Ella sabía muy bien por lo que estaba pasando el pequeño Shaohui. No podía creer que el Viejo señor Li entregara al niño a un pervertido sádico y dejara que lo tratara como a un esclavo. Esta era la forma más inhumana de daño que alguien podía infligir a los demás; ella misma había pasado por ello y se negó a recordarlo, pero hoy, el recuerdo le había sido impuesto de nuevo.
Temblaba por todas partes y necesitaba el apoyo de una mesa para poder ponerse de pie.
La voz del viejo señor Li se mantuvo firme.
—Señorita Ye, no estoy seguro de que sepa por lo que está pasando el niño ahora. Digámoslo así, hay muchos pervertidos en este mundo que tienen un fetiche por los niños, y los compran en casa para su placer. Tal vez para tratarlos como esclavos, o tal vez como anatomía viviente, o incluso para alimentar a una bestia, ellos aman esto.
—No le hagas esto. —Ella suplicó mansamente.
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