—Pero... —quería decir algo Ali, pero Xinghe le tiró de la manga. Ali se dio la vuelta con una mirada confusa. Xinghe sacudió ligeramente la cabeza, diciéndole a Ali que no hiciera nada. Por alguna razón, Ali decidió seguir el consejo de Xinghe. Sam llegó a la misma conclusión: quedarse sólo los pondría en un peor destino. Aunque no querían perder la casa, sus vidas eran más importantes.
—Bien, General, nos iremos ahora, pero por favor, permítanos recoger nuestras cosas y por favor, ¿puede devolvernos nuestras armas?
—¡Dejen todo atrás! —rechazó Barron de plano.
Sam estaba aturdido.
—¿Todo? Nuestras armas...
Barron lo miró fijamente y le gritó: —No sólo sus armas, sino que todo ha sido confiscado por el ejército; ¡ésta es una lección para todos ustedes! Si se atreven a oponerse a mis órdenes de nuevo, les confiscaré la vida, ¿entienden?
La expresión de Sam se oscureció. A su lado, Lobo se puso tenso...
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