—La audacia de esos idiotas —gruñó Chen Mi al pensar en lo que acababa de suceder en el Yamen, solo porque eran tritones, fueron tratados así y aún así a esa mujer que intentó dañar a Fang Chi la dejaron irse sin más. ¿Solo una hora de detención, qué querían decir con eso? ¿Los estaban menospreciando? Se volvió hacia Fang Chi y le agarró rápidamente la muñeca, mientras lo consolaba—. Hermano Chi, no pienses más en esos idiotas. Son solo funcionarios corruptos que les gusta adular a los poderosos e intentar intimidar a los débiles, ni siquiera les prestes la mínima atención.
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