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Inka

—¡Maldita seas, Inka! ¡Tenemos que irnos!

—Prende en fuego este lugar— ordené.

—Ella ya está muerta, tenemos que irnos.

—¡Que prendas en fuego este lugar te dije!

Akira

C

uando llegamos al lugar, vi la camioneta de Lisa. Al mirar al edificio, el fuego se había ido propagando rápidamente.

—Akira, ¡no puedes entrar ahí!— gritó Kanji.

—Lisa está allá dentro.

—Akira, si lisa estuviera ahí dentro, no debería quedar nada de ella ahora mismo.

—¡Cállate, cabrón! Ya quisieras que eso pasara. Tengo que entrar por ella.

—Akira, no puedes hacer eso. ¡Maldita seas!

—¡Lisa!— llamé innumerable de veces, pero no hubo respuesta.

Tapé parte de mi rostro para entrar y seguir con la búsqueda, hasta que encontré su cuerpo tirado en el suelo. Me dirigí al cuerpo de ella y la saqué en mis brazos del lugar.

—Lisa, ¡Responde!— le di respiración boca a boca, pensando que había sido por el humo o más bien eso quería creer.

Kanji se arrodilló y alzó su camisa, al ver la sangre en esa área, fue cuando me percaté de que no había sido por el incendio.

—Akira, lisa no te va a responder.

—Lisa, responde, por favor. Despierta. No juegues así, princesa.

—Akira, ¡Reacciona! ¡Lisa está muerta!

—¡Que te calles! ¡Ella no está muerta! ¡Ella no lo está! — estaba en negación —. Corderito, despierta, por favor— lágrimas bajaban por mis mejillas y sujetaba su mentón, tratando de que reaccionara, pero no lo hacía—. No me dejes solo, lisa. Despierta, por favor. No es hora de dormir ahora— mis manos estaban temblando del miedo.

—Akira, tenemos que irnos de aquí.

—¡No la voy a dejar aquí! ¡Hay que llevarla al hospital! Eso hay que hacer.

—Akira, ¡reacciona!

—Ella estará bien, hay que llevarla al hospital, solo está dormida.

—No está dormida, Akira. ¡Está muerta!

—Una vez más que digas eso, y te juro que te mato.

—Estás mostrando tu debilidad frente al enemigo, Akira.

—No me amenaces, Kanji. Si vas hacer algo, ¡hazlo ahora de una puta vez!

—¡Maldita seas, Akira! ¡Súbela al auto!

Kanji manejó hasta el hospital, y bajé a lisa del auto y la llevé a la sala de emergencia, donde la atendieron rápidamente. Me quedé esperando, hasta que horas después el médico salió.

—Señor, la paciente…

Akira

Dos días después…

—Tienes que dejar de tomar, Akira, eso no te hace bien— dijo Kanji.

—Soy el culpable, solo le he causado mucho dolor. Fui su peor error. Tenemos que encontrar a los culpables, Kanji. Te juro que les haré pagar de la peor manera, los mataré a todos— lágrimas bajaban por mis mejillas.

—Haré todo lo que esté en mis manos, mientras tanto habla con los familiares para que puedas viajar y tener algo de tranquilidad.

—Sí, eso haré, solo necesito fuerzas.

Me fui a la casa de Jefferson para hablar con él y la madre de lisa.

—¿Qué sucede, Akira? ¿Qué te trae por aquí? Hueles alcohol. ¿Has estado tomando?— preguntó Jefferson.

—No importa. Vine a decirles algo, pero no sé cómo deba hacerlo. Yo debo decirlo— se formó un nudo en mi garganta.

—Me estás preocupando. ¿Qué sucede?— luego de un silencio, tomé la fuerza necesaria para decirlo.

—Mataron a lisa.

—¿Qué?— ambos quedaron incrédulos, pero a la vez  destruidos con la noticia que les estaba dando. La madre de lisa se desmayó ante la noticia y Jefferson la comenzó abanicar.

—Eso… eso no puede ser cierto. Dime que me estás mintiendo, Akira.

—Yo, necesito que cuides de mis hijos mientras encuentro a los culpables. No les digas nada a ellos, por favor.

—Akira, ¿Qué fue lo que pasó?— Jefferson estaba en lágrimas.

—Yo…  no quiero hablar de eso ahora, tengo que viajar.

—¿Dónde está su cuerpo?

—No podré estar en su funeral, Jefferson, pero ya preparé todo. Yo me tengo que ir, no soporto está maldita culpa.

—Deagracias es lo que trae esta vida, Akira.

—No hace falta que lo recuerdes, ya lo estoy pagando, créeme— salí de la casa de Jefferson.

Un día después…

—Todo está preparado para el viaje. ¿Lograste hacerlo?— preguntó Kanji.

—Si, Lisa Xiao murió ahí, pero… está nueva mujer tomará su lugar. 

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