La mesa estalló y la madera voló en todas direccione. Sin embargo, la expresión de Xiao Yan no cambió ni un poco. Su mano seguía sosteniendo una taza de té, actuando como la superficie de un lago sereno sin el rastro de una ondulación.
Xiao Yan alzó los ojos hacia el rostro del hombre de mediana edad de aspecto feroz. Miró al último y respondió lentamente.
—No son más que mierda. Matarlos no es nada.
Esas personas circundantes quedaron ligeramente sorprendidas cuando escucharon a Xiao Yan admitir directamente el asunto. Sus corazones inmediatamente llegaron a un entendimiento repentino. Parecía que ese joven no era una persona ordinaria. De lo contrario, sería tonto ser lo bastante valiente para decir tales palabras en ese lugar.
El brillo feroz en los ojos de los hombres sin camisas se elevó inmediatamente al escuchar a Xiao Yan decir esas palabras. Sus ojos cargaban un salvajismo mientras veían a
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