—Así es. Recibes el mismo daño que le haces a tu enemigo. ¿Por qué harías eso? —An Xiaxia suspiró—. Mira, te lesionaste la pierna peleando con alguien. Olvídate de los otros, ¿a ti te dolió?
Qi Yanxi frunció los labios y pensó en explicárselo, pero, después de un momento, decidió no hacerlo. No había peleado con nadie; había sido una paliza unilateral de su padre. Una de la que no pudo defenderse. Después de la golpiza él se convirtió en el culpable, como si todo fuera su culpa. Nadie se molestó en preguntarle "¿te dolió?".
—No me duele nada. ¡Soy un hombre y puedo soportarlo! —apartó la mirada, incómodo.
—Ok... lo que sea —la boca de ella se crispó.
Retomó el libro y los ojos de él no pudieron evitar seguirla. Se esforzó mucho por encontrar algo que decir y, después de varios intentos fallidos, por fin aclaró su garganta para llamar su atención.
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