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Apocrifo - Gods land - Viggo 2

Muchas horas antes de que si quiera el gran Viggo pensara en ir a corretear a los maleantes, Kain estaba durmiendo a gusto con Hephaestus. Los primeros rayos del sol pasaban por las cortinas de la ventana y Kain sentía ya el pequeño movimiento de alguien. Abrió los ojos y se encontró con Hephaestus durmiendo plácidamente. Llevaba puesto solo un camisón que trasparentaba sus hermosos senos. No obstante, a Kain le gustaba más su rostro tranquilo y feliz, complacido. Kain sonrió y le dio un tierno beso. Después se apartó un poco y se destapo, para luego levantarse de la cama. Alcanzo a dar dos pasos en dirección a la puerta y escucho a Hephaestus.

-Kain ¿Adónde vas?-

Kain soltó un suspiro ya que sus consideraciones fueron inutiles -vamos a tener una pequeña visita, tú sabes ¿no te importa?- pregunto

-¿María?-

-Sí-

Hephaestus cerró los ojos somnolienta y soltó una risita.

Por su parte, Kain escucho unos pequeños golpes en la puerta y camino hasta ella. Al abrir la puerta se encontró con una pequeña Elinalise. Salvo por las orejas y el largo cabello arreglado en tirabuzones, todo era igual a su madre. Esta era María, hija de Deméter, la cual en estos momento se encontraba en su hacienda preparando los cultivos. Como su madre iba a estar muy ocupada, María se quedó en la casa.

-¿Cómo está la princesa de la casa?- pregunto Kain

María solo levantó los brazos como un bebé mimado y dijo -sueño-

Kain soltó una risita y la tomo en brazos. Después cerró la puerta y la llevo a la cama. La puso entre Hephaestus y él y se recostaron a dormir. En estos momentos eran las seis de la mañana, hora usual para que esta pequeña se despierte. No es que sea normal en los niños, pero por alguna razón, adquirió la costumbre de levantarse temprano y venir a dormir con Kain. A maría no le importaba quien lo estuviera acompañando, mientras pueda dormir en los brazos de su padre, todo está bien.

Al poco rato se escuchó una suave respiración y Kain soltó una risita sabiendo que su pequeña se había dormido. Por otro lado, Hephaestus desde el otro lado, le acariciaba el cabello a María. Era suave y rubió, le llegaba hasta los hombros, pero gracias a que dormía de lado en dirección a su padre, la piel de su cuello quedaba al descubierto. Hephaestus sonrió y le dio un beso en el cuello. Después abrió los ojos un poco más amplios y miró a Kain.

-¿Por qué no tenemos otro? Sería bueno si es niñita- dijo Hephaestus

Kain sonrió y le respondió -primero tenemos que encausar al que tenemos y después pensar en otras posibilidades-

Hephaestus dejo salir una exhalación llena de pesar y Kain estiro su mano para acariciarle la cara.

-Está bien- dijo Kain -es solo por el momento, con el tiempo mejorara, solo está buscando saber quién es-

Hephaestus sonrió y negó de manera divertida -yo creo que le das demasiado importancia- dijo -lo único que quiere es divertirse, eso es lo que le interesa-

-Si quisiera divertirse, entonces se compraría cosas, trataría de ir a lugares y se volvería mimado. Gastaría todo lo que tiene y se comportaría estúpido como los nobles. No obstante, según él está ayudando a las personas. Puede ser una excusa, pero también la razón detrás de su forma de ser. Viggo sabe que es especial, incluso más que Ottar, solo que no sabe cómo dirigir eso y en qué dirección-

-Puede ser- respondió Hephaestus mientras miraba el suave cabello de María y se lo acariciaba. Después se acercó un poco más y le ofreció sus labios a Kain. Este último los acepto feliz y la beso.

-o-

Una hora más tarde, todos se empezaron a levantar salvo María, la cual se quedó durmiendo placida en la cama. Por otro lado, Kain fue el tercero en bajar a la cocina. Las primeras fueron Isabel y Mikoto, las cuales ya estaban cocinando en ese momento. Por desgracia para Kain, no era para él, sino que era para Flora y Tatsumi, los cuales hoy iban a tener su primera incursión en el calabozo de la torre de Babel. Así que Isabel y Mikoto les prepararon la comida para todo el día.

-Eso huele bien- dijo Kain con una gran sonrisa. Abrazo a Isabel por detrás, se dieron un beso y después estiro su mano izquierda para robar un poco de pollo apanado.

-No hagas eso Kain- dijo Isabel un tanto enojada -son para los niños-

-Ellos son pequeños, no necesitan tanto-

-No digas tonterías, no saques más o me enojare-

-Ok, ok-

Después de eso, Kain se fue con Mikoto, la cual estaba moldeando un poco de arroz como base en unas pequeñas viandas. Después lo decoraba con algunas verduras y por último colocaba el pollo apanado que había preparado Isabel.

Antes de que se acercara Kain, Mikoto cerro una vianda y se dio la vuelta para recibirlo. Kain se detuvo y sonrió, porque parece que sus pensamientos habían sido leído. No obstante, Mikoto lo espero a que se acercara y una vez que la abrazo, correspondió su beso con toda la gracia y sutileza que podía tener.

-Buenos días, danna-sama- dijo Mikoto

-Buenos días- respondió Kain y la beso varias veces. No obstante, no pudieron continuar ya que alguien comenzó a toser.

-Kain, por favor deja de interrumpir a Mikoto- dijo Isabel -en una hora más viene Aquiles y se llevara a los niños-

-Ok, ok, parece que el hombre de la casa ha sido relegado de su puesto-

-Bastante tarde te viniste a dar cuenta- añadió Isabel con una sonrisa burlesca.

Kain negó divertido y se sentó en la mesa mientras esperaba al resto de su familia. Al poco rato empezaron a aparecer uno a uno. Primero fue Aina, la cual venía con un mechón de pelo rebelde levantado. Después fue Hephaestus, después Flora y Tatsumi. Estos últimos vestían corazas hechas especialmente por Hephaestus, daban toda la impresión de ser aventureros de primera clase. Por su juventud y tamaño, parecían guerreros pallum.

Kain empezó a aplaudir en cuanto los vio y ambos se pusieron colorados de la vergüenza. Por su parte, Flora se fue a esconder en los brazos de Isabel.

-Mamá- dijo la joven Flora -dile a papá que no haga eso-

Isabel sonrió amplio y con mucha felicidad le dijo -pero si te ves preciosa, yo casi pienso que tengo a un aventurero de elite en la familia-

-Mamá- dijo Flora aún más avergonzada y escondió su rostro entre los senos de Isabel. Esta última rio feliz y la abrazo super emocionada.

-Tatsumi- dijo Mikoto con una amplia sonrisa -tu oto-sama te está elogiando, saca pecho y siéntete orgulloso-

Tatsumi asintió y respondió con un pequeño -Sí, oka-sama-

-Ve a sentarte Tatsumi- continuo Mikoto -tienes que desayunar si quieres aguantar el resto del día-

-Sí, oka-sama-

De esta manera, dio paso al desayuno. Todos estaban felicidad y emocionados. Solo dos personas parecían estar un poco incomodos. Uno era Kain, el cual estaba enojado con Viggo, por no bajar a desayunar con el resto de la familia. Y el otro era Hephaestus, la cual se sentía apenada por la actitud de su hijo. A pesar de que ella trataba de hacer todo lo posible para que el muchacho encontrara su rumbo, este solo actuaba de manera apática y creyéndose mejor que otros. Sin embargo, la situación solo había empeorado este año, cuando Ottar lo había vencido con facilidad. Eso fue un duro golpe para Viggo, pero era lógico. Ottar tenía una meta en mente, quería volverse confiable para ser un gran capitán de la familia Freya y para ello entrenaba como si estuviera poseído. Por su parte, Viggo solo se dedicaba a perder el tiempo y creer que era una especie de héroe justiciero.

Hephaestus dejo salir un suspiro y sintió la cálida mano de Kain sobre la suya. Lo miró a los ojos y este asintió en señal de entendimiento. Había que hacer algo.

-Kain- dijo Hephaestus en voz baja -creo que es momento de que lo saques del nido-

Todos los cubiertos se detuvieron y el comedor quedo en completo silencio.

-o-

Eran las once de la mañana y Kain estaba terminando de forjar una espada para Viggo con la intención de alentarlo a que hiciera algo. Llevaba bastantes meses preparando este regalo y nunca escatimo en materiales. Bastaba con decir que la hoja era de acero de damasco, el mejor material de forja en Orario. Eso solo, más la técnica de forja de Kain y otros materiales secretos, elevaban el valor de la espada por los cielos, con facilidad podía llegar a los mil millones de valis.

Una vez lista, Kain asintió con satisfacción y le paso un paño por la hoja. Esta resplandeció y reflejo el brillo del fuego de la forja. Después de eso, se quitó el delantal y apago el horno, dejo cerrado el taller y fue al patio. Se sentó debajo del manzano mientras admiraba el cielo azul y dejaba que la brisa de la primavera lo refrescara. Era agradable trabajar en la forja, pero muy caluroso y agobiante, sobre todo en esta época del año.

Flora y Tatsumi ya se habían ido con Aquiles, el cual se había ofrecido como niñera para la primera incursión de los muchachos. María por otro lado, estaba un poco más allá en el patio, recogiendo flores. Por alguna razón, le encantaba recoger flores, no las grandes, sino las que parecen maleza. Le gustaba juntar un ramo de ellas y llevárselo a alguna de las mujeres de la familia. Si estaba su madre, sería a ella, de lo contrario, sería a Mikoto como segunda opción o Isabel como la tercera. No obstante, si estaban ambas, buscaría suficientes flores para hacer feliz a las dos.

Kain sonrió al ver a su hija en cuclillas recogiendo flores. Se veía pequeña y frágil, hermosa como una estrella resplandeciente y delicada como un pequeño brote.

No obstante, al poco rato, se escuchó un portazo en la cocina y Kain y María dieron un respingo asustados. Era Viggo, con su cabello rojo como la sangre y su rostro de pocos amigos. Parece que había discutido con Hephaestus y para que ella lo dejara tranquilo, vino a ver a Kain de mala gana.

-¿Qué quieres viejo? Tengo prisa- respondió Viggo de mala manera

Kain se apretó el tabique de la nariz para evitar limpiarle la cara de una bofetada y trato de relajarse tomando una profunda respiración.

-Esas no son maneras, Viggo- dijo Kain elevando su rostro y mirándolo a los ojos

-Es, es, estoy apurado- dijo Viggo con un tartamudeo -dime lo que quieras-

-Nada impórtate, hijo. Solo te quería pasar una cosa que hice y ver si tenías ganas de ir a practicar conmigo. Hace tiempo que no hago ejercicios-

-Ya te lo dije, no tengo tiempo- respondió Viggo con amargura mientras miraba hacia otro lado

-Viggo, me gustaría…- iba a decir Kain, pero fue interrumpido

-¡Ya te dije que no tengo tiempo!- grito Viggo -¿Qué acaso no entiendes? No quiero estar contigo, no quiero perder mi tiempo contigo. No quiero tus baratijas, me buscare yo mismo que hacer, no te necesito-

Después de eso, Viggo salió corriendo y de un salto, paso por encima de la pandereta que lo separaba de la calle.

Por su parte, Kain soltó un suspiro y miró la espada que con tanto esmero había preparado. La dejo sobre la mesa y se quedó mirando el cielo como si estuviera en trance. Al poco rato llego María y le tiro de las ropas para que la mirara. Kain la miró y le pregunto -¿Qué quieres corazón?-

-No estés triste, papi- respondió María y le tendió un pequeño ramo de flores silvestres

Kain las tomo con una mano y con la otra tomo a María y la subió a sus piernas. No obstante, María se paró sobre sus muslos y se puso de pie, para después abrazarse a su cuello. Gracias a ese pequeño gesto, Kain sintió que los músculos de sus ojos se aflojaron y derramo una gran cantidad de lágrimas.

Mientras tanto, María le hacía cariño pasándole la mano por pelo, como si ella fuera la adulta y le estuviera dando consuelo.

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