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50

Llegamos al Hotel y subimos rápido a la habitación. Ya había hecho la reserva por teléfono antes de venir.

—Necesito que te quedes aquí, preciosa. No le abras la puerta a nadie.

—¿Qué es lo que vas hacer?— le pregunté.

—No importa, preciosa. Quiero que descanses por ahora. No salgas de aquí. — me dió un beso en la frente para irse. Esto no está bien.

—Quédate conmigo, Shiro. — estoy segura que sus intenciones son ir a buscar a su madre. Ya lo conozco lo suficiente para interpretar esa mirada.

—¿Estás tratando de evitar que me vaya?— alzó una ceja dudoso.

—Quedémonos juntos.— lo abracé intentando mostrarle mis ganas de que se quedará. Shiro es muy terco y no quiero que por un impulso cometa una estupidez de este tipo.

—No quieras jugar conmigo, Rui.

—Hazme el amor, Shiro.

—¿Así que vas a usar ese truco barato conmigo, linda?— lo más probable lo hice enojar con esto, pero tengo que hacer algo para evitar que se vaya.

—¿No tienes ganas de atender a tu prometida?— Shiro alzó una ceja y me jaló del brazo tirándome a la cama.— No seas tan rudo. No se te olvide que estoy embarazada, Shiro.

—Eso no le hará daño a nuestra bebé; además su mami está caliente. Debo cumplir con los deseos de mi prometida ante todo. — abrió mis piernas y se colocó entre ellas. — ¿Esto era lo que pedías a gritos?

—Eres demasiado estúpido.— Shiro bajó mi ropa interior para luego bajarse el cierre.

—¿Oh, si? —me penetró sin aviso y hizo que dejará escapar un gemido fuerte —Que defiendas a mi madre en vez de estar de acuerdo conmigo me hace molestar mucho.— entre cada palabra que decía me penetraban más fuerte.

—Esta vez no tienes la razón, Shiro. No sabes sus razones detrás de eso.— respondió entre jadeos.

—Aunque no quieras, la voy a matar. Ese es la suerte que tienen todos los que me traicionan, sin importar quien sea, belleza.

—¿No me digas?— alcé una ceja.

—Tu caso fue diferente. — cada golpe lo hacía con más ganas.

—Ella es tu madre, Shiro. Deja que al menos te explique sus razones.

—No me interesan. Una traición, es una traición. Las razones no importan.

—Que difícil te has vuelto, cabrón. ¿Por qué será que cuando se te mete algo en la cabeza no hay madre que te lo haga cambiar?

—Eres tan imprudente. — dijo entre jadeos y mordiendo sus labios.

—Por una vez en tu vida, haz un esfuerzo y escucha a los demás.

—El único esfuerzo que debo hacer ahora es en callar esa boquita antes que me haga perder el control.— me besó mientras continuaba entrando en mi.—Me encantas, pero hagas lo que hagas no vas a poder impedirlo.

—Eres tan cruel y cabeza dura.

—No es el momento de decir eso teniéndolo dentro de ti, ¿No crees?— su tono sarcástico me hizo reír internamente.

—Eres un depravado, Shiro.

—Y tu una necia testaruda. — puse mis manos alrededor de su cuello acercandolo a mi para besarlo.

—¿Le harás caso a esta necia?— Shiro sonrió y presionó mis caderas a la cama.

—Que estés usando esto para detenerme, es un truco que no funciona conmigo, mi Diosa. Espero lo entiendas ahora. — sentí su calor dentro de mi. Me obligó como siempre a recibirlo todo, es una bestia. Aún sabiendo que estoy embarazada. Traté de recuperar el aliento y normalizar mi respiración agitada.

—Al menos déjame acompañarte.

—¿Qué sucedió con tu buena voluntad de hace un momento? — sonrió malicioso.

—Deja la estupidez. Déjame ir contigo, Shiro. Si me dejas aquí sola, trataré de irme y no querrás pasar trabajo en buscarme, ¿Cierto?— lo miré fijamente con una sonrisa maliciosa. Se quedó pensando unos segundos y sonrió de vuelta.

—Esta bien. Tu ganas, pero…— hizo una pausa.— no trates de interferir, muñeca. — puso su dedo en mis labios— O no me hago responsable de que le encuentre un mejor uso a esa hermosa boquita.

—Veo que no has cambiado. Tus amenazas no me importan, mi cielo. Si vas hacer algo, deberías comenzar ahora. — acaricié su mejilla y le di un beso. Shiro puso su mano en mi cuello sin ejercer fuerza.

—No juegues conmigo, hermosa. Me encantas y todo, pero no vas a querer verme molesto. Aún no me has conocido así, no busques conocerme.—puse mis manos alrededor de su cuello en respuesta a lo que él estaba haciendo

—Esa amenaza no funciona conmigo. No me hagas recordar esas inmensas ganas de matarte que te guardo, ¿Si?— sonreí maliciosa.

—Maldición, es por eso que te quiero. — Shiro sonrió y quitó las manos de mi cuello para quitar las mías.

—¿Qué dijiste?— balbucee de los nervios ante lo que dijo. Shiro sonrió sin decir una sola palabra más.

—Para una próxima vez no vas a ganar, pequeña salvaje.

—No cambies el tema de lo que dijiste, cobarde.

—No lo estoy cambiando. — Shiro se levantó de la cama y se arregló el pantalón.

—Luego tendremos esta conversación larga y tendida, Shiro.

—Como mandes, linda.

Me levanté de la cama para ponerme la ropa interior.

—¿Vas a comer algo antes de irnos?

—No, estoy bien.

—Será mejor que te alimentes, o no vas a ir conmigo a ninguna parte.

—Esta bien, Shiro. Como tú digas.

Shiro llamó al servicio de la habitación y ordenó comida para comer los dos antes de irnos. No pasó mucho tiempo cuando tocaron la puerta.

—Eso fue rápido. — comentó Shiro dudoso.

La puerta la abrieron de un golpe y tiraron algo dentro de la habitación. No vimos quienes eran, todo pasó tan rápido. El cuarto en segundos se llenó de humo. Sentí los brazos de Shiro alrededor de mi cintura y pegó mi rostro a su pecho.

—¡Shiro!

—¡No respires!— sacó el arma y me hizo caminar con él a la puerta del balcón. La abrió y salió demasiado humo. Shiro estaba tosiendo demasiado. Ahí fue cuando pude ver su rostro. Estaba rojo y sangre bajaba de su nariz y oídos.

—¡Dios mío, Shiro! Estás sangrando.— me asusté demasiado y lo sujeté por ambas mejillas.

—No respires ese humo. Nuestra bebé. —su voz se escuchaba entrecortada. Shiro estaba tosiendo y escupiendo sangre en el piso. Se veía muy débil.

—Tenemos que salir de aquí. — miré alrededor, pero en el piso que estamos no podemos tirarnos.

Shiro intentó caminar a la puerta, pero perdió el conocimiento cayendo al suelo. Traté de aguantarlo poco antes de que se golpeara.

—Shiro, mi amor. Despierta. — puse mis manos en su rostro tratando de hacerlo reaccionar, pero fue en vano. Estaba respirando todavía.

Moví su cuerpo como pude a una esquina del balcón y cogí su arma. Esa gente puede entrar en cualquier momento para matarnos. Me estaba sintiendo algo mareada, logré inhalar algo de ese maldito humo.

¿Quién mierda puede ser ahora?

No creo que haya sido la madre de Shiro. Ella no puede ser capaz de esto. Busqué en el bolsillo del pantalón de Shiro con la esperanza de que tuviera su teléfono encima, pero no lo tiene. Debe estar en la habitación, pero no puedo entrar ahí. Del humo no quedaba mucho, pero no puedo arriesgar a mi bebé.

¿Qué se supone que haga en esta situación?

Sí Shiro estuviera conmigo podría contra todo.

Estaba muy asustada y preocupada. Shiro no reaccionaba, no veía a nadie abajo que pudiera ayudarme, tampoco puedo alcanzar al otro balcón. No sé cuántos son allá afuera. Los hombres de Shiro deben estar abajo, pero si no tengo como llamarlos no puedo hacer nada. Cogí todo el aire que pude afuera y aguanté la respiración para entrar dentro del cuarto. Miré por el lado de la cama, pero no veía el teléfono. Cuando entramos él no hizo nada, él tenía su teléfono encima. ¿Dónde mierda pudo haber caído? Necesita salir para respirar, cuando escuché la puerta otra vez. Me giré en dirección a la puerta y disparé sin pensarlo dos veces. Salí al balcón de nuevo y pude respirar. Me fui a la esquina contraria de dónde estaba Shiro y me quedé apuntando a la puerta de cristal. Estaba tan asustada. Es tan extraño que no dispararon de vuelta. No creo haberle pegado porque disparé solo para ahuyentarlos.

—Shiro, tienes que despertar mi amor. Te necesitamos.— fue lo último que dije cuando escuché el cristal de la puerta del balcón romperse. Me quedé apuntando esperando dispararle a cualquiera que se asomara por ahí. No contaba con que iban a tirar otra granada de humo. Quise pararme para patearla a otra parte, pero me encontré a dos hombres apuntándome con un rifle y llevaban consigo máscaras de gas. Estaban vestidos de militares. Todo pasó tan rápido. Todo alrededor se escuchaba lejos, y mi visión se estaba nublando. Antes de que pudiera reaccionar uno de ellos subió el rifle y con la parte del agarré me dió un golpe en la cabeza. Mi vision se fue a negro. No recuerdo nada más.

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