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PRÓLOGO – El rey que se eleva por encima de todo

«El pájaro rompe el cascarón. El cascarón es el mundo. Quien quiera nacer, tiene que destruir un mundo...»

Demian - Herman Hesse

Remia, Isla Rem, Hospital Central - 27 de Abril - Año 497

La noche caía y dejaba paso a la madrugada de primavera. La suave brisa golpeaba en la ventana y se colaba por algunos agujeros que esta tenía entre las puertas. 

El llanto de un bebé que se había estado escuchando por horas se había calmado. Dentro de la habitación de hospital se oía el canto de una madre que hamacaba a su hijo en sus brazos. Un niño hermoso, piel pálida y suave, un poco de cabello que apenas se veía, castaño claro como el de su madre y unos casi cerrados ojos verdes, como esmeraldas... También igual a los de su madre.

Con suavidad y ternura ella acariciaba el rostro de su hijo. La emoción seguía dentro de ella después de horas. Él había nacido en la tarde, y era la madrugada, pero en todo ese lapso los médicos habían estado con él, examinándolo y viendo que hubiera nacido sano y salvo. Y así fue. También en todo ese lapso el bebé no dejó de llorar... Hasta que con su madre volvió.

Esa sonrisa en el rostro de la chica no se borraba, no podía creer que lo tenía en sus brazos. Ella era madre, tenía a su bebe en brazos, su sangre, su unión, su familia... Ya no estaría sola otra vez. Y él tampoco.

—Debes descansar Clio... No has dormido desde anoche que vinimos al hospital... Puedes dejarlo en la cuna, yo estaré aquí para cuidarlo. 

La habitación había estado en silencio hasta que una fuerte voz retumbó en ella. Era su esposo. 

Alto, esbelto y de un firme semblante. Ella lo veía guapo, así como todas las chicas del reino. Tenía facciones delgadas y delicadas oculta detrás de su mediano y desordenado cabello negro como ébano, con algunos mechones grises, eran así por naturaleza. Sus rasgados ojos color plata parecían ocultar una eternidad al mirar dentro de ellos, jamás se apagaban, pero eran igual de fríos que su persona. 

De igual manera, aunque tuviera una personalidad solitaria y arrogante, Clio amaba a Rygal... El príncipe heredero al trono de Remia. El padre de su hijo. Él era joven, tenía veinte años, ella diecinueve. Sus familias realmente se habían opuesto a su matrimonio al principio, y aún más cuando llegó la noticia del embarazo. Pero Rygal era un ser terco, no le gustaba ni permitía que decidieran sobre él... Por esa razón siguió adelante con ella. Sin importarle lo que un reino entero tuviera para decir.

—No puedo despegarme de él, Rygal... Déjame estar a su lado un rato más —pidió Clio apretando a su hijo en sus brazos. Era tan pequeño y tan sensible que sintió que debía estar con ella para siempre.

—Lo comprendo Clio, pero tu salud también importa, y para que lo puedas cuidar en condiciones óptimas debes descansar bien... No lo digo para separarte de él, lo digo por ti... Ambos me importan de igual manera. —Rygal se acercó a ellos y se sentó al lado de la cama, acarició el cabello de su esposa y besó su frente—. Esto apenas es el comienzo de la familia que formaremos mi amor —aseguró apretando su mano. Clio sonrió e inclinó su cabeza hasta apoyarla en la de Rygal.

Clio era una chica hermosa... Resaltaban sus grandes y brillantes ojos verdes heredados de su madre. Largo cabello levemente ondulado que llegaba hasta la mitad de su espalda, color castaño claro. Su piel era como la de su hijo, suave y pálida, casi delicada, tal como su rostro de muñeca y facciones finas resaltando sus pequeños labios y nariz. Irradiaba alegría, su figura contagiaba luz, ella era un ángel en la tierra. Y eso Rygal lo sabía más que nadie. Cuando se enamoró de ella, nunca imaginó todo lo que Clio le haría sentir. Incluso con tanta oscuridad dentro de él.

—¿Lo has pensado? —preguntó Rygal en voz baja. Clio lo miró confundida.

—¿Qué?

—Su nombre... ¿Has pensado alguno para él? 

—No... Creí que tú ya lo habías hecho. —Miró a su hijo quien dormía plácidamente—. Siento que aunque piense mil nombres ninguno será digno de él... Solamente verlo en mis brazos me hace darme cuenta de eso. —Sonrió.

El pequeño rostro de su hijo escondido entre sus brazos de la nada se vio iluminado por una sonrisa. Respondiendo inconscientemente el halago de su madre. Otra vez la emoción recorrió de un lado al otro el cuerpo de Clio. Ella no podía dejar de estar tan feliz. 

—He pensado algunos... Quiero que su nombre sea en idioma indyl... Son nuestras raíces después de todo —explicó Rygal.

—¿Cómo todos los de tu familia? 

—Así es.

—Supongo que no los has pensado por alguna razón al azar... ¿No es así Rygal Di Rem? —preguntó ella riendo.

—No... ¿Quieres que te los diga y también su significado en indyl? 

—Por favor —asintió Clio.

—Bien... Vamos por el primero; Ryux, significa «Rayo de luz»; Rodryck, significa «Aquel guerrero inmortal»; Y por último está Rhys, que significa «El rey que se eleva por encima de todo» —expuso él. 

Clio escuchó con atención. Y sus ojos comenzaron a brillar cuando entraron por su oído las palabras que la hicieron decidir.

—Ese —señaló, interrumpiendo a su esposo.

—¿Cuál? Dije tres.

—El ultimo... «El rey que se eleva por encima de todo»... Mas que un significado lo veo como un presagio.

—¿Quieres que nuestro hijo sea un rey? —preguntó Rygal con insinuación.

—No es algo que yo vaya a decidir Rygal... Tú eres el heredero al trono, por lógica tu primogénito también debería serlo... Y si él algún día va a ser rey quisiera que sea el mejor rey de todos.

—Eso espero Clio... Se siente extraño que ni siquiera podamos decidir sobre nuestro destino, pero si este es el mandato del cielo se nos ha dado no podemos hacer nada más que cumplirlo —Rygal disminuyó el tono de su voz a medida que hablaba. Clio lo miraba con armonía. Ella comprendía a lo que él se refería, y aunque se sentía emocionada por la forma en la cual se pudiera ver a su hijo en el futuro, a su vez sentía una extraña tristeza sobre este mismo. Él nunca tendría el poder de decidir sobre su vida, y eso la angustiaba—. Ven... Déjame cargarlo, lo llevaré a su cuna, como dije antes, debes descansar. —Él se puso de pie y estiró sus brazos esperando que Clio le alcanzara el bebé.

—Bien... Ten cuidado. —Clio levantó sus brazos y lo dejó en cuidado de su padre.

—Descansa cariño. —Le dio un último beso en la frente a su esposa y se dirigió hasta la otra esquina de la habitación, donde se encontraba la cuna. Bajó la mirada y la situó sobre su pequeño hijo, al cual todavía sostenía en sus brazos—. Así que tú serás mi heredero, Rhys. —Sonrió al dejarlo dentro de la cuna—. El rey que se elevará por encima de todo seguirá mi legado... No me decepciones hijo mío —advirtió cubriéndolo con una manta. En ese momento su sonrisa se apagó.

Se dirigió hacia Clio otra vez y ella ya había caído en un sueño profundo. Su corazón se encogió cuando divisó su hermoso rostro. Él se había enamorado de ella porque ambos habían sufrido en sus vidas, fue la única liberación que encontró cuando ya no quería seguir pensando en su día a día, ella lo sacaba de ese lugar y lo hacía pasar extraordinarios momentos alejados de todo. Únicamente ellos dos, juntos, pero tan solos al mismo tiempo. Clio era su distracción a la violencia de su padre y al sufrimiento de su madre. Clio era esa realidad en la que él había deseado vivir. Pero aunque ella significara un mundo para él... Llegó demasiado tarde, y no pudo salvarlo de sus propios demonios internos. Los cuales lo terminaron consumiendo.

—Lo siento por lo que sucederá Clio, cuando tú te enteres de todo ya no volverás a verme como me has visto desde que nuestra relación se formó... Pero quiero que nunca olvides lo que significaste para mí, quiero que sepas que siempre fuiste lo más importante de mi vida... Incluso más que mamá.

Sólo siguió el silencio. Apagó la lámpara de la habitación y con su esposa e hijo descansando se alejó de ellos hasta parar en la puerta. Dio una última mirada.

—No permitiré que se conviertan en mi debilidad —aseguró girando el picaporte y saliendo de la habitación en seguida.

Ni un sonido, ni una luz... Vacía y oscura, como su alma. Al final, la habitación también se convirtió en un presagio.

 

Una semana después...

 

Remia, Isla Rem, Parque Real, Cementerio Privado - 3 de Mayo - Año 497

 

—Que descanse en el cielo... Nos abandonó físicamente pero siempre estará con nosotros... Comprometámonos con su alma a vivir como él hubiera querido que lo hiciéramos...

«¿Por qué en los malditos funerales siempre llueve?», pensó Rygal apreciando como el ataúd de su padre descendía hasta el fondo del pozo que se había cavado horas antes.

No había muchas personas en el funeral privado que se había organizado para el rey Ryhan Di Rem. No pasaban los treinta concurridos. Los nuevos líderes de los cinco clanes fundadores; El clan Windsor, clan Dire, clan Zaro, clan Xitch y clan Hunter... También algunos familiares, la Familia Real, y por último, los líderes militares del reino.

Rygal miró a Clio a su lado. Ella estaba sosteniendo el paraguas que los cubría a ambos. Su rostro se veía impasible, incluso en el funeral de su padre, ella no estaba triste, más bien desconcierta... Hasta aliviada.

Ella notó su movimiento y alzó la vista, sus miradas cruzaron y le sonrió cálidamente. Se pegó más a él y tomó su brazo bajando su mano hasta la suya para entrelazar sus dedos. Tenía la mano fría, la de ella se escondió dentro de la de él, no eran comparables en tamaños. Con sólo ese hecho ella se sintió extrañamente protegida.

«¿Estás bien?», ella no lo pronunció, pero sólo leyendo sus labios él comprendió el mensaje. Asintió, y ella, poniendo un leve rostro de alivio, volvió su mirada hacia delante... El funeral continúo.

 

Horas más tarde...

 

Remia, Isla Rem, Palacio Real - 3 de Mayo - Año 497

 

—¿Te sientes bien Rygal? —Clio cerró la puerta detrás de ella luego de entrar a su habitación. 

La oscuridad estaba a medias, sólo se veía una nítida luz que venía desde una esquina del dormitorio. Al lado de ella, una sombra en movimiento... Ahí se encontraba él. 

Caminó alrededor de la cama y se sentó al lado de su esposo. Rygal se encontraba desatando su corbata y desprendiendo algunos botones de su camisa. Cuando la escuchó le lanzó una mirada y sonrió.

—Si, claro... ¿Por qué lo preguntas? —preguntó al quitarse sus zapatos y lanzándolos lejos.

—Quizás porque hace tres días mataron a tu padre, hoy tuvimos su funeral, mañana tienes una reunión en el palacio para hablar de su sucesión y si todo sigue su curso en menos de una semana estarás al frente de la nación... Como el rey de Remia... ¿No te sientes presionado ni nada por el estilo? ¿Estrés quizás? —preguntó preocupada apoyando su mano en la espalda de su esposo.

Rygal la escuchó y soltó una mansa risa.

—Tu padre también fue asesinado hace tres días, y también tuvimos su funeral hoy... Vi que no hablaste en todo el lapso que estuvimos ahí... ¿Te sucedió algo? 

—Ignoraste mi pregunta Rygal. —Ella se movió y se agachó frente a él—. Me importas demasiado Rygal, si tienes algún problema puedes decírmelo, haré lo imposible para ayudarte... ¿Has entendido? 

Rygal alzó su mirada y apreció los brillantes ojos verdes de su esposa mirándolo con compasión. Cerró un nudo en su garganta que le impidió expresarse con facilidad, en ese momento fue cuando sintió por primera vez la represión de sus emociones ante Clio. En su lugar, únicamente... Sonrió. 

—Clio... ¿Recuerdas lo que te dije antes de nuestra primera noche juntos? —preguntó apoyando su mano sobre la de ella, que se posaba sobre su regazo.

Ella sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando esas palabras hicieron presencia en su cabeza dos años después... ¿Qué significaba lo que Rygal le quería decir? 

—¿A qué viene todo esto Rygal? —preguntó Clio lentamente retrayéndose de él.

—«Cuando el momento de decidir llegue, ya no habrá vuelta atrás, tendré que aceptar mi naturaleza y mi sueño, ya no seré el mismo luego de eso... Por eso, aléjate de mí cuanto antes, te amo demasiado y no quiero lastimarte... En todo el mundo, tú eres la única persona que no se lo merece» —citó sus mismas palabras, con un punzante tono de voz—. No pude apartarte de mí, debí hacerlo porque sabía que este momento llegaría, sabía que algún día lo haría y sabía que la persona más afectada en consecuencia de mis acciones serías tú... Esta será la última vez que lo escucharás de mí Clio... —Otra vez su garganta se cerró, pero de nuevo la mirada de su esposa le trajo calma, y prosiguió—. Lo siento por todo lo que sucederá desde ahora... Pero es mi legado, y no permitiré que nadie se entrometa en mi camino... Ni siquiera tú o Rhys. 

Clio se puso de pie rápidamente. Él estaba extrañamente serio mientras decía eso. Ella pensó que la muerte de su padre le había afectado hasta ese punto, pero a Rygal nunca le había importado tanto su padre, como si lo hizo su madre alguna vez. Hasta el día de su muerte.

Esa frialdad y solemnidad que siempre mostraba era consecuencia de aquel hecho... Pero en ese momento esta se había acrecentado. Clio se sintió, por primera vez en años, amenazada con la presencia de Rygal. Hasta que cayó en cuenta.

—No serás rey, ¿Cierto? —preguntó con una creciente inseguridad.

—¿Cuál es el sentido de serlo? —preguntó alzando sus hombros—. Sentarme todo el día en un asiento, bastante incomodo, fingir que me importa lo que me rodea, disfrutar de mi riqueza, lanzarme a la lujuria y a la gula... Puedo y voy a dar más que eso, y siendo un rey jamás lo lograré... No me va a limitar una corona de oro Clio... No lo hará nada. 

Clio vislumbró la ambición crecer en sus ojos con sólo observar cómo sus pupilas se dilataban. Vio su metamorfosis en sólo una frase, y ese miedo que alguna vez la invadió... Renació. 

—¿Y Rhys? —ella apenas lo pudo preguntar, así fue como Rygal se percató del incipiente miedo proviniendo de ella.

Él se puso de pie y caminó hacia ella quien no podía disimular las terribles sensaciones que estaba padeciendo en ese momento. Se tropezó con sus pies cuando los nervios la traicionaron intentando retroceder ante el movimiento de su esposo. No cayó, él la sostuvo impidiendo su desliz.

Al tomarla del brazo su tacto sintió su piel erizada y fría. Sus dedos estaban tiesos, así como el resto de su cuerpo, pero sin esconder su estremecimiento.

—No pretendía asustarte... No pretendía lastimarte... No pretendía llevarte hasta este lugar... Fui egoísta y no estoy arrepentido por eso... Pero fuiste tú quien tomó la decisión de quedarse a mi lado Clio, tu sabías lo que pasaría, sólo lo ignoraste.

—Porque te amo Rygal... Fuiste tú quien me mostró un mundo que yo no conocía por culpa de lo sucedido en mi pasado... Yo me enamoré de ti porque eras distinto a todos los demás, pero al parecer ese contraste que poseías en torno al resto de la sociedad no era el que yo pensaba... ¿A dónde se fue ese Rygal Di Rem? —la pregunta de Clio resonó en la habitación, con un silencio como continuación.

 Rygal desvió su mirada de ella y la fijó en la foto de su madre que se encontraba colgada en la pared de la habitación. 

—¿Alguna vez existió? —preguntó y su mirada se volvió borrosa. 

Lentamente la figura de su madre se difuminó. Volteó su rostro de nuevo a Clio, ella tenía lágrimas en sus ojos. 

—Yo sé que existió... No pretendo aceptar que viví en una mentira —respondió Clio, su voz nostálgica y melancólica resaltaron su tristeza. Ella se dio cuenta en ese momento que esa conversación no era más que el principio del final. 

—Pues quédate con eso Clio —dijo Rygal dándose la vuelta y comenzando a caminar hacia la puerta. Se paró cuando esta estaba media abierta, se reclinó en ella y con su mirada baja sintió al fin como ese nudo en su garganta y punzada en su corazón desaparecieron—. Quizás recordarlo te traiga algo de consuelo después de todo —añadió saliendo de la habitación. El sonido de la puerta cerrándose fue el último rastro que dejó. 

El mundo de Clio se vino abajo y el llanto sólo se dispuso a surgir sin impedimento. No lloraba desde hacía mucho tiempo, más concretamente desde que lo conoció. En aquellos tiempos su felicidad jamás se vio amenazada, luego de dieciséis años bajo el yugo de su padre su sufrimiento se acabó cuando el príncipe prometió protegerla. Ella se lo creyó, de ahí su pertinaz negación hacia lo que él decía sobre ellos. Ella sabía que lo perdería, sabía que Rygal tenía una naturaleza oculta que en algún momento saldría a la luz, eso sólo la angustió el doble... Nunca sería capaz de hacer algo para remediar lo sucedido.

Esa era la razón de su llanto y de su derrumbe emocional, cuando al fin consiguió su mayor anhelo todo se vino abajo y su corazón no aguantaba más. Sentía su cuerpo debilitarse cada vez más, oprimía su pecho intentando no ahogarse con su propio sufrimiento. Cuando notó que su aire disminuía precipitadamente cayó en cuenta... Estaba teniendo un ataque de pánico.

—¡Rygal! —gritó con desesperación. Nadie la oyó, él ya no estaba en la casa—. ¡Rygal, por favor! —rogó, pero su exasperado pedido se perdió en el silencio del resto de la casa.

Esa fue la respuesta del destino... Ella ya se encontraba sola.

La habitación se cerró sobre ella. Y la oscuridad, como un monstruo cerniéndose a su alrededor, la asedió. Frustración y desconsuelo, abatida por una estruendosa sensación de sentimientos destructivos haciendo presencia en su alma... ¿Acaso ella estaba destinada a eso? ¿Sufrir por todo lo que la vida le quite? ¿O alguna vez encontraría la felicidad? Quizás eso era lo único que la iba a hacer seguir adelante... Quizás... 

Un llanto... Todo se volvió luz en ese momento para ella, su agitación paró, esos pensamientos ruines desaparecieron, y su mente se alivió al instante... Ese llanto, ella sabía de dónde venía... Su hijo.

Se puso de pie rápidamente, sus fuerzas habían sido recobradas. Abrió la puerta y corrió por el oscuro y estrecho pasillo invadido de puertas, parecía una odisea de nunca acabar, pero ahí la vio, esa puerta blanca que brillaba entre tanta negrura. La habitación de Rhys.

Abrió la puerta y encendió la luz a su izquierda. Todo había pasado tan rápido que había olvidado la principal razón por la que estaba ahí. Rhys dormía, ese llanto que había escuchado solamente había sido una ilusión. 

Se acercó lentamente a la cuna de su hijo y sus manos se posaron sobre las barandas arrodillándose a su lado, con sutileza inclinó un poco su cabeza hacia la derecha y sonrió. ¿Por qué se hizo esa pregunta en primer lugar? La respuesta estaba frente a sus ojos, ella no se encontraba sola, no iba a sufrir y sería feliz siempre que Rhys estuviera a su lado... Él sería lo único que la haría salir adelante... Nada más. 

—¿Tu cuidarás a mamá cariño, cierto? —preguntó ante su hijo. Él no tuvo reacción, se encontraba en un profundo sueño. Ella estiró su dedo índice y lo posó sobre su frente, hasta que ligera luz brillante saliendo de este se apagó. Entregándole su dicha y bendición—. Yo sé que lo harás, sé que tú podrás cuidarnos a todos mi amor, toda mi voluntad se encuentra en ti... Eres el rey que se elevará por encima de todo... Eres Rhys Windsor... La última esperanza.

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