Al pasar por una puerta de metal oxidada, Leylin entró en una gran arena subterránea.
Había vítores, aullidos, incluso rugidos enloquecidos que sonaban incesantemente. Por momentos uno podía escuchar el sonido de armas chocando, en otros momentos, el sonido de un cuerpo siendo perforado.
El ambiente era loco. El público, que estaba compuesto de múltiples razas, agitaba pedazos de papel en sus manos, mientras gritaban hacia el centro de la arena.
Esto... Leylin miró hacia el centro con interés, e inmediatamente hizo un descubrimiento.
En una gran jaula hecha de acero había un hombre-león con piel dorada. Fue emparejado para competir contra varios monstruos grandes.
Estos monstruos parecían cocodrilos de ocho patas, con la boca llena de dientes afilados.
Sus bocas en realidad parecían sierras con todos los dientes afilados, alardeando crueldad y un poder aterrador que harían que los seres más débiles se desmayaran.
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