El aire dentro del Castillo Demonstone estaba cargado con el peso de historias no dichas mientras Rowena, Asher y Naida cruzaban el umbral hacia una habitación envuelta en sombras y silencio.
En este piso oculto del castillo, no había otra alma a la vista. Ni guardias ni sirvientes se atreverían a entrar en este piso, incluso si supieran de su existencia.
El fuerte chirrido de la puerta rompió la quietud, un sonido que parecía resonar a través de los siglos, revelando un espacio intacto por el tiempo o la presencia de demonios.
Asher, con el corazón pesado, recordó las historias que susurraban sobre el decreto del Devorador: este santuario debía permanecer sellado, sus secretos intactos, excepto en un momento de extrema necesidad para el reino.
Él sabía que era por eso que ningún rey había perturbado esta habitación desde que el Devorador se había ido. Todos respetaron su deseo y se adhirieron a él sin importar qué.
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