—Señora Taylor, por favor absténgase de comentar sobre los asuntos de mi familia —dijo Brianna fríamente.
—¿Ahora te das aires? ¿Dónde estaba esa rectitud cuando tu hija golpeaba a Ella o tu hijo la apuñalaba? —replicó la señora Taylor con ira. Brianna la ignoró y se volvió hacia Ella—. Mandaré a un sirviente con lo esencial y dejaré que la señora Lee se quede aquí para cuidarte. ¿Te parece bien?
—Sin problema —respondió Ella con calma.
Sin volver a mirar a la señora Taylor, Brianna se dio la vuelta y se fue. La señora Taylor, temblando de ira, tardó un rato en calmarse. Consoló a Ella y se quedó hasta que la enfermera terminó de vendar sus heridas y llegó el sirviente.
Ella tenía cuatro heridas de puñal en el brazo. Aunque estaban vendadas, cualquier movimiento causaba un dolor intenso.
La señora Lee ayudó a Ella a ponerse ropa limpia, mirando con simpatía la que estaba manchada de sangre. Con el regreso del joven maestro, los días de la joven señorita parecían estar contados.
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