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En Beijing, en el mes de enero era la temporada más fría. En la mañana era cuando las personas más salían. En todas las calles se podían ver a personas con abrigos y los vendedores, por el frío, no tenían buen temperamento, queriendo cerrar temprano.
Era una naturaleza humana que las personas tuvieran gustos. Podría ser el gusto por el frío, el calor, el día, la noche, quizás podría ser un mes o tal vez un simple sabor de helado.
¿Cómo podría existir alguien en el mundo sin tales deseos?
Estos eran exactamente los pensamientos de Xiao Yu.
Desde que era niño, las cosas que le gustaban se podrían contar con una mano, así que cada vez que algo le llamaba la atención, se aferraba a aquello de tal manera que podría ser encandor y a la vez escalofriante.
Quizás por eso aquel día, cuando de repente vio a aquella persona, no pudo evitar pensar que tenía que hacer todo para mimarlo, sin importar si él mismo era destruido.
Recordaba muy bien que era a principios de enero, la temperatura era -4 °C. Llevaba puesto un abrigo azul, junto a una camisa y unos pantalones negros. En sus oídos estaban unos audífonos, aislando todo el ruido que había en el exterior.
El autobús en el que estaba fue alquilado por su familia, por lo que todas las personas que estaban allí eran conocidas, sin embargo, nadie tomó la iniciativa de hablar con él, incluso el asiento a su lado estaba vacío.
Pero era algo normal, después de todo, ¿quién querría hablar con alguien que no te responde?
Todo el viaje fue en silencio, con solo el ruido de sus auriculares.
Cuando llegaron a casa, ya eran más de las 10 de la mañana.
En la casa ya había personas, tanto adentro como afuera. En el jardín estaban los primos de Xiao Yu, y después de que llegara, tuvo que ir donde estaban ellos.
Cuando los demás lo vieron, una rara expresión apareció en sus rostros. Xiao Yu solo saludó, después, sentándose en el suelo, sacó el cuaderno de dibujos y comenzó a pintar.
—¡Hey, Xiao Yu! —una voz masculina alegre sonó en el lugar.
Xiao Yu sabía que este era su primo, Xiao Lin.
Xiao Lin era una persona tímida, con solo unos cuantos amigos, entre ellos, Xiao Yu. Esto también se debió al hecho de que cuando eran niño, amenudo Xiao Lin era defendido por Xiao Yu, haciendo que el primero quisiera acercarse al último.
Levantó la cabeza, pero en vez de mirar a Xiao Lin, miró a la persona a su lado.
Los ojos que antes eran fríos, de repente fueron ganando color. Un brillo se vio escondido en ellos.
Los latidos del corazón antes calmados, ahora comenzaron a latir salvajemente. Lup-dup, lup-dup. Quizás si estuvieran a solo un centímetro de distancia se podrían escuchar, o quizás con la distancia que había entre ellos, no sería muy difícil ser escuchado.
La pariencia del otro niño no era tan sobresaliente, pero inexplicablemente el corazón de Xiao Yu latió rápidamente, como si de una gran belleza se tratara.
Ojos grandes, nariz no tan puntiguada, labios finos y rosados. El cabello caía por su frente, dándole un aspecto salvaje. En un día tan frío estaba vestido con pantalones rotos y un camisa manga corta.
Los ojos de la otra persona se enfocaron en él, observando descaradamente.
En la cara de la otra persona apareció una sonrisa torcida, levantó las manos y saludó: —Hola, soy Lao Qing.
Lao Qing...
Lao Qing...
Parecía que desde el principio una red había caído del cielo, uniendo a estas dos personas, haciendo que se persigan mutuamente, armando trampas para ver quién podía caer primero, luego, burlarse de aquella persona y arrebatar su corazón, haciéndole saber: Eres mío.
Al final, las dos personas cayeron en una ratorena, dándose cuenta de que no eran tan inteligentes como pensaban...
O quizás sí, solo que estaban esperando que el otro admitiera que había caído primero y después caminar el largo camino llamado amor que les estaba esperando.
