Anastasia miraba a la chica a través del espejo del tocador. La chica parecía tan pálida como un fantasma, con enormes ojeras debajo de sus ojos huecos, que parecían cuevas vacías. Su mirada sin vida enviaba un escalofrío por la espina dorsal de Anastasia, perturbándola profundamente.
Anastasia quería hablar, preguntarle a la chica qué había pasado, pero su lengua se sentía pesada, como si estuviera atada. Por más que intentaba, no podía moverla, el peso del silencio la oprimía.
Anastasia observó la ropa blanca que llevaba puesta la chica. Estaba toda rasgada en varios lugares, revelando su ropa interior y los costados de sus pechos, lo que hacía que Anastasia se preguntara de dónde venía la chica o si pensaba cambiarse.
Entonces los ojos de Anastasia se fijaron en la mancha de sangre que bajaba desde debajo de su ropa, besando sus piernas antes de caer al suelo.
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