—Desde que estábamos en el restaurante vi a esas personas y por lo que veo es con nosotros la cosa.
—¿Habrán sido enviados por los Huswan?
—¿Los Huswan?
—Sí, sufrimos un atentado de camino al aeropuerto y fueron enviados por ellos. El hijo de Huswan esta muerto.
—¿No le pasó nada a Kaori?
—A ninguno de los dos.
—¿Así que esos pendejos aún están dando problemas? Lastima que nos cagaron la cita. Bueno, corderito, tendrás que cooperar conmigo.
—¿Qué haremos?
—Solo sígueme. Este lugar esta lleno de gente, y es por eso que no han intentado nada. No dejes caer el helado o tendrás un castigo cuando lleguemos.
—¿Ya vas a comenzar con tus cosas? —rio, y me jaló la mano para que camináramos.
Caminamos hasta el pequeño edificio de los baños públicos, no se veía nadie afuera, supongo que adentro debe haber gente. Nos fuimos por la parte de atrás del edificio, y estaba bastante oscuro.
—Aquí será peor, esta muy oscuro—me jaló el brazo y me pegó a la pared, estaba muy cerca.
—¿A ti quién te dijo que la oscuridad no sería favorable? ¿No estás subestimando demasiado a tu esposo? — alzó mi pierna en el aire y se acercó más.
—Oye, ¿Qué mierda haces? Este no es momento para tus calenturas, idiota.
—¿Por qué no?
—Te estas aprovechando de la situación, maldito—el helado se me cayó, no podía seguirlo aguantando más.
—Sí, ¿Y qué? Has dejado caer el helado, corderito. ¿Qué debería hacer contigo? — me besó; un beso que hizo que mis piernas perdieran la fuerza.
—Akira, estas…—sentí algo rozando en mi ropa interior, y no podía pensar ni siquiera en los hombres que nos estaban siguiendo. Estaba temblando y no precisamente del miedo.
—No es precisamente lo que estás pensando. ¿Estás decepcionada? — subió su mano con el arma y rio. Me sentía tan avergonzada al haber pensado que podría ser otra cosa.
—¡Idiota!
—Es extraño que no hayan aparecido ya, parece que son muy idiotas y nos perdieron.
—¿Quién podría ver en esta oscuridad, idiota?
—Si sigues hablándome así, lo próximo que sentirás, no será precisamente esta arma— bajó mi pierna y se asomó por el lado del edificio—. Parece que nos perdieron. Vámonos al auto— me jaló del brazo y caminamos de vuelta.
—¿No piensas guardar el arma? La gente te verá con ella.
—Cállate y camina—Akira hizo caso y guardó el arma.
No vimos a nadie por el camino, no sabemos donde se metieron. Llegamos al auto y Akira aceleró a toda velocidad, y me trajo a un apartamento.
—Nadie nos siguió— comentó, abriendo la puerta del apartamento.
—¿Es este tu apartamento?
—¿Tu que crees? Entra—me jaló el brazo y me hizo entrar.
—¿Por qué me trajiste aquí?
—Te dije que tendrías un castigo si dejabas caer el helado, corderito.
—Lo hiciste a propósito, Akira.
—¿En qué te basas?
—En que siempre haces lo mismo— me agarró la mano y me llevó al cuarto—. No quiero estar aquí, ya me voy.
—No vas a ninguna parte, no te vas a escapar de mi—me abrazó por la cintura y me acercó a él.
—Suéltame, Akira.
—Esta bien—me tiró a la cama —. Ya te solté. ¿Feliz? — se subió sobre de mi. Esto está mal, no puedo dejar que esto continúe.
—Estás roja, corderito. ¿Tanto lo deseas?— sonrió con malicia.
—No te creas la gran cosa, Akira. Ya detén esto.
—No puedo detenerme, y menos ahora que deseo estar dentro de ti.
—Cierra la boca— mis mejillas se calentaron.
—¿Tanto deseabas tenerme así de cerquita? Aquí nadie nos va a interrumpir — besó mi cuello y sentí un escalofrió por todo mi cuerpo.
—No mas, por favor—lo hacía con tanto deseo, que no podía dejar de temblar.
—Eso suena mas bien como un «quiero más, Akira»— su mano acarició mi cintura y se adentró a mi abdomen—. Y si bajo un poquito más, ¿podré confirmar mis sospechas? — continuó besando y lamiendo mi cuello, mientras bajaba su mano lentamente. No puedo estar haciendo esto. ¿Qué es lo que me pasa? Solo podía recordar las palabras de mis hijos. ¿Qué hago aquí? Sentí una gran tristeza en mi pecho.
—¿Por qué tienes que volver para descontrolarlo todo? ¿Por qué haces todo mas difícil? Le estoy fallando a mis hijos y a mi misma por tu culpa— tapé mi rostro para que no me viera llorar y Akira se detuvo.
—Quisiera ser diferente, quisiera poder hacerte feliz, quisiera ser el hombre perfecto que cumpla con tus expectativas, para así poder demostrarte lo mucho que me importas tu y mis hijos; quiero protegerte de todo, pero siempre termino siendo yo quien te lastima. Cuanto daría por ser otra persona y poder controlar todo esos impulsos que te ocasionan la mayoría de las veces daño. Es que eres tú, no sé que tienes, pero descontrolas todo en mi. Siempre que te tengo cerca, no puedo controlar esas ganas que siento, es como si me estuviera quemando por dentro. Esas expresiones que haces, tus labios, esa mirada que me das cuando estamos cerca; me molesta que pueda ver esas ganas en tus ojos, pero que aún así me rechaces. A pesar de todos los años que han pasado, sigo sintiendo exactamente lo mismo cada vez que te veo, es como si el tiempo no pasara. Estoy consciente que no soy el hombre indicado para ti, pero me rehuso a dejarte ir.
—¿Pretendes que siga a tu lado, aún después de todo lo que ha pasado?
—Sí, aunque eso implique seguirte arrastrando a mi infierno. Que egoísta, ¿Cierto? Esta miserable persona soy, lisa.
—Yo no puedo con esto, no quiero seguir así. Ya fue suficiente. No solo me heriste a mi, también heriste a nuestros hijos.
—No quise hacerlo, amo a mis hijos más que a nadie, pero no quería arrastrarlos más.
—¿Y qué te hace pensar que no lo has hecho ya? Esto no puede continuar, entiéndelo.
—Me niego a entender. Eso es absurdo. ¿Por qué tengo que aceptar eso? Podemos hacer que esto funcione, como siempre hacemos. Tu y yo nos amamos todavía.
—No, yo no lo hago— ¿Por qué tiene que doler tanto decir esto?
—Maldita sea, ¿Te das cuenta? Eso es lo que más me molesta de ti. Sigues negándolo con tu boca, pero tu cuerpo muestra otra cosa.
—Cualquier mujer que este con alguien como tu podría sentir atracción sexual, pero no confundas ambas cosas con el amor —Akira apretó ambos puños y su expresión estaba llena de rabia, pero luego de unos segundos la cambió por completo.
—Pues no tiene que molestarte si quiero tu cuerpo ahora, ¿Cierto?
—Akira...
—Ahora cállate, tu misma lo acabaste de decir, de nada vale que te niegues ahora. Si no quieres amarme más, al menos tendrás que recibirme; quizás dejes escapar en un gemido lo que sientes por dentro, y que aún sigues tratando de ocultar.