Habían pasado dos cosas luego de una corta lucha contra la capitana de los mosqueteros reales. Pensó que hacer una demostración de fuerza como esa podría producir dos posibles reacciones.
Que intentaran utilizar su fuerza de forma muy consciente y lo empezaran a emplear para otras cosas, en lugar de solo proteger a la princesa, usarlo como un arma, como lo hacen las aldeas con los ninjas, enviarlo a matar a sus enemigos o a pelear sus batallas.
El otro camino era el más lógico: cuando alguien llega con un poder considerable, y no sabes nada de él, lo más lógico sería temerle, así que tal vez lo encerrarían o intentarían matarlo para deshacerse de una variable impredecible y potencialmente demasiado peligrosa.
El enfoque que tomaron estas personas fue algo intermedio.
La princesa se había tomado un momento para hablar con el anciano y los capitanes de sus fuerzas principales, que al parecer son los únicos que saben de su existencia, aparte de las caballeras que lo vieron cuando fue invocado. Luego de una hora, Agnes fue la persona que le informó de las decisiones que habían sido tomadas.
Primero, actuaría como el familiar de la princesa, pero considerando su situación, tendría que pasar por un "período de prueba". Básicamente, no podían confiar en él cerca de la princesa, así que, por un periodo indeterminado, siempre habría un guardia a su lado, una de las mosqueteras encargadas de proteger a la princesa.
Era una mujer de cabello negro y ojos aburridos. A diferencia de Agnes, ella no parecía odiarlo ni desconfiar de él, lo cual era un poco raro considerando lo que todos sabían de él. Sin embargo, ella en realidad era bastante relajada, al menos en su actitud hacia él, aunque no en su trabajo de guardia, ya que estaba constantemente observándolo y vigilando sus movimientos.
Eso no le impidió crear un clon de sombras para que comenzara a marcar lugares dentro de la ciudad que rodeaba el castillo en el que estaban.
Aunque él mismo no había salido del castillo, porque no encontraba ningún motivo real para hacerlo, y no había enviado a ningún clon más allá de unos 50 kilómetros fuera de la capital, había marcado algunos lugares que consideró apropiados en caso de que tuviera que irse de ese lugar. Además, había hecho una comprobación rápida de las cosas que estaban en su dimensión.
Kunais, espadas, guadañas, túnicas, algunas armaduras, pergaminos y sellos de diferentes tipos; básicamente todo lo que tenía antes de llegar a este mundo. También se había tomado un momento para comprobar si podía ir a algunos de los lugares de las naciones elementales, pero, como había pensado, fue imposible. Una vez más, estaba seguro de que estaba en otra dimensión, y por muy poderoso que fuera su kamui, no parecía probable que pudiera encontrar una forma de regresar, aunque tampoco se había molestado en intentarlo seriamente.
Habían pasado dos días desde su prueba contra la capitana.
No había hablado con esa "princesa" en ese tiempo; al parecer, estaban muy ocupados organizando un viaje. Escuchó algunas cosas, pero no les había prestado especial atención, así que en realidad no sabía nada sobre eso, y como la princesa no se lo había contado, simplemente asumió que no era su problema por el cual preocuparse.
Luego de las primeras comprobaciones y de verificar sin lugar a dudas que estaba en otro mundo, había usado parte de su tiempo en aprender algunas cosas básicas, como escribir, pues era completamente diferente a cómo lo hacían en las naciones elementales, aunque era un poco parecido en algunas de sus bases.
Pudo sentir que su guardia no estaba sorprendida de que él no supiera escribir; incluso se había ofrecido a ser su maestra en esto.
―¿Por qué me enseñarías?― Obito había preguntado con curiosidad, mientras recargaba su mejilla en su mano.
La mujer caballero se tomó un momento para pensar en su respuesta.
―No tengo nada mejor que hacer. ―dijo ella con un encogimiento de hombros. ―Pero no será gratis.
Obito la miró con aburrimiento y esperó para ver qué era lo que ella diría.
―A cambio quiero entrenar contigo.
Obito entrecerró los ojos antes de decir:
―No sirve de nada entrenar con alguien que es mucho más fuerte que tú. ―No estaba subestimando la fuerza de la mujer, pero sabía que entrenar con alguien muy superior a ti es una mala idea por muchos motivos.
―Es mejor que solo quedarme parada observándote todo el día.
Ella había respondido con una sonrisa.
Obito lo pensó por un momento; no tenía nada mejor que hacer, y no veía muchos motivos para seguir entrenando como lo había hecho en los meses antes de su encuentro con su maestro, así que pensó que bajar su nivel y entrenar con esta mujer al menos lo mantendría ocupado y dejaría de pensar en cosas inútiles.
―Está bien. Pero no me culpes si no logras avanzar.
―Es un trato entonces. ―La mujer extendió su mano hacia él, Obito la miró un momento antes de comenzar a caminar hacia la puerta de su habitación. ―¿A dónde vas?
―Dijiste que querías entrenar conmigo, ¿no?
―Sí, pero...
―Estoy aburrido, así que entrenaremos en las mañanas, y por la tarde me enseñarás a escribir.
Obito dijo mientras abría la puerta y salía al pasillo.
Pudo escuchar los pasos de la mujer detrás de él. Obito se tomó un momento para mirar las pinturas colgadas en la pared. La mayoría de ellas eran interesantes, e incluso alguien como él, que no tenía un interés particular por el arte, podía reconocer la gran habilidad de las personas que las realizaron.
Así que se tomó un momento, hasta que se detuvo abruptamente frente a una pintura.
Obito se giró completamente hacia ella, y por un momento se olvidó de todo lo demás.
Era una mujer; no podía ver su rostro porque estaba cubierto por unas vendas que tapaban sus ojos. En sus manos sostenía una especie de artefacto hecho de madera, bastante tosco en su elaboración, y de manera bastante descuidada, había una cuerda que la mujer rozaba con la punta de sus dedos.
Por un momento, Obito sintió algo.
Casi se vio tentado a activar su Sharingan para grabar esa imagen en su cerebro para toda su vida, pero cuando escuchó que la mujer se paraba a su lado, simplemente se dio la vuelta y siguió caminando hacia la salida que daba al campo de entrenamiento designado para los guardias estacionados en el castillo.
―Oye, no vayas tan rápido.― La mujer habló detrás de él, pero Obito la ignoró en su mayor parte, aunque dio pasos más lentos. Finalmente, ella se colocó a su lado.
―Por Brimir, no deberías irte por ahí como si nada. Si alguna otra guardia te ve caminando por el castillo solo, podría volverse muy ruidoso.
La mujer se quejó mientras daba pasos más fuertes.
―¿Brimir? ―pensó Obito. Había escuchado ese nombre muchas veces de las bocas de las personas de este mundo, incluso el nombre "El Fundador". Parecía ser una figura muy importante dentro de la cultura de este reino, y por lo que había entendido, era algo parecido al Sabio de los Seis Caminos, aunque al parecer mucho más conocido y recordado de lo que fue el Sabio en su mundo original.
Luego de 15 minutos caminando por los pasillos, llegaron a la salida. En el camino se encontraron con varios guardias; la mayoría de ellos le dirigieron una mirada, pero como estaba al lado de la mujer caballero, lo dejaron en paz.
Cuando salió, pudo respirar el aire fresco y se sintió un poco mejor.
Miró hacia el área de entrenamiento; había una rotación constante de los que entrenaban en este lugar. Generalmente, estaba el escuadrón de los mosqueteros, aunque en algunas ocasiones los llamados caballeros grifos también podían participar.
Lo que no era muy frecuente, pues cada escuadrón tenía su propio lugar de entrenamiento.
Obito había decidido usar este lugar porque era el que más familiar se le hacía, y las mosqueteras eran las que más sabían sobre su nivel de habilidad, así que no tendría que lidiar con personas molestándolo.
Había alrededor de unas 20 mujeres entrenando, algunas simplemente practicando con sus espadas, otras realizando algún otro entrenamiento físico, y unas cuantas teniendo combates de entrenamiento entre ellas. Cuando él salió por la puerta, pudo sentir cómo todas se detenían y miraban en su dirección.
Obito las ignoró y caminó hacia un barril que tenía varias espadas de madera. Tomó una de ellas y la lanzó hacia la mujer de cabello negro, luego caminó hacia un área que estaba más o menos vacía.
Se paró en medio y se giró para mirar a la mujer que ahora estaba sosteniendo su espada, con una expresión confusa en su rostro.
―Puedes atacar cuando quieras.
La mujer vaciló un momento y luego preguntó:
―¿No vas a tomar una espada de madera?
―No la necesito. ―Obito respondió mientras metía las manos en los bolsillos de su pantalón. ―Cuando logres hacer que saque mis manos de mis bolsillos, tal vez considere usar una espada...
Obito se quedó parado, esperando el siguiente movimiento de la chica. Estaba claro que ella no apreciaba que subestimara sus habilidades hasta el punto de actuar tan despreocupado. Pero Obito había visto el nivel de la mayoría de las personas en este mundo, y si era completamente sincero, incluso un genin podría ser mejor que ella.
La mujer se tomó un momento, y luego comenzó a quitarse la mayoría de las placas de metal de su uniforme, dejando solo las partes que eran menos pesadas. Incluso se quitó los protectores de antebrazos y la capa que llevaba junto con su uniforme.
Obito estaba usando un pantalón de color negro y una playera del mismo color.
La mujer hizo algunos estiramientos previos, y luego de 10 minutos en los que no dijo nada, se paró delante del Uchiha. Obito la miró un momento.
Ella presionó el suelo con fuerza y se movió hacia adelante con su espada de madera delante de ella. Primero hizo una finta de que iba a realizar una estocada, pero en el último momento lanzó un golpe circular, apuntando hacia el cuello de Obito.
El Uchiha se inclinó hacia atrás, dejando que la espada de madera pasara por encima de su cabeza a solo unos milímetros de la punta de su nariz. Luego, la mujer lanzó una estocada directa hacia el pecho de Obito. Con un sutil movimiento lateral, Obito dejó que la espada pasara casi rozando su costado, sin dejar de observar a la mujer.
Sin perder el ritmo, la mujer giró sobre sus talones y lanzó un barrido horizontal. Sin sacar las manos de sus bolsillos, el Uchiha saltó ligeramente, dejando que la espada cortara el aire debajo de él. Antes de que la mujer pudiera recuperar su equilibrio, Obito ya estaba pasando a su lado, esperando su siguiente movimiento con una expresión indiferente.
La mujer ajustó su postura y atacó con una serie de golpes rápidos, uno tras otro. Obito esquivaba con movimientos fluidos, inclinándose, girando y retrocediendo con una precisión perfecta. Cada intento de ataque de la mujer era evitado por milímetros, como si el chico pudiera predecir sus movimientos antes de que los hiciera.
Esto duró unos minutos. La mujer, jadeando por el esfuerzo, intentó un golpe descendente con toda su fuerza. Con una agilidad asombrosa, Obito se deslizó a un lado, dejando que la espada de madera golpeara el suelo con un sonido seco. Sin detenerse, giró su espada en un arco ascendente, pero Obito ya no estaba allí.
Escuchó los pasos del chico detrás de ella.
La chica cayó al suelo, mientras respiraba con dificultad. Obito no había sudado ni una sola gota.
―Supongo que fue suficiente por hoy. ―Obito dijo mientras comenzaba a caminar fuera del campo, pero la voz de la mujer lo detuvo.
―No, apenas estoy comenzando. ―Ella dijo mientras se ponía de pie.
―... ―Obito se detuvo y luego la miró un momento. Finalmente, dijo: ―Esta vez contraatacaré.
La mujer asintió con una sonrisa, se puso de pie y volvió a cargar contra él, esta vez más lenta que la primera vez. Obito esquivó la espada con facilidad, pero movió su pierna y conectó una patada en el estómago de la chica, enviándola al suelo.
Ella se quedó en el suelo 5 minutos completos, mientras se sostenía el estómago.
Obito la miró impasible.
―Supongo que ahora sí terminamos.
Él dijo.
―No. ―La mujer gruñó desde el suelo. ―Yo... aún puedo.
Obito se quedó parado, esperando a que la mujer se pusiera de pie. Lo hizo después de unos momentos, usando la fuerza de voluntad. Ella se paró sobre piernas temblorosas.
Y una vez más cargó hacia él. Obito no esperó el ataque, simplemente movió su pie para patear a la mujer. Ella usó su espada para bloquear el golpe, pero incluso con eso fue enviada al suelo por la fuerza.
―Ugh. ―La escuchó gruñir mientras se intentaba poner de pie.
―¿Por qué te levantas?
Obito preguntó, ligeramente curioso, mientras podía sentir las miradas de todos hacia él.
―Porque... si no me levanto, ¿tú me ayudarías?
―No.
―Es por eso. ―La mujer levantó la cabeza y lo miró directamente a los ojos. ―Si no me levanto por mí misma, nadie lo hará por mí.
Ella dijo. Obito la miró un momento antes de sonreír ligeramente.
―Está bien, terminamos por hoy. ―Obito dijo, pudiendo ver que ella estaba a punto de protestar. ―Si te levantas otra vez, te romperé algunos huesos y no podrás levantarte por unos meses.
Lo dijo con aburrimiento.
―De todas maneras, si realmente quieres entrenar conmigo, será mejor que te prepares. Mañana comenzaremos.
―¿Me entrenarás?
―Sí, no te enseñaré a usar una espada. ―Obito dijo. La confusión en la cara de la mujer se volvió evidente. ―Primero te enseñaré a pelear sin una espada, porque ahora mismo, con ella o sin ella, no podrás vencerme incluso si tu vida dependiera de ello.
―... Entendido.
Ella dijo mientras se tiraba en el suelo.
―Ahora. ―Obito giró su cabeza y miró a Agnes, que estaba mirándolo con esa expresión molesta de siempre. A su lado estaba la princesa, que lo miraba con una ligera sonrisa, y más atrás estaba el anciano que siempre estaba al lado de la princesa.
―¿Qué pasa? ―Obito preguntó, mirándolos con una expresión aburrida.
―Tengo algunas cosas que decirte, Obito. ¿Podemos dar un paseo por el jardín mientras te informo?
Obito asintió ligeramente.
La princesa sonrió y se dio la vuelta, comenzando a caminar hacia el área de los jardines. El anciano y Agnes se quedaron varios pasos atrás de ella, así que Obito caminó un poco más rápido hasta llegar al lado de la princesa.
El jardín del castillo tenía un sendero de piedra que serpenteaba a través de un tapiz de flores y arbustos cuidadosamente podados. A cada lado, setos verdes formaban laberintos de hojas brillantes que susurraban con el viento, creando un contraste vibrante con las piedras grises del castillo.
En el centro, una fuente de mármol blanco brotaba suavemente, sus aguas cristalinas danzando en la luz dorada del sol. El murmullo de la fuente se mezclaba con el canto de los pájaros, añadiendo una nota melodiosa al ambiente tranquilo. Flores de colores intensos, como rubíes y amatistas en forma de lirios y rosas, adornaban los parterres, creando un mosaico de tonos cálidos y frescos.
Obito no había venido a esta sección del castillo, así que se tomó un momento para observar las flores. Aun así, no podía evitar sentirse indiferente ante esta vista.
―¿Cómo has estado estos últimos días?
Obito se tomó un momento y finalmente dijo:
―Lo normal. ―Luego añadió. ―Supongo que tu viaje es mañana.
La princesa pareció sorprendida por un momento.
―¿Sabes de eso?
―Escuché algunas cosas, aunque no presté mucha atención.
―Sí, en realidad de eso quería hablarte.
Obito giró los ojos y miró a la princesa, que estaba observando el jardín con una sonrisa en sus labios.
―¿podrías acompañarme?
Obito notó que ella no lo dijo como una orden, ni de una manera que indicara que la decisión ya estaba tomada. Más bien, sonaba como una pregunta, y cuando ella giró sus ojos para mirarlo, pudo ver que en realidad estaba esperando una respuesta.
―Bueno, no tengo nada mejor que hacer.
― ¿no pareces muy emocionado?
―¿Debería estarlo? ―Obito preguntó mientras se detenía y miraba hacia una flor de color blanca que estaba creciendo a unos 5 metros de él.
―No, supongo que no...
La princesa se quedó en silencio por unos momentos.
―Obito, ¿puedo pedirte un favor?
El Uchiha no se giró para mirarla, pero escuchó atentamente sus palabras.
La princesa giró su cabeza y vio que el anciano junto con Agnes estaban parados lo suficientemente lejos.
―¿Sería posible que vinieras a mi habitación en la noche? ―Ella sacó un pequeño papel y lo extendió sutilmente hacia él. Viéndolo de reojo, Obito notó que eran indicaciones de dónde estaba su habitación.
Obito lo tomó y lo guardó.
―¿Por qué?
Obito preguntó francamente. La princesa sonrió ligeramente.
―Quiero hablar libremente con mi familiar. Siento que hasta ahora siempre he tenido que cuidar mi manera de hablar contigo, y hay muchas cosas que quiero saber de ti. Pero no es fácil estos días. Ya que vamos a pasar mucho tiempo juntos en este viaje, me gustaría conocerte un poco más antes de eso.
―... ¿En qué momento?
―Podría ser luego de la cena.
―Entendido.
Obito dijo mientras miraba hacia la fuente.