II

Pasaron más de 5 años desde aquel beso entre Mike y Will, desde entonces, no habían vuelto a hablar más, ya que el pelinegro prefería hablar con su novia en vez de hablar con su mejor amigo cuando este llamaba.

Ahora ambos tenían 20 años, estaban a punto de cumplir los 21, y Mike no sabía qué iba a estudiar o a hacer después de la escuela, aunque, ya la habían acabado hace dos años.

—¡Once! —gritó el castaño mientras caminaba por los pasillos de la casa, yendo a la habitación de su hermanastra—. ¿Has visto mi…?

—¿No te enseñaron a tocar? —le gritó mientras le tiraba una almohada, se giró y tomó el teléfono—. Sí, Mike, yo también te quiero.

Will vio a su hermanastra hablar con aquel que algún día fue su mejor amigo. En ese momento, recordó todo lo que había pasado con él. Sentía ganas de llorar, pero no podía hacerlo ahí.

—¿Necesitas algo? —preguntó Once mirándolo con las cejas encorvadas.

—N-no. No, estoy bien —dijo mientras salía de la habitación de la castaña.

Will caminó por los pasillos de su casa, su mamá y hermano no estaban en casa, habían salido a hacer las compras.

—Oh, aquí estás —dijo viendo el brazalete que estaba en el suelo de la cocina. Lo tomó y se lo colocó de nuevo.

Ese brazalete significaba mucho para Will, ya que Mike se lo había dado como regalo de cumpleaños hace años, era lo único que le quedaba de él.

—¡Llegamos! —gritó Joyce mientras entraba a a casa.

—¿Compraron más c…? —dijo Will, pero pero vio que su hermano y madre no tenían bolsas de compras como solían tener después de ir al supermercado—. ¿Y las cosas?

—Primero, trae a Once, que esto se lo tenemos que decir a ambos —dijo Joyce con una sonrisa.

Will rodó los ojos y caminó hacia la habitación de Once, se paró frente a ella y tocó tres veces antes de pasar.

—Mamá nos quiere decir algo, vamos —dijo mientras la veía.

—Te llamo luego, Mike. Te amo —se despidió y colgó el teléfono.

Ambos caminaron en silencio hacia donde se encontraban Joyce y Jonathan.

—Bueno, ya que están todos, lo voy a decir. Hace dos semanas, decidí… ¡Mudarnos otra vez a Hawkins! —dijo Joyce con una sonrisa.

Once gritó de la emoción y abrazó a Joyce, Will se quedó estático, no sabía cómo reaccionar ante esa noticia. ¿Volver a Hawkins? No, eso nunca lo había pensado.

—¿No estás feliz? —preguntó Jonathan a su hermano—. ¡Volverás a ver a Mike!

Will le mostró una sonrisa falsa y le contestó:

—Sí, claro, ha pasado mucho tiempo —dijo mientras lo abrazaba.

Nadie, absolutamente nadie sabía sobre la sexualidad de Will, todos creían que era solo un chico que no le gustaba las cosas que usualmente le gustan a los demás chicos, pero nadie creía que era gay.

Will tuvo que ocultar ese secreto durante años, ya que siempre tuvo miedo de salir del closet, ya que siempre en las noticias salía que un chico gay era asesinado.

Había pasado una semana desde que Joyce había dado la noticia de que iban a mudarse a Hawkins. Todo ya estaba listo, las cosas estaban en las cajas, las cajas y los muebles estaban en el camión de mudanza.

Will estaba sentado en las escaleras de su casa, jugaba con su brazalete, sonreía inconscientemente, Jonathan lo notó y se sentó junto a él.

—¿Y eso? —preguntó Jonathan—. Siempre me pregunté quién te lo había regalado.

—Oh, da igual —contestó nervioso.

—Sabes que me puedes decir cualquier cosa, ¿No? —Will sonrió en forma de respuesta y Jonathan lo abrazó.

—¿Están listos, chicos? —preguntó Joyce mirándolos a ambos.

Will miró a Jonathan y después a Joyce, este asintió sonriendo.

Joyce y Once se subieron al camión de mudanza, y este comenzó a andar, detrás de él, conducía Jonathan el auto de Joyce, y junto a él, estaba Will, quien jugaba de nuevo con su brazalete.

—Solo espero que no me hayas olvidado, Mike —pensó Will.

Pasaron varias horas, pero finalmente, Will pudo ver el letrero de "Bienvenido a Hawkins".

Will sacó su cabeza por la ventana y comenzó a sonreír, nada había cambiado, todo seguía igual. Solo esperaba que algo, o mejor dicho alguien, no haya cambiado del todo.

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—Espero que les haya gustado <3