—Bueno, Sr. Nelson, ¿es esta la Srta. Davis de la que ha hablado? ¡Es realmente deslumbrante! —La risa de la chica era tan melodiosa como campanas de plata, su voz suave y gentil, haciéndo a uno incapaz de apartar la mirada.
Ella tomó un respiro profundo y miró a Eric.
Eric levantó una ceja y le hizo señas para que se sentara a su lado.
La sala privada ya estaba abarrotada, y sentarse a su lado la haría aún más llena. Pero Eric, de manera dominante, jaló a Ella para sentarse junto a él.
—¿Y ella es...? —Ella miró a la chica.
—Adivina su edad —Eric preguntó con una sonrisa juguetona, sus labios curvándose en una sonrisa misteriosa.
—¿Dieciocho o diecinueve? —Ella estimó, evaluando a la chica.
La chica tenía rasgos delicados y encantadores, sus ojos brillantes como agua de manantial cristalina. Vestía un traje blanco, su largo cabello caía en cascada, dándole un aspecto inocente y puro.
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