—Artem, nunca te tendré miedo. Nunca —Ella dio unos pasos hacia mí, lentos pero firmes. Cuando estuvo lo suficientemente cerca puso su mano derecha en mi codo mientras su mano izquierda sostenía la toalla en su lugar—. Te amo Artem. Lo supe antes de sentir esa compulsión de hacer lo que tú querías.
—Nunca quise hacerte hacer algo que no quisieras —Entonces pude escuchar el ruego en mi voz, la preocupación.
—Lo sé, y es por eso que dejé de tener tanto miedo de ti. Sé que nunca harías nada malo conmigo.
—Pero hice algo que no querías —Sentí mi corazón romperse de nuevo y una nueva ola de autodesprecio me invadió.
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