Los gruñidos en voz baja vinieron de un par de gorilas que estaban caminando en dirección de una habitación.
"Ugg… Me duelen los huesos." Gruñó Rupert en voz baja y observando a su compañero, cuestionó. "¿Por qué demonio nos hiciste ir a enfrentar a Alice?"
Hace dos horas acabaron de llegar de otra misión arca y como siempre, el viaje fue agobiante mental y físicamente, siendo bastante incómodo.
Estaban viajando por el mismo lugar que antes y la tribu de gorilas estuvieron apoyando, así que su seguridad estaba garantizada.
No obstante, ellos estuvieron participando más en las batallas porque no deseaban que su gente los estaba viendo los menospreciara y necesitaban actuar.
Sin embargo, tras llegar pasaron dos horas entrenando con Alice, porque a César se le ocurrió la idea de pedirle entrenamiento y ahora todo su cuerpo estaba doliendo.
"No sabemos cuándo comiencen las siguientes misiones. Debemos estar preparados." Gruñó César en respuesta y dándole una mirada, declaró. "No me importa si no quieres seguirme, pero creo que esta misión nos podrá al límite."
Rupert dudó un momento, pero al final asintió.
A diferencia de César, él no participó tanto en batalla, pero había escuchado que los asuntos que se metían las 'Protectoras de Zerzura' eran grandes.
Su gente fue atacada por una gran horda de bestias mágicas y Rupert todavía lo seguía recordando… Al igual que seguía recordando, que su gente fue salvada de esa horda, por dos personas, que literalmente la desbarataron.
¿Cuántos riesgos habían tomado para hacerlo? Sus misiones estaban en un alto nivel y que fueran elegidos, llevaba cierta importancia.
"Lo entiendo..." Murmuró Rupert al entrar a su habitación y a ver su gran cama, se tiró arriba de ella.
La cama solo tembló al soportar todo su peso y Rupert solo gruñó dejando salir su cansancio, mientras era observado por César que se sentó con calma.
No cuestiono demasiado las elecciones de César y no fue porque lo seguía a toda parte, sino que él era quien tenía más experiencia conociendo a esas dos personas.
También fue alguien que luchó al frente para defender la ciudad y lo hizo incluso cuando estuvo en desventaja.
Era normal seguir a alguien más experimentado.
"¿Qué crees que nos deparara?" Preguntó Rupert con seriedad.
Las misiones Arcas le mostraron que las 'Protectoras de Zerzura' realizaban bastantes misiones para salvar vidas y esta ciudad era la prueba que ayudaba, pero esa ayuda siempre se extendió a cualquiera.
Por eso mismo, los Addax mágicos tenían 'reservas' para ellos en donde vivían con algunas otras bestias mágicas más pacíficas.
Las bestias mágicas estaban incluidas entre los seres vivos que ellas ayudaban... Al menos, Aurora.
Alice por su otra parte, no solo era indiferente, sino que era demasiado peligrosa y para él representaba la fuerza de ese dúo.
"No lo sé." Respondió César de forma honesta y tirándose en su propia cama, anunció. "Pero confió en ellas."
Confiaba en las personas que se enfrentaron a peligros por una tribu con la cual no tenían conexión… ¿Y cómo no podían confiar en esa clase de persona?
Ni siquiera se acercó para pedir una recompensa, simplemente los ayudó sin pedir nada a cambio.
"Y también te enseñan a ser fuerte." Murmuró Rupert mirando el techo.
Alice aceptaba los pedidos de César de entrenamiento y lo aceptó a pesar de que ella había llegado de misiones arcas.
Incluso si ella estaba cansada por esos viajes, nunca lo mostraba y le daba una paliza que a veces la realizaba con una sed de sangre palpable o incluso con cierta presencia que daba miedo.
Fortalecía sus instintos de bestias para de esa forma mejorar su fuerza de batalla a la vez que buscaba fortalecer sus mentes.
Si antes se enfrentaban a un monstruo, era normal que la segunda vez fuera más fácil y una pequeña facilidad podía ser de mucha ayuda en batalla.
"No debemos decepcionarlas." Dijo César y al escuchar esa voz, Rupert se levantó viendo que su compañero hacia lo mismo.
Ambas hermanas eran difíciles de entender.
Aurora resultaba ser muy difícil de comprender cuando se trataba de sus valores y su naturalidad para ayudar a otros, sin pedir nada de vuelta.
Una ayuda que se extendía a desconocidos.
Los humanos resultaban difíciles de comprender, pero quien se llevaba el premio de incomprensible, era Alice.
Literalmente no sabía lo que pasaba por la mente de esa humana, pero algo estaba seguro… Ella veía potencial en ellos y trataba de apoyarlos a su manera más salvaje posible.
Una humana que representaba valores que incluso lo cautivaban a él y una glotona que veía potencial en ellos.
¿Cómo podrían decepcionarlas?
"Volvamos a entrenar. Quien pierda debe soportar el ataque de Alice en nuestro próximo entrenamiento." Murmuró César con un gruñido salvaje.
Rupert solo gruñó de vuelta mientras se levantaba, pero por dentro ocultaba su sonrisa.
En realidad, no estaba tan cansado como decía.
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En el último piso del edificio de la sede de la Empresa Apicius, James observó por la gran ventana.
La muralla se estaba extendiendo para tener un área de mayor tamaño para la expansión y en su visión era posible observar como la construcción de la muralla estaba avanzando.
También era capaz de ver todos los edificios que se estaban construyendo y si bien los que estaban al centro de la ciudad, eran grandes, las casas que se extendían a lo lejos, eran más numerosas, pero visibles.
"Un oasis en el desierto… Zerzura." Murmuró una voz y acercándose a su lado, anunció. "Nunca pensé que esto podría haber sido posible."
James se giró para observar a Chonz Kernen.
Era un anciano que estaba en una edad avanzada, pero que seguía mostrando una mirada brillante y llena de entusiasmo.
Profesor de la Academia Cernunnos, ese hombre era alguien que tenía relaciones con bastantes tribus de bestias mágicas por alrededor del mundo.
Con solo decir que era alguien capaz de entrar al bosque mágico por su cuenta demostraba que no era nadie simple… Y eso iba más allá de su fuerza de curandero rango A.
Audacia, determinación y voluntad, ese anciano era decidido con sus objetivos.
"Se creó una ciudad en medio del océano atlántico. Nosotros somos imitadores." Respondió James con una sonrisa.
"¿Es así? Pienso que lo que hacen aquí es más grande que la Ciudad Atlántida o lo que la Empresa Cosmos hizo." Respondió el Anciano Kernen y observando seriamente, señaló. "Y eso me llama la atención. ¿Por qué la Empresa Apicius que trata a las bestias como carne está ayudando a esas mismas bestias? Es entendible sobre los humanos, pero que apoyen a las bestias, es …"
"¿Descabellado?" Dudó James y dando una sonrisa al haber acertado, se ajustó su corbata mientras observaba la ciudad.
¿Cuántos restaurantes tenía en el mundo?
Estos edificios estaban en la mayoría de las naciones de este mundo y sus restaurantes estaban presentes con los mejores chefs y los más grandes ingredientes.
Sin embargo, ellos no estaban metidos en solo el negocio de los restaurantes.
Cualquier persona que iba a un negocio y tomara cualquier elemento comestible, muy seguramente pertenecería a la Empresa Apicius directa o indirectamente.
O, por otra parte, si uno iba a los mayores productores de carne de bestia mágica, lo encontrarían a ellos.
A ese lugar estaba apuntando el Anciano Kernen… Le estaba encontrando descabellado que la empresa que literalmente se manejaba con comida, apoyara a las bestias mágicas inteligentes.
Bestias que posiblemente habría querido devorar antes.
"Nuestra empresa sigue las regulaciones nacionales e internacionales sobre las bestias mágicas inteligentes. Solo tocamos lo que este mundo permite." Dijo James con la sonrisa de un empresario amigable.
No estaba mintiendo, pero a la vez no significaba que no hubiera hecho negocios de esa clase.
Sus granjas de bestias mágicas eran muy reconocidas en todas partes y si bien no eran bestias mágicas inteligentes y eran solo aquellas permitidas en las reglas, no significaba que lo que hacían no fuera cruel para un domador de bestias idealista.
Aun así, incluso si su empresa hubiera hecho negocios con bestias 'exóticas', nadie lo podía probar y más importante que todo…
"En la actualidad no llevamos a cabo esos negocios. Los tiempos cambian y nosotros debemos adaptarnos." Respondió James con honestidad y dando una mirada, precisó. "Son negocios y como todo negocio, los beneficios importan."
Lo que hace quince años estaba bien, en la actualidad estaba mal y eso significaba que ellos debían actualizarse si no deseaban tener pérdidas y quedar atrás.
"Si alguien le pregunta a un cazador ilegal quien fue su mayor cliente, todos lo mirarían a ustedes… O sus filiales, socios o como deseen llamarlo." Dijo el Anciano Kernen con frialdad.
En sus restaurantes en lo más alto de los edificios se realizaban las negociaciones más importantes y las personas que asistían le gustaba comer buena comida y a veces algo exótica.
Conseguirla era parte de su trabajo.
"Y ahora somos quienes buscan detener a esos cazadores." Respondió James sin negar lo que insinuaba y sin cambiar de expresión, precisó. "La diferencia de antes y ahora, es que tenemos una nueva accionista y ella tiene ciertos 'valores' que debemos cumplir."
Aurora nunca se metió en sus asuntos desde que fue nombrada accionista y era posible que ella lo tomara como una broma o incluso negara esa realidad.
Era accionista de la segunda empresa más rica de todas y ella se convirtió en una de las personas más ricas de este mundo… Era imposible que Aurora, que ni siquiera se atrevía a aceptar un puesto oficial en la ciudad pudiera aceptar la verdad.
Sin embargo, no era un juego y ella era la segunda accionista y como si fuera poco, era la persona a la cual Alice seguía a todas partes.
Estaba claro que la empresa se afianzaría a los valores que Aurora representaba y lo bueno era que ahora tenían todo para mantenerse estable, incluso si seguían algunos estándares.
Sus negocios en este punto iban más allá de los grandes restaurantes con los cuales empezaron.
"¿Esa es la respuesta que buscaban?" Preguntó James y observando a ese anciano que fue atrapado, explicó. "Ayudar a las bestias o crear una ciudad tiene una importancia económica. Incluso si gastamos cientos de millones en la ciudad, lo recuperaremos."
En Uganda se encontraba un antiguo parque nacional en donde una planta mutaba a los cocodrilos que lo comían y lograban que aumentara su tamaño, a costa de limitarlos en rango.
No obstante, si esa planta se trataba con cuidado y se mezclaba con otros alimentos, era posible potenciar el cuerpo de un usuario de habilidad.
Ese era uno de los tantos beneficios que podían conseguir, cuando los negocios de la ciudad profundizaran con el bosque.
Ni hablar de los beneficios que iba a obtener cuando extendiera sus raíces por estas tierras y era imposible que no se extendiera.
En ese sentido los valores de Aurora, estaban acorde a los intereses económicos de la empresa y lo bueno era que esa jovencita entendía que era necesario un equilibrio económico.
Aun así, todo requería su tiempo y James no estaba preocupado por los gastos o por la expansión de la ciudad.
Incluso si ahora se llevaban a cabo más de diez misiones arcas de forma simultánea y la ciudad estaba expandiéndose al máximo, no importaba.
"¿Entonces qué piensas Anciano Kernen?" Preguntó James y mirando a ese individuo con calma, cuestionó. "¿Crees que la Academia Cernunnos estaría interesada en la ciudad?"
Chonz Kernen no era un hombre simple y de cierta forma representaba los intereses de la Academia Cernunnos en el exterior, mayormente con las tribus con la cual tenía contacto.
Eso significaba que de cierta forma representaba al Director Ackermann de rango SS y mayormente a la Bestia Santa de Suiza, el Barbegazi.
"Lo está. No con su empresa, sino que con la ciudad… Se ha creado algo grande aquí y es imposible que no deseemos estar presente y tratar de influir con nuestros intereses." Respondió el Anciano Kernen y dando un suspiro, murmuró. "Aunque esos intereses están siendo satisfechos."
Una nueva ciudad estaba surgiendo en áfrica y que las personas no pudieran venir tan fácilmente era una de las razones por la cual las fuerzas externas no se acercaban.
Otra fuente era la Iglesia del Tiempo y el Espacio y Empresa Apicius que era gigantesca en los negocios, impedían que nadie intentara algo 'gracioso'.
Pronto se añadiría el General McLean, pero ese era un asunto que no era revelado públicamente.
Aun así, sería un buen lugar para que una academia que era conocida por respetar y tratar de iguales a las bestias mágicas, buscara influenciar.
No obstante, aquí no había nada que influenciar.
Literalmente las leyes estaban a favor de las bestias mágicas y quienes estaban llevando los juicios lo estaban haciendo de forma muy estricta.
Aun así…
"No obstante, podemos beneficiarnos. La ciudad puede expandirse para dar la bienvenida a domadores de bestias y sus gremios de domadores. Desde edificios para su gente, habitad para las bestias o reservas para cualquier tribu que necesite asilo." Dijo James, sin ocultar su sonrisa.
Suiza era parte de la Unión Europea y si bien esa gran nación trataba de mantener contenta a la Bestia Santa, necesitaba mantener cierto equilibrio en su totalidad.
Era imposible prestarle todo el apoyo que necesitaba o concederle todo lo que deseaba esa gran bestia.
Y eso significaba, que la Academia Cernunnos no podía ayudar a todos lo que deseara, específicamente era capaz de ayudar a todas las tribus que estaban en peligro o bestias mágicas que se encontraban en problemas.
No obstante, Zerzura podía recibirlos, ya sea en una zona de la ciudad o en una reserva que podía crear dentro de sus fronteras.
"También necesitamos domadores de bestias para que nos ayuden a mantener las relaciones con las bestias y por supuesto, profesores que puedan apoyar nuestra futura academia." Añadió James y a ver a ese profesor atraído, explicó. "Los ciudadanos están aumentando y hemos estado trabajando en una academia. Pronto abrirá."
La Academia de Zerzura… Era un nombre que le parecía atractivo y era imposible que no deseara crear una gran academia que se asemejara a las grandes academias del mundo.
Era un proyecto que estaba siendo llevado a cabo y que empezaría a lo grande, invitando estudiantes extranjeros a esta ciudad.
"Pronto volveré a la Academia Cernunnos, en ese momento informaré sobre esta conversación al director." Respondió el Anciano Kernen.
James asintió de forma simple.
No estaba demasiado preocupado por la respuesta, ya que era imposible que ellos se negaran a acercarse al bosque y, por ende, a sus tribus del interior.
Y ahora quienes tenían la puerta para conectarse a ese lugar eran ellos… Precisamente esa jovencita que estaba trabajando tanto.
Sonriendo con calma, James simplemente volvió a mirar la ciudad en silencio, disfrutando de la vista.