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XI

Naruto avanzaba con pasos algo torpes, aunque no era precisamente por el peso de su sensei. Su rostro estaba ligeramente sonrojado, y cada paso parecía más un desafío emocional que físico. Katsumi descansaba contra su espalda, sus brazos rodeaban débilmente los hombros de Naruto, mientras su respiración pausada le rozaba el oído, enviando un leve escalofrío por su columna. El aroma de Katsumi, una mezcla sutil entre flores y algo cálido, lo envolvía, causando una confusión extraña en su mente. 

Naruto apretó los dientes, tratando de mantener la compostura. Sin embargo, era imposible ignorar la suave presión de los dos montículos que se apretaban contra su espalda, cada movimiento del camino parecía hacer que la sensación se intensificara. No sabía exactamente qué era lo que sentía: una mezcla de algo agradable y algo que lo hacía querer acelerar el paso para salir de la situación.

—Naruto, ¿estás bien? —preguntó Kiyomi, caminando a su lado, su tono estaba cargado de una mezcla de curiosidad y ligera diversión al notar el sonrojo en su rostro. 

—¡P-Por supuesto! —respondió rápidamente, intentando desviar la atención y fingiendo que no pasaba nada. —Solo estoy... un poco cansado, eso es todo.

Kiyomi alzó una ceja, claramente no convencida, pero decidió no presionarlo. Por otro lado, Yuzuki mantenía la mirada al frente, aparentemente concentrada, aunque sus labios se curvaron en una leve sonrisa al percatarse de la incomodidad de Naruto.

Katsumi, apoyada contra él, dejó escapar un leve suspiro, casi imperceptible. —No te preocupes, Naruto-Kun. Sólo un poco más y podrás descansar. —Su voz era suave, y la cercanía hizo que Naruto sintiera un ligero cosquilleo en el oído.

—¡Claro, sensei! —dijo, intentando sonar seguro, aunque su voz salió un poco más aguda de lo que esperaba. Sasuke, que caminaba delante, soltó un bufido. —Deja de hacer ruido, Naruto. Ya casi llegamos.

Naruto apretó los puños, intentando concentrarse en cualquier cosa menos en la calidez de Katsumi contra su espalda o en los comentarios de Sasuke. Poco después, la casa de Tazuna apareció a la vista. Era una construcción sencilla, rodeada por un pequeño jardín. Una mujer de cabello corto y expresión amable salió a recibirlos, seguida de un niño pequeño que los observaba con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—¡Padre! —exclamó la mujer, corriendo hacia Tazuna con evidente alivio.

—Estamos bien, Tsunami. —El viejo Tazuna hizo un gesto hacia los ninjas. —Gracias a estos jóvenes y a su sensei.

Tsunami miró a Katsumi, notando su estado. —¡Rápido, entren! Necesita descansar. 

Naruto y el resto del equipo 7 siguieron las instrucciones de Katsumi en silencio, aunque la tensión en el aire era palpable. Tsunami guió a Naruto hacia una pequeña habitación donde podría recostar a su sensei. Cuando finalmente la acomodó en el futón, Katsumi abrió los ojos apenas un poco, dedicándole una leve sonrisa que hizo que Naruto sintiera una extraña calidez en el pecho.

—Buen trabajo, Naruto-kun. —Su voz era suave pero firme, y aunque parecía cansada, conservaba ese tono autoritario que imponía respeto.

Katsumi se incorporó ligeramente y, tras un breve suspiro, empezó a dar instrucciones al equipo. —Bien. Sasuke, Yuzuki, quiero que escaneen el área exterior y coloquen trampas en los puntos vulnerables. Kiyomi, revisa la casa a fondo, cualquier cosa inusual infórmala de inmediato. Una vez que terminen, tómense un descanso y asegúrense de bañarse. Aunque Zabuza no mostraba signos de vida, hay algo extraño en el ambiente, y no podemos bajar la guardia. —Se giró hacia Naruto y le dedicó una mirada más suave—. Tú, Naruto-kun, te permitiré descansar un poco por haberme cargado hasta aquí. Pero en cuanto te sientas mejor, quiero que busques un lugar adecuado para entrenar. Después también puedes bañarte.

Todos asintieron y se dispusieron a cumplir sus tareas. Naruto, sin embargo, se quedó en la habitación con Katsumi, inmóvil y en silencio. No estaba tan cansado, pero había algo en la situación que lo hacía sentir raro. Sus pensamientos divagaron hacia recuerdos de su primera interacción con Katsumi: aquel momento en el que ella le había pedido un beso como pago por la recomendación para desayunar antes de la prueba. A pesar de que no cumplió con su parte, Katsumi no lo juzgó. Era extraño. Desde entonces, siempre había sentido que ella le daba un trato especial.

En los entrenamientos, Katsumi siempre se aseguraba de enseñarle más técnicas de las que compartía con los demás. Había notado cómo sus habilidades habían mejorado significativamente gracias a ella. Pero, ¿por qué? Los otros tres, siendo Uchiha, parecían mucho más aptos para recibir su atención. Sasuke, Yuzuki y Kiyomi eran los últimos del clan, y Katsumi, con su sharingan siempre activo, debía de ser asignada a ellos precisamente por esa conexión. Sin embargo, Katsumi parecía volcar un interés peculiar en él.

—¿Qué tienes, Naruto-kun? —La voz suave de Katsumi lo sacó de sus pensamientos. Su cabello plateado, algo húmedo por la reciente batalla, caía desordenado en suaves mechones alrededor de su rostro.

—Na-nada, Katsumi-sensei. —Naruto evitó mirarla directamente, hablando con una voz más baja de lo habitual.

Katsumi arqueó una ceja, divertida, y se incorporó un poco más en el futón. —¿Seguro? Puedes preguntarme lo que quieras.

Naruto vaciló un momento antes de hablar. —Bueno... sí, tengo una pregunta. —Hizo una pausa, sintiendo cómo las palabras se atascaban en su garganta—. ¿Por qué... por qué es tan buena conmigo? Yo no soy nada especial. Los otros tres son genios, son mejores que yo en casi todo. Especialmente Kiyomi-chan. Ella es... perfecta en casi todo.

Katsumi soltó una risa suave que descolocó a Naruto. —¿No te gusta? —preguntó con un tono malicioso, observándolo fijamente—. Bueno, tienes razón en que los otros tres son prodigios, y yo misma fui considerada una genio en mi generación. Pero si te dijera mis razones, seguramente me tacharían de pervertida. Y, sinceramente, eso le quitaría lo divertido. —Sonrió con picardía, y sus ojos brillaron con un destello travieso—. Tal vez... solo estoy haciendo muy fuerte a mi futuro novio.

Naruto sintió cómo todo el color se le subía al rostro. —¿No-novio? —balbuceó, completamente rojo.

—Qué lindo te ves, todo sonrojado como un tomate. —Katsumi rió suavemente, disfrutando de su reacción.

—¡Ya, ya basta! —murmuró Naruto, desviando la mirada, tratando de ocultar su vergüenza.

Katsumi lo observó con una sonrisa divertida antes de inclinarse un poco más hacia él. —Está bien. Para que no sientas que estoy siendo injusta contigo, te propongo un trato. —Su tono se volvió más juguetón—. Te enseñaré un jutsu especial... pero solo si me das un beso. Considerémoslo como el pago pendiente por ese pequeño favor que te hice antes de la prueba.

Naruto estaba completamente desconcertado. Su rostro ardía de vergüenza, y las palabras se negaban a salir de su boca. Katsumi se acercó aún más, deslizándose con gracia mientras retiraba su máscara.

Naruto quedó completamente atónito.

El rostro de Katsumi era impresionante, como si cada rasgo hubiera sido diseñado para ser perfecto. Sus ojos oscuros eran intensos pero cálidos, con pestañas largas que enmarcaban su mirada de manera cautivadora. Su piel era suave y tersa, con un ligero rubor natural en sus mejillas. Había un pequeño lunar justo debajo de su labio inferior, lo que añadía un toque de singularidad a su belleza. Sus labios, rosados y perfectamente delineados, parecían invitar a cualquier mirada a quedarse fija en ellos. Naruto no podía evitar pensar que incluso Kiyomi, Hinata, Yuzuki e Ino parecían perder un poco de brillo en comparación con ella... ninguna se acercaba al nivel de belleza que tenía Katsumi en ese momento. La forma en que lo miraba, con esa mezcla de ternura y provocación, lo dejó completamente sin palabras.

—Bien, Naruto-kun... —susurró Katsumi, su voz casi un canto melódico mientras se acercaba aún más—. ¿Me pagarás ahora?

Naruto sintió cómo su corazón latía con una intensidad que parecía desbordar su pecho, casi al borde de explotar. Su rostro estaba completamente rojo, y sus pensamientos estaban hechos un caos. No encontraba las palabras adecuadas, pero tampoco parecía capaz de moverse. Frente a él, Katsumi lo observaba con una sonrisa tentadora, llena de una seguridad que solo aumentaba su nerviosismo.

Era un momento completamente desconocido para él. Nunca había besado a nadie en su vida, y mucho menos pensó que su primer beso sería con alguien como Katsumi. Era hermosa, casi irreal, y la intensidad de su mirada hacía que sus piernas se sintieran débiles. Cada pequeño detalle en su rostro lo atrapaba: desde la suavidad de su piel hasta el lunar justo bajo su labio inferior, que parecía dibujar un punto perfecto en su belleza.

El espacio entre ambos se acortaba lentamente, casi como si el mundo alrededor se desvaneciera. Naruto podía sentir el calor de su aliento acercándose al suyo, mezclándose en un aire cargado de una extraña intimidad que nunca antes había experimentado. No podía apartar la mirada de los ojos de Katsumi, ese ojo rojizo del sharingan y ese negro hipnoptico que ahora no mostraban dureza ni análisis, sino una calidez que lo desconcertaba.

Naruto se inclinó lentamente hacia adelante, guiado más por un impulso que por un pensamiento consciente. Su respiración era errática, y sentía como si todo su cuerpo temblara. La cercanía de Katsumi era abrumadora, y el calor que emanaba de ella solo hacía que todo se sintiera más real. Los pocos centímetros que los separaban parecían una eternidad.

El silencio entre ambos era tan profundo que solo se escuchaba el suave sonido de sus respiraciones, cada vez más entrelazadas. Naruto cerró los ojos lentamente, sintiendo cómo el momento lo envolvía. Su mente, por un instante, quedó en blanco, y el único pensamiento que logró surgir fue: "¿De verdad está pasando esto?".

De repente, sintió el roce cálido y suave de los labios de Katsumi. Fue un contacto ligero, casi como un susurro, pero bastó para que su cuerpo entero se estremeciera. El beso era dulce y cálido, cargado de una mezcla de emociones que Naruto no podía identificar por completo. Era tímido y torpe de su parte, pero Katsumi, con una experiencia evidente, tomó la iniciativa con delicadeza, guiándolo sin apresurarlo.

El tiempo pareció detenerse. No había batalla, no había misión, no había equipo. Solo estaban ellos dos en ese momento. Katsumi se apartó apenas unos milímetros, suficiente para mirarlo a los ojos con una sonrisa que mezclaba ternura y diversión. Su rostro estaba cerca, y Naruto podía ver cada pequeño detalle, desde la curva de su sonrisa hasta el brillo de sus ojos.

—Naruto-kun... —murmuró Katsumi con una voz suave, casi acariciante—. Eres adorable cuando te pones tan nervioso.

Naruto, aún sonrojado y con la respiración entrecortada, no supo qué responder. Sólo logró balbucear algo ininteligible mientras apartaba la mirada, incapaz de mantener el contacto visual. Su mente estaba en una confusión completa, procesando lo que acababa de suceder.

Katsumi rió suavemente y volvió a colocarse la máscara con calma, como si nada hubiera pasado. —Bien. Ahora que hemos cumplido nuestra parte del trato, te enseñaré un jutsu especial. —Le lanzó una mirada cómplice y añadió—: Pero recuerda, Naruto-kun, esto queda entre nosotros.

Naruto asintió rápidamente, todavía demasiado abrumado para hablar. Mientras ella se recostaba de nuevo en el futón, él salió de la habitación casi tambaleándose, aún sintiendo el calor del beso en sus labios. Al cruzar la puerta, apoyó la espalda contra la pared y respiró hondo, llevando una mano a su pecho.

"¿Qué acaba de pasar...?" pensó, todavía sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Aunque había pasado solo un instante, sabía que ese momento quedaría grabado en su memoria para siempre.

Naruto, todavía con el corazón acelerado y el rostro sonrojado, se sobresaltó al escuchar la voz de Kiyomi detrás de él. La Uchiha estaba parada a unos pasos, observándolo con una ceja arqueada y una leve sonrisa en los labios, como si intentara descifrar lo que sucedía.

—¿Naruto-kun? —preguntó con tono curioso—. ¿Qué haces aquí? ¿Ya te recuperaste tan rápido? Bueno, siempre has sido increíblemente resistente. —Su sonrisa se amplió, mostrando un toque de admiración, pero luego entrecerró los ojos con cierta intriga—. Aunque… —añadió, inclinando la cabeza ligeramente— te ves un poco extraño. ¿Por qué estás tan rojo?

Naruto abrió los ojos de golpe, sintiendo cómo su vergüenza aumentaba al recordar lo que acababa de pasar con Katsumi. Quiso responder, pero las palabras parecían haberse quedado atrapadas en su garganta. Kiyomi dio un par de pasos hacia él, cruzándose de brazos mientras lo analizaba detenidamente.

—Hmmm... Es raro. Solo te he visto así una vez antes… —comentó pensativa—. Fue cuando viste a Hinata-chan sin su chaqueta durante aquel entrenamiento. —Soltó una pequeña risa al recordar la escena—. Esa chica siempre se esconde en esa ropa holgada, pero cuando se la quitó, tú parecías estar a punto de explotar. —La mirada de Kiyomi adquirió un brillo pícaro—. Entonces, dime, Naruto-kun… ¿Qué pasó ahora? ¿Otra chica te hizo sonrojar?

—¡No es eso! —exclamó Naruto con rapidez, su voz algo más aguda de lo normal. Al darse cuenta de lo desesperada que sonó su respuesta, desvió la mirada con un gesto torpe, frotándose la nuca mientras trataba de calmarse—. E-Estoy bien. Solo… necesito algo de aire fresco. ¡Eso es todo!

Kiyomi levantó una ceja, claramente no convencida, pero decidió no presionar más. En lugar de eso, dio un paso más cerca de él y se inclinó ligeramente, observándolo desde abajo con una sonrisa juguetona.

—¿Seguro? Porque ese sonrojo no parece de alguien que solo necesita aire fresco. —Su tono tenía un toque burlón, pero no malintencionado—. Vamos, Naruto-kun, puedes contarme. Prometo no reírme… mucho.

Naruto retrocedió un paso, sintiendo cómo su nerviosismo aumentaba bajo la mirada inquisitiva de Kiyomi. Ella siempre tenía esa manera de provocarlo, aunque esta vez, la intensidad de la situación con Katsumi lo había dejado completamente fuera de combate.

—D-De verdad, Kiyomi-chan, estoy bien. —Intentó sonreír para convencerla, pero el temblor en su voz lo delataba.

Kiyomi se enderezó y suspiró, dándose por vencida por el momento. Sin embargo, no pudo evitar una última provocación antes de marcharse.

—Está bien, está bien. No te voy a presionar… por ahora. —Se giró sobre sus talones y comenzó a alejarse lentamente, pero lanzó una mirada por encima de su hombro—. Pero si necesitas desahogarte… ya sabes dónde encontrarme. —Le guiñó un ojo antes de desaparecer por el pasillo.

Naruto dejó escapar un suspiro de alivio, apoyándose contra la pared nuevamente. "¿Por qué siempre tiene que ser tan curiosa?" pensó mientras trataba de calmarse. Sin embargo, no pudo evitar recordar las palabras de Kiyomi sobre Hinata, lo que solo hizo que se sintiera aún más confundido.

"Hinata… Katsumi-sensei… Kiyomi…" pensó, sintiendo que su cabeza daba vueltas. La idea de que varias chicas lo vieran de manera diferente era algo completamente nuevo para él, y no estaba seguro de cómo lidiar con ello. Suspiró profundamente antes de decidir que necesitaba despejarse. "Tal vez entrenar un poco me ayude a pensar con claridad."

Con ese pensamiento en mente, Naruto se dirigió hacia la salida, aún sintiendo el calor en sus mejillas. Aunque intentaba enfocarse, no podía evitar que las palabras de Katsumi y la expresión divertida de Kiyomi siguieran repitiéndose en su mente, dejando a su joven corazón en un completo desorden.

Ese día, en otro punto del País de las Olas, las dos figuras femeninas que habían llevado el cuerpo de Zabuza se detuvieron en un pequeño claro, alejado de cualquier mirada curiosa. Una densa niebla envolvía el lugar, dando una sensación casi espectral. Sin perder tiempo, una de ellas, de cabello negro azabache, se agachó junto al cuerpo inmóvil de Zabuza. Con movimientos cuidadosos, retiró los senbons clavados en su cuello.

El silencio del bosque fue roto por una débil tos. Zabuza abrió los ojos lentamente, parpadeando para despejar la confusión que lo invadía. Su mirada fría y penetrante se posó en ambas figuras, que permanecían arrodilladas a su lado.

—Hmph… Se tardaron lo suyo —gruñó con voz rasposa, enderezándose con dificultad mientras masajeaba su cuello. A pesar de su tono brusco, sus ojos reflejaban una mezcla de alivio y confianza. Dirigió su mirada hacia las dos mujeres—. Haku… Miyuki… Siempre tan precisas.

La mujer de cabello negro, Haku, asintió con una leve sonrisa mientras retiraba con cuidado las últimas agujas de Zabuza. Su rostro, aunque oculto tras una máscara hasta ese momento, emanaba una serenidad que contrastaba con la tensión del lugar. A su lado, la otra figura, de cabello plateado con reflejos que brillaban bajo la tenue luz, suspiró antes de quitarse la máscara también.

—No te quejes, Zabuza-sama —dijo Miyuki, dejando ver su rostro. Sus facciones eran delicadas y elegantes, con ojos de un tono ámbar hipnótico que parecían iluminar la penumbra del claro—. Si no hubiéramos intervenido, estarías en una tumba ahora mismo. 

Haku, que seguía manteniendo la compostura, se quitó la máscara poco después, revelando un rostro tan hermoso y suave que podría confundirse con el de una muñeca. Su cabello oscuro caía en cascada alrededor de sus hombros, enmarcando sus ojos marrones y una piel pálida que parecía casi irreal.

Ambas mujeres, a pesar de sus apariencias contrastantes, compartían un aura de letalidad y gracia. Eran, sin duda, guerreras formidables, pero también poseían una belleza que resultaba desconcertante. Incluso en el claro silencio del bosque, sus presencias llenaban el ambiente de una mezcla de tensión y misterio.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Haku, acercándose un poco más para evaluar las heridas de Zabuza. Su voz era suave, casi maternal, pero con un deje de seriedad profesional.

—Como si un maldito toro me hubiera pisoteado —respondió Zabuza con una mueca de dolor mientras se apoyaba en un árbol cercano. Sus ojos vagaron entre Haku y Miyuki, notando la tranquilidad con la que ambas trabajaban en su recuperación—. Al menos hicieron bien su trabajo. ¿Cómo estuvo la actuación?

—Perfecta, como siempre —respondió Miyuki con un tono orgulloso, cruzándose de brazos—. Los hicieron caer completamente en el engaño. Estoy segura de que ni siquiera sospechan que estás vivo.

—Eso esperamos —añadió Haku, con un toque de preocupación en su voz—. Aunque… no puedo evitar sentir que esos ninjas, especialmente la mujer con el sharingan, no serán fáciles de tratar. Tiene una fuerza y habilidad que podrían complicar las cosas.

Zabuza soltó una carcajada seca, que pronto se convirtió en un gruñido al sentir el dolor en su cuello.

—Tch. No importa quién sea. Si es fuerte, la cortaré como a los demás. —Su tono era severo, pero había una chispa de respeto implícito en sus palabras. 

Miyuki intercambió una mirada significativa con Haku antes de asentir, sus ojos ámbar brillaban con una mezcla de determinación y preocupación. Ambas sabían que los enemigos que enfrentaban no eran simples genin como los que solían encontrarse en misiones rutinarias.

—Entonces será mejor que estemos preparados. No podemos permitirnos subestimarlos otra vez. —Miyuki rompió el silencio con un tono firme, cruzando los brazos mientras su mirada se dirigía al horizonte, como si ya estuviera visualizando el próximo enfrentamiento. Luego, frunció ligeramente el ceño—. Ese pelirrojo, el tal Naruto... su manejo del fūton es impresionante para alguien de su edad. Podría convertirse en una molestia seria si no tenemos cuidado.

Haku asintió con suavidad, pensativa. Su cabello negro caía en cascada mientras desviaba la mirada hacia Zabuza, quien, a pesar de su estado debilitado, observaba atentamente la conversación, evaluando la situación con su habitual intensidad.

—Sí, y no olvides a esos Uchihas —añadió Haku, su tono era tranquilo pero con un matiz de advertencia—. Esa tal Yuzuki no solo tiene talento natural; su frialdad y precisión en combate la hacen aún más peligrosa. Es evidente que no lucha como una genin común. La otra Kiyomo, su habilidad con el sharingan está a un nivel que podría complicarnos seriamente. También el otro el tal Sasuke, parece habilidoso.

Zabuza gruñó, moviéndose ligeramente para acomodarse contra el árbol donde estaba recostado. Su mirada endurecida se clavó en las dos mujeres, una mezcla de cansancio e irritación.

—Tch, no me vengan con tonterías —espetó con voz rasposa—. Si esos mocosos son tan molestos como dicen, entonces acabaremos con ellos rápido y sin rodeos. Si no puedo hacerlo yo, ustedes dos se encargarán. Haku, Miyuki, saben lo que espero de ustedes.

—Entendido, Zabuza-sama —respondió Haku con una reverencia casi imperceptible, su tono reflejaba una lealtad inquebrantable.

Miyuki soltó un suspiro, apoyándose en un árbol cercano mientras observaba a Haku con una ligera sonrisa.

—Tranquilo, Zabuza-Sama. Si hay algo en lo que somos expertas es en neutralizar amenazas. Aunque debo admitir que ese grupo tiene algo… diferente. No sé qué es, pero lo siento en el aire. —Sus ojos ámbar se estrecharon mientras miraba hacia la lejana dirección de la casa de Tazuna—. Especialmente ese chico. Naruto, creo que se llama. Su energía no es normal.

Haku giró la cabeza hacia Miyuki, interesada por el comentario, pero no añadió nada más. El silencio se asentó nuevamente en el claro, solo roto por el suave murmullo de las hojas movidas por la brisa. La niebla comenzaba a desvanecerse, dejando a la vista las expresiones pensativas de las tres figuras.

—No importa cuán especiales sean —dijo Zabuza finalmente, su voz cargada de desprecio—. Solo son niños. Nada que nuestras cuchillas y estrategias no puedan resolver. La próxima vez, no habrá errores.

Miyuki y Haku intercambiaron una última mirada antes de asentir, con una determinación renovada reflejada en sus rostros. Era evidente que no subestimarían al Equipo 7 nuevamente, pero también sabían que el próximo enfrentamiento sería decisivo.

Naruto yacía en el suelo, jadeando mientras miraba al cielo nocturno a través del dosel de los árboles. El bosque a su alrededor era un desastre: troncos cortados limpiamente, ramas partidas y esparcidas, agujeros en el suelo todavía chisporroteando por rastros de raiton, y charcos de agua donde sus suiton habían impactado. Todo era un reflejo del frenesí de su entrenamiento, pero también de su frustración.

Apoyó un brazo sobre su frente, cubriendo sus ojos mientras trataba de calmar el ritmo acelerado de su respiración. Su mente, sin embargo, no dejaba de correr en círculos. Había pasado el día entero intentando deshacerse de un pensamiento que lo tenía atrapado, algo que lo hacía sentirse desconcertado y, a la vez, completamente fuera de control.

Kami... di mi primer beso... con mi sensei... Solo pensar en ello hacía que su rostro se encendiera como una antorcha. Katsumi era hermosa, radiante y completamente fuera de su alcance, o al menos eso creía. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué yo? Su corazón latía con fuerza cada vez que recordaba el momento: su respiración entrelazada, su mirada penetrante, y esa forma tan segura en que lo había provocado. No podía quitárselo de la cabeza.

"¡Maldición!" Naruto se incorporó de golpe, golpeando el suelo con el puño. Sentía que todo estaba desordenado en su cabeza. Quería despejarse, concentrarse en otra cosa. Había entrenado durante horas, lanzando todo lo que tenía: fūton, raiton, suiton, su kenjutsu, incluso practicó su puntería con shuriken y kunai. Pero nada parecía ser suficiente para calmar la tormenta interna que llevaba consigo.

Miró a su alrededor. El bosque era testigo de su esfuerzo. Árboles partidos por la mitad, cortes limpios como si una cuchilla gigante hubiera pasado por ahí, marcas de quemaduras y electricidad que todavía chisporroteaban en algunos puntos, y el olor a tierra húmeda que dejaban sus técnicas de agua. Había trabajado hasta la extenuación, pero aún sentía que no era suficiente.

Se dejó caer de espaldas nuevamente, mirando las estrellas que parpadeaban entre las copas de los árboles. La frustración se acumulaba en su pecho como una roca pesada. Recordaba el enfrentamiento con Zabuza. Había entrenado tanto, desarrollado técnicas, creado su propio estilo de combate, y aun así, en el momento crucial, no pudo hacer lo suficiente. Tuvo que depender de su equipo para salvar a su sensei.

"Patético..." murmuró, cerrando los ojos con fuerza. Todos esos jutsus que había perfeccionado, su kenjutsu, su taijutsu... nada de eso había marcado la diferencia. Había fallado cuando más importaba. Se sintió pequeño, como si todos los esfuerzos que había puesto en convertirse en alguien digno de reconocimiento se hubieran desvanecido en un instante.

La imagen de Katsumi herida, cayendo al suelo, seguía persiguiéndolo. Había sentido una ira que nunca antes había experimentado. Pero también miedo. Miedo de no ser lo suficientemente fuerte para proteger a quienes le importaban. Miedo de que, por su debilidad, alguien pudiera salir lastimado.

"¡No otra vez!" exclamó en voz alta, su voz resonando en el bosque vacío. Se levantó, tambaleándose un poco por el cansancio, pero con los ojos llenos de determinación. Voy a hacerme más fuerte. No importa cuánto me cueste. Protegeré a todos, incluso si tengo que empujar mis límites hasta el borde.

Desenvainó su katana, Kazetora, y la sostuvo frente a él. La hoja negra reflejaba la tenue luz de la luna, y el remolino grabado en rojo parecía brillar levemente, como si respondiera a su resolución. Dio un paso al frente, adoptando una posición de combate. Aún había tiempo antes del amanecer. Si estaba frustrado, entrenaría hasta que no pudiera mantenerse en pie.

"Esta vez será diferente. Lo juro..." musitó, mientras el viento comenzaba a rodearlo, respondiendo a su chakra de fūton.

Naruto se preparaba para lanzar otro jutsu, las manos a punto de formar sellos mientras la energía se acumulaba en su interior, cuando una voz suave, pero cargada de autoridad, lo interrumpió desde las sombras del bosque. 

—Naruto, ¿qué estás haciendo aquí? Si no encontraste un lugar para entrenar, debiste dejarlo y regresar, no crear uno —dijo Yuzuki Uchiha mientras emergía entre los árboles. 

La luz de la luna bañaba su figura con un resplandor etéreo, resaltando su piel pálida y tersa, y el brillo oscuro de su cabello perfectamente liso. Su kimono de combate, ajustado y práctico pero elegante, se movía suavemente con la brisa, dándole un aire de misterio y letalidad que la caracterizaba. 

Naruto tragó saliva, sintiendo que las palabras se atascaban en su garganta. Nunca había tenido mucha interacción con Yuzuki. Entre las hermanas Uchiha, siempre había hablado más con Kiyomi, cuya personalidad extrovertida y juguetona lo hacía sentir más cómodo. Pero Yuzuki... ella era diferente, distante, como una figura inalcanzable envuelta en sombras. 

—Yu-Yuzuki... ¿qué haces aquí? —balbuceó Naruto, tratando de ocultar su nerviosismo. 

Ella lo miró con frialdad, aunque no había hostilidad en su tono. 

—Nada en particular. Solo vine a buscarte. Instalé trampas cerca y escuché tu alboroto. —Sus ojos recorrieron el área devastada—. Veo que te estás volviendo más fuerte —añadió con una ligera nota de aprobación, aunque su expresión seguía siendo estoica. 

Naruto desvió la mirada, rascándose la nuca con nerviosismo. 

—Sí... creo que me excedí un poco. 

—Como sea —respondió Yuzuki sin inmutarse, cruzando los brazos—. Deberías venir conmigo. Ya es de noche, y además... ya hiciste un "campo de entrenamiento" para lo que sea que Katsumi-sensei quiera en el futuro. Ahora, vamos a bañarnos. 

—¿Ba-ba-ñarnos? —repitió Naruto, su rostro enrojeciendo al instante mientras una imagen involuntaria de los dos bañándose juntos aparecía en su mente. Dio un paso atrás, agitando las manos torpemente—. ¡Y-Yuzuki, yo... yo no sabía que querías... digo, no es que me oponga, pero...! 

Yuzuki lo miró con una mezcla de incredulidad y desdén, arqueando una ceja. 

—¿Eres un pervertido? —preguntó en un tono frío y directo, cruzando los brazos con una expresión que podría congelar el aire—. Solo estoy diciendo que nos bañemos... cada quien por su lado. No tengo intención de compartir un baño contigo, idiota. 

Naruto casi se desploma de alivio y vergüenza al mismo tiempo, agitando las manos nuevamente. 

—¡N-no, claro que no soy un pervertido! ¡Malentendí lo que dijiste, eso es todo! 

Yuzuki suspiró, dejando escapar un aire de exasperación mientras negaba con la cabeza, aunque no pudo evitar que un leve rubor coloreara sus mejillas. Intentó ocultarlo rápidamente, desviando la mirada.

—A veces... —murmuró casi para sí misma, en un tono que sonaba más íntimo y cargado de un matiz inesperado—... me dan ganas de disciplinarte.

Su voz tenía una inflexión peculiar, algo que hizo que Naruto parpadeara confundido, pero antes de que pudiera procesar sus palabras, Yuzuki se dio la vuelta. Comenzó a caminar con calma hacia un claro cercano, donde el sonido de un arroyo resonaba con un murmullo suave entre los árboles.

—Si terminaste de destrozar este bosque, muévete. No tenemos toda la noche —ordenó sin mirarlo.

Naruto, aún sonrojado y sin entender del todo la actitud de Yuzuki, se apresuró a seguirla en silencio. A pesar de su incomodidad, había algo en la presencia de Yuzuki que lo desafiaba constantemente, como si su sola existencia lo empujara a demostrar algo, a superarse. Quizás era su mirada calculadora, o tal vez la manera en que mantenía siempre un aire de superioridad sin necesidad de ser cruel.

Mientras caminaban bajo la luz de la luna, Naruto no pudo evitar reflexionar sobre las diferencias entre las hermanas Uchiha. Kiyomi era vivaz, bromista y juguetona, siempre intentando captar su atención con sonrisas coquetas y comentarios pícaros. Por otro lado, Yuzuki era un enigma: fría, seria y a menudo distante, pero con destellos de algo más profundo que rara vez dejaba entrever. Ambas lo intrigaban, pero de formas completamente opuestas, y eso lo dejaba en un estado constante de confusión.

Sin embargo, cuando llegaron cerca de la casa de Tazuna, algo inesperado sucedió. Yuzuki, en lugar de continuar caminando hacia el interior, se detuvo de repente. Naruto, que iba detrás de ella, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que ella retrocediera con pasos firmes, girándose para enfrentarlo.

—¿Yu-Yuzuki? —preguntó Naruto, dando un paso atrás instintivamente al ver su expresión.

Sin previo aviso, Yuzuki lo empujó con suavidad, acorralándolo contra el tronco de un árbol cercano. Sus ojos oscuros lo miraban con intensidad bajo la luz plateada de la luna, y Naruto sintió cómo su respiración se volvía más rápida.

—Naruto-kun... —susurró ella, su voz baja y envolvente, casi como un murmullo que parecía acariciar el aire entre ambos—. A veces eres un chico malo, ¿sabes?

Naruto estaba paralizado, incapaz de apartar la mirada de los profundos ojos de Yuzuki.

—¿Qué...? ¿Qué quieres decir? —logró balbucear, su rostro completamente rojo mientras su mente intentaba desesperadamente entender qué estaba pasando.

—Solo de esta manera puedo tener un momento contigo —continuó Yuzuki, acercándose aún más. Su rostro estaba ahora a solo centímetros del suyo, y Naruto podía sentir el calor de su aliento—. Esa egoísta de Kiyomi siempre está acaparándote. Nunca me deja tiempo para... disciplinarte como el mal zorrito que eres.

Naruto sintió que su corazón latía a mil por hora, y su mente se nublaba ante las palabras de Yuzuki. La manera en que lo decía, con ese tono firme pero cargado de algo más, lo dejaba completamente fuera de lugar.

—¿Di-disculpa? —tartamudeó, sin poder apartar los ojos del rostro de Yuzuki, que ahora mostraba una pequeña sonrisa enigmática.

Yuzuki dejó escapar una leve risa, apenas audible, antes de dar un paso atrás, liberándolo del árbol.

—Eres tan fácil de provocar, Naruto-kun. —Su tono había vuelto a ser frío, aunque con un matiz divertido—. Será mejor que entremos. No quiero que Kiyomi se dé cuenta de que estábamos solos.

Sin darle oportunidad de responder, Yuzuki giró y comenzó a caminar hacia la casa como si nada hubiera pasado. Naruto se quedó en el lugar unos segundos, intentando recuperar la compostura mientras su mente seguía dando vueltas.

"¿Qué rayos fue eso?" pensó, llevándose una mano al pecho para calmar su acelerado corazón. Una cosa era segura: nunca entendería del todo a las hermanas Uchiha.

Ambos entraron a la casa en silencio, aunque el contraste entre ellos era evidente. Yuzuki mantenía su habitual aire de calma y control, como si nada hubiera pasado, mientras que Naruto aún llevaba el rostro encendido, claramente afectado por lo ocurrido momentos atrás.

Al llegar a la sala principal, Naruto notó a Sasuke sentado en un sillón, secándose el cabello húmedo con una toalla. El Uchiha llevaba una camisa ligera y pantalones ajustados, lo que marcaba su físico tonificado. Naruto no pudo evitar pensar que si alguna de las fangirls de Sasuke estuviera allí, probablemente se desmayarían al verlo en ese estado.

Sasuke alzó la vista al notar la llegada de Naruto y Yuzuki, pero tras un breve intercambio de miradas, simplemente bufó y volvió a concentrarse en lo suyo, ignorándolo por completo.

Naruto murmuró algo entre dientes mientras pasaba junto a él, intentando recuperar su compostura. Sin embargo, antes de que pudiera relajarse, vio a Kiyomi en el pasillo. Ella estaba a punto de entrar al baño, pero al notar su presencia, una sonrisa juguetona apareció en su rostro.

—Oh, Naruto-kun... —dijo Kiyomi con un tono dulce y malicioso, apoyándose ligeramente contra el marco de la puerta—. Sabes, no me molestaría si quisieras bañarte conmigo.

La risita que acompañó sus palabras dejó claro que estaba bromeando, pero eso no impidió que el rostro de Naruto se tornara de un rojo intenso.

—¡¿Q-qué estás diciendo, Kiyomi?! —exclamó Naruto, agitándose visiblemente mientras movía las manos en señal de negación.

Kiyomi se llevó una mano a los labios, fingiendo sorpresa.

—¿Eh? ¿Acaso dije algo malo? —preguntó con una inocencia claramente fingida, mientras sus ojos brillaban con diversión.

Naruto trató de no mirar directamente a Kiyomi, pero eso solo hizo que se sintiera aún más nervioso al notar cómo su cabello oscuro y húmedo caía sobre sus hombros. Estaba vestida con una bata ligera, que apenas cubría lo necesario, y sus mejillas lucían un leve sonrojo por el calor del baño.

—¡Yo... yo no puedo... eso no es...! —balbuceó Naruto, completamente incapaz de articular una respuesta coherente.

Detrás de él, Yuzuki observaba la escena con una expresión que mezclaba irritación y desinterés.

—Kiyomi, deja de jugar con él —intervino finalmente, cruzándose de brazos—. Estás exagerando, incluso para ti.

—Oh, Yuzuki, siempre tan seria —respondió Kiyomi con un tono burlón, antes de guiñarle un ojo a Naruto—. Pero bueno, quizás otro día, Naruto-kun.

Con una última risita, Kiyomi entró al baño y cerró la puerta tras de sí, dejando a Naruto congelado en su lugar, todavía intentando procesar lo que acababa de ocurrir.

—Esa chica... —murmuró Naruto, llevándose una mano a la frente mientras suspiraba profundamente.

Yuzuki rodó los ojos y le dio un leve empujón en el hombro para que siguiera avanzando.

—Deja de perder el tiempo y muévete. Necesitas descansar —dijo en tono firme, aunque con una ligera sombra de molestia en su voz que Naruto no alcanzó a notar del todo.

Mientras caminaban hacia sus respectivas habitaciones, Naruto no pudo evitar sentirse atrapado en un torbellino de emociones. Entre el comportamiento bromista de Kiyomi y la actitud enigmática de Yuzuki, su vida se estaba volviendo cada vez más complicada. ¿Cómo era posible que estas dos chicas lo dejaran tan fuera de lugar con tan solo unas palabras o una mirada?

"Definitivamente no entiendo a las hermanas Uchiha..." pensó mientras soltaba un largo suspiro. Sin embargo, una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Por caótico que fuera, no podía negar que estas interacciones le daban un extraño sentido de calidez y compañía que nunca antes había experimentado.

Después de que Kiyomi y Yuzuki terminaran su baño, llegó el turno de Naruto. Aún ligeramente sonrojado por todo lo ocurrido durante el día, se apresuró a bañarse y salió vistiendo su clásica pijama, sencilla y algo holgada, que contrastaba con la elegancia que usualmente lucían las hermanas Uchiha.

En la mesa, Tsunami, la hija de Tazuna, les sirvió una cena sencilla pero reconfortante. Su hospitalidad era evidente, pues incluso se tomó el tiempo de llevar una bandeja a Katsumi, quien todavía estaba en cama recuperándose de sus heridas. El ambiente durante la cena era inusualmente silencioso. Naruto, perdido en sus pensamientos, apenas tocó su comida.

"El beso con Katsumi-sensei... luego Kiyomi y su broma... y Yuzuki..." pensaba Naruto mientras daba vueltas a su plato con los palillos. Todo era un caos en su cabeza, una mezcla de emociones que no sabía cómo ordenar.

Cuando terminaron, Tsunami decidió imponer algo de orden y organizó dónde dormirían los jóvenes. Aunque Naruto esperaba que las hermanas Uchiha compartieran una habitación, incluso con Sasuke, Tsunami insistió en separar a los chicos y las chicas, argumentando que era lo más apropiado. Así, Naruto terminó compartiendo habitación con Sasuke, mientras Kiyomi y Yuzuki se acomodaban en otra.

La habitación que compartían Naruto y Sasuke era sencilla, con dos futones colocados uno al lado del otro en el suelo. El silencio que llenaba el espacio era tenso, casi sofocante. Ambos chicos se acostaron, pero ninguno podía conciliar el sueño.

Naruto miraba el techo, incapaz de dejar de pensar en todo lo ocurrido durante el día. Sasuke, por su parte, estaba recostado de lado, aparentemente ignorándolo. Aunque ambos se respetaban a su manera por las habilidades que cada uno mostraba en el combate, había una rivalidad natural entre ellos que hacía que interactuar fuera complicado.

Después de un rato, Naruto no pudo soportarlo más y decidió romper el silencio.

—Oye, Sasuke, ¿puedo preguntarte algo? —dijo en un susurro, tratando de no sonar demasiado incómodo.

El Uchiha soltó un gruñido bajo, claramente irritado por la interrupción.

—¿Qué quieres, Naruto? —respondió con su habitual tono desinteresado.

Naruto se giró hacia él, aunque la oscuridad de la habitación hacía difícil ver su expresión.

—Es sobre... bueno, es algo raro, pero... ¿qué es el amor? O sea, ¿qué te gusta de una chica? ¿Y... te gustan las chicas en primer lugar? Nunca te he visto interesado en ninguna...

El silencio que siguió fue aún más pesado que antes. Sasuke tardó unos segundos en responder, dejando que las palabras de Naruto se asentaran.

—¿De verdad me estás preguntando eso ahora? —dijo finalmente, con un deje de incredulidad en su voz.

Naruto se encogió de hombros, aunque sabía que Sasuke no podía verlo.

—Es que... no sé. Hoy han pasado muchas cosas y me puse a pensar en eso. Tú siempre estás tan callado y distante, nunca muestras interés por nadie. Me da curiosidad, eso es todo.

Sasuke se giró para quedar de espaldas a Naruto, como si la conversación no mereciera su atención.

—El amor es una distracción —respondió finalmente, con un tono frío—. No tiene sentido perder el tiempo pensando en eso cuando hay cosas más importantes, como volverse más fuerte.

Naruto frunció el ceño, sintiendo que la respuesta no era suficiente.

—Eso suena como algo que diría un robot, Sasuke. Vamos, debe haber algo que te guste de las chicas. ¿No hay nadie que te llame la atención?

Sasuke permaneció en silencio por unos momentos, como si estuviera considerando cómo responder.

—No es que no haya pensado en eso —admitió finalmente, aunque su voz seguía siendo neutral—. Pero no tengo tiempo para esas cosas. Tal vez algún día... cuando logre mi objetivo.

Naruto se quedó callado, procesando las palabras de Sasuke. Aunque no estaba satisfecho con la respuesta, podía sentir que el tema era sensible para él.

—Hmph, supongo que tiene sentido —murmuró Naruto, dándose la vuelta en su futón—. Pero igual, no entiendo cómo puedes ser tan frío con algo así.

Sasuke no respondió. El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez no era tan incómodo. Aunque sus perspectivas eran diferentes, había un entendimiento tácito entre ambos: cada uno estaba luchando sus propias batallas internas, incluso si no las compartían abiertamente.

Naruto cerró los ojos, aunque su mente seguía dando vueltas. "Quizá algún día... pero no ahora." Sus pensamientos volvieron a Kiyomi, Yuzuki y Katsumi, y no pudo evitar preguntarse cómo esas relaciones complicarían aún más su vida de ahora en adelante.

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