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Capítulo 11: No desquites tu ira conmigo

Éditeur: Nyoi-Bo Studio

Mo Huiling había pensado que con el tiempo podría estar con Gu Jingze; después de todo, él era muy terco y obstinado. Sin embargo, no esperaba que Lin Che apareciera un día de la nada.

—Lo siento, Huiling. No te culparé si encuentras la felicidad en otra parte.

—¿Cómo podría dejarte, Jingze? He estado contigo por tantos años. Si te dejo, no sabría cómo vivir. Desde pequeña, mi sueño ha sido que me casaría contigo algún día.

El corazón de Gu Jingze se conmovió cuando la miró.

—Está bien, Huiling. Solo no quiero que sufras.

Al escuchar eso, Mo Huiling sonrió.

—Creo que terminarás divorciándote, así que te esperaré.

***

Al ver a Lin Che sentada con una expresión miserable, la mucama pensó que estaba enojada por lo que había ocurrido y se acercó a ella.

—Madame, el señor y la señorita Mo son amigos de la infancia, es por eso que son muy cercanos. Sin embargo, su relación es intachable ya que no ha pasado nada entre ellos —explicó con delicadeza.

—¿Eh? —preguntó Lin Che, confundida.

Se dio cuenta que la criada había entendido mal. Agitó las manos con frenesí y señaló:

—No es eso, para nada. Claro, entiendo que tengan una buena relación; pero…¿se conocen desde hace mucho tiempo?

—Sí. Se conocen desde el momento en que nacieron —comentó la mucama.

"Se conocen desde hace tanto", pensó Lin Che.

—Entonces, deben tener una buena relación —expresó Lin Che.

—Sí. La señorita Mo tiene mal genio, pero el señor siempre cede. Ha sido así desde que eran jóvenes. De todos modos, creo que esto no es diferente de una relación entre hermanos. Madame, es mejor que no se enoje. Después de todo, sabe que el señor…

"Tiene una enfermedad extraña y no puede tocar a las mujeres".

Claro, Lin Che lo sabía.

En el fondo, ella de verdad sintió que Gu Jingze tuvo un destino desafortunado. La mujer que amaba estaba justo a su lado, pero no podía tocarla. Ella se preguntó cómo lo había soportado durante todos estos años.

Lin Che no estaba enojada, pero sí le daba un poco de curiosidad.

Ella le dijo a la criada:

—No te preocupes. No estoy enojada; solo tenía curiosidad. Entiendo a Gu Jingze, así que esto no me va molestar.

Al ver la actitud de Lin Che, la impresión que tenía la mucama se volvió aún más favorable. Ella sonrió y le confesó:

—Madame, usted es la mujer más hermosa que he conocido e incluso tiene una gran personalidad. Si usted y el señor logran llevarse bien, seguro tendrán un futuro feliz.

Lin Che no estaba disgustada. Desde el principio, habían acordado que era un matrimonio arreglado, y Gu Jingze había sido honesto y directo con ella. Por eso, no había lugar para confusiones o enojos.

—Pero, si la relación entre Gu Jingze y la señorita Mo es tan buena, ¿por qué sus familias no la aprueban? —preguntó Lin Che.

—La señorita Mo es la tercera señorita de su familia; pero al Viejo Maestro nunca le agradó porque no aprueba el comportamiento de la familia Mo. De todos modos, nunca se opuso a ella. Sin embargo, el señor se enfermó de repente. La familia siempre tuvo la esperanza de que el señor encontraría a alguien que pudiera darle hijos, pero él fue demasiado obstinado y se negó a dejar a la señorita Mo. Ella también hacía escándalos y no quería que el Señor se casara con ninguna otra mujer. Así, la situación terminó estancándose —relató la mucama.

Luego, cuando vio que Lin Che escuchaba con atención, sonrió y le mencionó:

—Pero ahora todo está bien. Ustedes son una gran pareja. La señora es muy hermosa y el señor es tan guapo. ¡Sin dudas, el pequeño niño que tenga en el futuro será el hombre más apuesto!

Lin Che casi escupió sangre. Desde luego, ella no quería tener hijos con Gu Jingze.

Como sea, eso también era imposible. Aquella noche, él solo logró tocarla porque ella lo había drogado. Era claro que ella no era el antídoto para curar su enfermedad.

Pero algo le pareció extraño.

"¿Por qué no buscaron a otras mujeres para tratar de curar su enfermedad?".

Después de pensarlo, lo comprendió: debido a que Gu Jingze estaba tan enamorado de Mo Huiling, quizás él no quiso tocar a ninguna otra mujer. Pero ahora, por su culpa…

Lin Che comía mientras reflexionaba. En ese momento, Gu Jingze entró en la casa y la vio devorando la comida, sentada en el sofá con las piernas levantadas de una manera que dejaba ver su pésima educación.

—¿Puedes ser más limpia? —la regañó frunciendo el ceño.

Lin Che levantó la cabeza.

—Me he lavado las manos. ¿Qué más quieres?

Gu Jingze la miró comiendo con sus manos, que tenían migajas por todas partes, y frunció aún más el entrecejo.

Lin Che levantó la cabeza y se quejó:

—Claro, no todas somos tan educadas como la señorita Mo. Tienes razón; no tengo buenos modales para comer. Mi madre falleció cuando yo era adolescente y mi padre nunca me trató como a su hija. Mi madrastra quería venderme por dinero, así que nadie se preocupó por enseñarme modales o etiqueta. Sin embargo, no todos tenemos el tiempo para preocuparse por esas cosas como ustedes. Para mí, vivir es respetarme a mí misma. Es por eso que no conozco sobre estas cosas. Y nunca seré la señorita Mo.

Paró por un momento y luego, mirando a Gu Jingze, continuó:

—Está bien. Si te sientes incómodo al verme comer, intentaré no hacerlo delante de ti. Al fin y al cabo, es probable que no estés en casa a menudo.

Como él tenía a la señorita Mo, es probable que prefiriera pasar más tiempo con ella en lugar de quedarse en casa con Lin Che todo el tiempo.

Gu Jingze resopló y le contestó:

—Exacto. Huiling es, en efecto, una joven bien educada. Al menos no come con las manos como tú.

Mientras hablaba, su mirada se posó en las manos grasientas de Lin Che. Ella miró hacia abajo y se sintió un poco avergonzada, pero también estaba acostumbrada a ese trato y no le importaba.

Se lamió rápido los dedos uno por uno. La punta de su lengua era extremadamente flexible.

Para ella, era una tortura vivir con un hombre así. Ahora entendía por qué la gente decía que era importante casarse con alguien de su misma clase clase. Gu Jingze y ella eran el perfecto ejemplo de lo que no se debe hacer.

Levantó la cabeza y miró a Gu Jingze solo para descubrir su exasperación. Ahora, tenía su mirada fija en la cara, con los ojos casi rojos. Parecía como si estuviera a punto de romperla en pedazos. ¿Qué había hecho ella para enojarlo ahora?

—No te enojes. No volveré a comer frente a ti —soltó Lin Che.

Ella tampoco tenía elección; no podía cambiar tan rápido sus hábitos. Claro, su señorita Mo era elegante y refinada, pero Lin Che no era ella.

Sonrió tímida, pero Gu Jingze se limitó a alejarse con tristeza sin decir una sola palabra.

Ella lo miró confundida.

—Oye, yo...

—No saques la lengua para lamerte los dedos —mencionóél de repente, girando la cabeza y clavando los ojos en sus dedos—. En especial, frente a alguien del sexo opuesto.

—¿Qué?

Lin Che en seguida se miró y movió los dedos. Estaba confundida y no sabía a qué se refería.

Gu Jingze sacudió la cabeza sin decir nada y pensó que esa mujer era tonta de verdad.

Poco después, después de lavarse las manos, Lin Che corrió a la habitación.

Gu Jingze estaba sentado en el sofá con las piernas cruzadas, con un tobillo sobre la rodilla. Estaba recién perfumado, y se veía elegante y sereno.

Con la radiante luz bañándolo, los ángulos de su cuerpo parecían aún más marcados. Estaba en una posición casual, pero se veía bien sin importar cómo se sentara.

Ella se detuvo en seco para mirarlo, luego optó por seguir caminando en silencio. Sin embargo, de repente escuchó su nombre.

—Señorita Lin.