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El Mundo del Río y otras historias (5)

Mix cayó dormido inmediatamente. En algún momento durante la noche soñó que estaba haciendo el amor con Victoria Forde, su cuarta esposa, la única mujer a la que aún amaba. Tambores y el resonar de cuernas hechas con huesos de pez lo despertaron. Abrió los ojos. Todavía era obscuro, pero la palidez del cielo indicaba que el sol asomaría pronto por encima de las montañas. Podía ver a través de la abierta ventana el griseante cielo y las estrellas y nubes de gases que iban palideciendo rápidamente.

Cerró los ojos y se echó el borde de las toallas que le servían de sábana por encima de su cabeza. ¡Oh, dormir un poco más! Pero toda una vida de disciplina de cowboy, de actor, y de estrella de circo en la Tierra, y de mercenario en este mundo, le hizo saltar de la cama. Estremeciéndose de frío, se puso una toalla faldellín y se echó por la cara un poco de helada agua de una jofaina poco profunda de arcilla cocida. Luego se quitó el faldellín para lavarse las ingles. Su Vicky del sueño había sido tan buena en la cama como la auténtica Vicky.

Pasó su mano por su mentón y mejillas. Era una costumbre que no había conseguido sacarse de encima pese al hecho de que no tenía que afeitarse y nunca más tendría que hacerlo. Todos los hombres habían sido resucitados permanentemente lampiños. Tom no sabía por qué. Quizá a quienesquiera que habían hecho aquello no les gustara el pelo facial. De ser así, no les desagradaba sin embargo el vello púbico ni los pelos de los sobacos. Pero se habían asegurado de que no creciera pelo en las orejas, y los pelos de la nariz crecían tan sólo hasta una longitud determinada.

Los desconocidos responsables del Mundo del Río habían efectuado también algunos ajustes en los cuerpos y rostros de algunos. Las mujeres que habían tenido amplios senos en la Tierra habían despertado de la muerte para descubrir que sus glándulas mamarias se habían visto reducidas de tamaño. Las mujeres con pechos muy pequeños habían obtenido pechos de tamaño «normal». Y ninguna mujer tenía pechos colgantes.

No todo el mundo se sintió satisfecho con ello, sin embargo. En absoluto. Había gente a la que le gustaba lo que había tenido en la Tierra. Y por supuesto, había habido sociedades en las cuales unos enormes pechos colgantes eran muy admirados, y otras en las cuales el tamaño y forma del seno femenino no significaba nada en absoluto, en términos de belleza o sexo. Se trataba simplemente de unas glándulas que proporcionaban leche a los bebés.

Los hombres con penes muy pequeños en la Tierra tenían aquí penes que no causarían ni ridículo ni vergüenza. Mix nunca había oído ninguna queja respecto a eso. Pero un hombre que secretamente había anhelado ser una mujer en la Tierra le

había susurrado a Mix en una ocasión, estando borracho, sus quejas al oído. ¿Por qué no podían los misteriosos seres que habían corregido tantas faltas físicas haberle proporcionado a él un cuerpo de mujer?

¿Por qué no les dijiste lo que deseabas? había respondido Mix, y se había echado a reír. Por supuesto, el hombre no podía haber informado de nada a los Quienesquiera que fuesen. Había muerto, y se había despertado en las orillas del Río, y en el intervalo simplemente había estado muerto.

El hombre le había lanzado entonces a Tom un puñetazo y le había puesto un ojo morado. Tom había tenido que golpearle y dejarle sin sentido para impedir que le siguiera pegando.

Otras deficiencias o desviaciones de lo «normal» habían sido corregidas también. En una ocasión Tom había conocido a un inglés muy apuesto del siglo XVIII, que había sido un noble. De las ingles hacia arriba había sido perfecto, pero sus piernas habían medido tan sólo cincuenta centímetros de largo. Ahora medía todo él metro noventa de estatura. No se quejaba en absoluto de ello. Pero lo grotesco de su aspecto en la Tierra había retorcido aparentemente su carácter. Aunque ahora era un hombre corporalmente apuesto, seguía siendo un amargado, salvajemente cínico, insultante, y, aunque era un gran «amante», odiaba a las mujeres.

Tom había tenido también una disputa con él, y le había partido al inglés la nariz.

Sorprendentemente, ahora que la apostura del inglés quedó arruinada por una nariz aplastada y torcida, el hombre se convirtió en una persona mucho mejor. Gran parte de sus odios desaparecieron.

A menudo era difícil comprender a los seres humanos. Mientras se secaba, Tom había estado pensando en lo que Quienesquiera que Fuesen habían hecho en la parte física de la gente. Ahora se envolvió en una capa hecha con largas toallas unidas entre sí por cierres magnéticos en el interior de la tela, y tomó un rollo de papel higiénico. Este también era proporcionado por las copias, aunque había sociedades que no lo utilizaban para su propósito original. Abandonó la cabaña y caminó hacia la letrina más cercana. Se trataba de una zanja sobre cuál había sido construida una larga choza de bambú. Tenía dos entradas. En una plancha de madera horizontal sobre una de ellas había sido tallada una burda figura de un hombre, con todos sus atributos. La entrada de la letrina de las mujeres estaba a unos veinte metros de distancia, y sobre su puerta se había tallado en la madera el burdo perfil de una mujer.

Si bien la costumbre del baño diario no se había extendido todavía lo suficiente en aquella zona, otras medidas sanitarias sí habían sido reforzadas. El sargento Channing había informado a Mix que a nadie se le autorizaba defecar en el lugar que le apeteciera. (No utilizó la palabra «defecar», por supuesto, ya que era desconocida en el siglo XVII, sino otra más expresiva). A menos que concurrieran circunstancias atenuantes, una persona descubierta defecando fuera del recinto de los aseos públicos

era exiliada después de que su rostro hubiera sido concienzudamente restregado por los excrementos.

Orinar en público era aceptado bajo ciertas situaciones, pero el que orinaba debía tomar buen cuidado de no ser observado si el sexo opuesto estaba presente.

Pero es una costumbre más celebrada en su quebrantamiento que en su observancia había dicho Channing, citando a Shakespeare sin saberlo. (Nunca había oído hablar del Bardo de Avon). En los locos tiempos sin ley inmediatamente después de la resurrección, la gente se volvió más bien desvergonzada. Había poca modestia por aquel entonces, y a la gente, si me perdonas la frase, le importaba todo una mierda. ¡Ja, ja!

A intervalos regulares, los depósitos de la letrina eran vaciados y su contenido izado hasta las montañas y dejado caer en un profundo y apropiadamente denominado cañón.

Pero algún día va a estar tan lleno que el viento va a traernos de vuelta el hedor hasta nosotros. No sé qué vamos a hacer entonces. Arrojarla al Río y dejar que los peces se la coman, supongo. Eso es lo que hacen esos horribles Hunos al otro lado del Río.

Bueno había dicho Tom, arrastrando las palabras, eso me parece una forma inteligente de resolver el problema. Los excrementos no duran así demasiado. Los peces los eliminan inmediatamente, casi antes incluso de que toquen el agua.

¡Sí, pero luego nosotros pescamos los peces y nos los comemos!

Eso no afecta en absoluto su sabor había dicho Mix. Escucha, me dijiste que habías vivido en una granja durante un par de años, ¿no? Bien, entonces sabes que los pollos y los cerdos comen mierda de vaca y de caballo si tienen oportunidad, y a menudo lo hacen. ¿Acaso eso afecta su sabor cuando se hallan sobre la mesa, eh?

Channing había hecho una mueca.

No parece que sea lo mismo. De todos modos, cerdos y pollos comen estiércol de vaca, y hay una gran diferencia entre eso y los excrementos humanos.

Realmente me gustaría saberlo había dicho Mix. Nunca he comido ninguna de las dos cosas.

Hizo una pausa.

Mira, tengo una idea. Tú sabes que las grandes lombrices comen excrementos humanos. ¿Por qué tu gente no las saca del suelo y las echa en el pozo de la mierda? Ellas os librarán del problema, y las lombrices se sentirán tan felices como un irlandés con una botella de whisky gratis.

Channing se había mostrado sorprendido.

¡Es una idea espléndida! Me pregunto cómo no se nos ocurrió antes a ninguno de nosotros.

Luego había felicitado a Mix por su inteligencia. Mix no le había dicho que había

pasado por muchas zonas en las cuales aquella «nueva» idea llevaba mucho tiempo puesta en práctica.

Aquellos lugares, como este, eran pobres en azufre. De otro modo, hubieran procesado los cristales de nitrato de los excrementos y los hubieran mezclado con carbón y azufre para obtener pólvora. El explosivo era colocado después en recipientes de bambú para ser utilizado como bombas o cabezas de combate para cohetes.

Mix entró en la letrina y se sentó en uno de los doce agujeros. Durante el corto tiempo que estuvo allí, captó unos cuantos chismorreos, principalmente acerca de la aventura que tenía uno de los consejeros con una de las mujeres del lord mayor. Oyó también un chiste verde que nunca antes había oído. Tras lavarse las manos en una pileta conectada a un arroyo cercano, se apresuró a volver a su choza. Tomó su cilindro y caminó cuarenta metros hasta la choza de Yeshua. Tenía intención de llamar a la puerta para invitar a la pareja a que fueran con él a la más próxima piedra de carga. Pero se detuvo a unos pocos pasos de la puerta.

Yeshua y Bithniah estaban discutiendo con voz fuerte en el intensamente acentuado inglés del siglo XVII. Mix se preguntó por qué no utilizarían el hebreo. Más tarde descubriría que el inglés era el único idioma que tenían en común, aunque podían seguir una muy limitada conversación en el español andaluz del siglo XVI y el alto alemán del siglo XIV. Aunque la lengua nativa del Bithniah era el hebreo, era al menos mil doscientos años más antiguo que el de Yeshua. Su gramática era, desde el punto de vista de Yeshua, arcaica, y su vocabulario estaba lastrado con aportaciones egipcias y palabras hebreas que habían caído en desuso mucho tiempo antes de que él naciera.

Además, aunque nacido en Palestina de devotos padres judíos, la lengua nativa de

Yeshua era el arameo. Conocía el hebreo principalmente como una herramienta litúrgica, aunque podía leer el Pentateuco, los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, con alguna dificultad.

Siendo así las cosas, Mix tuvo cierta dificultad en comprender la mitad de lo que decían. Sus palabras no sólo resultaban distorsionadas por su pronunciación hebrea y aramea, sino que habían aprendido su inglés en una zona ocupada por gente del Yorkshire del siglo XVII, y ese acento retorcía aún más su habla. Pero Mix pudo llenar las lagunas de lo que no comprendía. Casi todas.

¡No iré contigo a vivir a las montañas! estaba gritando Bithniah. ¡No

quiero estar sola! ¡Odio estar sola! ¡Tengo que tener a gente a mi alrededor! ¡No deseo sentarme en la cima de una roca sin nadie con quien hablar excepto una tumba andante! ¡No iré! ¡No iré!

Estás exagerando, como siempre dijo Yeshua, también con voz fuerte, pero mucho más tranquilo que Bithniah. En primer lugar, tendrás que ir tres veces al día

a la piedra de cilindros de la colina más cercana. Y puedes bajar siempre que quieras a la orilla y hablar con quien te apetezca. Además, no tengo intención de vivir ahí arriba todo el tiempo. De tanto en tanto bajaré para trabajar, probablemente como carpintero. Pero no quiero

Mix no pudo comprender el resto de lo que dijo el hombre, pese a que habló casi tan fuerte como antes. Sin embargo, no tuvo problemas en comprender la mayor parte de las palabras de Bithniah.

¡No sé por qué sigo contigo! ¡Por supuesto, no es porque no encuentre a nadie más que me quiera! ¡He tenido montones de ofertas, déjame decírtelo! ¡Y me he sentido tentada, muy tentada, de aceptar algunas!

»¡Pero sí sé por qué tú me quieres a tu lado! ¡Por supuesto, no es debido a que estés enamorado de mi inteligencia o de mi cuerpo! ¡Si fuera así, te deleitarías con ellos, me hablarías más y me echarías de espaldas debajo tuyo mucho más a menudo de lo que lo haces!

»¡La única razón de que sigas conmigo es que sabes que conocí a Aarón y Moisés, y que estuve con las tribus cuando abandonamos Egipto y luego invadimos Canaán! ¡Tu único interés en mí es extraerme todo lo que sé acerca de tu gran y sagrado héroe, Moisés!

Las orejas de Mix se enhiestaron, figurativamente. ¡Bien, bien! He ahí a un hombre que había conocido a Cristo, o al menos eso decía, viviendo con una mujer que había conocido a Aarón y Moisés, o al menos eso decía. De todos modos, cualquiera de ellos, o ambos, podían estar mintiendo. Había tantos mentirosos a lo largo del Río. Él era quien mejor podía saberlo. Hace falta un mentiroso para reconocer a otro, aunque sus mentiras eran en su mayor parte simples prevaricaciones inofensivas.

¡Déjame decírtelo, Yeshua! gritó Bithniah. ¡Moisés era un sinvergüenza!

¡Siempre estaba predicando contra el adulterio y contra yacer con mujeres gentiles, pero resulta que yo sé lo que él practicaba! ¡Bueno, incluso se casó con una gentil, una kushi del Midian! ¡E intentó impedir que su hijo fuera circuncidado!

He oído todo esto muchas veces antes dijo Yeshua.

Pero no crees realmente que te esté diciendo la verdad, ¿no? ¡No puedes aceptar que lo que creíste tan devotamente durante toda tu vida sea un puñado de mentiras! ¿Por qué debería mentir yo? ¿Qué ganaría con ello?

Te gusta torturarme, mujer.

Oh, no necesito mentir para conseguir eso. ¡Hay muchas otras formas! ¡De todos modos, es cierto que Moisés no sólo tenía muchas esposas, sino que también tomaba a las mujeres de otros hombres si se le presentaba la oportunidad! Yo lo sabía muy bien: yo fui una de ellas. ¡Pero era un auténtico hombre, un toro! ¡No como tú!

¡Tú solamente te conviertes en un auténtico hombre cuando tomas la goma de los

sueños o estás fuera de ti! ¿Qué tipo de hombre es este, te pregunto?

Paz, mujer dijo suavemente Yeshua.

¡Entonces no me llames mentirosa!

Yo nunca he hecho eso.

¡No necesitas hacerlo! ¡Puedo ver en tus ojos, oír en tu voz, que no me crees!

No. Aunque hay veces, la mayor parte de las veces, de hecho, en que desearía no haber oído nunca tus historias. Pero grande es la verdad, independientemente de lo que duela.

Siguió hablando en hebreo o arameo. El tono de su voz indicaba que estaba citando algo.

¡Háblame en inglés! gritó Bithniah. ¡Estoy harta de los que se proclaman hombres santos y se pasan toda la vida citando proverbios morales, mientras sus propios pecados huelen durante todo el tiempo como un camello enfermo! ¡Suenas como ellos! ¡Y tú ni siquiera afirmas haber sido un hombre santo! ¡Quizá lo fueras!

¡Pero creo más bien que tu devoción te arruinó! ¡Aunque me gustaría saberlo, de todos modos! ¡Tú nunca me has hablado mucho acerca de tu vida! ¡Aprendí muchas más cosas de ti cuando estabas hablándole a los hombres del consejo que todo lo que me hayas dicho directamente nunca!

La voz de Yeshua, que se había ido haciendo más baja cada vez, se volvió de pronto tan suave que Mix no pudo captar ni una sola palabra. Miró hacia las montañas del este. Unos cuantos minutos más, y el sol se asomaría por ellas. Entonces las piedras lanzarían su retumbante y resplandeciente energía. Si no se apresuraban, se quedarían sin desayuno. Es decir, a menos que se conformaran con pescado seco y pan de bellota, cuyo solo pensamiento le hacía sentir náuseas.

Llamó sonoramente a la puerta. Los dos que estaban dentro callaron. Bithniah abrió con violencia la puerta, pero logró sonreírle como si nada hubiese pasado.

Sí, ya lo sé. Iremos inmediatamente.

Yo no dijo Yeshua, yo no tengo hambre.

¡Eso mismo! chilló Bithniah. Ahora intenta que yo me sienta culpable, que yo sea responsable de tu falta de apetito. Muy bien, pues yo tengo hambre y voy a comer. Puedes quedarte ahí sentado y cavilar lo que quieras.

Digas lo que digas tú, me iré a vivir a las montanas.

¡Allá tú! ¡Debes tener algo que ocultar! ¿Quién te persigue? ¿Por qué tienes tanto miedo a vivir entre la gente? ¡Yo no tengo nada que ocultar!

Bithniah cogió su copia por el asa y salió hecha una furia. Mix caminó a su lado intentando entablar una conversación agradable. Pero ella estaba demasiado enfadada por cooperar. Cuando divisaron la roca fungiforme más próxima, situada entre dos lomas, de su cima brotaron llamas azules y llegó hasta ellos un rugido como de león. Bithniah se detuvo y masculló algo en su idioma nativo. Evidentemente maldecía.

Mix se contentó con una sola palabra.

¿Tienes un humo? preguntó ella, tras tranquilizarse un poco.

En mi cabaña. Pero tendrás que pagarme después. Yo suelo cambiar mis cigarrillos por licor.

¿Cigarrillos? ¿Así llamas tú a los pipaquins?

Él asintió y regresaron a su cabaña. Yeshua no aparecía. Mix dejó la puerta abierta aposta. No confiaba ni en Bithniah ni en sí mismo.

Bithniah miró a la puerta.

Debes pensar que soy tonta. ¡En la puerta contigua a la de Yeshua! Mix rió entre dientes.

Se ve que nunca viviste en Hollywood.

Le dio un cigarrillo. Ella utilizó el encendedor que le había proporcionado la copia: una caja metálica de la que, al hacer presión a un lado, brotaba un alambre de un resplandor blanquecino.

¿Nos oíste, verdad? dijo ella. Los dos estábamos chillando como locos. Es un hombre muy difícil. A veces me asusta, y no soy fácil de asustar. Hay en él algo muy profundo y muy diferente, casi extraño, como inhumano. No es que no sea bueno, ni que no entienda a la gente. Es bueno y entiende a la gente pero quizá demasiado.

»Lo malo es que siempre parece retraído. A veces se ríe mucho, y me hace reír, pues tiene un maravilloso sentido del humor. Pero otras hace juicios duros, tanto que me ofenden porque sé que me incluye entre los acusados. Yo no me hago ilusiones sobre hombres o mujeres. Sé lo que son y lo que se puede esperar. Pero acepto esto. La gente es gente, aunque a veces pretendan ser mejor de lo que son. Pero lo que yo te digo es que si esperas lo peor de vez en cuando te llevas una sorpresa agradable porque no resulta así.

Mi actitud es bastante parecida dijo Mix. Hasta los caballos son impredecibles; y los hombres son mucho más complicados. Así que nunca puedes saber exactamente lo que va a hacer un caballo o un hombre y qué es lo que le impulsa. De eso puedes estar seguro. Tú para ti mismo eres el Número Uno, pero para la otra persona, el Número Uno es ella. Si alguien actúa como si tú fueses el Número Uno y se sacrifica por ti está engañándose a sí mismo.

Tal como hablas parece como si tuvieses problemas con tu esposa.

Ay, las esposas. Por cierto que esa es una de las cosas que me gustan de este mundo. Que no tienes que pasar por un juicio ni pagar nada cuando te separas. Simplemente coges tu cubo, tus toallas y tus armas y te vas. No hay relaciones de propiedad, no hay leyes, no hay hijos de quien preocuparse, aunque yo no tenía hijos en la Tierra.

Yo tuve doce hijos dijo ella. Murieron todos salvo tres antes de los dos

años. Gracias a Dios, no tendré que volver a pasar por eso aquí.

Quien nos esterilizó sabía lo que hacía dijo Mix. Si hubiésemos podido tener hijos, este valle estaría tan atestado como una porqueriza a la hora de la comida.

Se aproximó a ella y sonrió.

De todos modos, nosotros los hombres aún tenemos nuestras armas, aunque estén cargadas con balas de fogueo.

Quédate dónde estás dijo ella, aunque no había dejado de sonreír. Aunque dejase a Yeshua, no creo que me fuese contigo. Te pareces demasiado a él.

Podría demostrarte que soy distinto dijo él, pero se apartó de ella y tomó un trozo de pescado seco de su saco de cuero. Mientras lo comía, le preguntó por el Moisés al que habían mencionado en la discusión.

¿Te enfadarías y me pegarías si te dijese la verdad? dijo ella.

No, ¿por qué? preguntó él.

Porque he aprendido a mantener la boca cerrada respecto a mi vida terrenal. La primera vez que hablé de ello, eso ocurrió al año siguiente del Día del Gran Grito, fui terriblemente apaleada y arrojada al Río. La gente que lo hizo se sintió ultrajada por mis palabras, aunque todavía no comprendo por qué. Sabían que su religión era falsa. Tenían que saberlo desde el momento mismo en que resucitaron de entre los muertos en este mundo. Pero tuve suerte de no ser torturada y luego quemada viva.

Me gustaría oír la auténtica historia del éxodo dijo él. No me importa que no sea la que me enseñaron en la escuela dominical.

¿Me prometes no decírselo a nadie?

Te lo prometo. Puedes confiar en mí.

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