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28 (+18)

Al colgar la llamada, Kanji me miró y le ordenó a sus hombres a salir de la habitación.

—¿Por qué no jugamos otro juego?—su mirada solo emitía un gran desprecio y odio hacia mí.

Si este tipo de juegos continúa, me terminará matando.

—Detente, por favor! —mientras suplicaba, él se dirigió a la caja de metal que estaba en el suelo.

Cuando la fue abriendo, comenzó a sacar varios tipos de bisturí colocándolos en orden en el suelo. Mi cuerpo sintió un ligero escalofrío. No sé lo que planea hacer con eso y no podía parar de temblar.

—¿Qué vas a hacer con eso?— le pregunté nerviosa.

—Dije que íbamos a jugar, ¿No es así?

—¿Qué vas a cortar con eso?

—Acaso no vez que en esta habitación solo estamos tú y yo. ¿A quién crees que voy a cortar?— caminó a mi dirección con un bisturí en mano.

No podía aguantar esto. Me levanté como pude del suelo, caminando a otro lado de la habitación. Tenía aún mis manos atadas a la espalda.

—Kanji, por favor. Hago lo que me pidas, pero aleja eso de mi—le supliqué, pero aún seguía caminando lentamente hacia mi dirección.

No tenía más escapatoria, el cuarto era muy pequeño y no dudó en acorralarme a la pared.

—¿Qué se siente estar encerrada en un pequeño lugar, sin poder moverte y sin esperanzas de que nadie va a venir por ti para salvarte? Si quisiera descuartizarte lo puedo hacer en este momento, pero mi verdadera meta no es matarte físicamente, voy a matarte lentamente por dentro. Desearás tu misma querer morirte, me pedirás a gritos que te mate. Quiero que experimentes el verdadero terror por tu cuenta; el mismo en el que pase luego de la muerte de mi padre— acercó el bisturí a mi cuello y lo pasó lentamente, podía sentir mi cuello caliente y una sensación de ardor detrás.

—Ya, por favor— cerré mis ojos, y él se detuvo.

—Si no me miras no es divertido. ¿Quieres hacer algo mejor?— sujetó mi cuello y lamió la leve cortada que hizo.

Podía sentir ardor cada vez que lamía esa área.

—¿Por qué no retomamos la escena de la otra noche antes de que Akira nos interrumpiera? Me acuerdo que tu carita de perra barata estaba disfrutándolo, ¿No es así?

Caminó hasta la caja para guardar el bisturí y sacarlos de la habitación. Luego sus ojos se dirigieron a mi nuevamente y señaló el suelo.

—Ven aquí—ordenó.

No sé si debería ir o si debería quedarme, pero no tenía opción. Si no lo hago voluntariamente, él vendrá a buscarme y puede ser peor.

Caminé lentamente hacia él.

—Ponte de rodillas ante mí — mientras me ordenaba, intenté bajarme lentamente para ponerme de rodillas.

Tenía miedo de que al tirarme fuerte, le ocasionará daño al bebé. Se me hacía muy difícil por tener las manos atadas. Lo hice como pude e intenté poner mi cabeza en el suelo pensando en pedirle perdón, pero él haló fuertemente mi pelo, haciéndome alzar la cabeza y mirarlo.

—¿Qué crees que haces? No te he ordenado eso —con su otra mano se fue abriendo el pantalón, y exponiendo su miembro en mi rostro.

Intenté girar mi cara, pero él agarró fuertemente mi pelo haciéndome enfrentarlom

—¿Qué esperas? ¿Quieres que abra la boca por tí?

Nunca había tenido algo así frente a mis ojos, ni siquiera había hecho esto antes. Podía ver cada detalle del miembro de Kanji. El olor era fuerte y era demasiado grande para poner eso en mi boca. Es totalmente repugnante.

—Supongo que tengo que ayudarte a abrirla—dijo molesto.

—No, por favor—respondí al instante—. No quiero esto.

—¿Acaso te doy asco porque no soy tu querido Akira? No deberías menospreciar la comida que tienes servida en frente. Cualquier perra callejera en tu lugar, ya estaría disfrutando de esto—con su mano sujetó mi nariz, evitando que pudiera respirar, para hacerme abrir la boca.

Quise forcejear para evitar que siguiera haciéndome eso, pero no podía respirar más.

Al momento que abrí la boca, Kanji metió su miembro en mi boca empujándolo fuertemente. Quise hacer fuerza con mi cuerpo para sacarlo de mi boca, pero mis intentos eran en vano. Él tenía sujetado mi cabello aún y no podía mover mi cabeza.

—Si te atreves a morderme, te juro que te corto el cuello. Eres realmente mala en esto. ¿Acaso Akira no te enseñó bien? No sé porque te pregunto si no puedes contestar—rio—. Debes mejorar esa técnica o no terminará tu tormento. Hasta que no me hagas sentir bien, no dejaré de hacerlo.

Cada vez lo adentraba más profundo en mi boca. Podía sentir su asqueroso pene en mi garganta. Era asqueroso sentir esas náuseas cada vez que lo entraba. Se me hacía difícil respirar.

Me tiró hacia atrás en el suelo y pude tener un momento para respirar. Me sentía aliviada de que se haya detenido, pensé que iba a morir.

—No quiero más de esto— solté en lágrimas.

Diciendo esto, se arrodilló poniendo su pene nuevamente en mi cara y obligándome a abrir la boca.

—Usa un poco tu lengua— entró dos dedos en mi boca—. Tal parece que es tu primer oral o es que eres pésima en esto— sus dedos los metía realmente profundos en mí garganta. Podía sentir más náuseas.

Cuando sacó sus dedos, volvió a entrar su pene violentamente en mi boca. Podía sentirlo aún más profundo. Quería que se detuviera, no quería más de esto.

—Vas mejorando. Abre más esa boquita para mí. Muéstrame qué más puede hacer—su risa escalofriante hacía que mi cuerpo temblara más.

Comenzó a taparme la nariz nuevamente, mientras seguía entrando violentamente en mi boca. El no tener momento de respirar,nsentía que iba a morirme. Cada corto tiempo me dejaba respirar y me cortaba el aire, como si disfrutara de esto. Sentía mucho miedo. Quería gritar, quería escapar, quería que todo terminara. Mis lágrimas no se detenían. El estar indefensa, obligada y sin poder respirar, era desesperante.

Escuché su respiración más agitada de lo normal.

—Aquí tendrás tu rica comida, perrita—fueron las últimas palabras que dijo, antes de sentir su semen en mi garganta.

Era un sabor amargo y asqueroso. Quería vomitar no aguantaba esa despreciable textura y sabor en mi boca.

—No lo sacaré hasta que lo tragués — volvió a presionar mi nariz.

No me quedó de otra que hacerlo. Él saco su pene de mi boca, cuando por fin pude respirar normal de nuevo. Me sentía muy agitada, agotada, adolorida. Escupí a un lado todo lo que pude. Ese sabor me hacía sentir repugnancia, más ver esa despreciable sonrisa que se ensanchó de sus labios.

—¿Cómo estuvo tu primer oral?—entre risas se levantó.

Me sentía muy mareada y asqueada.

—Vendré diariamente a traer tu rica comida, digna de una perra sucia como tú—diciendo esto, salió de la habitación dejándome tirada en el suelo.

Quiero salir de esta pesadilla.

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