—Maldita sea, Marmie —dije, mirando fijamente mi teléfono donde el nombre de mi ex brillaba en la pantalla.
—¿De verdad vas a contestar eso ahora mismo? —me preguntó Shelby, obviamente frustrada.
No tenía idea de cuánto afectaba tener un bebé a Shelby, y sabía que atender una llamada ahora me llevaría directo a dormir en el sofá. Así que silencié la llamada y volví a meter el teléfono en mi bolsillo.
—Lo siento mucho, Shelby. Tienes razón, no tengo ni idea de lo duro que ha sido esto para ti. Podemos seguir intentando tener un bebé hasta que me digas lo contrario. Vamos a servirnos una copa de vino y fingir que nada pasó —le dije, poniendo mis manos sobre sus hombros y mirándola a los ojos.
—Eso suena bien —dijo Shelby, asintiendo.
Volvimos a la cocina y comenzamos una nueva conversación sobre nuestros planes para el fin de semana. Justo cuando sentí que la tensión se disipaba entre nosotros, sonó el timbre. Shelby y yo nos quedamos congelados.
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