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Al día siguiente

Akira salió bien temprano a solucionar lo del tal John, quería salir de dudas, ya que aún seguimos en misterio de quién pudo haber sido; aunque nadie me saca de la cabeza que Kanji pudo haber tenido algo que ver. No entiendo porqué Akira no acaba con él de una vez. Si fuera por mí, ya él estaría tres metros bajo tierra haciéndole compañía a su puto sobrino y viejo hermano. De alguna manera siento que se está confiando demasiado, solo porque lo está ayudando en la búsqueda de sus hermanos. Jamás he estado de acuerdo con esta idea, tener al enemigo tan cerca, a veces no es algo inteligente. Kanji ha pasado un largo tiempo con nosotros, pero eso no cambia el hecho de que es nuestro enemigo.

Tenía que ponerme al corriente con la empresa, luego de tantos meses estaba algo perdida. Akira me dejó con el chófer para que me vigilara; aún con ese psicópata suelto, no podemos bajar la guardia. Me quedé en mi oficina mientras revisaba unos documentos de las últimas transacciones que hubo de la empresa, mientras no estaba. Me quedé algo confundida, se supone que si ya empezaron el proyecto la cantidad sea del porcentaje que exigió Kanji en el contrato, y esto muestra el doble, más está firmada por mi y por el hijo del Sr. Huswan. Tal parece que va a seguir con ese maldito negocio y manchando mi nueva identidad por más que se lo dije. No creo que Akira le haya dado el permiso, si estuvo fuera de la oficina todo este tiempo. Me dirigí a su oficina sin pensarlo dos veces, me sentía tan molesta de que haga lo que se le dé la gana. Si mi identidad se mancha de esta forma, puedo terminar tras las rejas. Entré a su oficina sin tocar ni nada y le tiré los papeles sobre la mesa.

—¿A qué debo el honor?— preguntó.

—Necesito que me expliques esto. ¿Aún sigues con esos malditos planes de ensuciar mi nombre?

—Al menos debería saludar primero, antes de entrar a una oficina ajena, ¿No es usted la jefa?

—Deja el maldito sarcasmo y habla.

—Es lo que se ve, ¿Qué más quieres que te diga?

—¡Eres un maldito, Kanji! Te lo advertí claramente que no quería tener nada que ver con este negocio sucio.

—Desde que aceptaste está identidad tenías que estar dispuesta hacer el trabajo sucio que hacía Leiko, ahora eres ella y no puedes olvidar eso.

—No estoy de acuerdo con esta basura. Te crees que eres el único que manda aquí, y eso no es así, Kanji — se levantó de la silla y caminó hacia mí.

—Fueron órdenes de tu esposo, estás reclamándole a la persona equivocada.

—¿Estás tirándole el fango a Akira?

—Confías demasiado en tu esposo, y a veces no todo es lo que parece. Deberías tener más cuidado en quien confías, tómalo como un consejo de un buen amigo.

—Que sea la última vez que levantes calumnias en contra de mi esposo.

—Entiendo que sea tu esposo, pero los secretos pueden acabar con una relación, bonita.

—Si tienes la valentía de tirar ese comentario, espero que la tengas para decirme lo que sabes.

—No me corresponde a mi, deberías averiguar por tu cuenta y a su tiempo.

—¿Crees que voy a confiar en tu palabra? En ti es la persona que menos confío.

—En cambio soy el más honesto que ha sido contigo. ¿Aún sigues pensando que fui yo, él que provocó ese accidente?

—Sí, sigo pensando lo mismo. No entiendo cómo Akira no sale de ti de una vez.

—¿Realmente quieres que suceda eso? ¿No me echarás de menos si me pasa algo?— se acercó más a mi, y no me sentía segura, traté de sacar el arma que tenía en mi muslo, pero Kanji aguantó mi mano antes de que lo hiciera.

—Una hermosa mujer no debería ensuciarse las manos, creo que debes relajarte un poco— acarició mi muslo con su mano—. No deberías hacer eso frente a mi, no sabes si tome cartas en el asunto con tu necedad, y sea yo el que te vuele primero— Kanji había sacado su arma con la otra mano y la colocó en mi cuello—. Si fuera otro, aprovechaba este momento para sacarte del medio, pero me atraes lo suficiente para no hacerlo. Trata de hacer las paces conmigo, bonita. Tienes que aprender mucho todavía y juntos lo puedes hacer.

—¿Crees que eso me va asustar? ¿Qué crees qué pasaría si me haces algo? A ti menos que nadie le conviene, y menos mientras tengas ese proyecto en marcha. Guarda tu distancia de mi, ya escuchaste la advertencia de mi esposo, y estás sobrepasando la línea.

—¿Crees que le tengo miedo a tu esposo? Él ya no es el mismo, es demasiado débil por tu culpa. Creí encontrarme con alguien peligroso que me diera la talla, pero Akira no se a vuelto más que una niña, y todo por tu influencia. Tener una debilidad a su lado es malo. Estando a tu lado, solo va a ocasionar que sea una presa fácil, en eso se ha convertido. Yo mismo lo vi ese día que te encontró casi muerta. Pude haber aprovechado ese día y matarlo, pero no lo hice. No porque lo necesite, si no porque me dio lástima; incluso alguien como él, puede rendirse ante los pies y encantos de una mujer. Ese mal lo he estado padeciendo yo contigo, ha diferencia que yo no soy igual que el imbécil de Akira — bajó el arma y la guardó. Creí que dejaríamos el tema ahí, pero no fue así. De la nada puso su mano en mi mentón y me besó, obligándome a besarlo de vuelta. Lo primero que hice fue golpearlo en la cara.

—Que sea la última vez que hagas algo como esto, imbécil. Se me va a olvidar el trato que tienes con mi esposo— grité molesta, empujándolo a un lado. Kanji sonrió descaradamente y eso me hizo molestar más.

—Tenías que saber que es algo que iba a suceder tarde o temprano. Ya te dije mis intenciones contigo, no creas que lo que diga tu esposo o tú, me hará cambiar de opinión. Cuando quiero algo lo consigo, y ese algo que quiero, eres tú.

—Vas a tener que quedarte con las ganas, Kanji. No todo se puede tener en la vida. Ruega para que Akira no se entere de esto, o él mismo vendrá a matarte.

—Que venga. De paso le decimos del gemido que soltaste al besarme, tus mejillas aún están rojas. Deberías ser honesta contigo misma y admitir que te gustó.

—No te creas la gran cosa, idiota. Jamás me gustaría alguien como tú. Akira es el único hombre en mi vida, y al único que amo; así que no te atrevas a repetir una pendejada como esa. Te lo dejaré claro, si vuelves a intentar algo como esto otra vez, seré yo misma quien rompa ese estúpido acuerdo, ¿Te quedó claro?

—Sí, bonita, síguete mintiéndote a ti misma — dejó escapar una risa de burla y salí de la oficina molesta.

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