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22

Se bajó, y caminé al lado de él. Este trabajo se lo pudo encomendar a una prostituta de verdad, pero solo por molestarme y usarme, prefirió que lo hiciera yo. Llegamos a la entrada y Shiro saludó al guardia de seguridad. No nos rebuscaron ni nada. Entramos, y Shiro me agarró por la cintura acercándome a él. Quería golpearlo, pero sería una imprudencia hacerlo ahora. Hice de cuenta que nada pasó. Había muchas mesas y varios hombres jugando juegos de mesas y apostando, se veía mucho dinero sobre las mesas. Había también mujeres bailando en un tubo y meseras en ropa interior, e incluso desnudas. Lo más seguro las están explotando o obligando; no creo que nadie haga algo como eso solo porque le guste o le agrade. El olor a tabaco y alcohol era muy fuerte. Odio los lugares así, y donde la música te quiere explotar los oídos. Shiro se acercó a una mesa y saludó a unos señores, cualquiera que lo ve con esa sonrisa tan estúpida podría creer que es alguien buena gente, cuando en realidad es lo peor que pueda existir. Le trajeron una silla y me soltó para sentarse. Tal parece que en este negocio solo hay puros viejos verdes y asquerosos. Pensando en esto, Shiro me haló el brazo para sentarme en su regazo.

—Te presento a mi Diosa y dulce compañía esta noche, Sr. Wan.

Me sentía muy incómoda al estar sentada encima de Shiro.

—Siempre estás acompañado de puros ángeles caídos del cielo, hombre. ¿Dónde las consigues?

—Luego te pasaré el dato.

—Hace mucho tiempo no pasabas por acá. ¿Te enteraste de la noticia de la muerte de nuestro socio Juro?

—Sí, me lo contaron. Es una lastima, yo lo apreciaba mucho.

—Me consta, Shiro. Lo que comentan es que pudo haber sido alguien cercano a él, pero todavía no han dado con el posible culpable.

—Podemos unir fuerzas y hacerle pagar al traidor que haya sido — si supieran que lo tienen enfrente.

—Debemos hablar de eso más adelante. ¿Vas a unirte al juego?

—¿Y tú qué crees?

Se acercaron varias mujeres a la mesa. Dos de ellas comenzaron a masajear los brazos y espalda a dos de los señores que estaban sentados. La otra solo se sentó encima de la falda del tal Wan.

El juego solo seguía aumentando, apostaban dinero, luego fueron subiendo a autos y por último hasta títulos de propiedades. ¿Qué tipo de juego son estos? Me cuesta admitirlo, pero hasta ahora Shiro ha tenido suerte.

—¿No vas a tomar, jovencita?— me preguntó uno de los señores que estaba en la mesa. No podría negarme, ya que tengo que hacer lo que dijo este pendejo.

—Ella no puede tomar, verás que rápidamente se le abren las piernas. ¿Cierto, preciosa? — besó mi brazo, y sonrió como un idiota.

Sentía ganas de matarlo, pero eso empeoraría las cosas. No entiendo cuál es su maldita burla. Sonreí como si me hubiera causado gracia su estúpido comentario, y todos hicieron lo mismo.

—Hagamos una última apuesta, Shiro. Cambio de acompañante, ¿Te animas?— tratan a las mujeres como si fuéramos objetos de colección.

—Si logras ganar, Sr. Wan— sentí la manos de Shiro acariciando mis piernas. Que ganas de patearlo sentía.

Comenzaron a jugar y mi corazón estaba agitado, cada jugada que hacían, mis nervios eran más y al sentir las manos de él, me sentía más incómoda todavía. Debe estar disfrutando de esto. Ya faltaba poco para terminar, aún no habían anunciado quién sería el ganador. No entiendo nada del juego, pero quedaban pocas cartas. En un momento Shiro se detuvo y puso las cartas sobre la mesa.

—He perdido — sabía que esto iba a ser desde un principio, pero no quería que llegara el momento realmente. Quería que algo lo evitara. Entretener a un viejo verde y cerdo, me da asco.

—Estabas de buena racha, Shiro. Ya era el momento de que perdieras— dijo Wan, y Shiro sonrió.

—No siempre se puede ganar.

El viejo se levantó de la mesa con una sonrisa dibujada en su rostro. Intenté levantarme, pero Shiro me haló por la cintura bajándome de vuelta a sus piernas. Sentí su erección en mis glúteos y quedé paralizada. ¿Acaso está excitado por esto? Es un maldito enfermo. Me levanté más rápido que ligero, y al mirarlo sonrió. Caminé hacia el viejo y la mujer que estaba con él, me pasó por el lado acercándose a Shiro.

—Que lo disfrutes, viejo. Mañana me cuentas cómo te fue — dijo Shiro.

Que no crea este viejo que voy acostarme con él. Prefiero morirme antes de que eso suceda. Shiro no dejó de mirarme ni un segundo, cuando sentí las manos de Wan alrededor de mi cintura, y me hizo caminar a su lado hasta llegar a una habitación que había en el lugar. Solo necesito entretenerlo, no necesariamente tengo que acostarme con él, ¿cierto?

—¿Te sientes cómoda en esta habitación, o prefieres ir a otro lugar? — preguntó Wan.

—Este lugar me parece muy bien. ¿Suele venir a menudo?

—Todo el tiempo, es como mi segundo hogar— me sirvió una copa y me la extendió.

—Entiendo— al agarrar la copa retrocedí.

          

—¿Por qué estas huyendo de mi?

—No, no estoy huyendo. Es solo que es la primera vez en un lugar como este— sonreí nerviosa, a lo que él se acercó.

—¿Nunca habías venido a un lugar así? ¿Y de dónde saliste?

—No, no había estado en un lugar como este. Me dedicaba a ser bailarina antes de salir con Shiro.

—¿Tienes una relación con él?— su cercanía me tenía muy nerviosa, no sabía qué inventar.

—Algo así.

—Es más excitante cuando la comida tiene dueño— me haló de la cintura acercándome a él.

¡Esto era simplemente asqueroso! No podía permitir esto. Le metí una patada en sus genitales, y cayó de rodillas al suelo.

—¡Puta!— se quejó del dolor.

Cuando abrí la puerta de la habitación me encontré con Shiro, quien me dio un halón fuera de la habitación, y nos cubrimos con la puerta. Se escuchó un suave sonido de un disparo, pero casi silencioso.

—¿Qué mierda hiciste, pendeja?— preguntó Shiro.

No pude responder, cuando vi a Wan acercarse a la puerta. Shiro la abrió de un halón dándole en la cara, y entró a la habitación. Lo seguí de cerca, y cerré la puerta. Lo vi darle un rodillazo en la barriga y cayó al suelo, luego le arrebató el arma de las manos.

—Gracias, si llego a usar la mía hubiera sido un problema —le disparó al viejo sin pensarlo.

No sé por qué ver su sangre me causó náuseas. Tapé mi boca, y me alejé a una parte del cuarto. Shiro me miró y se acercó.

—¿Náuseas? — arqueó una ceja—. ¿Desde cuándo la salvaje siente asco de ver sangre, si tus manos hace mucho tiempo están manchadas de ella? ¡Que patética te ves!

—Pues no me mires y cállate, imbécil. ¡Eres de lo peor!

—¿Por qué no te callas tu, y salimos de aquí?

—¿Dejarás al viejo ahí? Si entran creerán que fui yo.

—¿Quieres que lo llevemos con nosotros? — se burló.

—Si creen que fuiste tú está bien, pero pensarán que fui yo, idiota.

—Fuiste tu. Eras la única que se fue a la habitación con el viejo. Debería entregarte a ellos ahora que soy testigo de la escena, ¿No crees, salvaje?— rio.

Cada segundo que pasaba en la habitación podía percibir el olor a sangre más fuerte. Tengo que salir de aquí. Caminé a la puerta, deseaba abrirla y tomar algo de aire, pero Shiro me agarró el brazo.

—Si sales así, se darán cuenta de que algo raro está pasando, pendeja.

—¿No ibas a entregarme, estúpido?

—Cierra esa maldita boca—puso su mano en mi cuello obligándome a besarlo. Lo empujé y pasé mi mano en la boca.

—Cerdo. ¿Por qué mierdas haces eso?

—¿Ya se te fueron las náuseas?

—Ahora son más fuertes, estúpido. Si tanto me desprecias, ¿Por qué mierda me besas?

—Porque se me antoja, ¿Hay algún problema?

—No vuelvas a hacerlo. ¡Me das asco!

—Ya echaba de menos tus insultos. Creo que lo haré más seguido ahora— esbozó una sonrisa maliciosa. Quise ignorar su comentario.

—¿Lo dejarás ahí?

—Sí, ellos ya saben que fui yo. ¿Tan tonta eres que no te diste cuenta?

—¿Y por qué no te han matado?

—No les conviene. Vámonos — Shiro guardó el arma en su pantalón, y abrió la puerta.

Caminé a su lado hasta llegar a donde estaba la gente.

—¿Ya se va, Sr. Shiro?— escuché una voz gruesa a nuestra espalda, y me asusté.

—Sí, tengo unos negocios que atender. Volveré tan pronto termine con ellos.

—Hasta pronto, Sr. Shiro — por suerte no fue ninguno de los viejos de la mesa.

Shiro me sujetó la mano sin aviso y me solté. Al ver mi actitud volvió a agarrarla, pero más fuerte haciéndome caminar a su paso. Salimos del lugar y se despidió del guardia de seguridad. Al llegar al auto abrió la puerta y me haló de mala gana para que entrara. Le dijo al chófer que se moviera. Se veía molesto, pero no me importa.

—No vuelvas a hacer eso — le reproché molesta.

—Escúchame bien, me tienes cansado con la misma mierda de siempre. No te preocupa matar o golpear a alguien, pero te preocupa que un hombre te agarre la mano. ¿Qué pendejada es esa?

—Porque eres tú, por eso me molesta.

—Si tanto te molesta— hizo una pausa—, lo haré más seguido entonces.

—Permiso, Sr. Shiro. ¿A dónde lo llevo ahora? — preguntó el chófer.

—No quiero que me vuelvas a poner ni un dedo encima. ¿Quieres que trabaje para ti y haga lo que pides? Lo haré con gusto, pero no te me acerques o hagas ese tipo de cosas.

—Te crees la gran cosa, perra. Si no tuviera que hacerlo, no lo haría.

—No lo vuelvas a hacer entonces.

—Me estas colmando la paciencia con ese tono, estúpida.

—Tu me la estás colmando a mí con esas actitudes extrañas. Si te desagrado tanto como te llenas la boca diciendo, ¿por qué haces todo esto? Evitaste que el viejo me disparara, me besaste y me sujetaste la mano. ¿Por qué? — me miró fijamente, visiblemente molesto, pero no me respondió. Me hierve la sangre su confusa actitud.

—Llévame al edificio del viejo — le dijo al chófer.

—Como ordene, señor — el chófer miró por el retrovisor a Shiro, y continuó manejando.

No entiendo lo que piensa este cabrón, pero me molesta todo lo que hace.

—Hablaremos de eso luego, salvaje — sacó el arma que le arrebató al viejo, y un pañuelo para limpiarla. Ignoró mi existencia y fue lo mejor que pudo hacer.

Llegamos cerca del lugar donde nos encontramos con Juro. ¿Qué mierda vendrá a hacer este aquí?

—No te acerques mucho, estoy seguro que debe haber gente. Apaga las luces del auto — el chófer hizo lo que Shiro le indicó—. Vas a venir conmigo— me dijo.

—¿No puedes ir solo, gallina?

—¿Me crees muy imbécil como para dejarte aquí y que intentes huir otra vez?

—¿De qué vale? Si siempre irás a buscarme, como león detrás de su presa. Sería muy estúpido si intento algo como eso en este momento —Shiro rio.

—Ya estás admitiendo que eres una presa, que salvaje tan interesante.

—Vete solo, no iré contigo. Si quieren matarte, que te maten a ti. No saben de lo que me van a librar.

Shiro abrió la puerta del auto, y me haló del brazo bruscamente para sacarme.

—Si van a matarme, te van a tener que matar conmigo, así nos vamos derechito al infierno los dos.

—Eres un cobarde. ¿La gallina tiene miedo de que la maten?— me burlé como quise.

—¿Ya terminaste, salvaje? Ahora irás al frente. Como soy una gallina, serás tú quien entre primero. Muévete— me haló del brazo llevándome junto a él, y nos escondimos detrás de un árbol.

Siempre tan cabrón y pendejo a la vez. Ambos miramos en dirección al edificio, pero no se veía ningún tipo de movimiento, pero si él dice que debe haber gente es porque algo debe haber ahí.

—Camina despacio, perrita. ¿Sabes hacer eso?

—Me quitaré los tacones, así no puedo caminar bien, además harán mucho ruido.

—Haz lo que te dé la gana.

No me agrada la idea, los más probable así me lastime, pero no tengo de otra. Los quité y los tiré a un lado. Había muchas piedras en el suelo, era incómodo, pero ya mismo íbamos a llegar a la entrada. Caminé lentamente a otro árbol, ya estaba mucho más cerca. Al no ver ningún movimiento procedí a caminar cerca de la entrada. Miré a través de una ventana en el primero piso, pero no se veía nada. Shiro me alcanzó, y se quedó detrás de mi. Ni siquiera tengo un arma, él es quien la tiene y quiere que sea yo quien vaya primero. Esto es ridículo. Abrí la puerta suavemente y entré, antes de que se cerrara de vuelta Shiro la sujetó.

—¿Eres pendeja?

—Haz algo, cabrón— lo hice intencional, ya que no me estaba sirviendo de nada.

No sé a dónde tiene que ir. Pensando en eso, Shiro se fue al frente de mi y caminó lentamente mirando a ambas partes, incluso las escaleras. Parece que hay que subir. Me fui detrás de él y las subimos hasta llegar al segundo piso, fue el lugar de encuentro de la otra vez. No había sangre, habían limpiado todo el lugar. No sé veía que hubiera nadie. Entró a ese cuarto donde nos encontramos con Juro, y caminó hacia la pared del fondo; la tocó, y pegó su oído a ella.

—¡Mierda!

—¿Qué pasa, Shiro?

—La movieron de aquí.

—¿Qué cosa?

—¡Maldita sea!— tiró de una patada la silla de madera que estaba en la habitación. No quise preguntar más, supongo que habla de la caja fuerte.

—Tenemos que… — me interrumpió una voz.

—Aquí estás, Shiro. Sabía que vendrías — quedé fría, y giré mi cabeza detrás nuestro.

El viejo que estaba en la mesa jugando con el viejo verde, era quien estaba en la entrada de la habitación, junto a cuatro hombres mas. ¡Estamos acabados!

—No pensé que también vendrías por lo mismo que yo. Verás que ya se nos adelantaron — dijo calmado, guardando el arma en su pantalón.

—¿No sabes quién pudo haber sido? — preguntó Shiro.

—Ni puta idea, nos madrugaron estos hijos de puta.

El viejo entró a la habitación, y caminó hacia Shiro.

—Tenemos que averiguar quién pudo haber sido. Quedamos en algo, cabrón — se dieron la mano.

¿Acaso son buenos amigos? Mi corazón estaba agitado. Suspiré de alivio, y Shiro me miró.

—¿Quieres quedártela?— preguntó en voz alta. No entendí a qué se refirió, hasta que el viejo me miró.

—¿A la chica?

—¿A quién más?

El viejo me miró fijamente y se acercó, a lo que retrocedí.

—¿Qué mierda crees que haces, Shiro? — lo miré de reojo, y lo vi sonreír.

—Es muy salvaje e imprudente, pero con un poco de disciplina se puede arreglar — añadió.

—¡Eres un cerdo, Shiro! — caminé hacia la puerta, y los hombres se cruzaron en mi camino.

—No huyas. ¿No que me detestas? Un nuevo dueño quizá te venga bien, ¿No crees?

Que no crea que permitiré algo como eso. Prefiero morirme antes. A la que intente atacar a alguno de estos hombres sacarán un arma, y no van a dudar en dispararme. Sentí las manos de alguien en mi hombro e intenté doblar su brazo, pero me sujetó fuertemente golpeándome contra la puerta.

—Contrólate, salvaje. Si intentas una estupidez de las tuyas, te volarán la cabeza, ¿Eso quieres?

—No voy a ninguna parte.

—Oh, entonces dime que te quieres quedar conmigo y evito que te lleven.

—Ni en tus sueños diría eso.

—Bueno, entonces que te lleven — sujetó mi mano más fuerte contra la pared.

Es de lo peor. ¡Como lo odio! Se va a tener que joder porque no voy a decir eso que tanto quiere, y tampoco voy a ninguna parte con ese viejo.

—¿Realmente crees que te dejaría ser libre así nada más? — sonrió descaradamente, y me soltó—. Si que eres una estúpida.

—El único estúpido eres tú, imbécil.

—Arreglamos las diferencias después — caminó hacia el viejo, y sentí un alivio inmenso. Es irritante lo hijo de puta que puede llegar a ser—. Tenemos que investigar quién fue. Necesito esa información ya.

—Te ayudaré. Mañana mismo podemos ir directo a la organización y buscar más aliados.

—No, tenemos que ser lo más discretos posible. El culpable va a cometer un error, solo hay que estar cerca cuando eso suceda. No podemos avisarle a nadie, no sabemos si alguien vende la información y hablan de nuestra alianza.

—Estas en la mira de la mayoría tras la muerte de Juro, Shiro.

—Es por eso que tienes que ser discreto, no le digas a nadie. Iremos los dos por nuestra cuenta y veremos qué tal está el ambiente por allá.

—No se diga más. Será mejor salir de aquí.

—Manténme informado de cualquier situación.

—Así será— se dieron un último apretón de mano.

El viejo salió de la habitación, dejándome a solas con Shiro.

—¿No te vas a mover?— lo miré mal, y comencé a caminar.

Fui al frente de él en todo momento hasta llegar al camino donde dejé los tacones. Los recogí y me los puse para ir al auto. Me quedé en silencio por todo el camino hasta llegar a la casa. Al llegar quise tratar de ir al cuarto donde me estaba quedando, pero Shiro me agarró el brazo y me llevó a la fuerza a su habitación.

—¿No fui claro cuando dije que te ibas a quedar aquí? Te estaré vigilando, salvaje.

—Yo no voy a tratar de irme, pero déjame quedar allá.

—¿Tanto miedo tienes de compartir cama conmigo?

—No es miedo, es asco.

—Te vas a tener que acostumbrar. De esta habitación no vas a salir y vas a cumplirme como la perrita que eres.

—Puedo matarte mientras duermes. ¿No te estás arriesgando demasiado?

—No creo que te convenga, pero si quieres puedes intentarlo, salvaje— cerró la puerta de un tirón, pero no la cerró con llave—. Tenemos una cuenta por saldar. Lo que pasó hoy fue tu culpa. Si no me hubieras hecho perder tiempo buscándote, nada de esto hubiera pasado.

—¿Ahora me culpas a mí? Nadie te mandó a buscarme, podías haberme dejado ir. Eres tú quien está empeñado en hacerme la vida de cuadritos solo por salirte con la tuya.

—Así es— caminó hacia mí —. No puedo dejarte ir así como así, menos cuando has sido tan imprudente y salvaje conmigo.

—¿Vas a responderme la pregunta que te hice en el auto? Porque no creo que solo por eso me estés defendiendo. Tengo que valer algo para ti. ¿Qué puedes sacarme? Resultados no puedo darte y tienes personas que son mucho mejores que yo, dinero tienes demás, para sexo tienes a cualquiera, entonces ¿Qué quieres de mí?— se quedó mirándome con una sonrisa en su rostro.

—Y yo que creí que eras tonta, pero definitivamente esa palabra se queda corta contigo. ¿Tienes mucho interés en saber? —me haló hacía él, y solo me quedé esperando a que respondiera la pregunta—. Estoy acostumbrando a tener todo lo que quiero, y tú eres eso que quiero ahora. ¿Crees que te dejaría ir así de fácil?

—¿Eso qué significa?

—Te mostraré lo que significa, salvaje— me besó y me agarró por la cintura, manejando cada uno de mis movimientos a su antojo—. Acuéstate en la cama— me ordenó.

—Otra vez no, Shiro. Déjame ir al otro cuarto.

—Cállate, y sigue instrucciones— lo empujé buscando la forma de irme de ahí, pero me empujó a la cama—. Deja de hacerte la difícil por un momento. ¡Maldita sea! ¿No tenías tanta curiosidad?

—¡No voy a acostarme contigo!— se subió encima de mí, sin siquiera hacer caso a lo que le decía.

—Eso no lo decides tú, además no veo que quieras irte. Conociendo a la verdadera salvaje, ya hubiera tratado de romper la puerta para salir, o peor aún, hubieras tratado de golpearme, pero no lo has hecho. ¿No queda muy claro que deseas que siga? Deberías ser más honesta, y quizá nos podemos llegar a entender mejor —me besó de nuevo, y puso su mano en mi muslo acariciándolo, hasta subir parte de mi traje.

—¡Te dije que te detengas!— no sé qué me sucedía, mi cuerpo se estaba sintiendo extraño.

Por más que quería evitarlo, no podía dejar de sentir un calor en mi cuerpo. Shiro nunca me había besado ni tocado de esta forma. Solo busca jugar con mi mente, busca confundirme. No puedo dejar que logre lo que quiere.

—¡Te detesto!  ¿Esto es lo único que sabes hacer?— por más que lo insultaba y forcejeaba, él continuaba tocándome.

Adentró su mano a mi entrepierna, y sentí su dedo moviéndose por encima de mi ropa interior. Fue como una corriente en todo mi cuerpo lo que provocó.

—¡Basta!— le pedí, y sonrió.

—¿Se siente bien aquí, salvaje?— subió un poco más el traje para meter su mano por dentro de mi ropa interior.

Sentí su contacto directo en mi vagina y me tensé. Rozó uno de sus dedos entre medio de mis labios, haciendo que la punta de su dedo tuviera contacto también con mi clítoris. Mi cuerpo estaba sintiéndose muy caliente, y me sentía algo incómoda al ver la expresión de satisfacción de Shiro. No quiero que se salga con la suya, pero era como si mi cuerpo no reaccionara a nada más que él en este momento. Me besó el cuello lentamente, mientras continuaba rozando sus dedos lentamente, podía percibir la humedad que tenía en esa área. ¿Por qué con él? Subió de mi cuello lentamente, besando todo a su paso hasta llegar a mis labios.

—Quiero escucharte más.

Estaba tratando de luchar con mis jadeos, pero cuando sentí dos de sus dedos al entrar en mí, no pude controlarlo. Dejé escapar un gemido fuerte, que hizo que me avergonzara. Continuaba haciéndolo más rápido. La presión que ejercían sus dedos, me estaban volviendo loca. No podía pensar en nada, ni siquiera sentía fuerzas de defenderme. La expresión de Shiro jamás la había visto antes. Llevó su boca a mi oreja, y pude escuchar su respiración agitada, lo que me provocó un ligero escalofrío. Mi cuerpo estaba muy sensible, nunca me había sentido así antes. Mordió mi oreja, y fue como una corriente en mi interior. Estaba a punto de perder la poca cordura que me quedaba. Si esto continúa, yo no voy a poder aguantar más y él se burlará de mi. Lamió desde mi oreja hasta mi cuello, y sentí un ligero hormigueo dentro de mi. Sus movimientos se sintieron más fuertes y rápidos, no pude controlar mi voz. Pensé que mi cuerpo estallaría del calor que sentía. Eran muchas las sensaciones que estaba experimentando por primera vez. Sentí mi vientre contraerse, y la sensación de un hormigueo recorrió por toda mi parte baja. Dejé escapar un último gemido de satisfacción por más que traté de controlarlo, todo mi cuerpo estaba temblando como nunca.

—Te lo dije, ¿Cierto? Todo lo que quiero lo consigo — sonrió descaradamente, y se levantó de la cama—. ¿Y así dices despreciarme?— entre risas salió de la habitación.

—¡Eres lo peor!— tiré la almohada a la puerta.

¿Por qué tiene que ser con este ser tan repugnante? Sabía que se estaba burlando de mí, y aún así no pude resistirme. ¿Qué mierda está pasando conmigo? Ese ser tan despreciable es mi enemigo. Está prohibido volver a cegarte por algo tan pendejo como esto. Ahora solo puedo odiarme a mí misma. ¿En qué mierda estoy pensando?

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