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Y en este preciso momento, Qiao Kexin volvió en sí de sus ensoñaciones.
—¡Estaba increíblemente frustrada, atrapada entre la espada y la pared!
No soportaba dejar Ciudad A, pero tenía que hacerlo.
Sin embargo, en esta coyuntura, ¿cómo podría su padrastro dejarla ir? Ese viejo bastardo todavía contaba con venderla por un buen precio.
Pero irse podría ser lo mejor en realidad.
Anteriormente no estaba dispuesta, pero ahora que Shen Jingxiu la había advertido, no tenía más remedio que irse, haciendo parecer como que no había cuestión de si quería o no quería.
No obstante, antes de irse definitivamente, tenía que encontrar la forma de lidiar con la preocupación de la Familia Qiao de una vez por todas.
Definitivamente no tenía la capacidad para hacerlo por su cuenta, pero en ese momento, había dos candidatos listos.
Uno era la Familia Shen.
La otra era la mujer que se sentaba frente a ella ahora, llamada Min Xiasha.
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