Galen gruñó. Alcanzó a cerrar la puerta detrás de ella y rápidamente la aprisionó contra ella.
Inclinó su cabeza, colocando su boca sobre su hombro. Tan cerca del lugar donde ya había sido marcada, casi se sobresaltó al pensarlo. Pasó su lengua suavemente sobre la pequeña cicatriz que había notado después de que ella le contara sobre su compañero. La besó con delicadeza.
—Entonces, ¿no me culparás? —preguntó Galen, con su caliente aliento haciéndole cosquillas en la piel.
—¿Por qué? —susurró ella.
Galen giró su barbilla, obligándola a mirarlo y adentrarse en sus intensos ojos verdes revueltos con una oscuridad que le envió un choque caliente a través de ella, obligándola a tensar inconscientemente los músculos de su parte inferior.
—Por no ser delicado... —respondió con un gruñido en su voz.
La respiración de Bell se volvió superficial, y ella sonrió.
—Nunca te pedí que fueras delicado... —susurró de vuelta.
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