—Hola mamá —dije al entrar a la cocina y la vi ocupada junto a la estufa mientras giraba la esquina de las escaleras.
Su cabello oscuro estaba ordenado como siempre y no sé cómo lo hace.
Ella se giró, regalándome una sonrisa empática.
—Hola cariño, ¿estás bien? No llegaste a casa sino hasta tarde anoche —dijo mientras se acercaba a mí y me rodeaba con sus brazos para un fuerte abrazo, mejilla contra mejilla.
—Estaré bien mamá, solo tengo que tomarlo un día a la vez, ya sabes —respondí tratando de animarla para que no se preocupen por mí, aunque por dentro me desmorono.
Ella me apartó un poco, estudiándome con sospecha. —Lilly, ¿no has estado durmiendo? Te ves fatal cariño y lo digo de la mejor manera posible, esos círculos oscuros y ojos cansados siempre van a ser notados por tu madre, háblame cariño, ¿qué puedo hacer para ayudarte? —preguntó luciendo impotente.
Siempre quiso solucionar nuestros problemas, pero este era un problema que no podía ser resuelto.
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