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No pude dormir nada anoche. Toda se ha salido de control con el regreso de Akira a nuestras vidas. Kaori y Lin están muy afectados con toda esta situación. La más que le ha dolido en cuerpo y alma, ha sido a Kaori. Ella admiraba a su papá, y él se ha ganado el desprecio de ella. Es doloroso no poder decir nada para calmarla. Ese monstruo que presenció ayer es su padre, y eso fue lo que escogí. No pensé que dolería tanto, pero lástima mucho más recordar esa escena de ayer. Akira parecía otra persona, y hasta fue capaz de asustar a los niños mostrándole un arma. Lin tampoco se queda atrás, saber que Akira mismo fue quien le dio esa arma a Lin, me hace sentir muy estúpida. ¿Cómo no pude darme cuenta antes?

Los niños se fueron a la escuela y yo me encaminé al trabajo, estaba sumamente cansada, no dormí nada. ¿Cómo mierdas supo dónde estamos viviendo? ¿Me ha estado siguiendo? ¿Y si me vio con Kanji? Él podría estar en peligro. Pensar en eso hizo que corriera a su oficina, entré sin tocar y al verlo, suspiré aliviada.

—Kanji, qué bueno que estás bien— dije fatigada.

—¿Qué te sucede, mi diosa? ¿Venías corriendo? Claro que estoy bien, ahora mejor— se levantó de la silla y caminó hasta donde mí.

—Akira estuvo en mi casa anoche, tenía miedo de que nos hubiera visto y te hubiera hecho algo— Kanji sonrió maliciosamente.

—¿Tú crees que él podría hacerme algo? ¿Con quién crees que estás hablando, linda?— me puso su mano en la cintura y se acercó—. Realmente aprecio mucho que te hayas preocupado por mi, eso significa mucho.

—No digas esas cosas— desvié la mirada.

—No te preocupes por mí, yo puedo defenderme solo, y hasta ahora no ha podido contra mi. Eso no me preocupa, lo más que me preocupa eres tú. Él está buscando la forma de acercarse a ti, y sé lo sensible que estás. No puedes dejar que te lave el cerebro.

—Ayer fue capaz de hacer algo horrible, Kanji— le conté lo de anoche, y se quedó sorprendido.

—Ese hombre es un peligro para ustedes. Será mejor que refuerces la seguridad, y ahora más que nunca. No sabemos de lo que sea capaz, y podría hacerte daño al sentirse molesto. Siempre ha tenido un temperamento muy fuera de lo común.

—Voy a reforzar la seguridad de la casa y la de mis hijos; en especial la de Lin. Él le guarda cierto remordimiento y siempre lo a odiado, le importará poco hacerle daño.

—Tenemos que protegerlo. Permíteme enviar a algunos de mis hombres a tu casa.

—Si son de confianza lo acepto.

—Gracias, lisa.

—A ti, Kanji. Te dejaré para que puedas seguir haciendo tu trabajo, no quiero interrumpirte. Estaré en mi oficina por si necesitas algo de mi.

—Entendido, mi diosa. Ten un buen día, y no pienses en nada malo. Si piensas en mí, sería mucho mejor.

—Kanji… —él rio —. Ten un buen día.

Salí de la oficina y me dirigí a la mía. Al menos me siento algo tranquila por la seguridad de Kanji, ahora sólo falta proteger a mis hijos de ese desgraciado. Me quedé en la oficina arreglando unos documentos, cuando tocaron la puerta.

—Adelante— seguí enfocada en los documentos, hasta escuchar que cerraron la puerta con seguro.

—Akira, ¿Qué haces aquí?— me levanté de la silla, y me quedé en alerta por si intentaba algo.

—Que pregunta tan tonta. Han pasado muchos años y tienes la misma mala educación de ni siquiera saludar.

—Saludo a las personas agradables, no desagradables como tú.  ¿Qué quieres? ¿No te fue suficiente lo de ayer?

—No me hables así, corderito. Veo que estás más imprudente y malcriada que nunca.

—Te hablo como se me dé la gana. ¿Por qué no te largas y me dejas en paz?

—¿Aún no has entendido en qué posición estás, lisa?

—Parece que el que no ha entendido es otro, lárgate de mi oficina o llamaré a los de seguridad.

—Pues te recuerdo que parte de esta empresa es mía, corderito. Entro a la oficina que se me dé la gana— caminó hasta mi escritorio y se detuvo. Estaba vigilando todos sus movimientos.

—Dime que es lo que quieres de mí y lárgate.

—Te quiero a ti, quiero tu cuerpo, eso quiero— sonrió con malicia.

—Parece que la zorra con la que estás ya no te sirve.

—Veo que estás enterada de todo, significa que aún te importo, que te has tomado la libertad de averigüar sobre mí.

—¡Eres un desgraciado! Nos abandonaste y no te importó.

—¿Y tú qué vas a saber si me importó o no?

—Dejaste a tus hijos y a tu esposa.

—Tuve mis razones, pero no es algo de lo que pueda hablar ahora, pero yo te sigo queriendo, lisa.

—¿Queriéndome? Alguien que quiere, no hubiera hecho lo que hiciste. Me abandonaste a mi suerte, y no solo a mí, sino también a tus hijos. Estabas con otra mujer cuando solo había pasado un maldito año. No recibimos una llamada o un mensaje de texto, ni una puta disculpa de tu parte. Te desconectaste con una facilidad, ¿y ahora me dices que aún me quieres? No quiero ese querer tuyo.

—No puedo decirte mis razones, pero jamás dudes de lo que siento por ti.

—¿Me lo dices ahora? Ya no te quiero cerca, Akira. Tu presencia me lastima.

—Regresa conmigo entonces y problema resuelto.

—No, no voy a regresar a los brazos de alguien que fue capaz de levantar un arma en contra de mi hijo.

—Ah, Entonces, ¿debía dejarme disparar de él, solo para no lastimar tus pétalos?

—Ya acabaste con esta familia, Akira, ya no te quiero cerca. Antes daba lo que fuera por verte al menos, o recibir una razón, pero ya no la quiero. Con lo que vi ayer demuestras que no te importa tu familia. No te quiero cerca de mi, ni de ellos nunca más.

—Eso no me lo vienes a prohibir tu.

—Ya lo estoy haciendo, es la decisión de ellos y debes respetarla.

—Pues no sé me antoja—  tiró su mano y me agarró el brazo —. Te tengo— traté de soltarme de su agarre, pero caminó hasta llegar a mi antes de que pudiera hacerlo—. ¿Qué pasa? Detrás del escritorio eres una y cuando me tienes así de cerca eres otra.

—¡Suéltame, idiota! Sigo pensando lo mismo, y no voy a cambiar de parecer.

—Ah, ¿No?— me empujó contra la pared y metió su rodilla en mi entrepierna. Con mis dos manos lo empujé por ambos hombros, pero las agarró con fuerza—. Tantos años siendo mi esposa, y aún no puedes defenderte de mi. Eres demasiado débil y tonta, ¿o es que aún me amas y no quieres hacerme daño?

—No me hagas reír, ¿Cómo puedo amarte luego de lo que nos hiciste, y lo que sigues haciendo?

—De la misma forma que me has amado por todos estos años, corderito.

Su teléfono sonó y se quedó conmigo así en la pared y respondió.

Akira

Llamada telefónica

—Akira, ¿Cómo está todo? ¿Qué tal el viaje?— preguntó Hisa.

—Bien, ¿Qué sucede?

—El bebé creo que está enfermo, ¿Qué hago?

—¿Me ves cara de médico? Soluciona el problema como puedas— colgó la llamada.

Lisa

—Quiero que me dejes acercar a nuestros hijos, en especial a Kaori, necesito hablar con ella.

—Ya te dije que no, no le harás más daño del que ya le hiciste. Ella está muy afectada con toda esta situación, y no dejaré que un monstruo como tú se le acerque.

—Si lo que quieres es tenerme de enemigo, me tendrás, y créeme, te trataré y te haré lo mismo que le haría a una perra que colma mi paciencia. Te voy a despedazar viva, ¿Eso quieres?

—Ahórrate tus amenazas. Si quieres hacer algo, házlo de una vez, porque no creo que nada te detenga en este momento. Tienes el camino libre. Tampoco creo que te importe dejar a tus hijos sin madre, pues ya le encontrarás otra nueva, ¿Me equivoco?— lo encaré.

—Cállate, corderito.

—No voy a callarme. La verdad te duele, ¿Cierto? Eres un ser tan despreciable.

—¿Asi serán las cosas? — subió mis manos a mi cabeza y movió su rodilla en mi entrepierna—. Sé buena, y sé mía.

—¿Qué pasa? ¿Se cansaron de ti o te aburriste de tu nueva amante? Vete a jugar con otra perra, que no te voy a abrir las piernas.

—Ah ¿No? ¿Me obligarás a abrirlas por ti?

—¡Suéltame!— tapó mi boca con una de sus manos.

—Cierra la boquita o interrumpirán la diversión— mordí su mano y la quitó de mi boca—. Pero que perrita agresiva te has vuelto, mujer.

—Te dije que me sueltes, imbécil — pisé con mi tacón su zapato y me soltó por completo, me dirigí a la puerta y agarró mis dos brazos a mi espalda.

—Yo que quería jugar con mi hermoso corderito, pero veo que no está de humor. Solo te diré una cosa, preciosa; aún eres mía y mientras sigas casada conmigo, vendré a tomar lo que me corresponde.

—¡Púdrete! — le grité.

—Nos veremos más seguido, mi reina, así que espero que no trates de evadirme, o seré tu peor pesadilla en vida, ¿Entendiste?— me soltó y se alejó.

—¡Te odio!

—Yo también, aún así te haría el favorcito, corderito.— rio descaradamente.

Abrí la puerta de la oficina y salí de ahí. Mis piernas estaban temblando del miedo y mis lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas, no quería llorar frente a él. Ese hombre no es Akira, ese hombre es un demonio.

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