Hasta Sheng Yize no pudo evitar sonreír al escucharla.
Bai Ziyue no sabía si reír o llorar. Luego hizo una seña a An Xiaxia para que tomara asiento. El resto de la clase seguía riendo.
—Escribir un poema cuando estaba ebrio... Ahora que lo pienso, eso se puede aplicar a un montón de poetas. ¡Escribían cuando comían, cuando bebían y cuando terminaban!
—Apuesto que nunca pensaron que nos costaría tanto memorizar lo que garabatearon hace cientos de años.
—Lo mismo para esos filósofos y gente famosa... Dijeron cosas al azar y se convirtieron en aforismos.
Al escuchar la discusión, ella enterró la cara en su pecho.
—Xiaxia, ¿cuáles deberíamos memorizar esta noche? —Sheng Yize se burló.
Ella había tenido suficiente y pellizcó su cintura por debajo del escritorio, enfadada.
—¡Eres tan pesado!
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