Las piernas de Melisa se cerraron alrededor de la cintura de Cuervo mientras su beso se intensificaba.
La mente de Melisa era un lienzo en blanco, pintado solo con la necesidad desesperada de quitarle la ropa a Cuervo y sentir su piel contra la suya.
Las manos de Cuervo recorrieron la espalda de Melisa, acercándola más, sus cuerpos presionados tan fuertemente que era difícil distinguir dónde terminaba una y comenzaba la otra.
Melisa volteó a Cuervo boca arriba, inmovilizándola en la cama.
Sus labios nunca se separaron, el beso se volvía más frenético, más exigente. Las manos de Melisa se deslizaron por los costados de Cuervo, trazando las curvas de su cuerpo.
Ella rompió el beso, su boca recorriendo el cuello de Cuervo, saboreando el gusto de su piel.
Cuervo arqueó debajo de ella, suaves gemidos escapaban de sus labios mientras la boca de Melisa bajaba, besando y mordisqueando su camino hacia el pecho de Cuervo.
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