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Capítulo 43: El Vínculo del Deseo

Desde que asumió su rol como el Señor del Deseo, Rivon había sentido cómo algo en su interior cambiaba profundamente. No era solo el poder físico que había ganado tras su renacimiento, sino algo más oscuro, más profundo, que se infiltraba en cada aspecto de su ser. Este nuevo poder no se manifestaba solo en combate o en la dominación física, sino en algo mucho más sutil: una influencia que emanaba de él, transformando la voluntad de aquellos que lo rodeaban.

Las primeras señales llegaron durante sus encuentros con la viuda del Primus y sus esclavas. Mientras las sometía a su voluntad, Rivon notaba algo peculiar en sus reacciones. El miedo inicial y la resistencia natural comenzaban a desvanecerse con el tiempo, pero lo que emergía en su lugar era aún más intrigante. Las mujeres comenzaban a mostrar un deseo insaciable por él, como si algo dentro de ellas se hubiera quebrado y reconstruido bajo su influencia. Ya no era solo temor lo que las impulsaba, sino una devoción oscura, nacida de una fuerza que ni ellas mismas podían entender.

La viuda del Primus, una vez una mujer de gran orgullo y fortaleza, ahora se arrodillaba ante él con una mirada vacía, perdida en la adicción que él había generado. Cada vez que la tocaba, algo en su interior se encendía, una chispa que la sumergía más profundamente en su control. Rivon no necesitaba forzarla; ella lo buscaba por propia voluntad, como si su existencia solo tuviera sentido en su presencia. El deseo que sentía por él no era natural; era algo mucho más profundo, una adicción que se había plantado en lo más profundo de su ser.

Lo mismo sucedía con las esclavas. Al principio, su obediencia se basaba en el miedo, en el temor a las represalias. Pero, conforme pasaban los días, esa obediencia se transformaba en algo más ferviente. Ya no actuaban solo por miedo, sino por un anhelo que no podían controlar. Rivon había plantado algo en ellas, una semilla de deseo insaciable que las hacía buscar su cercanía, su contacto, como si fueran adictas a su presencia.

Una noche, mientras mantenía a la viuda y a las esclavas en su cámara privada del Palacio de los Sueños Oscuros, Rivon sintió que su poder iba más allá de lo que había imaginado. Cada vez que se acercaba a ellas, algo en su propio ser parecía despertar una necesidad incontrolable en ellas. Podía ver la transformación en sus ojos: un brillo febril, una mezcla de deseo y devoción ciega que iba mucho más allá de la simple sumisión. Era como si su voluntad se filtrara en sus mentes, quebrando cualquier resistencia que pudieran haber tenido, dejándolas completamente a su merced.

El placer físico que obtenía de estos encuentros era inmenso, pero no era solo eso lo que lo complacía. Había algo más profundo, algo más oscuro: el conocimiento de que estas mujeres ya no tenían voluntad propia, que su deseo por él las había consumido por completo. Rivon había trascendido el control físico; ahora, era dueño de sus almas, de su ser más íntimo. Ellas vivían por él, respiraban por él. Y lo que las impulsaba ya no era la sumisión habitual de los esclavos, sino una adicción pura a su presencia, una necesidad insaciable que él había generado.

Rivon comenzó a experimentar con su poder, probando hasta qué punto podía doblegar la voluntad de quienes lo rodeaban sin necesidad de violencia o coacción directa. Cada toque, cada mirada, cada palabra suya parecía enredar a las mujeres más profundamente en su red de deseo. Las esclavas, que una vez habrían temido su ira, ahora lo buscaban con fervor, ansiosas por complacerlo, no por obligación, sino porque lo deseaban profundamente. Lo que al principio había sido un simple ejercicio de dominación se había convertido en algo mucho más potente: una forma de control total que operaba a través del placer y la dependencia.

La viuda, antaño orgullosa, se había convertido en su más fiel devota, su mirada vacía y adicta lo seguía a todas partes. No era simplemente una cuestión de supervivencia. Ella lo ansiaba, lo deseaba con una intensidad que la consumía. Cada toque suyo la hundía más en esa obsesión, cada vez más profundamente perdida en la influencia de Rivon. Su cuerpo, su mente, todo su ser estaba entregado a él, no porque lo temiera, sino porque había sido transformada en una marioneta de deseo, incapaz de funcionar sin su presencia.

Rivon comenzó a comprender la magnitud de su poder. No solo había ganado control sobre los cuerpos de las mujeres, sino que también moldeaba sus mentes y espíritus. Cada encuentro, cada acto de intimidad fortalecía su vínculo con ellas, haciéndolas dependientes de él de una manera que iba más allá de lo físico. Ellas ya no podían concebir una existencia fuera de su influencia. Lo que Rivon les había dado no era solo placer o control, sino una adicción que las ataba a él de por vida.

El Palacio de los Sueños Oscuros pronto se convirtió en el epicentro de esta transformación. Las esclavas, que antes hubieran visto su servidumbre como una carga, ahora la buscaban con fervor, incapaces de resistir el magnetismo que Rivon emanaba. Con cada encuentro, con cada interacción, él fortalecía su control, enredando más profundamente a estas mujeres en su red de deseo insaciable.

Con cada día que pasaba, Rivon experimentaba más con su poder, viendo hasta qué punto podía moldear a aquellos a su alrededor. No importaba lo que intentaran, al final todos sucumbían a su influencia. Su poder era como una sombra, una fuerza invisible que se filtraba en sus mentes, transformándolos en adictos a su presencia. Rivon se dio cuenta de que ya no necesitaba la fuerza bruta para obtener lo que deseaba. El deseo que él inspiraba era suficiente para doblegar a cualquiera.

Y mientras disfrutaba del control absoluto, sabía que su poder solo crecería. Con cada encuentro, no solo fortalecía su influencia sobre las mujeres, sino que también se volvía más consciente de su verdadero destino. Rivon ya no era solo un líder militar o un señor de un imperio. Estaba destinado a ser una entidad de deseo y control, una fuerza cuya presencia transformaría a todos los que se acercaran a él.

Mientras el poder de Rivon continuaba creciendo, expandiéndose más allá de su control consciente, las consecuencias de esta transformación no tardaron en hacerse sentir en aquellos que estaban más cerca de él, incluyendo a su hermana Sera. Al principio, la cercanía entre ellos había sido un consuelo para ambos, un lazo que los mantenía conectados a pesar del cruel mundo que los rodeaba. Pero ahora, ese vínculo comenzaba a cambiar de manera que Sera no comprendía del todo.

Sera había pasado los últimos días observando a su hermano desde la distancia, notando los cambios sutiles pero inquietantes en su comportamiento. Lo veía más imponente, más distante, pero también más magnético. Su presencia parecía llenar cada espacio a su alrededor, y sin entender por qué, Sera sentía una extraña atracción que no podía explicar. Cada vez que Rivon estaba cerca, su respiración se aceleraba y su mente se nublaba con pensamientos confusos.

Ella intentaba ignorar esas sensaciones, recordándose a sí misma que Rivon era su hermano, su único protector en un mundo despiadado. Sin embargo, la realidad era más complicada. Cada vez que él se acercaba, Sera sentía un impulso casi instintivo de acercarse más, de buscar su atención de una manera que nunca antes había experimentado. Era como si la presencia de Rivon tuviera un efecto en ella, un poder que no solo la hacía sentirse más protegida, sino también dependiente de su cercanía.

Un día, mientras caminaba por los pasillos de la fortaleza, Sera se dio cuenta de que estos sentimientos eran cada vez más intensos. Sus pensamientos se volvían cada vez más confusos y no podía concentrarse en nada que no fuera su hermano. La inquietud la llenaba, y aunque intentaba mantenerse ocupada con sus tareas cotidianas, cada vez que Rivon entraba en la habitación, su mente se volvía incapaz de pensar con claridad.

Al anochecer, después de un largo día en el que había visto a Rivon desde la distancia, Sera lo encontró en su cámara. Él la miró con esa calma fría que ahora parecía acompañarlo siempre. Su mirada, que antes había sido protectora, ahora le causaba una mezcla de inquietud y algo que no se atrevía a nombrar. Sera sabía que algo había cambiado entre ellos, aunque no estaba segura de qué era.

— ¿Qué ocurre? — preguntó Rivon, con una voz suave pero cargada de una autoridad que no solía usar con ella.

Sera no supo cómo responder de inmediato. Sentía un nudo en el estómago, y cuando finalmente habló, su voz fue apenas un susurro.

— Es solo... todo está cambiando. Tú... estás cambiando.

Rivon no respondió de inmediato. En su interior, sabía lo que Sera estaba sintiendo. Había visto el efecto que tenía sobre las mujeres, y aunque no lo había querido, Sera no era inmune a esa influencia. La cercanía que había entre ellos la estaba afectando de la misma manera que afectaba a las demás, y aunque Rivon no deseaba que ella cayera bajo ese mismo hechizo, no podía detenerlo. Su poder ahora era parte de él, y cada vez que interactuaba con alguien, ese deseo crecía y se propagaba.

— Todo el mundo cambia, Sera — dijo finalmente. — Pero yo siempre te protegeré. Eres lo único que realmente me importa.

Sus palabras deberían haberla consolado, pero en lugar de eso, hicieron que el nudo en su estómago se apretara aún más. Sera no podía entender por qué se sentía así, por qué su cuerpo reaccionaba de esa manera ante su hermano. Intentó apartar esos pensamientos, diciéndose que era solo cansancio, que todo esto pasaría. Pero en su interior, sabía que algo había cambiado para siempre.

Conforme los días pasaron, Sera comenzó a evitar a Rivon en la medida de lo posible, aunque su cercanía física en la fortaleza lo hacía difícil. Intentaba mantener la distancia, pero algo en ella la empujaba a buscarlo, a estar cerca, aunque supiera que no era lo mejor para ella. Las consecuencias del poder de su hermano la estaban afectando de una manera que no podía controlar, y aunque Rivon también lo notaba, no hacía nada para detenerlo.

El vínculo entre ellos, que alguna vez había sido uno de protección mutua, ahora estaba corrompido por el poder que emanaba de Rivon. Sera podía sentirlo crecer dentro de ella, esa dependencia silenciosa que la estaba llevando a anhelar la presencia de su hermano de maneras que jamás habría imaginado.

Los días en la fortaleza pasaron con una inquietud latente, especialmente para Sera. El cambio en su relación con Rivon había sido sutil al principio, pero con el paso del tiempo, el deseo incontrolable que sentía hacia su hermano se volvió imposible de ignorar. Cada vez que lo veía, su cuerpo reaccionaba de maneras que la aterrorizaban. Sabía que algo estaba mal, pero no podía detenerlo.

Los pensamientos sobre Rivon se volvieron una obsesión constante en su mente, algo que la dominaba tanto de día como de noche. Lo veía en sus sueños, lo imaginaba cuando estaba sola en su habitación. Y lo peor de todo era que cada vez que estaban juntos, esa atracción, esa ansiedad insaciable, solo se hacía más fuerte. Sera intentaba reprimir esos sentimientos, recordándose a sí misma que Rivon era su hermano, pero el poder de su influencia se había infiltrado en ella de una manera que ni siquiera el amor fraternal podía contener.

Una noche, cuando el silencio en la fortaleza era más palpable, Sera decidió confrontar lo que sentía. Se levantó de su cama, incapaz de dormir, y caminó lentamente hacia la cámara de Rivon. Cada paso que daba la acercaba más a una verdad que no quería aceptar, pero que ya no podía negar. El aire estaba cargado de tensión cuando llegó a su puerta.

Al abrirla, Rivon la miró desde el centro de la habitación, su armadura aún brillante bajo la tenue luz. Sabía que ella estaba luchando, lo podía ver en sus ojos. La preocupación y el deseo luchaban por el control en su rostro, pero él no hizo ningún movimiento para detenerla. De hecho, su presencia en la habitación solo hizo que Sera se sintiera más atrapada en esa fuerza invisible que la empujaba hacia él.

Rivon... — su voz era apenas un susurro, un eco de la duda que la dominaba. No sabía qué decir, pero sabía que no podía seguir ignorando lo que estaba sucediendo.

Él la miró en silencio, permitiéndole acercarse, pero sin dar un solo paso hacia ella. Sera sintió que cada fibra de su ser la estaba empujando hacia su hermano, su protector, el hombre que, de alguna manera inexplicable, ahora controlaba no solo su vida, sino también sus pensamientos más íntimos.

Cuando estuvo a unos pasos de él, Sera se detuvo, incapaz de seguir adelante pero también incapaz de alejarse. Rivon no dijo nada, pero en sus ojos había una mezcla de poder y comprensión. Sabía lo que ella sentía, lo que el poder que emanaba de él estaba haciendo dentro de ella. Y, aunque no lo deseaba para su hermana, Rivon no podía evitarlo. Sera estaba atrapada en la misma red de deseo que había atrapado a todas las demás.

— No puedo seguir así — dijo finalmente Sera, su voz temblando. — No sé qué me pasa... pero no puedo estar lejos de ti.

Rivon se mantuvo en silencio, su mirada fija en la de ella, observando cómo luchaba contra esos sentimientos. En su interior, sentía una mezcla de compasión y poder. Sera era la única persona que había amado verdaderamente, pero ahora estaba bajo su influencia, como todos los demás.

Sera, — respondió él suavemente — siempre has estado a mi lado. Y siempre lo estarás.

Esa afirmación, aunque sencilla, fue suficiente para desatar algo dentro de Sera. Sus defensas, ya debilitadas, se derrumbaron por completo. Dio un paso más hacia él, sintiendo que su deseo la consumía por completo. Y aunque sabía que lo que sentía estaba mal, no podía detenerlo. Su cuerpo estaba atrapado en un ciclo de deseo que no podía romper.

Rivon vio la rendición en los ojos de Sera, y por un momento, se sintió tentado a detener lo que estaba sucediendo. Pero el poder que fluía en él, esa energía oscura que lo había transformado, ya no podía ser ignorada. Sera estaba bajo su influencia, y él no era capaz de deshacer lo que había comenzado.

El deseo de Sera se había vuelto imposible de contener, y Rivon lo sabía. Aunque había jurado protegerla, ahora comprendía que esa protección no podía salvarla de él, porque él mismo era la fuente de todo lo que ella sentía.

La tensión en la habitación era palpable. Sera no podía luchar más contra lo que sentía, y Rivon, aunque consciente de las consecuencias, no pudo resistir el poder que fluía entre ellos. El vínculo entre hermano y hermana, una vez un lazo de protección mutua, se había convertido en algo más oscuro, algo que ambos sentían pero que ninguno podía articular.

Sera dio un último paso hacia Rivon, su respiración agitada y sus ojos llenos de confusión y deseo. Ya no había marcha atrás, y aunque en el fondo sabía que lo que sentía era producto del poder que Rivon emanaba, no podía evitarlo. Sus pensamientos eran un torbellino de emociones contradictorias, pero una fuerza más profunda la guiaba, una fuerza que la empujaba hacia su hermano.

Rivon, no entiendo lo que está pasando... — susurró, con la voz rota por el conflicto interno que la consumía. — Pero no puedo estar lejos de ti.

Rivon la miró en silencio, su rostro imperturbable. Sabía que el poder en su interior había influido en ella de una manera que ya no podía controlar, pero en ese momento, no había marcha atrás. Sera estaba atrapada en su influencia, igual que tantas otras antes que ella. Sin embargo, el vínculo entre ellos hacía que todo fuera diferente.

Con un movimiento lento y deliberado, Rivon extendió su mano hacia Sera, tocándola suavemente en el brazo. El contacto fue suficiente para que todo lo que ella había estado conteniendo se desbordara. El temblor que recorrió su cuerpo no era solo físico, sino emocional. Era como si todas las barreras que había construido para protegerse hubieran caído de golpe. Y en ese momento, Sera se rindió por completo al poder que su hermano ejercía sobre ella.

Se inclinó hacia él, y su contacto fue inevitable. Sera sintió que su mente se desvanecía en un torbellino de deseo, un deseo que sabía que no era natural, pero que tampoco podía detener. Y Rivon, en silencio, aceptó la rendición de su hermana, sabiendo que no había vuelta atrás. La influencia de su poder sobre ella era total, y ahora que había cruzado esa línea, no había forma de revertir lo que había comenzado.

Las noches que siguieron fueron un ciclo de deseo incontrolable. Sera estaba atrapada en una espiral de sentimientos que no podía controlar, y aunque intentaba distanciarse, el poder de Rivon la atraía una y otra vez. Su vida entera giraba en torno a su hermano, y su dependencia de él solo crecía con cada día que pasaba. Y Rivon, consciente del daño que estaba causando, no podía hacer nada para detener lo que ya había comenzado.

El poder que había despertado en él no solo lo había cambiado a él, sino que también estaba transformando a Sera. Y aunque ella seguía siendo la única persona en el mundo que él quería proteger, su influencia sobre ella la estaba consumiendo lentamente, convirtiéndola en una sombra de lo que alguna vez había sido. Sera ya no era la hermana que él había jurado proteger, sino una extensión de su poder, una pieza más en el oscuro juego que ahora dominaba su vida.

Y aunque Rivon lo sabía, en lo más profundo de su ser, no podía evitarlo. El poder que fluía dentro de él era demasiado fuerte, y cada vez que Sera estaba cerca, ese poder la envolvía, alimentando su deseo y consolidando el control que tenía sobre ella.

Así, ambos quedaron atrapados en un ciclo del que no podían escapar. Un ciclo de poder, deseo y control que definiría su relación para siempre.

El aire en la habitación se sentía espeso, cargado de una energía que Sera no lograba comprender, pero que la envolvía completamente. La fuerza que emanaba de Rivon había roto las últimas barreras que ella había intentado construir para resistir lo inevitable. Esa noche, la batalla interna que había librado durante días llegó a su fin.

A pesar de todo lo que había pasado, a pesar del lazo fraternal que compartían, Sera ya no podía negar lo que sentía. El poder de Rivon no solo había transformado a quienes lo rodeaban, sino que también había llegado a ella, apoderándose de sus pensamientos, de su voluntad. Su cuerpo reaccionaba de maneras que no podía controlar, y su mente estaba llena de imágenes y deseos que nunca habría imaginado.

Rivon, en silencio, observaba la rendición en los ojos de su hermana. No había necesidad de palabras entre ellos, no cuando su poder hablaba por sí solo. Sabía que Sera había sido arrastrada a esa espiral de deseo que él provocaba en todos los que lo rodeaban, pero con ella era diferente. La conexión que compartían desde el nacimiento hacía que todo fuera aún más intenso, más profundo.

Sera dio un paso más hacia Rivon, su respiración agitada, su cuerpo temblando con una mezcla de deseo y confusión. Sabía que esto estaba mal, que lo que estaba a punto de suceder iba en contra de todo lo que alguna vez había creído. Pero ya no podía resistir. El poder de Rivon la había envuelto por completo, y ella, cansada de luchar, decidió finalmente dejarse llevar.

Rivon... — murmuró, sus palabras casi inaudibles mientras lo miraba a los ojos, esos ojos que ahora eran una mezcla de poder y posesión.

Rivon no respondió, simplemente alzó la mano y la tomó suavemente por la cintura, acercándola a él. El contacto fue suficiente para que todo lo que Sera había reprimido durante tanto tiempo estallara. Su cuerpo se inclinó hacia él, buscando el calor y la cercanía de su hermano. El poder que Rivon emanaba la envolvió como una corriente de energía, llenándola de un deseo insaciable que no podía contener.

Lo que comenzó como un simple gesto de cercanía pronto se convirtió en algo mucho más profundo. Sera sintió cómo sus pensamientos se disolvían, cómo su voluntad se rendía por completo al poder de su hermano. No quedaba rastro de la resistencia que había intentado mantener. En ese momento, lo único que importaba era Rivon, su presencia, su poder, y la fuerza magnética que la arrastraba hacia él sin remedio.

Con un suspiro entrecortado, Sera finalmente cedió. Sus cuerpos se unieron en un acto que iba mucho más allá de lo físico, algo que estaba impulsado por la energía oscura que Rivon controlaba. Cada movimiento, cada toque, estaba impregnado de ese poder que ahora dominaba a Sera por completo. Ella ya no era dueña de sí misma, sino un reflejo del poder que su hermano proyectaba sobre ella.

La noche avanzó lentamente, mientras ambos quedaban atrapados en ese ciclo de deseo que ya no podían detener. Rivon, consciente de su poder, supo que había cruzado una línea que nunca podría deshacer. Sera, por su parte, se dejó llevar completamente, consumida por la tentación que había intentado resistir durante tanto tiempo.

Cuando todo terminó, el silencio que cayó sobre la habitación fue pesado, casi sofocante. Rivon sabía que lo que había sucedido no tenía marcha atrás, y aunque en el fondo sentía una mezcla de culpa y satisfacción, su poder solo se había intensificado con la rendición de su hermana. Sera, por su parte, se acurrucó junto a él, exhausta, pero atrapada en una espiral de dependencia que nunca podría romper.

Ambos sabían que el lazo que compartían ya no era el mismo. Habían cruzado una línea que había transformado su relación para siempre, y aunque Rivon continuaba siendo su protector, ahora lo era de una manera mucho más profunda y oscura.

Sera había caído en la tentación, y ahora estaba irrevocablemente ligada a Rivon, no solo como su hermana, sino como una extensión de su poder, su deseo, y su control.

Los días se desvanecían como una corriente continua de deseo incontrolable, mientras Rivon y Sera permanecían atrapados en una espiral de placer y poder. Lo que había comenzado como una simple conexión entre sus cuerpos se había transformado en algo mucho más profundo, algo que desafiaba la realidad de lo que ellos mismos creían ser. Cada encuentro entre ellos no solo avivaba las llamas de su deseo, sino que generaba una energía palpable, una corriente de poder que fluía desde Rivon hacia Sera.

Los dos yacían en la cama, sus cuerpos desnudos entrelazados bajo las sábanas que ya no podían contener el calor ni la intensidad que emanaban. Rivon, apoyado sobre un codo, miraba a Sera con una calma que solo acentuaba el control absoluto que tenía sobre la situación. En sus ojos, había una mezcla de dominio y deseo desenfrenado, una promesa silenciosa de lo que vendría a continuación. Su mirada lo decía todo: Sera le pertenecía.

Él no se apresuraba. Sabía que podía tomarse su tiempo, saborear cada instante mientras ella se deshacía bajo su toque. Sera, tendida de espaldas, lo miraba expectante, con la respiración pesada y un brillo en los ojos que no podía ocultar. Había algo en su hermano, algo en la manera en que la miraba, en cómo la hacía sentir, que la atrapaba por completo. Y aunque el temor latente siempre estaba presente, el deseo lo superaba. Rivon era su adicción, y lo sabía.

Con un movimiento lento y deliberado, Rivon deslizó su mano por el cuerpo de Sera, comenzando por su cuello, pasando por el valle de su pecho, hasta detenerse en su vientre. Su toque era suave, pero firme, cargado de una posesión innegable. Cada caricia parecía una reclamación, un recordatorio de que no había escapatoria para ella. Sera arqueó la espalda, buscando más de ese contacto, pero Rivon no cedió tan fácilmente. Le gustaba hacerla esperar.

—No tan rápido, —murmuró, su voz profunda resonando en la oscuridad de la habitación—. Sabes que esto es mío.

Sera se estremeció ante sus palabras. La manera en que él decía "esto" no se refería solo a su cuerpo, sino a todo lo que ella era. Su alma, su mente, todo estaba bajo su control. Su respiración se aceleró mientras sentía cómo Rivon la mantenía al borde, sin permitirle caer en el abismo del placer que ambos sabían que estaba ahí.

—Rivon… —susurró ella, pero sus palabras se apagaron antes de poder terminar la frase. No había necesidad de hablar, no cuando él ya lo sabía todo.

Rivon sonrió, una sonrisa fría, casi cruel. Su mano se movió más abajo, acariciando lentamente sus muslos, jugando con la tensión que crecía dentro de ella. Cada caricia era lenta, calculada, diseñada para llevarla al límite de la desesperación. Pero justo cuando Sera pensaba que no podría soportar más, él cambió de ritmo. Sin previo aviso, la tomó con una fuerza repentina, girándola sobre la cama hasta que ella quedó boca abajo, su cuerpo expuesto bajo su dominio.

Sera jadeó, sorprendida por la brusquedad, pero no opuso resistencia. Sabía que no tenía control sobre lo que ocurría a continuación, y de alguna manera, eso la excitaba aún más. Rivon, ahora sobre ella, la sujetó por las caderas, inclinándose lo suficiente para que su aliento caliente rozara la piel de su espalda. Su toque ya no era suave, sino intenso, decidido.

—Voy a mostrarte quién manda aquí, —dijo en su oído, su voz firme, pero cargada de una pasión oscura.

El ritmo se aceleró. Lo que había comenzado como un juego lento de posesión se transformó rápidamente en algo más violento, más duro. Rivon la tomó sin reservas, moviéndose dentro de ella con una intensidad que la dejaba sin aliento. Cada embestida era un recordatorio de su poder, de la relación desigual en la que estaban inmersos. Los gemidos de Sera llenaban la habitación, pero Rivon no le daba tregua. La mantenía al borde, justo entre el placer y el dolor, disfrutando de su sumisión total.

Mientras sus cuerpos chocaban una y otra vez, algo más profundo comenzó a ocurrir. Rivon podía sentirlo, esa extraña transferencia de energía que había comenzado a notar días atrás. Con cada toque, cada movimiento, su poder fluía hacia Sera, como si ella estuviera destinada a absorberlo. Y lo más sorprendente era que no parecía forzado. Era como si este intercambio fuera una parte natural de su vínculo.

El ritmo se volvió frenético. Sera, con los ojos entrecerrados por el placer, comenzó a sentir cómo su cuerpo cambiaba con cada segundo que pasaba. No era solo el éxtasis lo que la recorría; era algo más, algo oscuro, algo poderoso. Sus músculos se tensaban con una fuerza que no había tenido antes, y sus sentidos se agudizaban al punto de que podía sentir cada latido del corazón de Rivon como si fuera suyo.

Rivon lo notó primero. Mientras la tomaba, sintió ese flujo de poder que pasaba de él hacia ella, pero no se detuvo. No quería detenerse. Cuanto más la reclamaba, más fuerte se volvía Sera, y aunque esto podría haber alarmado a cualquiera, para Rivon era una confirmación de su control absoluto. Sera estaba destinada a recibir su poder, a convertirse en algo más, pero siempre bajo su dominio.

—Estás cambiando —murmuró Rivon contra su piel, su aliento cálido enviando escalofríos por su columna—. Lo sientes, ¿verdad? Mi poder fluyendo en ti.

Sera solo pudo asentir, incapaz de hablar. Cada fibra de su ser estaba conectada a él en ese momento, su cuerpo vibrando con la energía que Rivon le otorgaba. No podía detenerlo, y lo peor de todo, no quería. Cada embestida la acercaba más a ese poder oscuro que crecía dentro de ella.

Rivon, ahora completamente inmerso en el placer y la dominación, la sujetó aún más fuerte, sus dedos clavándose en la piel de sus caderas. No había espacio para la dulzura ni la compasión en ese momento. Esto era poder puro, desatado, y ambos lo sabían. Mientras sus cuerpos seguían el ritmo frenético, Rivon sintió que estaba llegando al límite, y con un último impulso, se dejó caer sobre ella, su cuerpo cubriendo el de Sera por completo.

El clímax llegó como una tormenta, arrasando con todo a su paso. Ambos se tensaron al unísono, sus cuerpos vibrando con una intensidad que los dejó sin aliento. Pero incluso en ese momento de éxtasis, Rivon no perdió el control. Siguió dominándola hasta el final, asegurándose de que Sera supiera, sin lugar a dudas, quién era el dueño en esa cama.

Cuando finalmente el silencio los envolvió, ambos quedaron tendidos, agotados pero llenos de una energía que no provenía solo del placer físico. Sera, aún temblando, apoyó la cabeza en el pecho de Rivon, su respiración entrecortada. Sabía que algo había cambiado dentro de ella, algo irreversible. Y mientras descansaba, podía sentir cómo ese poder seguía fluyendo, cómo cada encuentro con Rivon la hacía más fuerte, más capaz de manejar lo que él le daba.

Rivon la observaba en silencio, satisfecho, sabiendo que había logrado algo más que satisfacer su deseo. Sera ya no era la misma. Ahora, su poder corría por las venas de su hermana, pero siempre bajo su control. Mientras estuvieran juntos, ella crecería, pero siempre bajo su sombra.

—Ahora sabes lo que eres —murmuró Rivon, acariciando su cabello suavemente, su tono bajo pero firme—. Eres parte de mí. Mi poder es tuyo... pero nunca olvides a quién le perteneces.

Sera lo miró a los ojos, aún aturdida por la intensidad del momento, pero lo entendió perfectamente. Su vida estaba atada a él, y ahora, más que nunca, sabía que no podía escapar. Pero en lugar de temerlo, lo deseaba. Lo quería. Quería más de esa oscuridad, de ese poder que fluía a través de su cuerpo, y lo quería a él.

La transformación no había hecho más que comenzar.

Los días se transformaron en semanas, y las semanas en meses, mientras Rivon y Sera se sumergían cada vez más en los profundos abismos de su conexión. Lo que al principio había sido una simple influencia de Rivon sobre su hermana se convirtió en algo mucho más complejo y peligroso. Estaban atrapados en una espiral de deseo y poder creciente, donde cada encuentro no solo alimentaba el fuego entre ellos, sino que también liberaba una energía oculta. Sera absorbía ese poder, aunque al principio lo hacía sin darse cuenta. Pero con el tiempo, ella despertó algo en su interior que rivalizaba con el poder de su hermano, una fuerza más sutil, pero igualmente mortal.

Rivon la había moldeado lentamente, cada vez que la reclamaba, empujando los límites de su control. Pero lo que antes era una relación de dominio y dependencia ahora se estaba transformando. Sera había cambiado. Ya no era la joven sumisa que simplemente seguía la voluntad de su hermano. Ahora, se movía con una frialdad calculadora, similar a la de Rivon. Esa naturaleza oscura y controladora que él había sembrado en ella había echado raíces, y ahora florecía en su plena expresión.

El deseo entre ellos había dejado de ser solo físico. Había crecido hasta convertirse en una conexión mucho más profunda, donde cada acto entre ellos no solo encendía sus cuerpos, sino que alimentaba esa hambre de poder compartido. Rivon lo alentaba, disfrutando de ver cómo su hermana se transformaba en su igual, tanto en fuerza como en lascivia. Ella ya no dudaba ni vacilaba. Cada mirada que le daba estaba cargada de la misma oscuridad que él había cultivado durante tanto tiempo. Sera ahora era su compañera en todos los sentidos.

Con el tiempo, Sera había comenzado a adoptar los mismos comportamientos que su hermano. En lugar de resistir o mostrar debilidad, se entregaba a los mismos placeres oscuros que Rivon disfrutaba. El poder la seducía tanto como el deseo, y cada encuentro íntimo entre ellos era una prueba de su creciente fortaleza. Rivon lo notaba, y aunque en algún momento aquello habría sido motivo de preocupación, ahora lo veía como una extensión de su propio poder. Sera no solo era su hermana, era su igual, su reflejo. Y esa conexión los hacía imbatibles.

Su relación no era meramente física; era una alianza absoluta. Cada día, Sera absorbía más poder de Rivon. Sus cuerpos se encontraban, se entrelazaban, y con cada acto, Sera se volvía más fuerte, más letal. Lo que antes era una unión desigual, ahora se había convertido en un intercambio de poder sin reservas. Rivon se complacía en observar cómo Sera crecía, cómo se transformaba en alguien tan frío y calculador como él. Ella no solo lo igualaba en deseo, sino también en ambición.

Un día, mientras ambos estaban en su palacio, los altos comandantes y soldados bajo su mando comenzaron a notar los cambios en Sera. Lo que alguna vez fue una joven discreta, que caminaba a la sombra de Rivon, ahora era una líder implacable. Los soldados, acostumbrados a ver a Rivon como la figura dominante, comenzaron a mirar a Sera con los mismos ojos. Ella ya no era solo la hermana del líder, era una figura a temer, tan cruel y calculadora como él.

Uno de los momentos más impactantes de esta transformación ocurrió durante una ceremonia de ascenso en el palacio. Los soldados se reunieron para honrar a aquellos que habían demostrado su lealtad inquebrantable. Pero esta vez, fue Sera quien tomó el control de la situación. Con una frialdad implacable, se levantó frente a los soldados, vestida con una armadura oscura y ornamentada que destacaba su nuevo estatus.

—Arrodíllense —ordenó, su voz resonando en el salón como una sentencia. Dos oficiales, sorprendidos pero sin atreverse a desobedecer, cayeron de rodillas ante ella.

Rivon la observaba desde su trono, complacido. Sera, sin dudar, colocó las insignias de ascenso en sus armaduras, pero su gesto no fue uno de gratitud o reconocimiento. Fue una advertencia.

—Este es solo el comienzo —dijo con voz suave, pero cargada de una amenaza implícita—. Servid bien y obtendréis recompensas. Fallad, y conoceréis el verdadero castigo.

Los soldados, que hasta ese momento habían temido únicamente a Rivon, ahora sentían un nuevo tipo de temor. La frialdad calculadora de Sera, combinada con su creciente poder, la había convertido en alguien a quien no podían ignorar. Ya no era solo una observadora pasiva. Ahora era una líder en toda regla, y su capacidad para manipular y controlar a quienes la rodeaban la hacía tan temida como su hermano.

Después de la ceremonia, Rivon y Sera se retiraron al salón del trono. Su conversación estaba llena de planes para el futuro. Aunque el planeta ya estaba bajo su dominio, sabían que había más por conquistar. Sus ambiciones no se limitaban a una sola tierra. Ambos compartían una visión: expandir su poder más allá de los confines del planeta, dominar otras regiones, subyugar a quienes se interpusieran en su camino.

—El mundo es nuestro, Rivon —dijo Sera mientras se acomodaba en el trono junto a él, una sonrisa oscura curvando sus labios—. No me detendré hasta que lo tengamos todo.

Rivon asintió, satisfecho. Sera había cumplido todas sus expectativas. No solo se había transformado en una guerrera implacable, sino también en una compañera perfecta en el poder. Juntos, eran imparables, una fuerza que no solo controlaba a su ejército, sino también los destinos de aquellos bajo su mando.

El Ascenso al Poder Completo

A medida que su control sobre el planeta se consolidaba, Rivon y Sera comenzaron a establecer su propio sistema de liderazgo. Los seguidores de Rivon, especialmente los más cercanos a él, comenzaron a ver a Sera como una guerrera divina, no solo una consejera o una figura en la sombra. Su poder compartido era evidente, y su destreza en la guerra la convertía en un modelo a seguir para los guerreros de la facción.

El palacio de Rivon, antes frío y funcional, ahora se había convertido en un centro de poder donde ambos gobernaban juntos. Sera, además de ser una figura de autoridad, tomaba un rol activo en el entrenamiento de los soldados, forjándolos a su imagen: implacables, letales y calculadores. Sus entrenamientos eran brutales, pero efectivos. Quienes sobrevivían a ellos salían como máquinas de guerra, leales solo a ella y a Rivon.

Las ceremonias que marcaban los ascensos en el ejército y la administración del planeta ahora incluían tanto a Rivon como a Sera. Los nuevos guerreros y oficiales juraban lealtad a ambos, reconociendo que su poder provenía de la unión de los dos hermanos.

Sera ya no era vista como la hermana menor de Rivon. Ahora era su igual, una figura de poder en sí misma, con habilidades que la convertían en una combatiente letal y una líder estratégica. Su frialdad en la toma de decisiones, su habilidad para manipular y dominar, y su creciente destreza en la batalla la convirtieron en una figura temida tanto como Rivon.

Juntos, los dos hermanos, unidos por su poder compartido, gobernaban el planeta con mano firme. Sera se había convertido en algo más que una líder. Era ahora una guerrera divina, y junto a Rivon, su dominio no tenía límites.

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