Despertar en las mañanas con Akira, es una de las mejores bendiciones que puedo tener. Poder verlo dormir y sentir su calor, es lo mejor que me pueda pasar; lástima que siempre se despierta cuando me despierto, es como si estuviera conectado a mi.
—No vayas a trabajar, quédate conmigo.
—Necesito ir, no puedo estar faltando.
—Lo más seguro esta noche salga a un viaje de negocio.
—¿Por cuánto tiempo será?
—Unos días, princesa. Hubiera querido que fueras conmigo, pero tienes ese trabajo y los niños.
—Ten mucho cuidado, Akira. No quiero que nada malo te pase.
—Siempre lo tengo, princesa.
—Mira la hora, voy a llegar tarde— me levanté de volada para ir al baño. Me bañé y me vestí, los niños ya deben haberse ido con el chófer.
—Yo te voy a llevar, déjame bañarme.
—Date prisa— espero no haga una de las de él. Por suerte no sé tardó demasiado. Verlo luego del baño y todo húmedo era muy excitante. Sacudí mi cabeza y quise mirar a otra parte. No puedo estar pensando en esas cosas ahora, tengo que avanzar para irme al trabajo.
—¿Pasa algo, corderito? — Akira se acercó, es como si supiera lo que pasó por mi mente—. Esa ropa te queda bien, ¿Por qué no hacemos un rapidito con ella puesta?
—No, tengo que irme. Si sigues tardando tendré que irme por mi cuenta.
—No seas aguafiestas. Será rápido, lo prometo.
—¿Por qué siempre haces esto?
—¿No eras tú quien lo estaba deseando? Me estabas devorando con la mirada hace un momento. ¿Has visto tu cara como está?
—No digas esas cosas, tonto. Ya vámonos— mi vergüenza cada vez era más.
—Eres tan linda — acarició mi mejilla y me besó. No, si esto continúa así yo…
—Detente, Akira— me alejé de él y caminé a la puerta. Sabía que trataría algo para salirse con la suya de hacerme faltar al trabajo. Akira comenzó a reír.
—Casi te rindes, corderito.
—Vístete, Akira. Te espero abajo — salí de la habitación, si me quedo con ese demonio tan tentador, no voy a poder ir al trabajo y me van a despedir. Usa siempre sus encantos como armas para salirse con la suya, y lo peor es que casi lo logra.
Al rato bajó y nos fuimos a mi trabajo. No desayunamos, ya estaba muy tarde para eso, pero Akira se detuvo a comprar algo de comida por el camino para que lo llevara al trabajo. Hasta piensa en esos pequeños detalles. Me gustaría que todas las mañanas fueran así. Que despertara conmigo y pasaramos más rato juntos. Al llegar al trabajo quise despedirme lo más rápido posible. Solo faltaban tres minutos para entrar.
—Te amo, Akira— abrí la puerta, pero Akira me agarró el brazo.
—¿Pensabas irte sin darme un beso?— arqueó una ceja.
—Lo siento, yo...— interrumpió lo que iba a decir con un beso. Fue tan apasionado que mi cuerpo se estremeció. Quería más, pero no puedo. ¿Por qué siempre tiene que hacer todo más difícil para mí?
—Te amo, corderito— bajó su boca a mi cuello y lamió una parte de el. No quería demostrarle cómo estaba, pero mi cuerpo estaba ardiendo—. Te queda un minuto— se detuvo y se alejó. Sonrió maliciosamente antes de que me bajara.
—Luego arreglamos cuentas, Akira — sonreí y cerré la puerta. Aún sentía ese escalofrío por todo mi cuerpo. Tengo que reponerme.
Entré directo al cuarto de empleados para el ponchador. Las compañeras estaban todas reunidas antes de empezar. Las saludé una a una, tenía que arreglar lo de anoche.
—Laura, Vanessa, quiero pedirles disculpas por haberme ido de la fiesta así como así.
—No tienes que preocuparte. Tu familia es primero. ¿Todo salió bien?
—Si, la situación se aclaró.
—Eso podemos ver— ambas sonrieron. ¿Acaso será que me vieron en el auto?
—¿Por qué lo dicen?
—Tengo un poco de maquillaje. ¿Necesitas un poco?— no entendía el porqué de la pregunta, pero ella señaló mi cuello, ahí supe cuál podía ser la razón.
—Vengo enseguida— fui al baño y me miré en el espejo, olvidé por completo la mordida de Akira. ¡Maldito seas, Akira! Tengo que tapar esto, que vergüenza. Fui de vuelta para pedirle algo de maquillaje y tapar un poco como pude la mordida. Las cosas que me hace este hombre pasar, por eso estaba tan sonriente.
Regresé al trabajo como de costumbre. El día pasó muy rápido, por suerte. Estuvimos algo juntas y riendo todo el día. Quería mantenerme lejos de todos, pero era imposible. Me agradan las dos y me gustaría poder tener amigas. Supongo que no está mal que al menos estemos juntas en horas de trabajo. Me despedí de mis compañeras y salí del trabajo. Akira me vino a buscar y tuve que aprovechar para atacar.
—¿Por qué no me dijiste nada de esto?— señalé mi cuello y comenzó a reír.
—¿Para qué? Se ve muy bien en ti, princesa.
—¿Sabes la vergüenza que pasé por tu culpa?
—Hubiera hecho todo por verte. Creo que lo haré más seguido, así todos saben que tienes dueño.
—¡Idiota!
—¿Cómo te fue en el trabajo?
—Bien, me gusta mucho el trabajo. Me hace muy feliz tener compañeras tan amables como las que tengo.
—Si eres feliz, yo también lo soy.
—No pensé escucharte decir algo como eso.
—Hay una primera vez para todo.
Pasamos a recoger a los niños para llevarlos a la casa. Hablamos por todo el camino de cómo les fue en la escuela, en especial de la forma en que Lin ve la escuela. Si esto sigue como va, tendremos que cambiarlo nuevamente. Llegamos a la casa y fui derecho a la cocina. Quería cocinar algo para todos. Akira se va a ir esta noche y quiero que pasemos un rato juntos los cuatro.
—Tengo que salir con Lin, ya mismo regresamos.
—¿¡Qué!? ¿No van a tardar mucho? Quiero que pasemos juntos la tarde.
—No tardaremos, linda. Confía en mí.
—Esta bien — Akira me agarró por la cintura y me acercó a él.
—Tienes tanta suerte de que los niños están aquí o no sabes todo lo que te haría, corderito.
—Estas muy impaciente, Akira.
—Así me tienes. Ya regresamos, corderito — salió de la cocina, dejándome casi sin aliento. Solo espero que regresen pronto. Estás salidas también tengo que cuestionarlas, pero no tuve el momento.
Akira
—Hoy te daré el arma, Lin. De ahora en adelante serás tú quien se encargue de ella. Cuidado para donde te la llevas, hijo. Ya sabes las reglas. Si tu madre la descubre será un problema, procura que no lo haga.
—No te preocupes, papá.
—Pediré algo a cambio.
—¿Algo a cambio?
—Si, verás quiero darle una sorpresa a tu hermano, pero no recuerdo dónde vive. ¿Te acuerdas dónde vivías con él?
—Si, ¿Puedo ir?
—No, tienes que ir a la escuela.
—Pero quiero ver a mi hermano.
—Lo traeré de vuelta, pero necesito que seas un niño bueno y me digas dónde está. ¿Quiénes vivían contigo?
—Vivíamos con mi mamá y mi tío.
—¿Recuerdas la dirección y en qué estado estaban?
—Si, papá. ¿Me prometes que vas a traer a mi hermano de vuelta?
—Voy a proponérselo, pero es él es quien decide, hijo.
—Grácias, papá.
—No hay de que. Te daré un papel para que escribas todo lo que recuerdas. Hoy mismo iré a buscar a nuestro hermano para tratar de traerlo de vuelta. ¿Trato?
—¡Si, papá!
—Buen chico.