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El Líder de los Árboles Vivientes

El Líder de los Árboles Vivientes avanzaba lentamente, pero con una autoridad indiscutible. Cada paso que daba hacía temblar la tierra, y los otros árboles, incluso las bestias arbóreas, parecían reaccionar a su presencia, alineándose a su alrededor como si estuvieran recibiendo órdenes silenciosas. La criatura levantó sus ramas más largas y gruesas hacia el cielo, y de repente, un viento fuerte y helado comenzó a soplar, trayendo consigo una lluvia de hojas afiladas como cuchillas que descendieron rápidamente hacia el grupo de Ian.

"¡Cuidado!" gritó Ian, mientras los goblins utilizaron los escudos para proteger a los magos de la tormenta de hojas afiladas.

El Líder de los Árboles Vivientes levantó una de sus raíces, que parecía brillar con un extraño resplandor verde, y la dejó caer con un impacto ensordecedor, liberando una onda de choque que se propagó por el suelo, enviando a algunos de los miembros del grupo tambaleándose. Ian apenas pudo mantenerse en pie, su mente trabajando rápidamente para analizar las capacidades de este nuevo y formidable enemigo.

"Es más inteligente y mucho más fuerte que los otros," pensó Ian, mientras veía cómo el líder alzaba su tronco y lanzaba un rugido profundo que resonó por todo el bosque, haciendo vibrar los árboles circundantes. Las demás bestias arbóreas parecían cobrar más ímpetu, como si estuvieran alimentadas por la energía de su líder. El líder estaba claramente coordinando el ataque, guiando a sus súbditos con precisión, como si fueran extensiones de su propia voluntad.

"¡Concentrad vuestros ataques en él!" ordenó Ian, apuntando hacia el Líder de los Árboles Vivientes. "¡Magos, apunten a sus raíces! ¡Guerreros, mantened la formación y proteged a los magos!" Sabía que si podían derrotar al líder, las otras bestias perderían su coordinación y, posiblemente, su ímpetu de combate.

Los magos canalizaron sus hechizos más poderosos, concentrando bolas de fuego y rayos de energía mágica en las raíces del líder, buscando exponer sus puntos débiles. El Líder de los Árboles Vivientes parecía anticipar sus movimientos; sus ramas se movían con rapidez para desviar algunos de los hechizos, mientras que las raíces se enterraban más profundamente en el suelo, absorbiendo parte del daño.

Ian observó con atención, buscando una abertura o una vulnerabilidad. Notó que, aunque la corteza del líder era increíblemente dura, las enredaderas que colgaban de su copa parecían más sensibles, reaccionando rápidamente a cualquier acercamiento. "¡Apunten a las enredaderas! ¡Cortad esas cuerdas de energía!" gritó, señalando hacia las espesas enredaderas.

El lobo y el mono se lanzaron al ataque, trepando rápidamente por el tronco del líder, mordiendo y rasgando las enredaderas que colgaban de su copa. El líder se retorció con furia, agitándose violentamente en un intento de sacudirlos, mientras soltaba un rugido profundo que hizo eco en todo el bosque.

Mientras tanto, el gigante de alma cargó hacia el Líder de los Árboles Vivientes, levantando una de sus enormes manos y asestando un poderoso golpe directo al tronco de la criatura, que resonó como un trueno. El impacto hizo que el líder vacilara por un instante, pero rápidamente se recuperó, envolviendo al gigante con sus raíces en un intento de aplastarlo.

Ian sabía que este era el momento clave. "¡Magos, ahora! ¡Ataquen los ojos!" gritó con todas sus fuerzas. Los magos concentraron todos sus hechizos en los ojos brillantes del líder, enviando una ráfaga de luz y fuego directamente hacia ellos. Las criaturas secundarias parecieron vacilar por un momento, como si su conexión con el líder se hubiera debilitado.

El Líder de los Árboles Vivientes rugió de dolor, sus ojos verdes ardieron con una luz más intensa, pero luego comenzaron a apagarse lentamente, su fuerza titubeando. Ian vio la oportunidad y, con una determinación férrea, dirigió a su equipo para un ataque final, decidido a derribar al coloso y restaurar el equilibrio en este tramo del Bosque Encantado.

Ian observó cómo el Líder de los Árboles Vivientes comenzaba a perder fuerza tras el ataque a sus ojos, pero sabía que aún no era suficiente. El coloso de madera seguía siendo una amenaza masiva, y su aura de poder no se había desvanecido por completo. Mientras las bestias arbóreas secundarias se reagrupaban alrededor de su líder, Ian comprendió que necesitaban un golpe decisivo para derribarlo.

Con rapidez, Ian metió la mano en su cinturón y sacó la Joya del Rey de Fuego una gema resplandeciente de un intenso color rojo anaranjado que ardía con un fuego interno, como si estuviera viva. La joya, que había obtenido tras un desafío formidable, poseía una conexión directa con los antiguos espíritus del fuego. Ian sabía que era el momento de usar su poder.

"Tarek, ¡prepárate!" gritó Ian, mientras cerraba los ojos por un instante y sentía cómo el calor de la joya fluía por su brazo. La energía que emanaba de la gema era intensa, su piel hormigueaba con la vibración de su poder. Ian comenzó a canalizar su propia energía en la joya, combinando su esencia con la del espíritu de fuego sellado dentro de la gema. Una pequeña llama apareció en la palma de su mano, creciendo rápidamente en tamaño y fervor, alimentada por el poder de la joya.

Tarek, el mago de fuego más experimentado del equipo, asintió con determinación. Comenzó a recitar palabras arcanas en un tono profundo, con las manos en alto mientras invocaba los elementos. El aire a su alrededor comenzó a calentarse, y una poderosa corriente de energía se acumuló en sus manos. El hechizo que conjuraba era uno de los más potentes que poseía: una gran llamarada que podía incinerar cualquier cosa en su camino.

Ian levantó la Joya del Rey de Fuego y la apuntó directamente al Líder de los Árboles Vivientes. Una columna de fuego comenzó a formarse en la punta de la gema, girando y rugiendo como un torbellino incandescente. Tarek, sincronizando su magia con la de Ian, lanzó su hechizo al mismo tiempo. Las llamas que había acumulado se fusionaron con la bola de fuego que Ian había creado, y ambas se combinaron en un único y devastador proyectil de energía ardiente.

La bola de fuego ahora era descomunal, una esfera ardiente del tamaño de un carro que emanaba un calor tan intenso que las hojas de los árboles cercanos comenzaron a carbonizarse antes de que la esfera siquiera se moviera. Ian sintió la vibración del poder puro en sus manos, como si contuviera la furia de un volcán listo para estallar. Con un grito de esfuerzo y concentración, Ian lanzó la bola de fuego con todas sus fuerzas hacia el Líder de los Árboles Vivientes.

El proyectil se desplazó por el aire a gran velocidad, su luz roja y naranja iluminando el bosque como un segundo sol. Las bestias arbóreas menores intentaron apartarse, sintiendo el calor del ataque, pero la bola de fuego tenía un solo objetivo: el líder. El Líder de los Árboles Vivientes intentó levantar sus ramas para protegerse, pero fue demasiado tarde. La bola de fuego impactó directamente en el centro de su tronco, envolviéndolo en llamas de una intensidad cegadora.

El rugido que emanó del líder fue ensordecedor, un grito de agonía y furia que resonó por todo el bosque. Las llamas comenzaron a consumir su corteza endurecida, y las enredaderas que colgaban de su copa ardieron rápidamente, convirtiéndose en cenizas. El fuego alimentado por la Joya del Rey de Fuego no era un fuego común; tenía la capacidad de quemar incluso las maderas más resistentes y mágicas.

Tarek, sin cesar su invocación, continuó alimentando el fuego con más magia, concentrando todo su poder en el ataque. Las llamas se intensificaron, rodeando al líder con una vorágine de calor y destrucción. El Líder de los Árboles Vivientes comenzó a tambalearse, sus raíces se alzaron del suelo en un intento desesperado de escapar del fuego, pero su tamaño masivo le hacía imposible huir.

Las hojas que lo cubrían comenzaron a arder en un espectáculo de luces verdes y rojas, y las grietas comenzaron a aparecer a lo largo de su tronco. Su brillo verde en los ojos empezó a parpadear y debilitarse. El inmenso coloso de madera rugió una vez más, un sonido de profunda desesperación, antes de que su tronco comenzara a partirse con un crujido devastador. Una grieta recorrió su cuerpo desde la base hasta la copa, y finalmente, con un último estertor, se desplomó con un estruendo ensordecedor.

Las llamas consumieron rápidamente los restos del líder, convirtiendo lo que antes era una amenaza formidable en cenizas y brasas incandescentes. Al caer, el Líder de los Árboles Vivientes soltó una última explosión de energía que sacudió el suelo y disipó las ilusiones de colores que habían cubierto la zona. Los otros árboles, sin la dirección de su líder, comenzaron a retroceder lentamente, sus movimientos menos coordinados y más erráticos.

Ian respiró hondo, sintiendo el calor residual de la Joya del Rey de Fuego todavía en su mano. Había funcionado. El ataque combinado había sido suficiente para derribar al formidable enemigo. "¡Bien hecho, Tarek!" exclamó Ian, mientras el mago de fuego asentía, agotado pero con una sonrisa triunfante en el rostro.

El grupo observó cómo las bestias arbóreas restantes, sin su líder para guiarlas, se desmoronaban una por una, desprovistas de la energía que las había animado. El Bosque Encantado parecía, por fin, liberar un largo suspiro, y la quietud que siguió no era la misma calma inquietante de antes, sino una paz genuina.

La victoria era suya, pero Ian sabía que aún había más desafíos por delante. Sin embargo, con su equipo a su lado, y con las herramientas y habilidades que habían demostrado en esta feroz batalla, Ian se sintió más preparado que nunca para lo que el futuro pudiera deparar.

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