kain con total indiferencia, como si él fuera otra de las amenazas de las que necesitaba proteger a su joven maestro.
Kain sonrió contento y solo rogó que Elrond tuviera un buen final y pueda iluminar al mundo como lo hizo Carmen.